En Río de Janeiro, el pandillero típico tiene 17 años, trabaja alrededor de 10 horas al día y gana, en promedio, 23% más que otros jóvenes en su favela. La probabilidad de que este joven muera en menos de dos años tras haberse unido a una banda de narcotraficantes es de 20%. Éstos son algunos de los principales hallazgos de un estudio reciente sobre la características sociodemográficas y la vida organizativa de las bandas criminales cariocas.
En “Living on the Edge: Youth Entry, Career and Exit in Drug-Selling Gangs”, los investigadores Leandro Carvalho (University of Southern California,) y Rodrigo Soares (Sao Paulo School of Economics) utilizan una base de datos única para analizar los patrones de ingreso, ascenso y salida en las bandas de narcotraficantes de Río de Janeiro. Entre junio y agosto de 2004, la ONG brasileña Observatório de Favelas entrevistó a 230 jóvenes que trabajaban como narcotraficantes en 34 favelas de Río de Janeiro. Por medio de estas entrevistas se obtuvo información detallada sobre el perfil sociodemográfico, los antecedentes familiares y las actividades criminales de estos jóvenes. Los autores también utilizan datos censales de 2000 para hacer comparaciones con la población promedio e inferencias estadísticas sobre los determinantes de la participación en el narcotráfico. De manera adicional, Carvalho y Soares recolectaron los registros de defunción de aquellos entrevistados que fallecieron en un periodo de dos años tras la entrevista inicial.
El estudio arroja hallazgos interesantes sobre un tema del que en realidad sabemos muy poco. En primer lugar, los autores documentan las características sociodemográficas de los pandilleros. Los integrantes de las bandas de narcotraficantes suelen ser hombres jóvenes (16,7 años en promedio), de nivel socioeconómico bajo (68% percibe entre uno y tres salarios mínimos) y sin afiliación religiosa (sólo 39% se considera católico). Los jóvenes de origen africano son entre 6 y 17 puntos porcentuales más propensos a trabajar como narcotraficantes. Esta probabilidad es entre 6 y 20 puntos porcentuales más alta para los jóvenes que no saben leer o escribir. Además, se destaca que los jóvenes con problemas en la escuela y aquellos que comienzan a usar drogas a edad temprana están en mayor riesgo de ser reclutados.
En segundo lugar, los autores analizan las condiciones laborales de los pandilleros, quienes ganan en promedio 300 dólares por mes y trabajan 10 horas al día. Esto quiere decir que, pese al riesgo que involucra trabajar en el mundo el narcotráfico, los pandilleros perciben un ingreso mensual promedio sólo 23% por encima del de otros jóvenes con características similares en su favela. Cada año adicional de trabajo está asociado con un aumento salarial de 10%, mientras que la participación en un conflicto armado genera un aumento de 5%. La participación en tiroteos o conflictos armados también está correlacionada positivamente con la probabilidad de ascenso. Pero existe gran desigualdad en términos de compensación al interior de estas organizaciones criminales. Los miembros en la parte superior del escalafón de la banda ganan 90% más que los principiantes, aunque no enfrentan riesgos mucho mayores, pues la probabilidad de que mueran en un periodo de dos años es sólo 10% más alta. Cabe destacar que al momento de la entrevista más de la mitad de la muestra había participado en enfrentamientos armados con bandas rivales y cerca de dos tercios había participado en tiroteos con la policía. Al cabo de dos años, 20% de la muestra inicial había muerto.
Así pues, las perspectivas de vida para estos jóvenes criminales son sombrías. Tanto en Río de Janeiro como en el resto de Brasil (en particular en los estados de Alagoas, Espírito Santo, Pará y Bahía) la tasa de homicidios por arma de fuego ha aumentado vertiginosamente durante los últimos 30 años. Este incremento ha afectado en particular al segmento joven de la población. Como se muestra en el gráfico de abajo, la tasa de homicidios por arma de fuego en la población joven (de 15 a 29 años de edad) creció casi cuatro veces de 1980 a 2003, pasando de 12,8 a 46,5 homicidios por cada 100 mil habitantes.
Según los resultados del estudio de Carvalho y Soares, una vez que se decide trabajar para el crimen organizado es difícil desvincularse de éste. Los individuos con menor apego a la banda y mejores oportunidades fuera de ésta (por ejemplo, aquellos que tenían empleo legal antes de unirse a la banda) son más propensos a dejar de delinquir. La exposición a la violencia también crea incentivos para abandonar el narcotráfico. La participación en un enfrentamiento armado aumenta un punto porcentual la probabilidad de salir. Pero con el paso del tiempo las oportunidades de salida son cada vez menores. Cada año de experiencia dentro de la banda reduce dos puntos porcentuales la probabilidad de dejarla.
Ante la evidencia presentada en este estudio vale la pena preguntarse qué motiva a estos jóvenes a involucrarse en una actividad ilegal de alto riesgo que ofrece compensaciones salariales que superan por muy poco la remuneración que podría obtenerse mediante un empleo legal de bajo riesgo. Quizás parte de la explicación es que existe un brecha significativa entre las expectativas salariales que tienen los jóvenes que contemplan trabajar para el narcotráfico y la verdadera distribución salarial de las bandas criminales. O quizás existen otro tipos de incentivos , no precisamente materiales, que motivan a estos jóvenes a convertirse en narcotraficantes, como aspiraciones de estatus y respeto.
Muy triste la realidad que describe, pero muy interesante su artículo. Me parece una apreciación especialmente interesante la de que puede ser que las expectativas no sean correctas. Creo que eso podría explicar, por qué disminuye la participación en este tipo de bandas a medida que aumenta la preparación cultural.
La cuestión de los jóvenes perdidos en la delincuencia, y más teniendo en cuenta el perfil de menores posibilidades de todo tipo que tiene el joven medio que se incorpora a estas bandas, tiene profundas consideraciones de equidad que nos obligan a luchar contra este problema de menores oportunidades. Pero me pregunto si, desde el punto de vista de la eficiencia, tendría retornos positivos para el conjunto de la sociedad un incremento del gasto público en educación en los puntos más conflictivos.
Reciba un cordial saludo.
Gracias por el comentario. Además del gasto público en educación, programas de empleo en comunidades propensas a la delincuencia podrían ayudar. Es más probable que esta última opción tenga retornos positivos de corto plazo. En el caso de Liberia, por ejemplo, existe evidencia experimental al respecto: http://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=2431293
[…] Vidas al límite en Río de Janeiro […]
Como apunta el párrafo final, también puede ser que muchos de los que deciden meterse en ese mundo por sólo un 20% más de ingresos realmente no tenían la opción de ese trabajo legal por algo menos.
Bueno, en principio esa posibilidad está cubierta al compararse con el salario de otros individuos de la favela.
Dicho esto, toda comparacion en medias oculta diferencias inobservables, y es razonable pensar que el subgrupo de quienes optan por la delicuencia tienen un salario de reserva inferior al del subgrupo de trabajadores en el sector legal.
Pudiera ser también que sus escasos recursos sociales o educativos les dificulten la obtención de un puesto de trabajo legal de bajo riesgo, por problemas de estigma, etc. o quizás la realidad social en la que están inmersos no hacen que ésta sea una opción «cercana» o «plausible» subjetivamente para ellos.
Gracias por compartir el artículo, es muy interesante.
Parece que las conclusiones son muy similiares a las de http://qje.oxfordjournals.org/content/115/3/755.short, donde los factores ecómicos no eran suficientes para explicar la filiación.
Yo creo que se obvia el hecho que trabajar en una organización delictiva en este contexto implica también cierto estatus. Los nuevos delincuentes, aún en los rangos más bajos, son más respetados (aunque probablemente temidos es un mejor término) que los ayudantes de panaderos, por ejemplo.
Eso sí, si la actualidad del mundo durante esta semanas gira entorno a Brasil no es por esta injusticia sino porque un puñado de poderosos se han juntado para dar patadas a un balón.
Como diría mi abuela, apaga y vámonos.
Sobre la controversia del Mundial de Brasil, si os interesa:
http://codigonuevo.com/arranca-el-mundial-2014-entre-aficion-y-controversia/
[…] Vidas al límite en Río de Janeiro En Río de Janeiro, el pandillero típico tiene 17 años, trabaja alrededor de 10 horas al día y gana, en promedio, 23% más que otros jóvenes en su favela. La probabilidad de que este joven muera en menos de dos años tras haberse unido a una banda de narcotraficantes es de 20%. […]