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El conflicto civilizado

28 Abr, 2014 - - @jorgegalindo

Uno de los lugares comunes en el día a día del debate público español es que en nuestro país los argumentos están demasiado cargados de ideología. Su versión extrema es descartar de un plumazo cualquier argumento que parta de una posición partidista con una referencia a «las dos Españas» que todo lo dominan y que, al parecer, no nos permiten avanzar. Incluso hay partidos políticos que, en mayor o menor medida, están haciendo uso de esta idea para ganar posiciones. Por el lado de los pequeños, tenemos a Podemos afirmando que esto que nos ocurre no es una cuestión de izquierdas o de derechas, sino que todos (menos una pequeña élite corrupta) nos podríamos fácilmente poner de acuerdo en un conjunto de reformas que nos beneficiarían de manera instantánea, aparentemente sin coste alguno. El Partido X se empeña en buscar expertos para todo mediante democracia participativa, en una extraña mezcla entre populismo y tecnocracia. UPyD juega constantemente con la idea de ser un tercer partido ajeno al eje izquierda-derecha. Por su parte, los grandes (PP, PSOE, CiU, PNV) se auto-asignan el rol de paladines del «sentido común» cada vez que se presenta la oportunidad.

Todo esto que parece tan lógico para mí encierra uno de los peores problemas que puede afectar a la política de un país: el soterramiento de la necesidad de conflicto. La oposición de intereses, el «nunca llueve a gusto de todos», los costes distributivos de cualquier política van a existir los enunciemos o no. Si no lo hacemos corremos el riesgo de enturbiar el debate sobre qué hacer y cómo hacerlo hasta que las posturas, los beneficios y los costes resulten irreconocibles.

La política es, en esencia, conflicto. De hecho, la idea de la democracia (del voto, de las elecciones) es disponer de un mecanismo que nos permita resolverlo evitando el recurso a la violencia y la constante dictadura de la mayoría o de una minoría organizada. Este conflicto toma infinitas formas, tantas como líneas dividen a nuestra sociedad. Afiliaciones religiosas, culturales, étnicas. Preferencias sobre nuestra organización social (matrimonio, familia, educación). Migración. Estos son solo algunos de los ejemplos que generan diferencias irreconciliables entre la inmensa mayoría de la población.  Una de las más importantes, si no la más importante en muchos momentos de la historia, es la que se refiere a la producción y distribución de bienes y recursos materiales. En un país con un 26% de desempleo, una desigualdad creciente, una burbuja de crédito a nuestras espaldas y un mercado laboral enormemente segmentado como el nuestro, la dimensión económica es fundamental para enfrentar nuestros problemas y decidir nuestro futuro.

La democracia nos facilita un acuerdo de mínimos en torno a un proceso, pero no es una garantía de consenso total a la hora de elegir políticas y reformas. Nada puede serlo porque cualquier medida tendrá, como adelantaba más arriba, ciertos costes distributivos. Es cierto que al debate en España le falta mucha, muchísima información de calidad sobre las consecuencias actuales y potenciales de las reformas aprobadas o discutidas en un momento dado. Solemos recurrir demasiado a menudo a heurísticos que son, en realidad, falsos. Nos hacen falta organismos independientes que nos muestren los pros y los contras de cada posible camino. Pero la decisión final estará basada en el interés.

Miremos a nuestro alrededor. Los países con una mayor correlación entre posición en el mercado laboral y preferencia partidista son los del norte de Europa, particularmente Finlandia, Suecia, Noruega y Alemania. Por contra, el voto de clase es mucho menos pronunciado en lugares como Portugal o España, y apenas perceptible en Grecia. La moraleja es que lo importante no es eliminar la ideología en la dimensión de los fines de la política: allá es inevitable, y como articulación de opiniones individuales en una expresión partidista grupal, necesaria. Si acaso deberemos eliminarla de la dimensión de los medios, igual que tenemos que sacar a los cargos nombrados a dedo de las posiciones técnicas dentro de nuestras Administraciones. Necesitamos más claridad para entender los costes y beneficios de cada propuesta, pero no necesitamos ni podemos aspirar a tener solo una opción para cada problema.

Quien ofrece un solo camino para toda la población está, en el mejor de los casos, ocultando los costes para una parte de la misma. Por ejemplo, una «auditoría ciudadana de la deuda» y el consiguiente impago no sería neutral para la capacidad de financiación de la economía española (incluidas familias y pequeñas empresas), ni para nuestra pertenencia al proyecto europeo. Pero en el peor de los casos tras la solución universal, tras la idea de que una facción determinada representa los intereses globales frente a una reducida camarilla privilegiada, o abyecta, o simplemente errada; tras esa idea, digo, se encuentra simplemente el clientelismo populista. El PASOK de finales de los setenta basaba toda su estrategia en ello. Al ganar las elecciones en el cambio de década reforzó el clientelismo y el proteccionismo estatal hasta límites insospechados y se mantuvo una década en el poder gracias en gran medida al reparto de prebendas y privilegios. Cuando la derecha le sustituyó, en lugar de desmantelar el sistema clientelar lo utilizó para colocar a «los suyos». El Partido Popular en la Comunitat Valenciana es otro buen ejemplo de política sin ideología: utilizó una ola de crédito barato y las posibilidades que nuestro sistema político y financiero ofrecía para construir un progreso que, en realidad, era una burbuja condenada a explotar tarde o temprano. Jugó a identificar el partido con la totalidad de los intereses valencianos, y su hegemonía electoral antes de la crisis es equiparable al desgaste que está sufriendo ahora mismo.

La madurez del debate público, si tal cosa existe, no llega cuando todos parecen estar de acuerdo, como pasaba en la Valencia de 2003 o la Grecia de 1982. Al contrario, llega cuando las diferencias entre las preferencias individuales son claramente reconocibles pese a no suponer un abismo lleno de rencor ni ser inamovibles. Si en España aspiramos a tal madurez no es consenso artificial lo que debemos buscar, sino una discusión más informada, sí, más rica y moderada, también, pero al mismo tiempo con posiciones más definidas, visibles, explícitas. En definitiva, un civilizado conflicto.


31 comentarios

  1. Óscar dice:

    Estoy totalmente de acuerdo con lo que se expresa en el artículo, pero ¿cómo se consigue eso? Porque con buenas intenciones de una minoría mínimamente ilustrada que lee Politikon y similares dudo mucho que se saque algo. El nivel de análisis que sobre estas cuestiones se da en los medios mayoritarios de comunicación diría que deja claro que eso del conflicto civilizado es un bello sueño de la razón.

    • Demostenes dice:

      Pues hombre, mientras el conflicto no sea a tiros o a pedradas, ya es bastante civilizado para lo que ha sido historicamente el diálogo político y la diplomacia… Otra cosa es que a dia de hoy el conflicto no sea particularmente ilustrado y a menudo se practique la política como la afición al futbol, más en defensa de unos colores que por lo bien o mal que juegue el equipo de uno.

      Creo que en el último par de décadas mucha gente se ha desinteresado de la política porque no veían el impacto que podía tener en sus vidas. Si, dependiendo de quien gobernase podía cambiar alguna cosa, pero normalmente o no muy sustancial, o sólo afectaba a grupos relativamente reducidos. Es como si tras la primera década de la transición ya estuviera todo hecho y pudieramos ir en piloto automático son sólo correcciones mínimas, porque ya estabamos ahí, entre los grandes de Europa. No digo que fuera así, pero sí la impresión que tenía mucha gente. Sobre todo cuando de vez en cuando uno se topa con alguien que sí tenía opiniones fuertes al respecto y el tema de la política se puede convertir en una mina antipersonas a nivel social, lo que fomenta que sea un tema que del que menos se hable, mejor.

      Todo eso ha empezado a cambiar con la crisis. El 15M, por ejemplo, se puede ver como un montón de gente dándose cuenta de repente de que si, la política puede influir de verdad en sus vidas.

      Lo que no es tan evidente es darse cuenta de lo poco preparados que estamos en ese sentido. De lo poco acostumbrados que estamos a pensar en términos de pros y contras de una política, de lo fácil que es vendernos un eslogan o de lo poco conscientes que quiere decir en realidad «democracia».

      Al final, el eslogan de «somos el 99%» es justo lo que dice Jorge, la creencia de que la mayor parte de la población puede estar completamente de acuerdo. El matiz que muchas veces se escapa, es que posiblemente sí haya alguna cosa en la que el 99% de la gente podamos estar de acuerdo, pero eso no quiere decir que estemos de acuerdo en TODO.

  2. Fenix dice:

    El Partido X es como el antifascismo prematuro: con el tiempo se les dará la razón (pero no las gracias!).

  3. Ramón García dice:

    Es un buen artículo.

    Creo que lo que falta en España es civismo, (es decir, un egoísmo moderado) y cultura e información.

    Por un lado, es razonable que cada grupo social defienda sus intereses particulares. Pero dentro de un orden, teniendo en cuenta los intereses de todos.

    Y también información. En una entrevista reciente Jose Luis Sanchís decía que Internet sólo influye en la opinión del 5 % de los votantes. Controlar los medios de comunicación es una herramienta demasiado fácil para controlar la opinión pública.

    Pienso que sí hay correlación entre la falta de información y la mala calidad de las instituciones. Por ejemplo, el caso de Chipre. A los chipriotas la bancarrota del bancos les cogió por sorpresa, cuando ya había informaciones de que la Unión Europea pensaba intervenir depósitos bancarios. Las concentraciones de medios en Italia, o en España son otro ejemplo (ya sé que tres puntos son muy escasos para definir una correlación 🙂 ).

  4. Alatriste dice:

    El artículo me recuerdo mucho, pero mucho, lo que decía aquí mismo Juan de Juan el viernes sobre la confusión entre virtud y razón, que no puedo resistirme a citar

    «En el fondo, esto supone defender el concepto; si una idea es concebida con virtud, es también virtuosa. Consecuentemente, si alguien tiene la virtud de velar por los desfavorecidos y los desheredados sociales y tal e, instantes después, dice que hay que salir del euro»… «la salida del euro se tiñe automáticamente del mismo nivel de buenos deseos y creencia en el bien global de la Humanidad de quien formula la idea».

    No es posible tener un conflicto civilizado si se parte de que ser «bueno» es lo mismo que tener la razón… o peor todavía, de que no tener razón (también conocido como «no estar de acuerdo conmigo») es lo mismo que ser «malo», que quien defiende otras posiciones lo hace con mucha suerte por idiotez o ignorancia, si no motivado por el odio, la avaricia, el orgullo… en resumen, por faltas intelectuales, morales o éticas.

    Y lo peor es el corolario inevitable de ese marco: que quien tiene razón la tiene en todo, y que el contrario no puede tenerla en nada ¿Cómo va a tenerla, cuando el otro bando es el de los buenos, el de la virtud?

    Pero también tengo que decir que albergo no pocas dudas de que esa insidiosa tendencia a confundir razón y moral sea algo tan mediterráneo como parece insinuar Jorge… ¿Acaso no es exactamente ése el mecanismo mental que inspira la política económica alemana, por ejemplo, la de que una política que no castigue con dureza los pecados cometidos por fuerza tiene que ser errónea, mientras que una basada en el arrepentimiento y en años de penitencia necesariamente tiene que ser correcta? ¿La de que subir los tipos de interés es intrínsecamente más moral que bajarlos y por lo tanto también tiene que ser más adecuado? ¿La de que incentivar las exportaciones por fuerza tiene que ser mejor (donde mejor también significa «más ético») que incentivar el consumo, aunque las matemáticas digan que por cada dólar de virtuoso superávit comercial alguien tiene que sacrificarse y ser la cigarra con déficit?

  5. Estoy de acuerdo con el concepto de democracia representativa en el cual está incluido el conflicto de intereses. Pero lo lamentable es cuando se utilizan cara al pueblo argumentarios de tipo visceral y solo una pequeña minoría se preocupa por estudiar mínimamente las problemáticas concretas. Teóricamente «Podemos» defendería unos intereses «de clase» (aunque más con el discurso de todos contra la oligarquía, que el de obreros/burgueses). Pero si aplicáramos sus propuestas sobre deudas ilegítimas, salidas del euro y similares las consecuencias serían fatales para todos, pero sobre todo para los más pobres que siempre pagan el pato de las crisis.
    En este contexto me resulta muy interesante la propuesta de «Politikon» de introducir una discusión racional en la política. Y es interesante que la gente empiece a pensar en concreto y no se mueva por cuatro consig.nas folklóricas, pero que a veces generan mucha crispación. Me parece q estáis en la onda de una social-democracia no dogmática, si no me equivoco. Yo quizá en una onda más social-liberal. En todo caso concuerdo con muchos de vuestros argumentos.

    Saludos.

  6. Lorenzo dice:

    “Pero en el peor de los (…), tras la idea de que una facción determinada representa los intereses globales frente a una reducida camarilla privilegiada (…), se encuentra simplemente el clientelismo populista”. Pero en el mejor de los casos, tras esa idea, si la aplicamos a la España de hoy, se encuentra el diagnóstico, discutible por supuesto, de que en España padecemos de un serio problema de élites extractivas, que contamina nuestras instituciones y muy en particular a nuestros principales partidos políticos. Creo además que existe un creciente consenso a este respecto entre los ciudadanos y estoy convencido que una gran mayoría apoyaría las reformas institucionales necesarias para revertir esta situación. Con ellas, en el mejor de los casos, pasaríamos a disfrutar, por ejemplo, de una justicia plenamente independiente del poder político, organismos reguladores difícilmente capturables por intereses espurios, televisiones públicas al servicio de la verdad, etc. La única razón por la que se me ocurre que una mayoría de los españoles podamos oponernos a las medidas necesarias para alcanzar tales fines es que seamos manipulados apelando a nuestros instintos más dogmáticos, que en mi opinión sí juegan un papel importante en dificultar una acción colectiva razonada y razonable, capaz en muchos casos de alcanzar consensos convenientes para casi todos.

    Me ha encantado el artículo, creo que hace una reflexión interesante y acertada, pero formulada de tal modo que parece desacreditar veladamente la idea de que padecemos serios problemas institucionales, cuya solución ocupa un lugar preeminente entre las preferencias políticas de una gran mayoría y cuya solución podría no alcanzarse, entre otras circunstancias, gracias a la posibilidad por parte de nuestras élites de capitalizar nuestras inclinaciones más sectarias. ¡Divide y vencerás!

  7. Demostenes dice:

    «La única razón por la que se me ocurre que una mayoría de los españoles podamos oponernos a las medidas necesarias para alcanzar tales fines es que seamos manipulados apelando a nuestros instintos más dogmáticos»

    @Lorenzo: O simplemente, no conseguimos ponernos de acuerdo entre todos de cuales son esas medidas necesarias. Porque hay quien piensa que es la independencia de la justicia, otros que piensan que hay que reformar los partidos, otros que piensan que directamente hay que prescindir de los partidos y establecer la democracia directa, otros que todo es culpa del rey y con una república no pasaría, otros que la culpa de del capitalismo y nada que no pase por la nacionalización de media economía va a ser realmente efectivo…

    Todo el mundo piensa que la reforma a hacer es TAN evidente, que asume que todo el mundo estaría de acuerdo y no entiende que no se haya hecho ya. O alternativamente, mete ya de paso (de forma consciente o inconsciente) toda una lista de deseos a los reyes magos que no se da cuenta de que pueden no ser aceptables por los demás.

    Por supuesto, también está la versión conspiranoica por la cual hay oscuros intereses («los poderosos») bloqueando todo el proceso de reforma, y cambiando otras cosas que sólo son caramelos lanzados para distraer la atención sin que cambie nada fundamental.

    • Lorenzo dice:

       

      Puede ser difícil ponernos de acuerdo en cómo acabar con el paro, o en cuanto a qué hacer con el estado autonómico, pero no creo que sea tan difícil que una amplia mayoría, fuera de los extremos, tenga unas preferencias suficientemente homogéneas como para que se puedan tomar medidas en contra de la corrupción o del abuso de la posición de mercado de ciertas corporaciones. Pero es que la voluntad política para acabar con ese tipo abusos, ni está ni se le espera en los partidos “mayoritarios”, por más que se encuentren entre las principales preocupaciones de sus votantes. En cuanto a la acusación de “conspiranoia” a quién piense que son “los poderosos” quienes impiden que se tomen medidas, te recomiendo la lectura de “Why Nations Fail?” de Robinson y Acemoglu, un libro muy de actualidad que explica estupendamente como ese tipo tensiones inmovilistas por parte de las élites de un país son algo muy habitual y no obedecen a en absoluto a fenómenos paranormales… ¿Pero de verdad a alguien se le ocurre otra explicación, por ejemplo, al indulto del consejero delegado del Santander (y su discreto paso por los medios)?¿El gobierno que lo concedió estaba teniendo en cuenta lo más mínimo las preferencias de sus votantes?.

    • Joshua dice:

      @Demostenes: Yo estoy con Lorenzo en cuanto a la interpretación «conspiranóica» de las cosas que pasan. Este es un tema que observo que sale muy a menudo en muchos sitios y en el que creo que el cine y la ficción han reflejado bastante mal. Me explico. La interpretación que llamas conspiranóica no necesita que existan oscuros intereses que se junten en oscuras habitaciones a realizar pactos secretos y explícitos que luego siguen a rajatabla consiguiendo el triunfo del «mal» (ya sé que tú tampoco piensas eso). Pero lo cierto es que el juego de la política y los intereses acaba generando dinámicas que son muy parecidas a las que sucederían en ese escenario. De manera que lo que al final ocurre acaba siendo «como si» el modelo que lo genera fuera ese, aunque no hacen falta ni reuniones ni grandes pactos ya que sucede de forma totalmente descentralizada.
      El único antídoto que se ha probado efectivo contra ese orden de cosas es una estructura de fuerte división de poderes con una prensa fuerte e independiente y con un sistema de contrapesos legales que dificulte esa dinámica. Así que los países que carecemos de esas cosas acabamos viendo unos resultados que son los mismos que si existiese ese modelo imaginario de las películas. El siguiente paso es tener pocas ganas de imaginar soluciones, un poco de dogmatismo y ya tienes el modelo conspiranóico de verdad a pleno rendimiento. Pero lo malo de eso no es que esté equivocado en las dinámicas, es que no ayuda nunca a establecer o entender soluciones.

      • Demostenes dice:

        No me malinterpreteis. Por supuesto que hay gente con mucha influencia que la usa para beneficio propio, que hay elites extractivas, etc, etc. Ojala España tuviera UN problema, y no media docena como poco. Eso no es conspiranoia, eso son las noticias del telediario.

        La teoría conspiranoica no es que esa influencia exista, sino que sea la causante de TODO, incluido que no nos pongamos de acuerdo entre nosotros y podamos acordar unos mínimos. Por ejemplo que hace unos meses media España estuviera indignada por la politización del CGPJ, y unos mensajes más abajo Fenix esté diciendo que los jueces son DEMASIADO independientes.

        Todos estamos de acuerdo en que la corrupción es un problema. Mucha gente piensa que la forma de resolverlo es poniendo penas más duras con un poder judicial independiente, que viene a ser lo que tu dices del sistema de contrapesos. Pero hay otros que lo solucionarían limitando el ámbito de actuación de la política sobre la vida de los ciudadanos, y aún otros cortando por lo sano e insistiendo en que todas las decisiones se deben realizar por votación directa de la ciudadanía para que la corrupción sea imposible. A pesar de compartir el mismo fin, las tres posturas son prácticamente irreconciliables.

        El conflicto no se da sólo entre «buenos» y «malos», o entre «izquierda» y «derecha», sino también entre los que tienen soluciones distintas para un mismo fin y piensan que la propuesta del de al lado no funcionaría en la vida.

        • Joshua dice:

          Es cierto que existen las teorías de la democracia directa online y las que propugnan dejar que el estado se aparte y deje que las cosas se arreglen solas. También es cierto que antes de probar esas recetas no estaría de más intentar aprovechar el tinglado que tenemos montado y probar si de verdad podría funcionar sin necesidad de tener un crecimiento económico del 4 % para arriba.
          Parafraseando la frase de Aterriza como puedas «elegimos mala década para dejar la democracia representativa de los contrapesos».

      • Demostenes dice:

        Por supuesto, de acuerdo en que lo malo de la conspiranoia es que es una justificación ramplona que evitar ir más allá en el diagnóstico de los problemas.

        • Lorenzo dice:

          ¿La razón por la que no se toman medidas decididas para evitar la corrupción es que no nos ponemos de acuerdo en los detalles de la solución? Se me ocurre una explicación más sencilla… Efectivamente la excesiva economía de pensamiento y la pereza intelectual nos pueden llevar a la conspiranoia, pero en mi opinión, en este caso aplica claramente la navaja de Ockham, según la que “en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la correcta”.

          No pongo en duda que haya cuestiones mucho más espinosas, como por ejemplo el conflicto entre “insiders” y “outsiders” en el mercado laboral, dónde cualquier “solución” conlleva muchos perdedores y cuyo soterramiento probablemente no traiga nada bueno. Pero no creamos por favor que los conflictos en los que la gran mayoría se enfrenta a una “reducida camarilla privilegiada” son menores o que son cosas de peli americana, de libro de historia o de discurso populista. Esos conflictos son nuestro día a día, preocupan mucho a muchos españoles, y las soluciones aceptables para la sociedad en su conjunto, aunque no conlleven evidentemente el fin de todos los problemas, sí son factibles y prometen un efecto suficientemente positivo como para condicionar potencialmente muchos votos muy sensatos de ciudadanos bien informados.

  8. Joshua dice:

    Por cierto, una excelente entrada que pone los dedos en muchas de las llagas que padecemos. Las posiciones explícitas nos obligarían a ver que muchas de nuestras peticiones son contradictorias. Sin embargo, me resisto a pensar que no hay NADA en lo que el 99% de la gente no puedan estar de acuerdo porque es lo mejor y porque les interesa a todos.

    • Demostenes dice:

      Yo estoy convencido de que sí lo hay. Pero como decía, siempre hay alguien que «ya de paso» intenta colar entre las propuestas consensuadas algún punto irrenunciable de su propia agenda. Y hasta ahí llegó el 99%.

  9. Fenix dice:

    Cosas como aumentar la independencia de la justicia, son un mantra.

    En primer lugar, la justicia española es una losa para el pais por su exagerada inoperancia y opacidad mucho mas que por su falta de independencia.

    De hecho en España los jueces son en muchas ocasiones independientes no solo del poder politico, sino tambien del texto legal, un problema que parece que no tiene importancia, pero que para mi es mucho mas dañino que la dependencia del poder politico.

    Nuestros jueces y nuestros politicos tienen algo en común: ambos suelen provenir del ambiente enrarecido de los juzgados.

    • heathcliff dice:

      Me sumo completamente a Fenix

      Cuanto más independientes sean los jueces más reyezuelos vestidos de toga padeceremos.

    • Joshua dice:

      @Fenix Precisamente, el mantra que yo estoy percibiendo es el contrario: si dejas las cosas en manos de «jueces estrella», acabarán por hacer cosas completamente estrambóticas o descaradamente partidistas. Eso es dañino, en efecto, pero es un daño causado de forma deliberada y yo diría que descarada.
      Si el asunto es que los jueces sistemáticamente son malos porque provienen de un ambiente «enrarecido de los juzgados» (y suponiendo que eso fuera cierto) el problema sería la carrera judicial y no la independencia del poder judicial.
      Pero simplemente con que pensáramos que la probabilidad de que un juez sea un friki es la misma que la de la de la población general (lo cual tampoco diría mucho de la carrera judicial) sería mejor confiar en la independencia de la justicia que cooptarla como se está haciendo ahora. Por supuesto que habría pufos y sentencias intragables, pero estadísticamente habría también muchas buenas y tendríamos lo que se pretende: un contrapeso.
      Y por último, los contrapesos legales no son los únicos. Todos los países civilizados tienen instituciones y organismos que actuan y están pensados realmente como contrapoderes. Esa es la maquinaria que en este país tampoco funciona porque es sistemáticamente capturada directa o indirectamente por los poderes fácticos.

      • Fenix dice:

        No, que los jueces vienen del ambiente de los juzgados es evidente. Lo interesante es que los políticos españoles tambien.

        El Congreso está lleno de abogados en ejercicio, y los despachos de abogados son los lobistas que hay en España. Una de las cuestiones más ocultas a plena luz del dia que hay en España es la vinculacion entre las elites política y legal.

        En mi opinión, de hecho, lo peor de la política española es precisamente su vinculación con nuestra destrozada, insensata, inoperante y corrupta Justicia. Cosas como la Ley Concursal solo pueden haber sobrevivido durante más de 10 años por el peso de los abogados sacamantecas, y sus siempre solicitos compañeros en política.

        La infección va mucho mas del mundo de la judicatura hacia la política que al contrario. Esto es evidente, si uno tira solo un poquito del hilo: Trillo es un caso paradigmático y extremo, pero en última instancia bastante típico de político-abogado español.

        Y por cierto, en este punto el PP es drásticamente peor que el PSOE.Su secuestro por el mundo de los juzgados es inmenso. Y los juzgados son simplemente lo peor de España.

        • Joshua dice:

          Buen punto. La verdad es que no había pensado ni leído nada sobre eso. Siempre que había oído/leído cosas sobre la sobrepoblación de políticos que proceden del Derecho era para remarcar la escasa cualificación en otros campos, pero esa perspectiva que expones es diferente y muy potente.

  10. […] El conflicto civilizado […]

  11. JLPC dice:

    Señor Galindo, discúlpeme mi atrevimiento pero, ¿de dónde sale usted, que afirma que uno de los peores problemas que puede afectar a la política de un país es el soterramiento de la necesidad de conflicto? ¿Quizás ha sido este el peor problema de mi problemática España, de la España de Ramón Cabrera y de Agustín Nogueras, de la España quemaconventos y matapoetas?

    ¿Quizás cree usted que todos los españoles viven en Oxbridge, jugando al cricket y remando en el Támesis, o quizás que su mayor emoción es regatear en le lac Léman? Ojalá.

    • Alatriste dice:

      No tengo más remedio que pedir un aplauso para este ejemplo perfecto de como trolear empapado de colonia. Desmerece un tanto el «señor» del comienzo, recurso manido del que se ha abusado hasta el hastío, pero la depurada técnica con la que el original «uno de los peores problemas que puede afectar a la política de un país» emerge renacido como «el peor problema de mi problemática España», levantando no uno sino dos hombres de paja en un solo embite gracias a un atrevido salto de trapecio sin red desde la situación actual a la existente durante la 1ª Guerra Carlista, muestra dominio técnico y maestría en la ejecución, tanto como la acusación final, con ese punto de ponzoña tan difícil de graduar. El autor promete mucho.

      Porque claro, decir que uno de los problemas más serios de la política española de hoy, en el año 2014, es el soterramiento de la necesidad de conflicto equivale a decir que lo mismo pasaba hace 180 años, cuando se enfrentaban en las urnas el Partido Moderado contra el Progresista, y gobernaban hombres con nombre de calle madrileña, como Cea Bermúdez, Martínez de la Rosa o Ferraz ¿Verdad?

      Hablando en serio: si de algo no se puede acusar a la política de la España decimonónica «quemaconventos y matapoetas» es de soterrar la necesidad de conflicto. Absolutistas contra liberales, clericales contra laicos, carlistas contra cristinos, monárquicos contra republicanos, etc, etc., etc. Si acaso, todo lo contrario… pero en cualquier caso eso era entonces. Esto es ahora. Y ahora uno de los problemas de la política es la extraña pretensión de que nuestros problemas tienen soluciones sencillas apoyadas por el 99% de los ciudadanos, si no el 100%. Soluciones simples, puras, que no tienen grandes costes ni perjudican a ningún grupo, que no se adoptan por la oposición de «una reducida camarilla privilegiada, o abyecta, o simplemente errada».

      • Demostenes dice:

        @Alatriste: +1000

        (siento escribir un tweet en lugar de un mensaje como Dios manda, pero me habeis entendido)

      • Joshua dice:

        Totalmente de acuerdo en lo del troleo. Pero una cosa si que quería añadirte: el 99% de los ciudadanos de 2006 no son la misma cosa que el 99% del 2014 y, si no nos toca alguna extraña lotería, el 99% de la gente de 2020 no va a tener nada que ver en su situación y percepción con la de 2006. Y las medidas no serán sencillas, desde luego.

      • JLPC dice:

        EStimado Alatriste, gracias por sus elogios :-). A mí también me gusta mi mensaje, aunque en una segunda lectura suprimiría la impertinente alusión ginebrina.

        Pero no creo que sea un troleo, a menos que yo no sepa qué significa eso. Simplemente, un joven y brillante académico nos insta a sacar a la luz abierta y sinceramente nuestros conflictos sociales y yo me asusto un poco. Verá usted, puede que el consenso esté un poco sobrevalorado, pero ¡anda que la sinceridad!

  12. La verdad es que «Why do nations fail ?» es casi un punto de referencia de muchos de los contertulios, con lo que puede ser redundante mentarlo. Y la verdad por qué no decirlo: las élites extractivas tienen en ocasiones clientelas entre ciertas clases populares, sean estas relaciones clientelares no necesariamente absolutas, pero no es de recibo una situación como la de Andalucía (de un lado) o el quasi-bonapartismo del PP en Valencia, que requería una masa poco formada satisfecha con el boom del ladrillo, hasta que petó.

    Retornando a un discurso orteguiano, las élites extractivas son élites con espíritu de «masa», no hay más que conocer la absoluta vulgaridad de la «élite» que tenemos en Valencia. Ahora parece que el PP-CV va a perder, pero nos viene un tripartito del PSOE, con Izquierda Unida y Compromís, que Dios nos pille confesados.

    • juan dice:

      El tripartito no puede ser peor que la gestión que ha hecho en 20 años el PP en Valencia (no hablo de otras comunidades). La CV con las competencias «de gasto fuerte», educación y sanidad, era en el momento de perder deuda la tercera con menos deuda por habitante tras las del concierto (Euskadi y Navarra), y el partido liberal y de «saber gestionar» la ha convertido en la de mayor deuda por habitante (con Catalunya pisando los talones, pero ahí la responsabilidad está repartida).

      • No lo niego, simplemente parto de aquella «ley de Murphy» según la cual todo lo malo es susceptible de empeorar.

        PD: No confundamos «liberal» con «conservador-corporativista-castizo».

  13. […] que entiende bien los costes y los beneficios de cada nueva propuesta, es escasa. La ausencia de un conflicto civilizado significa que nos vemos privados, o nos privamos a nosotros mismos, de comprender bien cuáles son […]

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