Política

Notas sueltas sobre el buen político

13 Oct, 2014 - - @kanciller

Uno de los debates en los que me he metido en los últimos años, en parte por interés personal y en parte por profesional, es cómo distinguir a un buen político. Esta inquietud nace de mi tradicional escepticismo por el saber convencional, tan severo e implacable con nuestros representantes. Es bien conocido como la cultura política española, desafecta, tradicionalmente poco interesada en la política y poco propensa a participar, suele darle palos al todo por la parte. Un poco para provocar, y ante la duda, me coloco en la discusión de abogado del diablo.

Luego ya está la responsabilidad del diablo en todo esto, ojo, que bien sabido es que ha hecho méritos propios para alentar las quemas de Judas. Por eso, y aunque quizá podamos tropezar de nuevo en la misma piedra, las quemas hay que hacerlas y bienvenido será un mayor interés en ello. Ahora bien, como aun así estas actitudes negativas hacia los políticos son tan estables y tan transversales ya desde antes de la actual descomposición de nuestro sistema político, hay buenas razones para pensar que el recelo lo llevan de serie.

Qué virtudes debe tener un buen Príncipe es un dilema tan viejo como el mundo y poco puedo añadir que no se haya dicho. Lo que sí ocurre es que la forma y la respuesta que se le da varía mucho en cada tiempo y lugar. Hoy solo me aferro a un hilo del tapiz para decir que justamente con la que menos comulgo es con aquella que pone barreras a la elección de un cargo público y espera de él que acredite un mínimo de competencia reglada. Es la idea de tener a ferroviarios al frente de Fomento, doctores al frente de Sanidad y militares (¿?) al frente de Defensa. La idea de la techné politiké platónica, casi tan antigua como la vida en comunidad, de poner al frente “al que sabe”.

Pero, ¡ay! No se asume tan sencillo que para la política doctores tiene la Iglesia. Muchos ya han abundado en que si política es decidir entre intereses en conflicto, tomar decisiones distributivas que benefician a unos y perjudican a otros ¿Acaso no hemos pensado en que las democracias la representación sustantiva también es importante? Más aún, ¿acaso podría este técnico colocarse por encima de estos dilemas? Pero quiero ir un pasito más allá de estas críticas para justificar por qué el argumento no se sostiene. Pensad un momento en lo que consideramos el ethos de la buena política y pensad si la competencia técnica ayuda. Ana Mato no era médica pero sí el Consejero de Sanidad de Madrid ¿Todo en orden? Parece que no.

Un político es un profesional con olfato, con capacidad para comunicar, que sabe transigir y llegar a acuerdos, que sabe tejer coaliciones de intereses detrás de si mismo, que sabe escuchar y posee cierta capacidad de empatía. Un buen político probablemente tiene cuatro principios rocosos pero sabe ser flexible en cómo llevarlos a término, sabe entenderse con todo el mundo y hasta sus rivales lo reconocen como tal. Es zorro y león. Habilidades que, probablemente, se adquieren más batallando desde una comunidad de vecinos o en una asociación que con un master en la Pompeu Fabra porque requieren darse contra la pared muchas veces.

Siempre habrá quien guste de ser muy honesto pero a efectos prácticos demuestre ser pésimo político en este mundo tan realizador como ingrato. Pero es que incluso cuando un gobierno elige un técnico para un puesto no lo hace porque espera de él un diagnóstico de los enfermos o un plan de negocio. Tampoco por su titulación. Creo que lo hacen poco porque conocen como funciona su área (muy parcialmente dada la envergadura de un ministerio) pero mucho porque tiene un activo inmaterial valioso; interlocución con los profesionales de su sector. Es decir, lo que comentaba arriba, habilidad para llegar a acuerdos y cierta mano para entender cómo funciona la política.

Con frecuencia (yo el primero) nos quejamos de que tenemos un problema de selección de políticos en nuestro país. Pero es que los datos ni mucho menos avalan que lo sean por falta de formación. Cuando decimos que es mala idea que haya tantos partidos de funcionarios y funcionarios de partido no es tanto porque se puedan/ no se puedan ganar la vida fuera – si yo fuera compañero de gabinete de Javier Rodríguez apreciaría con especial cariño sus palabras. O al menos no es solo eso. Es porque pensamos que el tipo de socialización que implica estar toda la vida dentro de la administración pública (más el desquicio de algunas oposiciones) o ligado de por vida a la cúpula de un partido no es el mejor para tener la soltura que se comentaba más arriba.

Es posible que poner a más políticos a tiro de urna sea una buena idea; hacerles pasar por unas elecciones para que tengan que orientar su actividad un poco más hacia sus votantes y un poco menos hacia su partido. Y si los cabezas de lista no lo hacen, los que vienen en el paquete ni mucho menos. Por eso, mi hipótesis arriesgada es que si quien llega a la cúspide ha tenido que batirse en muchas contiendas electorales, será más probable que desarrolle esas habilidades que considero deseables en un buen político.

Y no, para eso no hace falta un máster. Hace falta mucho más.


16 comentarios

  1. […] Notas sueltas sobre el buen político […]

  2. Estoy completamente de acuerdo en que es mejor políticos independientes que políticos del ramo, que pueden verse afectados por intereses gremiales. Y está bien que los políticos tengan cultura, pero no creo que sea necesario un conocimiento específico en la inmensa mayoría de los casos. Lo que sí que creo es que deben ser honestos.

    Yo, a los buenos políticos, los veo más bien como intérpretes. Creo que deben ser capaces de interpretar los deseos del electorado, los del propio y los del ajeno. Creo que deben ser capaces de interpretar la información que le ofrecen los entendidos y transmitirla de forma rigurosa pero sencilla a otras personas, como por ejemplo los electores o los otros políticos. Y creo que deben interpretar muy bien a los otros políticos, de modo que sepan hasta dónde se puede llegar a un acuerdo y desde dónde hay que oponerse a los rivales, incluso radicalmente si es necesario. Creo que debe ser una persona con una gran capacidad de comprensión de realidades complejas y de traducción a ordenes, manifestaciones y programas sencillos de entender.

    ¿Eso se estudia en alguna facultad concreta? Yo creo que no. Una parte de esas cualidades es innata, pero no obstante la adquisición de cultura viene muy bien a cualquier político, porque la cultura, entre otras cosas, sirve para hacer más comprensible el mundo en el que vivimos.

    Un cordial saludo.

  3. Alnair dice:

    Entonces, ¿no hace falta un economista en economía, ni un jurista en justicia? ¿o eso solo vale para ministerios ‘light’?

    • Alatriste dice:

      Esa es una pregunta muy interesante a la que yo le daría dos respuestas por lo menos.

      La primera es que acabamos de ver qué mal ministro de Justicia puede ser un jurista por falta de esas cualidades de saber qué es lo posible y cómo lograr consensos para alcanzar ese objetivo posible (¿quién dijo eso de que «la política es el arte de lo posible»? No me acuerdo aunque suena a algo que podría haber salido de boca de Napoleón… pero en cualquier caso tenía toda la razón).

      La segunda es que el principio general de que el ministro es un político y no un técnico tiene excepciones. Por ejemplo, es razonable decir que el ministro de Defensa no tiene por qué ser militar, no se espera de él que tenga en su iPad el manual de usuario del Pzkw Tiger ni que planee el desembarco de Normandía sino que gestione una burocracia y un presupuesto, y lo mismo el de Sanidad, que no tiene por qué saber distinguir la tibia del peroné, pero es muy poco probable que un político que no supiera nada de política exterior se convierta en un buen ministro de Exteriores en unos meses, y eso vale para Justicia o Economía.

      Me siento tentado de extraer un principio general y decir que los departamentos que gastan el grueso del dinero (Obras Públicas, Sanidad, Educación, etc) deben estar en manos de gestores y aquellos de presupuesto pequeño pero que deciden cosas importantes (Exteriores, Economía, etc) en manos de expertos. Pero temo olvidar alguna excepción flagrante.

      • Yo creo que en esos ministerios ya hay muchos economistas, juristas o diplomáticos. Lo que hace falta es que quien esté al frente entienda a esos expertos. Yo me hago la pregunta de si para entender a un economista o a un jurista hay que ser también economista o jurista. Probablemente, en la mayoría de los asuntos si al experto solamente le entiende otro experto es porque ese experto no se exprese lo suficientemente bien. No creo que sea una mala cosa que llegue gente con otro perfil a esos ministerios, siempre que sea una persona culta de mentalidad abierta como para interesarse por ese tipo de cuestiones. A mí me gustaría que los ministros tuviesen más preguntas para sus asesores que respuestas.

        Un cordial saludo.

      • Javier dice:

        No se espera que el Ministro de Defensa sepa mucho de ejércitos porque no se espera que los ejércitos se usen para nada. Allí donde sí se espera que haya conflictos (p.ej. en los EE.UU.), sí tienden a tener militares en esos puestos. Y no se considera que sea un Ministerio-maría precisamente

        Este artículo hace una separación (falacia del negro/blanco) entre los que sí necesitan conocimientos técnicos y los que no. Mientras que, en realidad, cada puesto en el escalafón tiene sus propios conocimientos técnicos que son necesarios, mientras obvia los del escalafón inmediatamente inferior.

        Tampoco en las alturas de muchos Ministerios se trata de llegar a acuerdos en una comunidad de vecinos o ganar elecciones. En el caso de un Ministro de Defensa, sus competencias incluyen eso sólo de forma esotérica y tangencial (o más bien nada en absoluto) cuando se trata de decidir si se une España a una misión de paz en Darfur o no, y cómo, si se compra tal o cual armamento, etc. Entonces se necesita a alguien con cultura general. Sí, la del ramo, incluyendo exteriores y diplomacia. Con capacidad para comprender problemas difíciles y tomar decisiones rápidamente y con determinación.

        Cada Ministerio tendrá unas necesidades distintas. Pero pretender poner a un community manager diletante a cargo de cada uno es arriesgarse a que cada vez que dos técnicos le vengan con soluciones distintas, tire una moneda o negocie con el técnico más fuerte.

  4. Pablo, aprovechando que hablas de la (nuestra) cultura política y coincidiendo contigo en la defensa, con frecuencia quijotesca, que hago de la política y los políticos allende fuere, déjame hacer un par de observaciones:
    1/ Dices que los políticos deben saber comunicar y acordar. De acuerdo!. Pero esos no son valores imperantes en la sociedad, ni en la escala micro (domos) ni en la escala macro (polis). Por eso seleccionamos a los políticos con criterios no funcionales para la Política, aunque quizá sí, funcionales para la gestión política.

    2/ A mi lo que me preocupa, es cómo cambiar esos vicios (valores perdidos) en escalas y ámbitos que no sean estrictamente los institucionales. Sólo así, creo, conseguiríamos trasladar al sistema, mediante la posterior extracción social de los políticos, una mejor remesa de Príncipes, o de buenos gobernantes.

    En definitiva, que vuelvo a coincidir más contigo: que no les gustan sus políticos, pues vayan a sus asociaciones de barrio, sectoriales, de vecinos; a sus ongs, a sus clubs de deporte… y hagan política. Y si encuentran que con el tiempo, ustedes pueden hacerlo mejor, no lo duden, propónganoslo ( y ahí entras tú con tu tus propuestas de mejora de los sistemas extractivos y electorales).

    XX

  5. Hejo dice:

    Por lo menos desde Confucio -hace 2500 años- viene discutiéndose cuáles deberían ser las cualidades de los príncipes y sus ministros. Y bueno, resumiendo podríamos decir que todavía no hay quorum.
    Quizás deberíamos pensar más en diseño institucional -tema clásico en politikon. Instituciones que puedan resistir decentemente la presidencia de un cetrino durante una legislatura, y que permitan excelentes resultados cuando las dirige alguien con talento.
    Me chocó hace un tiempo una conversación con un belga, cuando su país habia estado más de un año sin gobierno: el estado había continuado funcionando sin problemas en el día a día (escuelas, pensiones…); los altos funcionarios y los técnicos habían tomado las riendas de los asuntos y aplicado las políticas que habían creído oportunas. En su opinión, esto demostraba la fortaleza de las instituciones, lo que era un motivo de orgullo para las belgas. El único problema es que de proseguir, Bélgica habría acabado siendo una democracia sin democracia, lo que era percibido como peligroso.

    • M. Alonso Sierra dice:

      Me gustaría aclarar lo que parece ser una asunción general errónea: Bélgica sí tenía gobierno, aunque estuviese «en funciones».

      El gobierno en funciones es una característica propia de la democracia parlamentaria europea. Se trata del período de tiempo entre el momento en el que un gobierno pierde la confianza parlamentaria (por haber perdido una moción de censura o de confianza, o por haberse celebrado elecciones que dan lugar a una nueva mayoría política) y el momento en el que se forma un nuevo gobierno con respaldo parlamentario.

      Durante ese período de tiempo se espera que el gobierno en funciones se abstenga de tomar decisiones que dirijan la política del Estado en trayectorias que puedan obstaculizar las preferencias del futuro gobierno que se forme. El período en funciones no significa que el gobierno deba abstenerse de desarrollar su función ejecutiva o dejar de adoptar decisiones políticas imprescindibles para la gestión del país.

      Bélgica sí tenía un gobierno, aunque estuviese en funciones.

  6. Geneve dice:

    Muy importante la cuestión que nos planteas.

    Pero como lector asiduo de vuestro blog me parece que incurres en contradicción con el discurso de la preparación y selección de élites, y de los palos que se ha llevado el nuevo líder del PP en Andalucía, por su escuálido curriculum. Si la preparación y la formación en grandes universidades no es lo importante. ¿Como detectamos a ese gran politico? ¿ Por ganar muchos procesos de primarias? Creo que se debe pedir una formación muy sólida, y entre estos se debe discriminar entonces por los mas hábiles y buenos negociadores. Si nos quedamos con lo segundo seguiremos observando el mismo problema con nuestras élites que hasta ahora.

  7. LiMA dice:

    yo también creo que es un falso dilema. Latinoamérica sin ir más lejos está llena de excelentes políticos con una gran preparación técnica (masters en administración pública etc, donde por cierto la comunicación política, negociación etc suelen tener un peso notable). Es evidente que los masters por sí solos no sirven, pero también que un buen Ministro necesita un cierto conocimiento previo del Ministerio que va a manejar, o como mínimo conocimientos generales sobre políticas públicas. No se trata sólo de hacer coaliciones y vender mensajes al público, hay que entender qué decisiones son técnicamente correctas y cuáles no, cómo distinguir cuando el lobbyista de turno te está colando un gol o haciéndote un planteamiento serio, saber qué preguntas hay que hacer a los técnicos del Ministerio etc.

    Tampoco nos tenemos que olvidar de que el político «a la española» suele rodearse (secretarios de Estado e incluso directores generales) de otros «políticos a la española» (vg con nula preparación técnica), con lo cual la imprescindible bisagra entre lo técnico y lo político se pierde. Ni tampoco de que la inmensa mayoría de nuestros políticos desde hace tiempo tampoco saben tejer coaliciones ni vender mensajes.

    De manera relacionada, lo más llamativo de la Administración española hoy día (más que esa siempre temida y casi nunca materializada «tecnocratización» de los ministerios) es precisamente la flagrante ausencia de criterios técnicos (contacto con el mundo académico, estudios previos, libros blancos) a la hora de tomar decisiones de enorme calado.

  8. Gerion dice:

    El político es el profesional de la política, así que se les debería exigir al menos la carrera de ciencias políticas, independientemente de cualquier otra formación que pueda poseer. Debería, como funcionario, acceder a su puesto en el Parlamento por concurso-oposición. Se les debería englobar en uno u otro partido según unos cuestionarios para determinar su posición ideológica. Deberían estar sujetos a evaluaciones de desempeño, según la definición de sus puestos de trabajo. Los partidos serían siempre los mismos, y en la proporción adecuada para permitir tanto la gobernabilidad de la Nación, como la adecuada pluralidad ideológica. El partido del Gobierno estaría formado por los políticos de cada formación que fuesen elegidos para formar parte de ese partido en concreto durante la Legislatura, de modo que ningún otro partido pudiera identificarse completamente con él – ahora, el PP es el partido de Gobierno, pero seguro que estamos desperdiciando profesionales muy cualificados de otros partidos que, independientemente de su ideología, deberían ser ministros por el bien del Estado -.
    Cada cuatro años, la evaluación de desempeño establecería quiénes están en disposición de formar parte del partido del Gobierno, y entre esos se le ofrecería al pueblo la posibilidad de elegir.
    Igual esto se le ha ocurrido ya a algún pensador, pero así a botepronto es lo que me viene a la imaginación.

  9. Gerion dice:

    Sin olvidar que tendrían que legislar para que esas evaluaciones de desempeño y esas definiciones de puestos de trabajo no favorezcan a un grupo particular, para que examenes y méritos no puedan cambiarse según sople el viento, para evitar que el estatus de aforado les permita eludir sus responsabilidades legales. Y reglamentando para que todo ello quede perfectamente clarito, sin posibilidad de que un político-plaga pueda escapar impune o, mejor aún, incorporarse a las cámaras.

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  11. […] Notas sueltas sobre el buen político. En Politikon […]

  12. Está bien el post, felicidades. Pero me parece que estaría mejor que, al hilo del tema, intentara señalar quién en la vida política de este país lo ha hecho bien, políticamente hablando, y así sería más fácil y más instructivo saber de lo que estamos hablando en la realidad. También ayudaría a acabar con esa algarabía de memos de que todos los políticos son iguales.
    Un saludo

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