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La desventaja competitiva de las mujeres depende de los estereotipos existentes sobre sus trabajos

4 Nov, 2014 - - @Pedroreybiel

Aún a día de hoy existen importantes diferencias de género en el mercado de trabajo. En particular, el porcentaje de mujeres que acceden a puestos directivos está muy lejos de la paridad. Es más, incluso en casos en que un hombre y una mujer ocupan puestos de trabajo similares se percibe una importante brecha salarial, que puede llegar hasta al 35%. Conocer las razones detrás de estas diferencias es importante para poder atajarlas, por ejemplo, con políticas adecuadas de empleo.

Algunas de las posibles razones para encontrar diferencias de género en el mercado, si bien polémicas, pueden ser bastantes obvias. Se puede tratar simplemente de la existencia de discriminación contra las mujeres, que impide que accedan a ciertos trabajos y que si lo consiguen, lo hagan en condiciones salariales desfavorables. Otra razón, aún más polémica, podría deberse a que realmente las mujeres tengan una productividad menor en ciertos puestos, lo que las llevaría a, bien ser peor remuneradas o bien, anticipándolo, a ni siquiera optar a puestos en los que se les va a pagar peor. Sin embargo, no por ser obvias, estas razones tienen por qué explicar plenamente el fenómeno.

En los últimos años, ha surgido una nueva literatura, tampoco exenta de polémica, que intenta explicar las diferencias en el mercado laboral a través de diferencias de género en la preferencia y capacidad de competir. El argumento se basa en que el mercado laboral es intrínsecamente competitivo y que, por tanto, si a las mujeres les gusta menos competir, lucharán menos por los puestos más competitivos (Niederle y Vesterlund, 2007). Además, si se les da peor competir, obtendrán un salario menor en trabajos en los que la competencia es importante (Gneezy et al., 2003).

Estos artículos, utilizan un enfoque de economía experimental. Para observar la importancia de las distintas preferencias por competir, se miden las diferencias en la proporción de mujeres y hombres que optan por ser pagados por una tarea sencilla utilizando un torneo competitivo en el que sólo se paga al ganador -frente a que se le pague a cada participante un salario individual que dependa únicamente de su desempeño. De forma similar, también se realizan experimentos en los que se fuerza a hombres y mujeres a competir en una tarea en la que previamente se ha podido observar la capacidad individual de cada uno, y se estudia si las mujeres realizan peor la misma tarea cuando la forma de pago depende ahora de una competición. Los resultados de estos experimentos confirman en general la existencia de diferencias en la actitud y aptitud competitiva de las mujeres respecto a los hombres.

Sin embargo, existen también un gran número de estudios experimentales que no encuentran ninguna diferencia de género en la competitividad y que, incluso, muestran el resultado contrario. Por ejemplo, un artículo reciente (Gneezy et al., 2009) demuestra que en sociedades matriarcales son las mujeres las que tienen una mayor preferencia mayor por competir y a las que se les da mejor hacerlo. Este resultado es importante porque ilustra el debate sobre si las diferencias de género pueden deberse más a factores culturales que a genéticos. Pero, en todo caso, es importante resaltar que algunos experimentos recientes no consiguen replicar de forma clara los resultados originales.

Junto con mi coautora, Nagore Iriberri, nos planteamos qué podía llevar a que en ciertos experimentos se observaran diferencias competitivas de género y en otros no. Pronto nos dimos cuenta que entre los distintos experimentos existía un patrón común: aquellos experimentos que encontraban mayores diferencias de género utilizaban tareas para medir la competitividad sobre las que existen fuertes estereotipos sobre que los hombres son mejores realizándolas que las mujeres. Por el contrario, en los estudios que no encontraban diferencias resulta que se utilizaban tareas sobre las que no existe estereotipo (o incluso el estereotipo es el inverso). Todo ello nos hacía sospechar que el efecto podría estar relacionado con lo que en Psicología se conoce como “Amenaza del estereotipo” (“Stereotype threat”). Es decir, la mera existencia de un estereotipo negativo sobre un grupo hace que los individuos pertenecientes a a dicho grupo se sientan sujetos a un escrutinio que les presiona, lo que provoca que se desenvuelvan peor, confirmando el estereotipo. Basándonos en este concepto psicológico, nuestras preguntas de investigación estaban claras: ¿las mujeres deciden no competir, o, por el contrario, compiten peor cuando lo hacen en tareas que creen que hacen peor ¿qué ocurre cuando se refuerza la estereotipación aludiendo a aspectos relacionados con el género?

Para poder clarificar este tema, realizamos un experimento en el que utilizábamos distintas tareas, algunas con un fuerte estereotipo masculino y otras no. A su vez, preguntamos a una muestra amplia de participantes sobre sus creencias sobre qué género haría mejor dichas tareas. De hecho, también comprobamos en un experimento piloto que en ocasiones la existencia del estereotipo no tiene por qué significar que dicho estereotipo sea cierto. Aquí pueden leer nuestro artículo.

Los resultados de nuestro experimento nos permiten entender mejor hasta qué punto los estereotipos son importantes. El resultado principal es que sólo observamos importantes diferencias de género en el desempeño de una tarea en condiciones competitivas cuando se dan tres condiciones: 1) existe un fuerte estereotipo sobre que las mujeres son peores en dicha tarea, 2) se refuerza el estereotipo recordando a los participantes aspectos que les hagan pensar en el tema de género, como decirles el género de su contrincante y 3) las mujeres que se ven más afectadas negativamente por la competencia son precisamente las que creen que el estereotipo es cierto.

Aunque uno siempre debe ser precavido con los resultados de un experimento, la extensa evidencia que se empieza a acumular sobre éste fenómeno, así como el hecho de que nuestros resultados ayuden a organizar los resultados de experimentos anteriores, nos lleva a pensar que se debe ser cauto en la aplicación de políticas que mitiguen las diferencias en el mercado laboral y, en todo caso, se debe diseñar muy bien qué mensaje se envía a la sociedad con cada política. ¿La razón? La misma existencia de una política que refuerce a las mujeres, puede llevar a que un estereotipo negativo, sea cierto o no, se perpetúe, perjudicando precisamente al género al que se pretende ayudar. Por eso, de cara a las generaciones futuras, es fundamental acabar con los estereotipos, enfatizando y dando publicidad a la evidencia existente sobre mujeres que, a pesar de las dificultades, consiguen ocupar puestos importantes y que, una vez en ellos, y con igual remuneración, consiguen hacerlo tan bien, o tan mal, como los hombres.


17 comentarios

  1. Vellana dice:

    «Por eso, de cara a las generaciones futuras, es fundamental acabar con los estereotipos, enfatizando y dando publicidad a la evidencia existente sobre mujeres que, a pesar de las dificultades, consiguen ocupar puestos importantes y que, una vez en ellos, y con igual remuneración, consiguen hacerlo tan bien, o tan mal, como los hombres.»
    Estoy de acuerdo. La primera de las grandes fuerzas que mueven el mundo es la mentira.
    Un cordial saludo.

  2. Javier dice:

    Todas las decisiones se guían por la percepción del decisor.

    Por eso, todas las desventajas competitivas de un agente frente a otro en todo tipo de mercados dependen de las percepciones de los demandantes.

    El conocimiento nunca es perfecto. Por eso, es inevitable apoyarse en prejuicios. Estereotipos de países («tal país es corrupto», «los coches alemanes son fiables, los cachivaches chinos se averían pronto»), de marcas («la leche pascual es mejor»).

    Los agentes más adaptativos se aprovechan de los estereotipos. Los alumnos que tienenen pinta de empollón acaban convenciendo a los profesores de que lo son y reciben mejores notas. Las empresas chinas se esfuerzan en competir en precio y las alemanas en calidad, porque saben que es lo que se espera de ellos.

    Por eso no es sorprendente que las mujeres también se dediquen a aprovecharse de las ventajas competitivas que les da su «imagen de marca» como grupo social. Esto puede ser aculturado (percibes que hay cosas que son «de niñas» en la infancia) pero también puede ser una estrategia perfectamente racional.

    Eres mujer. Sólo por el hecho de serlo sabes que serás mucho más apreciada que tus competidores masculinos como empleada de guardería. Y también savbes que lo serás menos que ellos como empleada de un matadero. Si tus preferencias entre ambos empleos fueran indiferentes y los salarios fueran iguales, lo racional es dedicarse a aquel empleo en el que los prejuicios de la sociedad te ayudarán.

    Es un fin noble e idealista acabar con los esterotipos. Pero siempre habra algunos, de algún tipo. Los prejuicios son una característica de la mente humana. Sin ellos tendríamos que sopesar cada decisión más nimia como si fuera algo nuevo en el mundo. No podríamos vivir nuestro día a día.

    • Pedro dice:

      Es cierto que los sesgos inconscientes son inherentes a la mente humana, por el principio de economía y no tener que pensar siempre todo. Pero esto no significa que uno no pueda darse cuenta y ser consciente de estos sesgos, trabajar en ellos, y no dejar que te impidan usar el pensamiento racional, sobre todo en los casos en que estos sesgos inconscientes no se ajustan a la realidad, como el machismo o el racismo. Es menos cómodo, pero a la larga seguro que será mejor para uno mismo.

      • Javier dice:

        Si, los prejuicios son malos.

        Si tuviera que resumir el artículo en dos frases, diría:

        «Las mujeres se esfuerzan más si piensan que compiten con ventaja y menos si piensan que compiten con desventaja. En otras palabras, las mujeres son seres humanos y por lo tanto comprenden los conceptos de ventaja comparativa y coste de oportunidad.»

        • Pedro Rey dice:

          Gracias, Javier: En todo caos, el artículo no es tan fácil de resumir por dos motivos: 1) la reacción negativa a las condiciones de competición no es tan clara que sea una decisión consciente en la que se valoren los costes y beneficios. Más bien parece que, sin ellas darse cuenta, simplemente hacen peor las tareas en las que existe un estereotipo negativo sobre ellas. 2)Si las mujeres son seres humanos, entonces.. ¿qué son los hombres? Puesto que lo que obtenemos es que se crecen en la competición, incluso en tareas en las que tienen desventaja… Un saludo.

          • Javier dice:

            1) Tendríamos entonces una decisión inconsciente que es racional. O al menos, que es adaptativa y tiene una justificación racional, aunque esa justificación no sea su origen.

            Eso nos da un problema si nuestro objetivo es que las mujeres decidan distinto.

            No se hasta qué punto cambiarían las mujeres sus decisiones si se las hace más conscientes de estos procesos mentales inconscientes. Al fin y al cabo da la impresión fuerte de que esa decisión inconsciente es la misma a la que llegarían tras un análisis de costes y beneficios. Dedicar la vida a luchar contra los estereotipos (p.ej. eligiendo una carrera típicamente masculina) podría tener una base más altruista, pero puede no ser muy adaptativo para la felicidad personal.

            2) No me sorprende que los hombres sean más competitivos «across the board», ni que ese rasgo sea culturalmente contingente.

            Sí me sorprendería que vuestro artículo constatase que los hombres son inmunes a la «amenaza del estereotipo» (no puedo bajármelo para leerlo). Eso los haría más irracionales en sus decisiones, conscientes o no.

            Hay artículos que constatan que las minorías discriminadas también responden a la «amenaza del estereotipo», y supongo que esos estudios habrán incluído a hombres. A ver si los únicos inmunes a esa amenaza (y no somos seres humanos racionales) vamos a ser los hombres de raza blanca 😀

          • Javier dice:

            Por cierto que vuestro aporte en politikon me ha parecido muy interesante, está en consonancia con las más altas tradiciones de esta página web y refleja gran crédito sobre vosotros.

  3. Andres dice:

    «sociedades matriarcales»

    ¿Sociedades matriarca..que? No han existido sociedades matriarcales en la historia, es una vieja idea de la etnología del sXIX tiempo ha desacreditada. Ha existido en cambio Matrilinealidad , Matrifocalidad…

  4. Un artículo que llama a reflexiones muy interesantes. Lástima que el enlace al artículo original no funcione. Da la sensación de que el estereotipo es más perjudicial en aquellos ámbitos en los que las diferencias entre unas mujeres y otras son más grandes, porque llevan a más mujeres capacitadas a no competir. Me gustaría saber si las mujeres que mejor desarrollan las que el estereotipo califica como labores «de hombres» son siempre las mismas (podríamos decir que serían más parecidas a los hombres, por decirlo así más masculinas), con independencia de la labor que elijamos, o cada mujer puede tener unas tareas en las que puede desempeñarse tan bien o mejor que un hombre y otras en que su rendimiento es menor. Está claro que es interesante animar a competir a las mujeres en aquellos ámbitos en que puedan tener más éxito, de manera que creo que si siempre son las mismas mujeres, más masculinas, las perjudicadas quizá sea interesante centrar nuestros esfuerzos en luchar contra la discriminación de este grupo de mujeres, sin necesidad de centrarnos tanto en la lucha contra el estereotipo en mujeres con características más femeninas, que puede ser que ganen centrando su competición en otros ámbitos. Si, por el contrario, los estereotipos perjudican a todas las mujeres pero a cada una en distintos ámbitos parece más lógica una lucha contra los estereotipos más general.

    Un cordial saludo.

  5. Juan Carlos dice:

    Veo de nuevo que se da por cierto que a igual puesto de trabajo hay diferencias de salario de 35%, otras veces se habla del 25% o del 20% .
    Cualquier persona con experiencia en el mundo de la empresa sabe que es imposible que ese dato esté bien. Puede que las mujeres en general ganen menos que los hombres y dependerá de diferentes variables, puede que algunas mujeres ganen menos que los hombres a igualdad de puestos de trabajo, como habrá hombres que ganen menos que mujeres en la misma situación. Pero no puede afirmarse que a igualdad de puesto de trabajo las mujeres ganen menos que los hombres a día de hoy en España.

    • aviermen dice:

      Pues lo que dice la gente que ha estudiado esto no va en esa dirección: http://nadaesgratis.es/?p=20692

      Copio del artículo:
      «Si creemos que hombres y mujeres que trabajan en la misma empresa y la misma ocupación (17 categorías), tienen la misma edad y el mismo nivel educativo realizan el mismo trabajo, entonces […] las mujeres ganan de media por hora trabajada un 14 por ciento menos que los hombres que realizan un trabajo similar»

  6. Ramsey dice:

    Quería hacer al autor dos o tres preguntas:

    1. El artículo de Gneezy de 2009 en Econometrica compara el caso de los Masai y los Khasi y de ahí infiere que las diferencias que se dan entre las dos sociedades se debe al carácter matri/patriarcal respectivo. ¿Como podemos saber que no se debe a cualquier otra diferencia? Estamos haciendo inferencia con una N= 2 ¿no?

    2. ¿Se sabe como afecta la información sobre la capacidad real de hombres y mujeres para hacer algo a la permanencia de estereotipos? Entiendo que se podría comparar los resultados de mujeres a las que primera se las hiciera leer un texto, escuchar una historia de éxito que las convenciera de su superioridad en una tarea para generarles confianza con las de un grupo de control, o algo así. Mi apuesta es que probablemente las mujeres son más sensibles a estos «efectos demostración» que los hombres.

    • Pedro Rey dice:

      Gracias, Ramsey:
      Te contesto brevemente a tus dos preguntas.
      1. La garcia de un buen diseño experimental consiste en poder comparar dos muestras poblaciones idénticas que difieren únicamente en el factor que el experimento manipula (o en este caso en que haya terminado siendo sociedad matriarcales o patriarcales). Sí el único factor diferenciador es uno, y se observan diferencias en los resultados entonces se puede atribuir, hasta cierto punto, causalidad al factor de diferencia. Conozco de cerca a los autores del experimento, y sé lo mucho que trabajaron para encontrar dos sociedades lo más similares posibles, que sólo difirieran en quién estaba al mando. En todo caso, tu pregunta es válida y sigue abierta puesto que desconocemos que factores distintos han llevado a que en una sociedad manden los hombres y en la otra las mujeres.

      2. Tu hipótesis va bien encaminada. En nuestro artículo (y en muchos otros de la literatura) se ha estudiado qué ocurre cuando se corrige el estereotipo con información real. En líneas generales, las mujeres, que también son a las que el estereotipo más afecta, reacción también más y en línea con la información proporcionada.

  7. Gerion dice:

    Admito que soy cansino y repetitivo, y también que la Wiki no es una fuente fiable de información
    http://es.m.wikipedia.org/wiki/Testosterona
    Hay que adaptar la sociedad a la biología, y no al revés. Sufriremos menos.

  8. jonko dice:

    La mayoría de los hombres han entrenado su carácter competitivo a lo largo de la infancia y la adolescencia. A través del deporte, del juego, de la lucha y de la seducción. Sin descartar la influencia social en estos comportamientos, no podemos ignorar que hay factores biológicos que incitan al hombre a comportamientos competitivos y de riesgo. Países como Suecia que llevan décadas de políticas de género y de acción positiva a favor de las mujeres tienen mercados laborales altamente segregados por sexos. Y es que los distintos intereses y prioridades vitales de mujeres y hombres afloran más fuertemente en aquellas sociedades que ofrecen más oportunidades para desarrollarse en lo que a uno realmente le gusta.

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