Política

Sobre partidos e interés general

20 Mar, 2013 - - @kanciller

“Como se demuestra, las causas latentes de la división en facciones tienen su origen en la naturaleza del hombre (…) El celo por diferentes opiniones respecto al gobierno, la religión y sus formas teóricas y prácticas; el apego a diferentes caudillos y luchas por el poder o a personas de diferente condición han dividido a los hombres en bandos, los ha inflamado de animosidad y han hecho que estén más dispuestos a molestarse y oprimirse unos a otros que a cooperar por el bien común.”

Con estas palabras se dirigía James Madison a sus compatriotas en “El Correo de Nueva York” el 23 de noviembre de 1787. Argumentando sobre el tamaño óptimo de la nueva República, el prohombre americano hablaba de la inevitabilidad de la existencia de facciones en el joven país. Dado que Madison entendía por facción a “un grupo de ciudadanos que están unidos y actúan por algún impulso común, de pasión o de interés” parece evidente que se refería a la inevitabilidad de los partidos políticos o, al menos, de algo que se les parece mucho. De partidos y de interés general va esta entrada, en gran medida basada en algunas reflexiones y lecturas que hice durante mi carrera.

El pasado domingo dio la casualidad que, saltando de cadena en cadena del televisor, pase un instante frente a un programa de entretenimiento relativamente popular. En un momento dado el entrevistador hizo una pregunta a un lobbista sobre su función y, aunque no recuerdo exactamente en qué momento, éste le preguntó “Visto lo que usted hace ¿Dónde queda entonces el interés general?”. Creo que sin saberlo el entrevistador estaba planteando uno de los dilemas clásicos de la sociedad democrática, el tema del autogobierno. Según las teorías que fundaron nuestros gobiernos representativos, nuestra libertad tan solo puede ser completa cuando tenemos leyes que han sido escogidas por nosotros, y eso sólo es posible si se persigue “la voluntad general” del Pueblo. Para entender la noción de interés general lo que hay que hacer es que nuestras leyes reflejen las preferencias de los miembros de la sociedad. Dada que esta decisión nace de la voluntad del Pueblo, ni es cuestionada por nadie ni ha de imponerse coactivamente.

Ahora bien, el problema es que la teoría democrática nació de un tronco noble pero torcido; el planteamiento de que la sociedad es armónica. La idea de que existe una sola voluntad general, una pretendida homogeneidad dentro de eso que llamamos Pueblo. Sin embargo los propios fundadores no tardaron en comprobar como esa idea era empíricamente irrealizable. Había, incluso en las primeras repúblicas censitarias, división de intereses y partidarios de unos u otros. Por descontado, esto no supuso la redención de los partidos. Muy al contrario, los pensadores de la época dijeron que el Pueblo estaba unido naturalmente y solo era dividido de manera artificial, fruto de las ambiciones de políticos en pugna por el poder. La división de la sociedad en  intereses no era previa a la política, sino causada por ella. Esta acusación contra los partidos sigue teniendo eco hoy en día cuando intérpretes del sentir popular dicen que los partidos solo buscan “dividir y enfrentar” a la sociedad en determinados temas.

La hostilidad contra los partidos políticos, en todo caso, ha sido una constante casi desde la existencia misma de la democracia. Sin embargo Madison apuntaba, en la línea de lo que había dicho Hume o diría años después Stuart Mill, que la existencia de partidos era un mal inevitable. Mucho más peligroso sería intentar erradicarlos. Como él mismo dijo, de perseguirse su supresión:

“Habría que optar entre destruir la libertad que permite que existan o bien dar a cada ciudadano las mismas opiniones, pasiones e intereses”

Y si con lo primero llega la tiranía, lo segundo resulta ser inevitable porque va contra nuestra naturaleza. Por lo tanto, según concluyó Kelsen a raíz de esto, no hay otro mecanismo democrático de representación en las instituciones que los partidos políticos. En democracia los individuos aislados no pueden afectar los asuntos públicos ya que es necesario agrupar a los hombres de la misma opinión para asegurarles una capacidad real de influencia, y más si la que prevalece es la regla de la mayoría. Para agruparlos, por lo tanto, el partido es la organización privilegiada en democracias representativas.

El giro más importante llegó cuando se reconoció de manera explícita que ningún órgano, que nadie, puede representar la voluntad del Pueblo. Desde Przeworski hasta Schumpeter, desde Bobbio hasta Dahl, todos explicitan que los partidos políticos representan intereses claros y distintos. Por lo tanto, la asunción de un “bien común” o un “interés general” es simplemente una falacia. No existe un pueblo, sino multiplicidad de intereses en conflicto. Pensar en un “interés general”, que es lo que se plantea muchas veces desde determinados foros, esa ilusión metafísica en la que se refugia el legislador, es simplemente un manto de ficción (quizá necesaria, pero ficción al fin y al cabo). Schumpeter, de manera descarnada y cínica dijo:

“La democracia no es sino un método para imponer una voluntad numérica de unos sobre otros (…) pues la voluntad de la mayoría es la voluntad de la mayoría, no la del Pueblo”.

Kelsen, sin embargo, sí buscó una solución de compromiso diciendo que la democracia en esencia es “transacción”. Es decir, ante la existencia de intereses contrapuestos representados por partidos políticos, existe una organización política que puede articularlos y hacer que la voluntad general pueda moverse a un punto intermedio. Esos son los partidos políticos. El punto clave estriba en que estas transacciones de intereses en conflicto entre unos partidos que representan a las parte se ven ratificados periódicamente mediante elecciones. Son mecanismos imperfectos, mecanismos que hay que complementar, pero al menos permiten ajustar las cuentas y ver la fuerza relativa que tienen diferentes coaliciones de intereses. Los partidos son los mecanismos moderadores que, por supuesto, operan hoy en un entorno muchísimo más complejo, tanto de intereses (no estamos en la postguerra) como de formas en las que se vehiculan (movimientos sociales, sindicatos…).

Pero igual que las mareas, hoy volvemos a tener fuertes críticas contra los partidos políticos, algunas más justas que otras. Está de moda hablar de democracia líquida y firmar su acta de defunción. No deja de resultar paradójico cuando hasta los más contrarios al establishment, como el Movimiento 5 Estrellas o las CUP, son una suerte de compromiso partidista – no tan diferente a cuando los partidos obreros tenían un pie en el Parlamento, otro en el sindicato y otro en la calle –. Lo que sí me gustaría es prevenir sobre la ficción de que existe alguna forma de superar el conflicto como algo inherente a la política. Porque si se van los partidos ¿A través de qué mecanismos lograremos articular nuestros intereses? ¿Quién buscará y catalizará el compromiso entre las partes en irresoluble conflicto?

Me apetece terminar con una frase de Nicolás Maquiavelo (aunque hace 500 años de El Príncipe esta la saco de su mejor obra, los Discorsi) que dice:

“Sostengo que quienes censuran los conflictos entre la nobleza y el pueblo, condenan lo que fue primera causa de la liberad de Roma, teniendo en cuenta más los tumultos y desórdenes ocurridos que los buenos ejemplos que produjeron… pues todas las leyes que se hacer a favor de la libertad nacen del desacuerdo entre estos dos partidos”.

Porque la política es endógena al conflicto, quienes la quieran superar en nombre del Pueblo o guiados por las fuerzas de la Historia siempre  acaban viendo frustradas sus expectativas. Por eso confío en que,  en lugar de recrearnos en viejas retoricas, busquemos más y mejores formas de articular el conflicto. Y creo que los partidos siguen siendo un mecanismo fundamental para articularlo y, lo que es más importante, buscar una solución de compromiso.


32 comentarios

  1. @davizoaf dice:

    Aunque estoy de acuerdo con el artículo me gustaría matizar la expresión «No existe un pueblo, sino multiplicidad de intereses en conflicto». Por ejemplo se me ocurre el caso de la sanidad. Hay una gran mayoría de ciudadanos que tienen interés en que exista una sanidad pública, gratuita y universal. Y luego una pequeña minoria que tiene interés en que eso se desmonte y hacer negocio a costa del resto causando grandes daños colaterales. A lo mejor esto solo vale para este caso y en otros si que existe la multiplicidad o es una simplificación de la cuestión. Pero creo que en muchos casos puede existir solo un problema con dos posiciones y que una, olvidándose de los intereses personales de cada uno, es manifiestamente justa y la otra no.

    • PaulJBis dice:

      De acuerdo. Hay una mayoría de ciudadanos que quieren una sanidad pública, gratuita y universal.

      Supongamos que la única forma de pagar dicha sanidad es subiendo los impuestos de forma que el currante medio tenga que pagar un 60% de su sueldo, como en Suecia. ¿Seguiría habiendo una mayoría de ciudadanos que quisieran dicha sanidad? A lo mejor algunos seguirían estando a favor, mientras que otros preferirían que les bajen los impuestos y contratar un seguro privado. Ya tenemos intereses contrapuestos.

  2. Topomaster dice:

    Excelente artículo, pero yendo a lo concreto me surge una duda:

    si un ciudadano como yo quiere poner sus conocimientos profesionales al servicio de mejorar el país, consideráis que el mejor mecanismo es unirse a uno de los partidos existentes? Qué otras alternativas reales hay para poder aportar/influir?

  3. juan dice:

    Sobre cada tema cada grupo o incluso individuales presentan su propuesta de ley, y cada 3 meses se votan todas en formato papeleta-quiniela, para cada ley marcar redacción más al gusto de cada uno.

    Es hora de superar el sistema de partidos, que son básicamente empresas, que quieren contratar gente, trepas dentro de ellas, gente que no tiene reparos en apuñalar a los compañeros, y mentirosos compulsivos (por ejemplo en la redacción de programas).

    La tecnología puede permitir ahora una democracia más directa.

    • Claro, votar miles de leyes cada 3 meses es completamente factible. Todo el mundo tiene los conocimientos necesarios para redactarlas, entenderlas y darlas a conocer para que la gente la apoye.

      • @davizoaf dice:

        Cada 3 meses no se producen miles de leyes. A lo mejor una persona no tiene conocimiento para redactar una ley pero sí para valorarla. Y si no ahí entra el papel de los medios de comunicación como divulgadores. Suiza tiene un sistema en esa línea muy interesante que no creo que debiera rechazarse de primeras.

      • juan dice:

        Tenemos diputados que a veces votan lo contrario que su grupo porque no se han enterado a última hora de la señal del que dice lo que tienen que votar y que a veces hay cambios de opinión a última hora.

        Por tanto, el sistema permitiría que los que tengan interés y cierto sentido transversal puedan decantar, los fans de cada partido harán lo que se les mande como ahora los diputados, pero habrá un % que podrán decantar a un lado y otro y que seguramente es el que se lo tome más en serio.

      • juan dice:

        Carlos, creo que el ciudadano medio de este país tiene mayor discernimiento que Fátima Báñez que confía el éxito de sus leyes a la virgen del Rocío. Eso sí es preocupante.

        • B. y Ana dice:

          Crédulo

          • Carlos Jerez dice:

            Totalmente de acuerdo Ana. Aunque eso si, a lo mejor nos pasa como a los políticos americanos que como señalaba Roger, pensaba que sus ciudadanos eran más tontos (de derechas) de lo que realmente eran.

            Por cierto, gracias Pablo por el post, con lo mucho que hay que criticar a los políticos hay que recordar lo importante que es la política y que la existencia de los anteriores es el mejor sistema de gobierno que hemos encontrado.

    • Korth dice:

      Con un sistema así sobrerrepresentas a los extremistas obsesionados con la política y a los vagos y los ociosos que tienen tiempo para tirarse 14 horas al día escribiendo y votando propuestas legislativas en internet. Las empresas y lobbys pagarían a becarios para spamear el sistema con las mismas propuestas una y otra vez hasta que fueran aprobadas, dando lugar a una captura regulatoria rampante y nada transparente. La gente sin un interés profundo por la política, los manazas tecnológicos y la gente normal con curro de 8 a 5, responsabilidades y críos pasarían a ser políticamente irrelevantes. Una maravilla, vaya.

      • @davizoaf dice:

        Pues más o menos como ahora. Solo que obligarías a trabajar a esas personas más a menudo que hasta ahora que solo lo hacen cada cuatro años.

        • Korth dice:

          ¿Más o menos como ahora? En unas elecciones en España, influir en el resultado no requiere ningún esfuerzo y aún así la participación nunca pasa del 75%. En una democracia directa, en la práctica la participación quedaría reservada para el 5-10% de ciudadanos con más tiempo libre y más paciencia para escuchar y debatir tonterías. Estarías dejando la toma de decisiones políticas en manos de los fundamentalistas ideológicos y los viajantes astrales que se apoderaron de las asambleas del 15M hace dos años. Es un sistema horrible y la única gente que lo propone son los extremistas antes mencionados o adolescentes ingenuos que jamás se han asomado a una junta de vecinos.

          • juan dice:

            vaya, los ministros del OPUS que obedecen a ese poder exterior sin elecciones libres que se llama Estado Vaticano ¿los consideras también «viajantes astrales – fundamentalistas ideológicos» ?

            • B. y Ana dice:

              Mira Juan,
              quizás en tu entorno dices OPUS y la gente se echa a temblar, se desmayan las señoritas progres, es os caen los pendientes de la nariz y se os encogen los tatuajes. Pero en el mundo real, dices opus y como si dices achús. Pero ser del opus es como se es de izquierdas… una secta irracional que trata de imponer su visión sesgada al mundo, y hacen bien.

              Un saludo

              • juan dice:

                Yo no soy progre, no llevo tatuajes ni pendientes en la nariz y en mi entorno conozco a quien los lleve, en todo caso no critico estéticas ajenas.

                En todo caso izquierdas y derechas (ambas) tratan de imponer su visión sesgada del mundo, pero ojo, una cosas es eso y otra la visión sesgada del mundo basada en «algo supernatural» que podría aparecer en el descanso de un partido de máxima audiencia de futbol y explicarnos claro que quiere de nosotros Y NO LO HACE.

        • PaulJBis dice:

          Gente que se pasa el día en Internet proponiendo una reforma que daría todo el poder a la gente que se pasa el día en Internet, y negándose a ver dónde está el problema con su propuesta.

          Otro ejemplo de los intereses contrapuestos de los que habla el post.

          • juan dice:

            No tiene porque ser sólo internet, pues no hay TDT’s de tarot para llenar con otras cosas.

            Y bueno, ahí tienes lo que tenemos, gente que se pasa el día viviendo de la política y robando, haciendo leyes e indultos para autoprotegerse. Justo lo mismito que ahora, pero de la otra forma se abriría la participación y aporte de ideas real.

            En la práctica, cada partido haría su propuesta de ley, y normalmente ganaría la versión del partido más votado la última vez excepto en temas muy transversales, o cuando haya desafección a mitad legislatura.

            Algunas veces propuestas independientes podrían prosperar.

  4. xes dice:

    El problema surge cuando los partidos mayoritarios solo representan unos intereses, los de unos pocos, poquísimos, y una parte importante de la población teme cualquier cambio – ¡O nosotros o el caos! -, ahí se acaba el equilibrio.
    ¿Cómo salir de esta situación?, la historia tiene algunos ejemplos y nada halagüeños.

  5. Epicureo dice:

    Lo que se critica ahora a los partidos no es que defiendan intereses contrapuestos, sino precisamente lo contrario, que no los defienden o lo hacen fatal. Ninguno parece defenedr los intereses de la gran mayoría de sus votantes; si acaso, defienden los suyos o los de la oligarquía financiera.

    • B. y Ana dice:

      Lo que criticas… recuerda los niveles de participación elección tras elección y verás que la crítica es inexistente. La gente está encantada con su partido del alma y con su club de fútbol, y así debe ser.

      • Epicureo dice:

        La crítica no es inexistente. Ahora los estamos criticando ¿no?

        Y la gente no está encantada. Los niveles de participación son bajos porque no hay donde elegir. Es normal que la gente se evada como pueda.

      • juan dice:

        No, el tema es que el sistema tiende a «asegurar el mal menor», y eso hace converger los grandes partidos, a una posición irreal muy alejada de las posiciones.
        A su vez hay temas transversales donde a lo mejor la gente está mayormente en contra del partido votado para tener mayoría legislativa y el ejecutivo.

        Por ejemplo, ¿podríamos pensar que la gran mayoría absoluta del PP coincide con la mayoría en caso de reforma del aborto o anular el matrimonio entre personas del mismo sexo? Sin embargo, con esa mayoría se puede aprobar.

        A su vez, para algunos temas, las posición de cada partido se disputa internamente, e incluso pudiendo ser mayoritaria una opción en un partido se impone apoyar otra negociando alguna contraprestación al los que «cambien de opinión»….

        Total, que esto acaba siendo como lo del partido comunista china pero en vez de con un partido con dos. No olvidemos que en PCCh coexiste un liberalismo que dejá en la izquierda a cualquier partido conservador occidental y el antiguo maoísmo.

        • Unoquepasa dice:

          Liberalísimo, oiga. Hayek estaría encantado con ellos, ni te cuento Ayn Rand.

          Lo que hay que leer.

  6. […] Simón publicó ayer un fantástico artículo donde, de manera amena y convincente, pone en duda la crítica habitual a los partidos políticos […]

  7. Jorge San Miguel dice:

    Sobre si los partidos representan o no, y cómo, es interesante este artículo ya clásico de Stimson, Mackuen y Erikson (lo he citado alguna vez hablando de otras cosas):

    http://www.jstor.org/discover/10.2307/2082973?uid=3737952&uid=2&uid=4&sid=21101805650663

    Evidentemente, los partidos no pueden simplemente trasladar voluntades ciudadanas «puras» por la sencilla razón de que estas no existen. Por otra parte, las posiciones políticas de los ciudadanos no son independientes de cómo se formulen los problemas -se puede tener posiciones contrapuestas según se plantee una cuestión desde los principios o desde las consecuencias, por ejemplo-; aparte de que, como bien sabemos, las preferencias no son transitivas (Condorcet, Arrow).

  8. MuGaR dice:

    En mi opinión todos los comentarios sobre el «interés general» adolecen de una consideración básica: los otros Estados, la política exterior. Y es que tal «interés general» hace referencia a una unidad política (un Estado), y tal unidad se define por oposición a otras análogas.

    Y si bien es cierto que en un Estado,considerándolo de forma aislada, lo que observamos es una lucha de unos grupos contra otros (bien sea por divisiones económicas, étnicas, religiosas…), ya sea por medios violentos o de otro tipo, al introducir ese mismo Estado en su realidad, esto es, al analizarlo en un contexto poblado de otros Estados (y realmente carece de sentido pensar un Estado en solitario, lo mismo que un hombre: la idea de individuo es una abstracción y tal…) se puede empezar a perfilar una cierta noción de «interés general», que ya no será aquel que beneficie a cada uno de los miembros de una sociedad determinada (o a la mayoría) sino el que beneficie a su Estado (incluso aunque perjudique a parte de su propia población).

    Claramente postulo una noción de «interés general» asociada a la supervivencia y la viabilidad del Estado. Y creo que la expresión de marras es el trasunto democrático de la vieja «razón de Estado» (que sigue existiendo aunque en España parezca que no). Y aquí hay que ir contra Rousseau que contrapone la voluntad general a la voluntad del rey, como si este pudiera actuar libremente sin tener en cuenta los condicionantes para que el Estado sobreviva y perdure (traducido: da igual la forma de gobierno que se tenga a la hora de afrontar las cuestiones relativas a la viabilidad del Estado, la cuestión es acertar: esto también sirve para la paz interior -del país,no de la persona xD).

    Aunque es obvio que se ha trazado un boceto formalista y tosco (es inevitable dado mi retraso y el afán generalizador) la cuestión del contenido del «interés general» se vuelve más abarcable al excluir multitud de decisiones que no tendrían tal consideración (y en los que la lucha intergrupal estaría plenamente legitimada).

    Y es posible conectarla con la cuestión de las facciones. En este punto pondré como ejemplo la unidad que suele existir entre los distintos partidos de los países «potentes» en las cuestiones de política exterior: con independencia de las tensiones que se produzcan durante el proceso de toma de decisiones, especialmente en temas muy sensibles como la guerra, una vez elegida una opción van todos a una (hasta que la decisión genera más problemas que beneficios claro) y el disenso solo es aceptable dentro de unos límites (y el que los sobrepasa es traidor, atenta contra el «interés general»: hablo siempre en términos de actores políticos, no de opiniones individuales sin relevancia expresadas en foros privados).

    La cuestión de quiénes (siempre un plural, aún en las monarquías absolutas o las tiranías) determinan qué decisiones atienden al interés general en democracia está completamente viciada por cuestiones ideológicas que Kanciller menciona en su post, fundamentalmente la idea de la posibilidad de una sociedad armónica en la que puedan compatibilizarse todos los intereses individuales, la idea de «Pueblo» sin considerar que tal unidad sólo existe al confrontar con terceros o que los intereses de las empresas están en conflicto con los intereses de los «trabajadores» (cuando el problema de fondo es un conflicto entre trabajadores y empresarios de unos países contra trabajadores y empresarios de otros: el «enemigo» del trabajador español no sería el empresario español sino el trabajador chino). Así pareciera que en el fondo la dialéctica (por esta palabra podeis banearme no? xD) de clases prima sobre la de Estados, o peor aún, que el Gobierno está al servicio del individuo (y sin duda el Gobierno presta grandes servicios al individuo) y su felicidad, en fin, la idea de democracia pletórica cual forma de gobierno cuasiperfecta que debe proporcionarnos paz y prosperidad porque tiene en cuenta la opinión y las necesidades de todos y cada uno de sus miembros.

    Si un Estado sobrevive es porque existe un mínimo común en torno a las cuestiones vitales, y estas están bien delimitadas frente a otros asuntos en los que, y aquí si la democracia deja ver sus ventajas, la lucha partidista, inevitable, es canalizada a traves de unas instituciones y unos procedimientos que intentan ser los más inclusivos (esta palabra hay que meterla siempre que se pueda estos días) posibles (aunque a tal situación de democracia se llega, también, por «interés general», toda vez que el grupo dirigente no es capaz de sostener el poder excluyendo de la toma de decisiones a la mayor parte de la población).

    Y este tema del mínimo común tiene múltiples ejemplos negativos, puesto que son muchas las ocasiones en que uno de los bandos se alía con actores exteriores para vencer al otro (Iságoras en Atenas, el ejercito blanco en Rusia, en España hay múltiples ejemplos: desde los hijos de Wizita hasta los afrancesados y qué decir de la guerra civil, y esto ciñendonos a casos extremos, los ejemplos de otra clase de apoyo son incontables, pregunten al PSOE por el apoyo de alemanes e italianos), y en otras tantas las contradicciones entre los grupos en que se divide el Estado (por motivos étnicos, religiosos, económicos, de lengua…) son tan grandes que no es posible la solución pacífica, sino la victoria de una parte (usease, en aras del interes general alguien tiene que perder y deponer sus pretensiones).

    Así pues, concluyendo este tochazo infumable (pido disculpas por las incoherencias porque he ido escribiéndolo durante toda la tarde, a ratos) el partidismo aparece como algo negativo cuando se traslada a las esferas que afectan a la viabilidad del Estado. Y debe evitarse.

    Por lo demás, un fantástico artículo.

  9. MuGaR dice:

    Olvidé comentar lo que se ha comoplicado la cosa con la UE, ahora múltiples cuestiones antes domésticas (en mayor grado, al menos) se juegan ahora en el campo internacional…

  10. Fran dice:

    1) CONFLICTO:
    Que el conflicto es inherente a los animales sociales es evidente, pero no por ello presenta una suerte de espíritu indomable de la guerra. La mayoría del conflicto animal es, de hecho, sumamente pautado. Los animales astados se empujan unos a otros y sus propios cuernos están diseñados para que en el conflicto no se dañen. Los leones, que tienen luchas mas feroces sí tienen un sistema de comunicación y cuando uno de los contendientes quiere abandonar la lucha solo ha de mostrarse en posición de sumisión y retirarse.

    Por lo tanto la LUCHA es inherente pero no ingobernable, sino que se podría decir que es muy pautada y se ajusta en función de su finalidad: No es lo mísmo una lucha territorial, por el apareamiento, por recursos o depredación directamente.

    El ser humano es un ejemplo formidable de lo moldeable que es el conflicto porque en ocasiones quebrantamos reglas que los animales respetan en guerras muy destructivas, pero también somos capaces de canalizar la oposición de fuerzas a un diálogo pautado que lleve a la superación de opuestos. Puede que la política no sea un buen ejemplo, pero sí lo es la comunidad científica, por ejemplo.

    2) Los partidos como «mejor» representación de las facciones: En este escrito parece darse por sentado que el la gente quiere eliminar la figura del partido. Ésto es un argumento muy usado por los medios: Intentar demonizar a los que critican nuestro bipartidismo bananero. Que queramos echar a PP, PSOE, CIU, etc y crear alternativas no quiere decir que estemos en contra de la idea de partido EN SI. De hecho, si la idea de partido queda agotada por la pobre representación que las facciones sociales tienen en PPSOE, apaga la luz y vámonos.

    Cuando un partido se convierte en facción única y no es capaz de representar, precisamente, a las facciones sociales, entonces no es un partido político, es otra cosa, es una institución de presión y poder que vaga por las macroestructuras sociales simplemente intentando sobrevivir…algo más parecido a la mafia o los vandidos.

    4) INTERES GENERAL:
    El interés general, obviamente, no es algo objetivo y tangible. Es un discurso que ha de ser diseñando, construido, testado, mejorado y vuelta a empezar. La máxima es simple: Maximizar el beneficio de la mayoría.

    Que yo sepa, no es difícil «medir» el beneficio de la mayoría, solo hay que querer y acudir a los profesionales adecuados: tenemos sociólogos, antropólogos, psicólogos, estadistas y contables de sobra, para mensurar cómo de bien estamos contribuyendo al INTERES GENERAL. – Poder adquisitivo, Servicios sanitarios, igualdad social, ayudas sociales, justicia, salud mental y física…tódo esto es mensurable y alterable con cuentas matemáticas. Sólo hay que perseguir la fórmula que maximice la media y no como se hace ahora, que se persigue la fórmula que incremente más el poder de la élite en detrimento lógico y directo de las masas.

    Por tanto, es obvio que no hay un interés general común único y definible de una sola manera. Pero sí podemos preocuparnos por construir esa idea, perseguirla y dotar de los medios necesarios para cumplira, como hemos hecho con otras ideas como la seguirdad ciudadna, o llevar un hombre vivo a la luna y traerlo de regreso. Ninguno de nuestros problemas nos puede superar porque somos nosotros los que los generamos y por tanto nosotros los que ostentamos el poder de cambiarlo, lo único, es que somos patanes e ignorantes monos con traje y estamos muy lejos de cambiar.

    3) ESTE CONFLICTO? ESTOS PARTIDOS?
    Que el conflicto sea necesario y también los partidos no implica que sean estos conflictos ni estos partidos los adecuados a la realidad.

    Si nos fijamos en los problemas que afrontamos como especie:
    Contaminación de nuestros medios de vida, agotamiento de nuestros recursos, superpoblación y degradación de la vida de las personas.
    U otros problemas específicos de España: Tener una actividad económica subdesarrollada con la paradoja de tener personal para poder llevar nuestro país a Venus, con la cantidad de cualificación que tenemos…

    Ninguno de éstos problemas son lso que se tratan en nuestro parlamento. Es más, se ha conseguido que sintamos que éstos problemas son intangibles y una suerte de religión extraña de hippies raros, cuando no son los hippies raros los que nos alertan de ello, sino la élite cientifico e intelectual del planeta entero.

    El problema es que los conflictos políticos que se dan en españa, tanto entre la gente como entre los empresarios y los políticos NO TIENEN RELACIÓN con los auténticos problemas de la gente.

    Es más, lo que quieren los PPSOEROS, precisamente, es poder elegir los temas de los que discutimos y los conflictos que se dan. Ellos prefieren una españa que discuta sobre inmigración que una que discute de desarrollo (nuestra auténtica asignatura pendiente) o sostenibilidad.

    Los conflictos deben existir, pero en cosas superfluas, no en cuestiones esenciales. Para eso debería servir la LEY y la CONSTITUCIÓN. No deberíamos perder el tiempo discutiendo sobre si se desahucia a la gente o no, es que debería ser un derecho plenamente facil de ejecutar y no debería dar problema alguno que la gente tenga su casa en propiedad Y PUNTO. Lo que pasa es que como hemos hecho de lo mas esencial el casino especulativo de un país….pues pasa esto.

    No se tendría que discutir si se castiga a las empresas que realizan actividades d ealto imapacto ambiental, debería ser automático, burogrático, no deberia ser un tema de discusión. Deberíamos estar discutiendo dónde ponemos esta o aquella central solar térmica, dónde comenzamos a reformar neustras ciudades para prepararnos para el pico del petróleo…éstos deberían ser los temas de conversación y conflicto, no si se echa o no se echa a la gente de su casa.

    4)En definitiva, el artículo está bien, pero contribuye a normalizar y aceptar la degradación de la sociedad como algo inevitable.

    En españa hay gente honrada y sabia de sobra para gobernar el país DE PUTA MADRE. Lo que pasa es que las personas equivocadas ocupan los puestos equivocados.

    En españa, el idiota y el cabrón, gana pasta y tiene puestos de responsabilidad. Y el maestro y el profesor, es chivo expiatorio del resto de la sociedad, y estoicamente aguanta cada día a los mal criados de todo un país.

    Tendría que ser al revés.

    Pon a las personas adecuadas en los puestos adecuados y cambiarás el país.

  11. viernes dice:

    «Ahora bien, el problema es que la teoría democrática nació de un tronco noble pero torcido; el planteamiento de que la sociedad es armónica.»

    Si quiero armonía me compro un bonsai no una democracia:
    » Sin raíz isegórica se seca rápidamente el contenido democrático del tronco político y sus ramas se vuelven estériles para dar frutos de isonomía e isocracia. Tal era la percepción de Pericles brillantemente expuesta por Tucídides en la célebre Oración Fúnebre:

    «En lugar de considerar a la discusión como una piedra que nos hace tropezar en nuestro camino a la acción, pensamos que es preliminar a cualquier decisión sabia»»

    «La hostilidad contra los partidos políticos, en todo caso, ha sido una constante casi desde la existencia misma de la democracia.»

    Es cierto que la revolución francesa proscribió el derecho de asociación, pero no es una influencia legítima. De ahí a financiar graciosamente con dinero público partidos y fundaciones anexas hay un mundo de hostilidad pero hacia nuestras carteras.

    «El giro más importante llegó cuando se reconoció de manera explícita que ningún órgano, que nadie, puede representar la voluntad del Pueblo. [..] Por lo tanto la asunción de un “bien común” o un “interés general” es simplemente una falacia.»

    Ese giro es de 360º; que nadie puede representar al Pueblo – un «ser colectivo» – ya lo dijo Rousseau que además «considera que toda aquella persona que participe del contrato social es soberano, y por ende es un bien común el que se obtiene a través de este contrato».

    «¿A través de qué mecanismos lograremos articular nuestros intereses?
    ¿Quién buscará y catalizará el compromiso entre las partes en irresoluble conflicto?»

    No, la pregunta es quién defenderá nuestros propios intereses mejor que nosotros mismos. ¿Acaso usted, el PPSOE, mi vecino liberal?. Ya funciona en Suiza, se llama soberanía popular, y es algo por lo que vale la pena luchar.

    Saludos.

    • J.E dice:

      Sólo diré dos palabras: Fórmula mágica. Si no sabe de lo que hablo, investiguelo. Lo del PPSOE le sabrá a poco.

      • viernes dice:

        Solo diré otras dos palabras: «politike areté». Tal vez le suene tan estrafalario como al ínclito Rajoy otras cosas, no desista.

Comments are closed.