El lunes pasado, la oficina madrileña de ECFR (gracias a Borja Lasheras y Nacho Torreblanca) organizó un encuentro con europarlamentarios y diputados nacionales al estilo town hall meeting en la sede de las instituciones europeas en Madrid, en el paseo de la Castellana. El objetivo era debatir las próximas elecciones europeas, tanto desde el punto de vista puramente comunitario como en su relación con la política y el parlamento nacionales. Os dejo unas notas personales sobre el debate.
La primera sesión reunió a Willy Meyer (GUE/NGL), Enrique Guerrero (S&D), Izaskun Bilbao (ALDE), Salvador Garriga (EPP) y Francisco Sosa Wagner (UPyD, NI), con la presencia de Nacho Torreblanca y moderado por Soledad Gallego-Díaz. Un tema central de la convocatoria era el crecimiento de las opciones populistas, pero la mañana comenzó en un tono de crítica al establishment UE quizás algo tópico. A veces da la sensación de que no hemos renovado los argumentos desde 2011, y la profundidad y el alcance del debate se resienten. Willy Meyer optó por un modelo de intervención más propio del mitin o la homilía, aunque fue entretenido asistir a las sucesivas pullas de Enrique Guerrero, que le recordó más de una vez el papel relativo de socialdemócratas y comunistas en la construcción del modelo europeo de posguerra. Izaskun Bilbao se mostró concreta y profesional: llevó la conversación a su terreno (una propuesta de circunscripciones subnacionales para las europeas, por ejemplo), pero no antes de hacer alguna matización importante sobre la repartición de responsabilidades en la crisis europea y española. El fondo y la forma de Garriga fueron los más institucionales y planos, mientras que Sosa Wagner proporcionó algo de sal -quizás demasiada para un sector del público- en sus intervenciones sobre el interés ciudadano por la política UE. También señaló, acertadamente a mi juicio, que los parlamentarios europeos quizás debieran preocuparse menos por los populistas y más por hacer su trabajo.
Sobre la escasa -y decreciente- participación en comicios europeos, la observación de Guerrero de que hay que fijarse también en otras elecciones con cifras bajísimas al margen de las generales, si no resultó del todo convincente, al menos permitió aliviar un poco esa mortificación a la que a menudo parece tender el europeísmo. Tema recurrente fue la responsabilidad de los medios en el desinterés y la desinformación ciudadana sobre cuestiones europeas. Algo de lo que he hablado a menudo, pero sobre lo que hay hacer dos acotaciones. Una, que los medios son empresas comerciales y tampoco es razonable pedirles que se suiciden cuando la realidad tozuda es que el público no demanda UE: quizás las iniciativas y los cambios de tendencia tengan que partir de otros lugares. Otra, como señaló Rafa Panadero, de la SER, en el turno de preguntas, que los partidos nacionales no son ajenos a ese distanciamiento ciudadano cuando recurren al espantajo de Bruselas, antes, durante y previsiblemente después de la crisis, cada vez que toca hacer tragar un sapo al electorado.
Paradójicamente (o no tanto) la segunda sesión, que se desarrolló en un ambiente más íntimo y con menos ponentes, tuvo tanta sustancia como la primera o más. Quizás por la presencia de un peso pesado como Ramón Jáuregui (PSOE), al que acompañaron Irene Lozano (UPyD) y Pablo Casado (PP). Jáuregui ofreció concreción y vehemencia, y puso sobre la mesa una de las pocas propuestas tangibles de la jornada. Se trata de una proposición de ley que, según anunció, presentará el grupo socialista próximamente para incorporar cuatro mecanismos de participación europea: 1) posibilidad de que los portavoces de los grupos nacionales en el PE asistan a sesiones en el Congreso, como forma de rendir cuentas ante la comisión mixta; 2) celebración periódica de debates sobre temas de la agenda europea en el Congreso, incluido el plenario; 3) invitación de autoridades europeas al Congreso; y 4) examen del contenido, y no sólo de cuestiones competenciales, de directivas y reglamentos en el parlamento nacional. Jáuregui también hizo una defensa matizada del papel de Alemania en la UE, aunque tuvo una intervención final algo más florida refiriéndose a la globalización competitiva y la desregulación financiera como cabezas de una «serpiente». Por su parte, Irene Lozano y Pablo Casado se movieron en terrenos más inconcretos y reflexionaron sobre el papel de la UE, bien como modelo social y de derechos humanos, bien como economía que aspira a seguir compitiendo mundialmente.
Quiero mencionar también la intervención desde el público de Fernando Iglesias, director de la Cátedra de Integración Regional Altiero Spinelli, que invitó a poner las luces largas de vez en cuando y levantar la mirada de los temas y argumentos tópicos en el debate europeo en nuestro país. A veces, como señalaba arriba, parecemos encerrarnos en debates de segunda mano o retomar viejas querellas cambiándoles apenas el disfraz, y olvidamos que el proyecto europeo no tiene sentido si no intenta al menos ofrecer alguna respuesta y alguna ruta transitable para los próximos veinte, treinta, cincuenta años en un mundo que no va a sentarse a esperarnos. Ante las manidas peticiones de «más Europa» hay que preguntarse qué Europa y para qué.
Y una nota alarmante para terminar: si tenemos que juzgar por lo que los ponentes ofrecieron el lunes, la cuestión de los jóvenes está fuera de la agenda europea a todos los efectos. Ni siquiera cuando un representante del sindicalismo europeo tomó la palabra se mencionó la cuestión de la dualización laboral en el continente, y el problema se redujo al habitual esquematismo que se expresa en el relato de los derechos adquiridos. Si Casado afirmó que la protección del trabajador en España sigue siendo puntera, Jáuregui contó un no menos fantasioso cuento de terror según el cual los derechos de todos estaban perfectamente garantizados hasta anteayer. Y como no es previsible que los que hasta ahora han ignorado el problema lo vayan a poner en la agenda, tendrán que ser otras instancias ciudadanas quienes lo hagan.
Sobre el último punto, no creo que los ciudadanos vayan a demandar nunca solución a ese problema (o al menos a corto o medio plazo) pero si que lo pueden aceptar (ahí ayudan vuestras aportaciones y las de FEDEA) pero quienes van a tener que empujar en ese sentido son otros:
http://economia.elpais.com/economia/2014/01/28/actualidad/1390942588_944963.html
En cuanto al debate, me alegro de que algunos dieran algo más que un mítin. Aunque no salgo de aquí con nuevas ideas o conocimientos sobre la UE. Me imagino que una serie a lo West Wing sobre la UE podría ser de lo más aburrido (la cuasi no respuesta a lo de Ucrania es un ejemplo más), aunque ojalá no lo fuera.
sobre lo último que se comenta en relación al mercado laboral y la dualidad, me sorprende que desde UPyD no se comentara nada pues, si no me equivoco, es el único partido que defiende el contrato único y con indemnizacion creciente.
quiza me equivoque, pero «creo» que lo defienden
«Más Europa y para qué». En el caso de España, más Europa y para lo que sea, porque incluso si fuese para hacer el capullo, saldrá un resultado mejor desde Bruselas que desde Madrid.
Yo personalmente estoy hasta la polla. Soy europeísta hasta la médula y tengo claro que los países europeos por sí solos en treinta años serán enanos geopolíticamente. Pero claro, debo ser el único que lo ve así, porque ahí están todos y cada uno de los gobiernos defendiendo a muerte sus intereses cortoplacistas o a veces directamente, defendiendo simplemente sus tradiciones (legales), sin que realmente haya un beneficio real tras ello.
Y luego el populacho. Hace un tiempo el Consejo tumbó una iniciativa favorable al consumidor, que venía del Parlamento y la Comisión (creo que respecto al roaming). El caso es que aquelló lo tumbaron y quedó en nada. Varios conocidos míos haciendo comentarios en plan: «Puta Unión Europea, siempre a favor de las grandes empresas dando por culo al consumidor». ¡Gilipollas! El Consejo precisamente son los gobiernos. Eso por no hablar de que el roaming y ocho millones de iniciativas similares muy favorables, han venido desde Europa… medidas que de otra forma dudo que se hubiesen tomado. Se lo expliqué, con más paciencia que aquí… y al cabo de cinco días volvía a hacer los mismos comentarios.
Dan ganas de dos cosas:
a) Irse a vivir al monte.
b) Volver durante un par de años a los tiempos pre Unión Europea, para que flipasen un poco los ignorantes.