Política

Estado, bienes públicos y privilegios

24 Abr, 2013 - - @egocrata

En el artículo del otro día sobre cuatro principios para la izquierda creo que hubo algunos detalles que no quedaron del todo claros. Parte del problema viene que eldiario.es hizo algunos cambios antes de la publicación; no sé muy bien por qué, pero el texto les pareció un poco largo, y recortaron un par de cosas. Más concretamente, los dos últimos puntos del texto fueron resumidos de forma considerable (Nota: eldiario.es ha corregido el error – ver nota al final)

Incluyo a continuación la versión ampliada de esas dos secciones, que son en gran medida complementarias a  la idea del estado como compañía de seguros, por un lado, e igualdad de oportunidades, por otro. Veamos.

3. Proteger y ofrecer bienes públicos

Dado que el estado está actuando como una gigantesca compañía de seguros, es natural que trabaje en minimizar los riesgos sistémicos en una sociedad. Esto quiere decir, por un lado, hacer lo posible para evitar calamidades, haciendo cosas como regular la seguridad en líneas aéreas, la carne que venden en los supermercados o la solvencia de los bancos. De forma complementaria, además, el estado debe trabajar para proteger bienes públicos como espacios naturales y medio ambiente (el cambio climático es la madre de todos los riesgos), evitando que las acciones de un individuo tengan efectos perniciosos en el resto.

En términos estrictos, estamos hablando de regular aquellos actores que pueden producir externalidades negativas, creando costes sociales cuando las cosas van mal. Cuando un banco se va a pique, como hemos visto estos días, la economía se resiente horriblemente; es natural que el estado vigile y limite el riesgo que estas entidades pueden tomar para evitar el problema.

De forma parecida, el estado también debe proveer aquellos bienes que generan externalidades positivas pero el sector privado no es capaz de ofrecer en cantidad suficiente. Los dos ejemplos más obvios son infraestructuras básicas e investigación científica  básica, pero también podemos incluir cosas más banales como servicios de limpieza y parques. El estado también invertirá, cuando sea necesario, en mantener bienes públicos, por el mismo motivo: el retorno social va más allá del gasto individual, así que es natural que la inversión se haga de forma colectiva.

La idea central debe ser siempre la misma: el estado invierte en aquello que hace más fácil su trabajo. Regular aquello que puede generar costes sociales más allá de los actores implicados hace que el estado, que es asegurador de último recurso, gaste menos dinero. Los bienes públicos generan un beneficio social por encima del coste para el estado de ofrecerlos.

4. Combatir privilegios

Si el estado trabaja para garantizar la igualdad de oportunidades, también debe hacerlo para eliminar ventajas injustas en la sociedad. Los gobiernos deben combatir monopolios, estimular la libre competencia, combatir la discriminación por motivos de género, raza o procedencia,  y creando un mercado laboral donde trabajadores y empresarios negocien en pie de igualdad. El estado además también debe evitar crear regulaciones que den ventajas injustas a unas empresas frente a otras o que protejan a unos trabajadores frente a otros. Esto quiere decir evitar licencias, patentes abusivas, oligopolios regulados, combatir la dualidad en el mercado laboral,  eliminar barreras a la entrada como colegios profesionales y toda esa larga serie de leyes absurdas que generan rentas para unos pocos.

La izquierda debería reaccionar con horror a notarios, taxistas, farmacéuticos, registradores de la propiedad o la concentración empresarial. También debería huir de cualquier cosa que suene a subvenciones, política industrial, desgravaciones fiscales o ayudas especiales a empresas por su tamaño, actividad o conexiones políticas.

Esto no quiere decir que el estado tenga un papel limitado en la economía, por cierto: la creación de mercados libres, abiertos, competitivos y eficientes es cualquier cosa menos fácil. Queremos una economía donde si alguien tiene una buena idea pueda llegar lejos con ella sin necesitar un ejército de abogados, lobistas, amiguetes en altas esferas o licencias estrambóticas para prosperar. Queremos también un mercado donde no hay discriminación laboral de ningún tipo, donde el tipo de contrato laboral no afectan tus prestaciones sociales o la probabilidad de ser despedido,  y donde los trabajadores puedan organizarse y negociar colectivamente sin temer represalias.  Un estado-árbitro imparcial es bastante más activista que un estado- laissez faire.

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Aparte de estas notas adicionales al artículo original, algunos comentarios adicionales. Ignacio Paredero se me quejaba el otro día de dejar fuera dos principios importantes para la izquierda: democracia e igualdad. Ambos son conceptos que se repiten a menudo, pero no me sabe mal dejarlos fuera de la lista.

La idea de democracia, mayor participación ciudadana y demás es estupenda, pero tiene dos problemas fundamentales. Primero, no garantiza buenos resultados. En Politikon tenemos una larga tradición de analizar propuestas de reformas institucionales procedentes de izquierda y derecha, y señalar que en política, como en economía, nada sale gratis y no hay soluciones mágicas. Nada garantiza, por ejemplo, que una Unión Europea con un sistema constitucional parecido al de Estados Unidos (un federación pura) fuera menos disfuncional o creara mejores políticas públicas. De hecho, es muy probable que  los acuerdos fueran más difíciles, con los legisladores reflejando de forma aún más clara las contradicciones de la eurozona; los países del norte no están dispuestos a pagar las facturas de los países del sur, y un puñado de congresistas con legitimidad directa tienen bien pocos incentivos para negociar. Del mismo modo hemos visto países con elecciones primarias, listas abiertas y sin disciplina de partido en votaciones parlamentarias estos días, y nadie va a ir pidiendo ahora copiar a Italia en estas cosas.

La segunda objeción es más simple: la democracia no es un fin, es un medio. Cuando la izquierda se obsesiona con las listas abiertas estamos hablando de cómo queremos gobernar, no para qué. Queremos gobernar para hacer cosas, no gobernar para reformar el sistema sobre cómo decidimos quién gobierna. Queremos un sistema democrático, eso es obvio (sin democracia no hay igualdad de oportunidades para acceder a un cargo público y tenemos privilegios sociales), pero obsesionarse sobre la ley electoral no nos va a llevar a ningún sitio.

Sobre igualdad, las notas adicionales de arriba deberían al menos cubrir parte de este aspecto. Queda fuera, al menos de forma explícita, mayor igualdad de renta entre ricos y pobres. No quiero remitirme a teoría política o debates sobre Rawls, pero mi idea inicial es que con  un estado asegurador, igualdad de oportunidades, regulador de externalidades y enemigo de los privilegios ya tendremos cantidades ingentes de redistribución.

Queremos evitar, sin embargo, la idea de igualdad como un cheque en blanco; el estado no debe ser una máquina generadora de dependencia moviendo recursos de unos a otros de forma arbitraria. Para pagar el estado de bienestar necesitamos generar riqueza, y para hacer eso necesitamos una economía fuerte con un estado activo pero no molesto.  La idea central de la izquierda puede ser la igualdad, pero este principio por si sólo no basta: queremos también tener una idea clara sobre los límites de la intervención del estado. La libertad, la otra idea implícita en la lista inicial, es algo que debemos tomarnos muy en serio; no podemos hablar de igualdad por separado sin tenerla en cuenta. La lista inicial es, en cierto sentido, un intento de definir esta idea en términos concretos, por eso no señalo igualdad en términos absolutos de forma separada.

En fin, espero que esto aclare un poco las ideas, o al menos desarrollarlas un poco. Espero opiniones, como de costumbre; en el fondo sigue siendo una lista parcial. Pero es un punto de partida.

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Nota adicional: Eldiario.es ha publicado la versión completa del artículo, que fue recortada por error. Los dos puntos adicionales aquí incluyen un poco más de detalle que no estaban en el original enviado.


17 comentarios

  1. Javi dice:

    Por muchas aclaraciones que hagas no vas a sacar a la gente de la trinchera. Triste realidad la de este país, llena de gente «de izquierdas» y «de derechas», calificativos que sólo se entienden como contraposición uno de otro.

    Felicidades por el artículo, btw. Yo personalmente lo suscribo. Punto por punto.

  2. Luís Pérez dice:

    De acuerdo en que el Estado tiene una función de protección que es prioritaria. El problema es decidir hasta dónde debe llegar esa protección.

    Nadie discute, por ejemplo, la protección militar frente a una amenaza externa, pero cuando entramos en el Estado de Bienestar hay mucha tela que cortar; desde cosas que se podrían hacer de otra forma, cosas que son muy discutibles que deba cubrirla un Estado (¡endeudado hasta las cejas!) hasta cosas que debería cubrir el Estado y no lo hace o lo hace muy poco.

    Está claro que si estiramos el concepto de protección no habría jamás impuestos suficientes para financiar ese Estado. Luego hay que ser muy selectivos y priorizar. Y no vale como los niños: «es que lo quiero todo».

    Acabo de leer este artículo que dice cosas interesantes a este respecto:
    http://www.otraspoliticas.com/politica/el-escaparate-y-la-trastienda-de-nuestro-sistema-de-salud

  3. Alatriste dice:

    Ya me parecía a mí que era extraño que los puntos tres y cuatro fueran tan cortos. Y por cierto, me parece un detalle más bien feo por parte de «El Diario», sobre todo al tratarse de un diario digital. Una cosa es que en papel con frecuencia haga falta recortar algo para que quepa en el espacio disponible, pero ¿En Internet?

    Y respecto al tema de la democracia y la igualdad… eso es algo en lo que creo que todos hemos tenido algún roce con gente que sostenía ideas realmente extrañas al respecto. Por ejemplo

    – A mí me han llamado fascista – y solo medio en broma – por sostener que la democracia no es el sistema que cree que la gente acierta siempre, sino el que cree que los ciudadanos tienen derecho a controlar los asuntos públicos aunque se equivoquen, porque son sus asuntos; ellos pagan los impuestos, sufren el paro, usan las carreteras, etc., etc. Quien me lo dijo seguro que se concebía a sí mismo como un verdadero demócrata… y sin embargo conseguía al mismo demonizar a Aznar y pensar que el pueblo es infalible. Eso ni lo entendí entonces, ni lo entiendo ahora.

    – Y respecto a la igualdad que vamos a decir. La abundancia de gente que niega que el esfuerzo, el trabajo, el sacrificio, el riesgo y el mérito tengan nada que ver con el éxito y piensa con todas las letras que _TODOS_ los «ricos» son por fuerza bandidos y con frecuencia algo peor resulta aterradora.

    • Alucinado dice:

      Pues a mí lo de que resumieran el artículo los de El Diario más que un detalle feo me parece algo increíble: una cosa es cambiar o editar las noticias de sus periodistas (subordinados, al fin y al cabo), pero creía que en un artículo de opinión no podían modificarlo sin permiso del autor; como mucho pedirle que lo acortara o cambiara algo, pero nunca cambiarlo ellos por su cuenta. Porque igual que resumieron esas partes como les pareció, puestos a modificar también podían haber añadido otra opiniones suyas, o cambiado otro apartado par que dijera lo contrario de lo que pretendía el autor.

      Respecto a lo otro, hace tiempo leí en la revista Time un artículo (no me acuerdo del autor) tras la elección de Bush padre en la que decía que no era cierto lo de que «el pueblo siempre tiene la razón», pues precisamente la democracía consistía en el «derecho del pueblo a equivocarse si así lo quería».

  4. Saulo dice:

    El problema de la izquierda, al menos en España, en lo relativo a las relaciones laborales y economía sectorial, es que con la excusa de la igualdad lo que verdaderamente se está protegiendo es el privilegio. Y ello se hace por ejemplo a través de barreras administrativas de entrada (licencias…) o de inflexibilidad salarial (sindicatos…) y en relación a las condiciones de trabajo.

    Es frecuente, en conversaciones con gente formada, de izquierdas y recién entrados en la treintena, que defiendan con uñas y dientes el derecho y justicia que tiene un taxista o un peón de albañil a ganar lo mismo o más que un ingeniero o un letrado de la Seguridad Social, debido a una supuesta dureza en cuanto a las condiciones de su trabajo.

    Esta concepción buenista e ingenua del mercado laboral choca frontalmente con el desarrollo de una economía del conocimiento basada en la meritocracia, pero cuando se les hace ver lo contradictorio de sostener las dos posturas (retribuir igualitariamente a distintos niveles de esfuerzo, mérito y generación de valor añadido tiene como consecuencia el abandono escolar a corto plazo y seis millones de parados a medio y largo plazo) evaden el argumento y se atrincheran en lo que no puede ser definido de otra manera que como un dogma de fe y que pasa por despreciar invariablemente el trabajo intelectual en contraposición al físico.

    Quizá el problema de la izquierda en España esté originado en la muy deficiente formación matemática y lógica que es tradición en nuestro país, ya que determinados prejuicios son fácilmente salvables con un mínimo de razonamiento.

    • Epicureo dice:

      No es sólo la izquierda la ignorante, también la derecha.

      Es una muestra de ignorancia, por ejemplo, pensar que puede saberse el valor añadido que genera cada trabajador. Ficciones contables aparte, no hay motivo para pensar que los peones generan menos valor que los ingenieros.

      El problema del abandono escolar y los parados sin cualificación en España no se debe a ningún «buenismo» izquierdista (mal puede haberlo con un SMI que es la mitad que el de Francia o Irlanda), sino al puro y libre mercado: la gente iba a los trabajos con mayor demanda, como el de albañil, mientras la gente con carrera universitaria se pudría en el subempleo mileurista. Totalmente racional, viva el mercado.

  5. dpcereza dice:

    Bravo. Y de acuerdo con el punto sobre la democracia. Hasta estratégicamente es importante dejar claro que si hay que reformar los mecanismos de selección y control de políticos, esa reforma institucional buscará mejorar la responsabilización, control, calidad, etc. de los electos, no favorecer unos contenidos políticos sobre otros.

  6. Josei dice:

    Como ya han dicho antes, esta entrada caerá en saco roto. Los que vengan de el Diario serán o trolls o integristas izquierdosos, por lo que se quedarán igual.

    Y el resto ya estamos convencidos desde hace años, o sabemos usar un poco el razonamiento para discrepar en ciertos puntos con algo de propiedad.

  7. viernes dice:

    Ah bueno, si hay que desconfiar de la posible participación ciudadana porque no garantiza buenos resultados pues quitemos directamente las farsas electorales que han garantizado el régimen democrático, ¿O alguien duda que ahora tenemos más privilegios y desigualdad que en la época franquista?

    http://hayderecho.com/2013/04/23/el-aforamiento-en-espana-una-singularidad-universal-y-por-que/

    http://hayderecho.com/2012/11/28/los-paraisos-fiscales-la-banca-el-blanqueo-de-capitales-y-otras-esferas-de-arbitrariedad-politica-y-economica/

  8. Epicureo dice:

    Lo que te han hecho no es resumir, es amputar… ¿Qué sentido tiene en un diario de Internet? No es como si tuvieran que ajustarse a un recuadro. Ahora todo tiene mucho más sentido.

    Sobre los comentarios, puedo estar de acuerdo con la crítica a la democracia. Más democracia no es necesariamente mejor. Lo que necesitamos urgentemente es una democracia mejorada con mejor selección de líderes, y dudo que las listas abiertas o la mayor proporcionalidad (dos cosas incompatibles, por cierto) sean la panacea.

    Sin embargo, sigo pensando que un programa que no aborde explícitamente el problema de la desigualdad NO es de izquierdas.

    No quiero decir, como caricaturizan algunos, que un albañil tenga que ganar lo mismo que un ingeniero. Quiero decir que cuando en un país un director general gana 250 veces más que el empleado mediano y el 1 % de la población posee el 40 % de la riqueza, mientras el 20 % de los niños vive en la pobreza, eso tiene efectos perniciosos sobre todo lo demás: la productividad, el crecimiento económico, la estabilidad financiera, el poder político… Y por supuesto no puede haber nada parecido a una igualdad de oportunidades. Por muy buenas que sean las guarderías públicas.

    Es un problema creciente, que no se va a atajar sólo con algo de redistribución en forma de servicios asistenciales, ni mucho menos a base de fe en el goteo del libre mercado.

    • Josei dice:

      Y por supuesto, nunca yendo de Robin Hood.

      • Epicureo dice:

        No se trata de robar a nadie, sólo de repartir más equitativamente lo que se produce, y en algunos casos de restituir lo robado por los anti Robin Hood, que han robado mucho a los pobres para dárselo a los ricos.

        • Miguel dice:

          Es curioso por cierto que en las películas se dibuje el Rey Ricardo «corazón de León» como parte del grupo de los buenos en la historia, cuando en realidad el bueno de Juan estaba fundiendo a impuestos al pueblo para pagarle las cruzadas al Rey Ricardo.

          Robin Hood, no lo olvidemos, combatía un sistema impositivo no progresivo. El ladrón era el Estado, Robin Hood era un «socialdemócrata freelance».

          Un saludo

  9. Miguel dice:

    Buenas noches,

    Comparto algunas cosas, pero hay una lógica subyacente al planteamiento que en mi opinión es muy peligrosa.

    Dejar a un lado el asunto de los impuestos no es muy recomendable, por ejemplo, porque también supone dejárselo a la derecha que inevitablemente los definirá como un robo. Por eso en el Partido Laborista se han puesto a hablar de «pre-redistribución», que es un palabro que lo único que implica es recuperar la importancia de los salarios y los impuestos para una redistribución de la riqueza real, previa a los servicios sociales.

    Entiendo que la socialdemocracia europea debería concienciarse de que, combinar servicios sociales con una política económica liberal no tiene mucho sentido, básicamente porque es inconsistente y no perdura en el tiempo. Una política económica liberal siempre acaba por restringir el espacio que el Estado puede operar para generar un cierto grado de igualdad.

    Por eso es importante por ejemplo defender la gestión pública de los servicios públicos; porque una vez entrada la externalización (que en no pocos casos no da buenos resultados) la lógica liberal impera, y normalmente en cada crisis se agudiza; cuando se recortan gastos se genera una deuda con la empresa, y una de las soluciones más obvias cuando el dinero que se le debe suministrar a un servicio es, realmente, a una empresa privada que explota el servicio, es empezar a permitir el cobro directo a los usuarios de los servicios.

    En cuanto a la «igualdad de oportunidades», no deja de ser un concepto engañoso; no se trata de que tengas la oportunidad de hacer nada en particular, se trata de que tu vida alcance unas cotas de dignidad mínimas, que es la lógica axial de la izquierda, independiente y no incompatible con una economía totalmente operativa y eficiente.

    En cuanto a que la democracia no es un fin, sino un medio. Es cierto, pero no por ser cierto no deja de ser importante que un sistema democrático sea digno de ser definido de tal manera si tiene graves lagunas que desvirtúan, y mucho, el sentido de las voluntad pública, e incluso el sentido mismo de las leyes fundamentales.

    Que en España nos hayamos acostumbrado a reformar la Constitución como si fuera una Ley más, vacía de sentido a la Constitución, que es el de ser un pacto no solo jurídico, sino también político, distinto a cualquiera de las leyes que realmente lo único que hacen es desarrollarla.

    También podríamos hablar de la Ley electoral, y como deturpa el sentido del voto, y dado que la democracia no es solo un sistema electoral, también podríamos hablar de la financiación de los partidos, el Tribunal de Cuentas, y tantas otras cosas que tienen mucho que ver con tener una verdadera democracia o no.

    La izquierda desde los 80 y 90 se ha limitado a «repartir derechos», pero me temo que va a tener que volver a hablar de como se pagan esos derechos. No hay otra, por feo que suene, y me temo que vamos a tener que hablar de impuestos y de la regulación del mercado de trabajo, porque con sueldos de miseria tampoco se genera igualdad, y si me apuras, tampoco ni un gramo de libertad.

    Un saludo

  10. navarta dice:

    Y al final, después de todo este discurso sobre el papel del Estado, alguien me puede explicar donde queda la lucha de clases, que sin duda es la fuerza magmática que da forma al Estado en cada lugar done este se desarrolla.

    En definitiva, ¿cómo será nuestro Estado en función de nuestra correlación de fuerzas entre clase?, o acaso el estado es único e independiente de la estructura social, reparto de la riqueza, etc… de un país.

    • Epicureo dice:

      ¡Clases sociales! ¿No es un principio de la izquierda que existen las clases sociales y que hay conflictos entre ellas? ¿Y que la forma y la acción del Estado tiene mucho que ver con esos conflictos? A mí me parece que sí.

  11. Atlas dice:

    Pues están muy bien las aclaraciones, pero vamos, que muchas de las críticas que le adjudicaron en la sección de comentarios de eldiario.es siguen manteniéndose: por mucho que diga, lo que usted describe es el socialiberalismo de corte keynesiano de toda la vida. Que vamos, no es algo negativo por sí mismo (en absoluto, vamos)… pero no son opciones políticas de izquierda. Centroizquierda, a lo sumo y siendo amables.

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