El Partido Popular, en lo que se supone que será una batería de medidas de “regeneración democrática”, ha decido pasar de las propuestas genéricas a una reforma concreta: la elección directa del alcalde. Esta idea no es totalmente nueva ya que el propio PP la llevaba en su programa electoral bajo la idea clásica de “que gobierne la lista más votada”. Hasta el PSOE intentó impulsar una reforma parecida en la primera legislatura de Zapatero, aunque terminara dándolo por imposible y en su pasada conferencia política no saliera adelante. Sin embargo es ahora, justo en el momento en que sondeos apuntan que el PP podría perder municipios importantes merced de gobiernos de coalición, cuando Mariano Rajoy plantea la medida con una oferta al nuevo dirigente del PSOE para consensuarla.
Hay que empezar por aclarar que el Partido Popular podría perfectamente cambiar el sistema electoral municipal en solitario. Bastaría con una reforma de la LOREG y, si fuera necesario, de la Ley de Bases del Régimen Local, con lo que para la modificación de ambas normas no necesitan más que la mayoría absoluta en el Congreso ¿Optarán los populares por esta vía si no hay acuerdo en línea de lo que podría estar planteando para el sistema electoral madrileño? ¿Se avendrá el PSOE a pactarla? Aún no lo sabemos, pero antes de ponernos con simulaciones sobre cómo podría quedar el mapa local de aplicar la reforma os propongo que repasemos cómo funcionan los sistemas municipales en otros países y cómo podría aplicarse en el nuestro.
Los sistemas electorales municipales en Europa
Los sistemas electorales a nivel municipal no han recibido demasiada atención por parte de los especialistas y es una pena porque ofrecen una gran variedad tanto entre países como en función de los habitantes del municipio. Para echar un vistazo a vuelo de pájaro de los sistemas de nuestro entorno me he basado en este artículo de Der Kolk el cual los clasifica para Europa Occidental. Es de 2005, luego puede haber habido cambios en algunos países, pero en general los sistemas electorales suelen ser estables así que podemos fiarnos de la información de la tabla siguiente:
Como puede verse en la primera columna, algunos países tienden a ser homogéneos en sus sistemas (como Dinamarca o Irlanda) mientras que otros presentan variaciones importantes ya sea por número de habitantes o, como pasa en Alemania o Reino Unido, en función del estado o región. En la segunda columna se incluye la información sobre el sistema electoral en general. La mayoría simple (excluyendo los sistemas corregidos de länder alemanes) tan solo se emplean en Reino Unido, siendo electo el concejal que obtiene la mayoría de los votos en los wards. Sin embargo, ni siquiera esto es así en todos los municipios ya que los de mayor tamaño emplean voto único transferible o distritos multinominales (con más de un escaño) en la elección local.
Lo cierto es que en la mayoría de países se emplea un sistema proporcional como el nuestro – por más que no en todos sean con un modelo de strong mayor, el debate que se sigue evitando. Lo que sí tiene más variedad es el tipo de las listas. En las siguientes dos columnas se indica si a la hora de realizar el escrutinio tiene centralidad la lista, el candidato o ambos y el número de votos de los que se dispone. Como se ve en el caso de Portugal y España, con listas cerradas y bloqueadas, solo importa el partido. Los sistemas con listas flexibles, como Austria, Holanda, Suecia, Dinamarca o Finlandia permiten votar al partido directamente o bien dentro de la lista, a veces con opción de marcarpreferencias ordinales, a veces con preferenciales discretos. En algunos sistemas hay umbral de votos para ser elegido concejal, como en Suecia, pero en otros como Dinamarca no lo hay y simplemente salen votados en función de su número de votos preferenciales.
En algunos länder de Alemania o en Noruega también hay sistemas proporcionales, pero tienen listas abiertas y se dan los mismos votos que cargos a elegir en la asamblea – tantos elijo, tantas opciones puedo marcar. Hasta es posible realizar voto acumulable, lo que hace que el orden en la lista juegue un papel muy marginal. En esta línea el caso de Irlanda (también del Norte) es el único de nuestro entorno que tiene voto único transferible, con lo que se puede marcar el orden de todos los candidatos y son elegidos en función de si han obtenido una cuota, transfiriéndose los votos entre candidatos en un complejo sistema de recuento.
Finalmente, la otra gran familia son los sistemas de “bonus” proporcionalizado o proporcionales “mayoritarizados”. Estos son los sistemas que se emplean en la mayoría de municipios de Francia, Italia y Grecia. Según este modelo el partido ganador obtiene siempre, como poco, la mayoría absoluta de representantes en el pleno. En Francia, antes de 1982, el partido que ganaba el mayor número de votos (a dos vueltas si no llegaba a la mayoría absoluta y al menos el 25% del censo) obtenía todos los concejales del municipio. Actualmente se sigue el mismo procedimiento de voto pero los partidos vencedores consiguen la mayoría absoluta de los escaños y el resto se reparte de manera proporcional.
Italia también es de esta familia pero con un sistema algo diferente, ya que allí se puede votar tanto la composición de la asamblea municipal como el presidente de la cámara. Ambos se votan separadamente pero están asociados. Dependiendo del resultado para el presidente (que vencer con una o dos vueltas en municipios; a una sola en pequeños) y de los concejales obtenidos por su lista (o listas asociadas), se bonifica a estas últimas con los concejales necesarios para asegurar la gobernabilidad.
De posibles reformas para España
De momento no tenemos mucha idea sobre el tipo de diseño que se está pensando, pero parece intuirse que es un cambio de sistema proporcional a uno con “bonus de mayoría” como el de los últimos países que he descrito. No creo que se esté pensando en un modelo anglosajón, así que lo voy a descartar de entrada.
Si la estrategia es que gobierne la lista más votada, se puede aplicar de manera burda el sistema francés a una sola vuelta; el partido ganador obtendría inmediatamente la mayoría absoluta de los concejales en el municipio y el resto se repartan de acuerdo a los votos obtenidos por cada partido. Lo que parece más razonable es emplear el sistema francés actual, con sus dos vueltas en caso de que no haya mayoría absoluta. La otra vía es el modelo italiano, que da un voto para el alcalde y otro para los concejales. Es decir, algo así como un modelo presidencialista a nivel local. Sin embargo, en el caso de este país hay una vinculación entre ambas listas que le da mayoría al partido del presidente. Lo contrario puede implicar que haya diferencias entre el color político de alcalde y pleno, lo que haría la gobernabilidad difícil y, a menos que se redujeran las atribuciones de este último, podrían terminar llevando de nuevo a coaliciones de gobierno.
En cualquier caso, pese a que todavía tenemos que ver el contenido de la reforma ya me parece criticable por muchas razones.
Primera, porque es una reforma improvisada. No tenemos ni idea de qué se pretende y ni siquiera existe una comisión de estudio, solo se atrapa al vuelo una idea genérica sin plantear un modelo serio como base para negociar. Parece la típica estrategia de desviar la atención. Segundo, no es una reforma orientada a objetivos: no tenemos ni idea de lo que pretende resolverse mediante la elección directa de los alcaldes. Más bien sabemos que es una reforma única y exclusivamente encaminada a evitar un tipo de gobiernos que se consideran indeseables (de momento a nivel local): los de coalición. Además, veta totalmente cualquier mecanismo de listas desbloqueadas o personalización de las candidaturas. Lo único que hay es la vocación de hacer el sistema más mayoritario sin necesariamente pensar que eso vaya a hacer “más cercano” al alcalde a sus ciudadanos o más legítimo en términos de apoyos electorales. En todo caso, no es el primer intento. Ya hubo el de la reducción del 30% de concejales.
Evidentemente, la crítica más clara es que es un debate electoralista. Lo es porque se ha planteado a pocos meses de las elecciones locales y cuando los sondeos apuntan que el partido en el gobierno puede perder plazas importantes. Lo es porque se reconoce que el Partido Popular no es capaz de pactar con esos “partidos pequeños” que se podrían alíar contra él y, por lo tanto, solo busca sesgar el sistema en su favor. Pero además, es una reforma que ni siquiera es respetuosa con la pluralidad local, mucho más fragmentada y rica que el nivel regional y nacional. Más aún ¿Se es consciente de las implicaciones de segundas vueltas o mayorías instantáneas en territorios donde hay más de un eje de competición como Cataluña o País Vasco, donde la agregación es más complicada?
En cualquier caso, esta reforma es lo suficientemente trascendente – es todo un cambio de modelo – como para merecer una discusión calmada. Que aparezca ahora en la agenda es tirando a inoportuno ya que es complicado no entender que va, igual que en Castilla La Mancha, a vestir con ropajes de regeneración lo que es manipulación electoral pura y dura.
Yo es que me pregunto desde hace bastante tiempo que demonios pintan los partidos políticos en la gestión de los ayuntamientos. Quiero decir que hacer un nuevo polideportivo, ¿es de izquierdas o de derechas? Puede ser una buena o una mala idea dependiendo de las circunstancias económicas y sociales del pueblo/ciudad, pero no creo que sea algo en lo que la ideología política tenga mucho que ver. Y en ese sentido, estoy muy de acuerdo en que el verdadero debate debería estar en el modelo de strong major.
Supongo que el papel crucial de los partidos en este caso es la maquinaria electoral que proporcionan a los candidatos para que puedan ser elegidos en primer lugar, con honrosas excepciones como Vecinos por Torrelodones, por ejemplo. Y quizá debieramos plantearnos si eso es bueno o malo, o al menos si lo es con el tipo de partidos que tenemos en España.
En los ayuntamientos como en todas partes la política va sobre todo de cómo recaudar dinero, de cuánto dinero recaudar, y de en qué y cómo gastarlo. Por poner algunos ejemplos muy evidentes ¿De verdad no hay color político en la decisión de privatizar un servicio de recogida de basuras, o de suministro de aguas?
Incluso en decisiones que aparentemente tienen poco color político, como crear un servicio de alquiler de bicicletas, el ayuntamiento de Madrid lo ha hecho dando una concesión por X años a una empresa privada, garantizándole unos ingresos. Uno puede pensar que es más eficiente así, pero también puede pensar que un servicio público habría sido una opción mejor. Y esa es una decisión con mucha política involucrada…
Y quien dice eso dice mil cosas, desde incentivar o no el Día del Orgullo Gay a subvencionar comedores escolares y guarderías, o en su lugar bajar las tasas. Ya lo creo que hay izquierdas y derechas en la gestión local.
No dudo que la hay. La pregunta es si debería haberla. Si no hay criterios objetivos que cualquier manifestación/fiesta/acto en la via pública deba cumplir, independientemente de su temática, o criterios técnicos y económicos sobre la adjudicación de servicios a empresas que reduzca la discreccionalidad del ayuntamiento en esas condiciones.
De nuevo volvemos a lo del modelo strong major
No solo se trataría de una manipulación electoral pura y dura – porque el objetivo de la reforma evidentemente no es otro que impedir la previsible masacre electoral de alcaldes del PP que se avecina – sino que sería una manipulación tan torpe que convertiría la reforma de Castilla-La Mancha en una alarde de fineza y astucia florentinas.
Sería de hecho tan extremadamente torpe que el resultado previsible sería uno que le conviene muy poco al PP: obligar a todas las fuerzas situadas a su izquierda a elegir entre unirse – por difícil que les resulte – para obtener una victoria prácticamente segura, y no unirse para sufrir una derrota igual de segura. Aún peor, esto no sería para una sola vez sino para siempre, ocurriría en todas las elecciones.
¿De verdad es conveniente para los intereses del PP cambiar las reglas del juego para obligar a los demás partidos a formar coaliciones anti-PP o perder? ¿En general, le conviene incentivar el frentismo? Es más, con los resultados actualmente previsibles para las elecciones al Congreso de 2015 ¿De verdad le conviene una reforma que a quién más perjudica con diferencia es al PSOE y obliga a todas sus agrupaciones locales a buscar acuerdos hacia la izquierda? Yo diría que no le conviene absolutamente nada por mil motivos, ni a corto ni a largo plazo…
No me resisto a comentar para terminar el extrañísimo concepto de la democracia y las elecciones que demuestra Esperanza Aguirre cuando dice que una «coalición de perdedores no puede desplazar» al ganador. En las elecciones el pueblo escoge a sus representantes, no a un ganador. Luego esos representantes escogen al alcalde, o al presidente del gobierno, y a continuación controlan su gestión, incluyendo destituirlo y elegir otro si los resultados no son buenos, durante un periodo de tiempo determinado de antemano hasta las siguientes elecciones. Se trata de un invento reciente llamado parlamento (sí, es ironía). Y lo más gracioso es pensar cuánto le gustaría a Aguirre ver al PP derrotado por las previsibles coaliciones de ganadores. Seguro que no lo llamaría un Frente Popular, y que no hablaría de bolivarianos ni de castristas ni de radicales ni sacaría a bailar a ETA. No, qué va.
Muy de acuerdo con lo que apuntas, de hecho yo también pensé que detrás de esta intencionalidad se escondería un resultado no esperado: grandes incentivos para formar coaliciones en la izquierda que finalmente desplazarían al PP de ayuntamientos.
Es más, yo creo que en el PP siguen en su burbuja, pensando que lo único que sucede es que ellos nos han salvado de ser Argentina y que si no les votaron tanto en las europeas, fue por flojera de sus potenciales electorales.
Vamos, que no se han enterado de que muchos no les volverán a votar más por su acción de gobierno y corruptelas que por abstención.
Pablo, si tienes tiempo, ganas y lo consideras preciso actualiza.
Rubalcaba ha dicho que no.
http://politica.elpais.com/politica/2014/07/02/actualidad/1404330061_321952.html
De momento, claro.
No sé a que viene lo «de momento». Resulta evidente que toda la idea es impedir que el PSOE pueda arrebatar alcaldías al PP gracias a los votos de concejales de IU, Podemos, BNG, etc, Rubalcaba – o quien sea que lo suceda – tendría que estar completamente loco para decir que sí… a no ser que la elección fuera a dos vueltas. Pero entonces «algo» me dice que a Rajoy el entusiasmo reformista se le iba a enfriar misteriosamente.
[…] La elección directa de los alcaldes […]
[…] Simón en Politikon: “La elección directa de los alcaldes“. Afirma: “No es una reforma orientada a objetivos: no tenemos ni idea de lo que […]
Primero, si realmente pensaban esto no hubiesen permitido a Rita Barberá ser alcaldesa con 9 concejales frente a los 14 que sacó el PSOE. Y bueno…no dejaron que gobernase el más votado cuando el PP aupó a Patxi López a la Lehendakaritza
Segundo, no han medido cuantas alcaldía le van a dar a Bildu, pero vamos, imagino que en 13TV les darán ideas para crear una excepción a esto.
Si se quiere realmente reforzar la legitimidad del alcalde y ya de paso forzar coaliciones naturales y no contra lo supuesto por el votante sería más fácil ir un modelo de 2 vueltas, o separar la votación de concejales de la de alcalde y que para la alcaldía se ordenen los cabezas de lista, y si en primeras opciones nadie llega al 50,01 % pasar a contar las segundas y sumar, hasta que alguien llegue al 50,01 %. Dado que podría hacerse estadística de donde vienen las segundas opciones que aupan a un candidato a la victoria, esa sería la coalición señalada por el votante. (una especie de STV).
Pero todos sabemos que de eso no se trata, no se trata de reforzar la legitimidad del alcalde, sino como ya no será tan fácil conseguir mayorías absolutas pero la izquierda tiene el voto dividido, hacer una norma para retener los cargos.
[…] este sentido, les recomiendo este artículo de Pablo Simón publicado en la web de politología “Politikon”, donde explica diferentes sistemas con sus múltiples variantes). Pero una cosa está clara: […]
Este asunto es un buen ejemplo de cómo el hecho de que sea tan difícil cambiar la Constitución tiene más ventajas de lo que muchos creen.
Aquí tenemos a un partido, el PP, que puede cambiar si se le antoja la ley electoral gracias a su mayoría absoluta, y eso nos parece rematadamente mal: exigimos que pacte de manera obligatoria con el resto de partidos para consensuar un texto común.
Al mismo tiempo, tenemos un texto fundamental, la Constitución, que para ser cambiada en sus artículos principales exige un gran pacto entre los partidos y a continuación un referéndum, y todo eso nos parece rematadamente mal: exigimos que sea mucho más fácil cambiarla y, supongo, sin necesidad de un pacto tan amplio ni del referéndum (ahora resulta que nos parecen mal los referendos, cuando aplaudimos a Podemos porque exige referendos para todo).
Ahora imaginemos que la Constitución sea tan fácil de cambiar como esta ley electoral. La cosa irá de maravilla si se cambia a lo que nos parece bien, pero no nos gustará tanto si se cambia a lo que nos parece mal. Bastaría una mayoría absoluta para que, por ejemplo, el aborto sea inconstitucional, y el Estado sea unitario o confederal (elija aquí lo que le parece mal). No tardaríamos ni dos minutos en exigir que fuese mucho más difícil cambiar la Constitución, ¿verdad?
El problema es el de siempre: queremos que sea fácil cambiar las leyes hacia donde nos gusta, y difícil cambiarlas hacia donde no nos gusta. Lo malo es que los gustos y disgustos son como el culo: cada votante tiene uno.
[…] […]
Como todas las baterías de reformas que esta lanzando el PP en fecha de navidades y ahora tocando las vacaciones (como las 26 leyes modificadas ayer), están enfocadas a contentar las élites españolas junto al PP.
Esta posible reforma electoral sin una segunda vuelta es un burdo intento de mantener las alcaldías, evitar salir a la luz aún más casos de corrupción, y perpetuar el bipartidismo.
La reforma electoral es necesaria, pero los antecedentes y las prisas después de los resultados de las elecciones europeas, no invitan a pensar en una reforma que quiera precisamente potenciar la democracia real.