Quizá ningún libro haya levantado tanta expectación antes de publicarse como “Qué hacer con España” de César Molinas. Su aplicación de la teoría de las élites extractivas de Acemoglu y Robinson cae como semillas sobre terreno abonado. Cuando la situación económica y política de nuestro país está más deteriorada que nunca, se nos ofrece una única explicación sencilla a una gran cantidad de problemas complejos: Es culpa de la casta política. ¡Qué más se puede pedir! Sin embargo aquí no quiero valorar esta teoría sino discutir una de las recetas que Molinas trata recurrentemente; cambiar el sistema electoral.
Para seguir leyendo, en el blog «Piedras de Papel«
El tema del sistema electoral me parece horriblemente cansino, puesto que veo a la legua los incentivos de cada cual y bostezo de puro tedio al ver cómo los disfrazan de argumentos racionales, tratando de metamorfosearse de meretrices en paladines.
La cuestión reside, creo yo, en el miedo de cada cual a la tajada que un nuevo sistema podría detraer de su pastel.
Por ejemplo, IU y sus afines, en su púlpito antisistema, hablan siempre de poner en la puñetera calle a la vieja casta de los políticos, pero se mesan las barbas (las de Anguita) cada vez que alguien habla de reducir concejales o diputados. ¿Por qué? Porque perderían las minorías, o sea ellos.
Un sistema mayoritario les horroriza igualmente, y los nacionalistas se suben a los árboles cada vez que se habla de la circunscripción única, ese invento que los dejaría en pelota picada en el parlamento nacional, sin capacidad de maniobra, o de chantaje, según la energía verbal que se quiera emplear.
Al final, resulta que los que han ganado, han ganado con este sistema, y bien idiotas serían para modificar el sistema que les ha hecho ganar.
Para que el sistema electoral pueda cambiar, es preciso que pierdan antes los que los sostienen, y que resulten ganadores los deseosos de cambiarlo. Pero en ese caso, los nuevo ganadores ya no serían perdedores, y también estarían más o menos contentos.
Estamos pues, ante la paradoja de la dictadura del proletariado, esa absurda esperanza consistente en que el proletario, al devenir dictador, siga siendo proletario.
Aquí queremos que el perdedor actual, al vencer (y necesita vencer para poder cambiar algo) se siga sintiendo perdedor.
O sea, brindis al sol y forraje para diletantes.
No obstante, gracias Pablo por el artículo.
Estupendo comentario
¿Y exactamente por qué se supone que los nacionalistas saldrían perdiendo con un modelo de circunscripción única? Me parece que te has tragado sin masticar ese viejo, viejo mito de que tienen más diputados de los que deberían…
Para poner unos cuantos ejemplos, CiU en 2011 obtuvo un 4,17% de los votos. En un sistema proporcional de circunscripción única le hubieran correspondido 15 escaños (redondeando hacia arriba) y tiene 16. Las cifras correspondientes para otros partidos son Amaiur 5 y 7, PNV 5 y 5, ERC 4 y 3, BNG 3 y 2, CC 2 y 2, Compromis 2 y 1…
Vamos, que el número de diputados nacionalistas sería practicamente el mismo. En el Congreso real CiU y Amaiur tienen alguno más de los que «deberían», pero a cambio ERC, BNG, Compromis, «deberían» tener alguno más de los que tienen.
Eso sí, habrían conseguido partidos como PACMA, Escaños en Blanco, el Partido Andalucista, y los ultraderechistas de PxC se habrían quedado cerquísima de entrar en el Congreso.
Los perjudicados por el sistema actual son los partidos minoritarios con votos muy repartidos, es decir, IU (le tocarían 24 escaños), UPyD (16 o 17) y Equo, que tendría tres y le habría faltado poco para que fueran cuatro.
Y por supuesto hay que tener en cuenta que con un sistema proporcional un considerable porcentaje de votantes habría votado otra cosa…
Pero mas en general si te parece horriblemente cansino discutir de este tema porque cada uno tiene sus intereses, la política entera debe parecerte un tema insoportable. Francamente, no te entiendo.
Seguramente, Alatriste, haya datos mal digeridos en lo que digo, pero todos los sistemas electorales que conozco tienen un mínimo para obtener representación. En Alemania, creo que es el 5%.
Con ese mínimo, ya ves, estarían todos fuera.
Pon el mínimo donde te parezca, y ves tú mismo quiénes se quedarían en la calle.
En mi caso, más que malentendido, fue sobreentendido (lo que puede ser peor, vale…)
Con ese mínimo se presentarían en coalición… y no sería nada nuevo, es lo que hacen en las elecciones europeas, en las que «casualmente» España es una circunscripción única.
Y aparte, no puedo dejar de señalar que tratar deliberadamente de dejar fuera del Parlamento a opciones 100% democráticas a las que vota bastante más del 10% de los ciudadanos no me parecería ni aceptable ni inteligente. Por un lado equivaldría a prohibir una ideología entera y por otro solo serviría para dar a IU un «poder de chantaje», para emplear tus términos, mucho mayor que el que nunca tuvieran los nacionalistas.
Bien, pues desechemos entonces la opción de tener un sistema mayoritario, en el que el ganador se lo lleva todo.
En Francia, sin embargo, consideran plenamente democrático e inteligente dejar fuera del parlamento a opciones que obtienen hasta el 25 % de los votos, léase Le Pen, por ejemplo…
Cada sistema tiene sus pegas y todos ellos una fundamental: que para convertirse en reales necesitan el apoyo de quienes han sido elegidos con el sistema actual…
El tema del sistema electoral me parece horriblemente cansino, puesto que veo a la legua los incentivos de cada cual y bostezo de puro tedio al ver cómo los disfrazan de argumentos racionales,
Aunque parezca raro, muchas personas, ciudadanos de a pie, estamos exactamente en ese lugar que por lo visto no existe: el de querer un sistema electoral mejor, o menos malo, que establezca mecanismos o incentivos menos perversos que el que hay ahora y sea más representativo si se puede.
Sin que tengamos que ser por eso, ni alelados que creen en las varitas mágicas, ni servidores de los intereses de algún partido o aparato.
Si las leyes que establecen las reglas del voto no son asunto para discutir ¿cuales son los asuntos para discutir?
Y si solo pueden hablar de eso los partidos, y los partidos se dividen entre los que no están interesados en ello, porque perderían, y los que no deben discutir de ello, porque no tienen poder, ¿entonces no es asunto de nadie?
En Europa hay varios sistemas electorales mixtos, con parte de los escaños en distrito unipersonal y parte de los escaños calculándose por los restos o en listas nacionales proporcionales. En todos esos países, aunque sea por muchas más razones y no solo por esa, les va mejor que a nosotros en varios aspectos, en concreto en cuanto a la representatividad y la posibilidad de los electores de pedir cuentas.
¿Tan absurdo es hablar de ello y por ejemplo intentar que el sistema que tenemos se parezca a esos?
Posiblemente no se consiga mucho a la corta, pero lo mismo se puede decir de cualquier otro tema.
Para nada es absurdo. De hecho, lo que me preocupa y me invita a reflexionar, es el modo en que podríamos lograr que los políticos, los elegidos por el sistema actual, se interesen en semejante asunto.
Me gusta este blog por la frecuencia con que abordan las cuestiones desde el punto de vista de los incentivos, y el problema que yo le veo al asunto del sistema electoral es que no encuentro incentivo alguno para que los actuales ganadores del sistema renuncien a él en favor de otro sistema que podría perjudicarles.
Si no somos capaces de superar ese obstáculo, homérico obstáculo, estamos hablando de los peces de colores. Y también es agradable hablar de los peces de colores con gente que razona, conste.
Todas las reformas se encuentran necesariamente con la oposición de los que no las quieren porque les beneficia el statu quo. Por eso es difícil reformar algo que no sea mera cosmética. Eso es así.
Pero aun así, hay reformas que han acabado saliendo adelante, por distintas razones incluyendo una situación que les dé una oportunidad (en otra entrada posterior se habla de eso).
Los partidos mayoritarios podrían apostar a que otro sistema electoral les diera también buenos resultados (si son mayoritarios es por algo). Los inconvenientes que para ellos tiene aceptar cambios creo que son principalmente los siguientes:
– Disminución del control del aparato y los barones sobre el partido en su conjunto y sobre los electos.
– Barreras de entrada más bajas para otros competidores electorales.
Los dos motivos pueden perder fuerza en algún momento determinado, aunque sea por motivos espúreos..
El primero puede ser algo como una bandera de enganche para descontentos o minorías dentro del partido, o incluso para maquinadores e intrigantes, Aguirre style. Si un partido entra en descomposición o luchas internas, quien sabe.
El segundo puede ser en un momento de desesperación una estrategia de algún partido, que piense que los competidores nuevos pueden hacer más daño a otro partido mayoritario que al suyo. Para eso tiene que suceder que la alianza tácita entre los dos más grantes pase detrás de la percepción del propio desastre. Pero también podría suceder.
En cualquiera de ambos casos, para que pudiera suceder tendría que ser un debate social presente y algo que se perciba como una demanda social. Es decir, todo lo contrario a no hablar de ello…
Gracias, Aloe, por el contundente razonamiento.
Yo añadiría algo más: convertir la reforma en sí misma en un peso político más que añadir a la balanza, de modo que incline a los indecisos a votar al partido que la proponga, en detrimento de quienes se opongan.
Para ello hay que buscar el nicho ideológico donde eso sería posible, y en estos momentos tal vez ese media ambiente electoral exista entre los partidarios del sistema mayoritario que fulmine a las minorías.
Quizás sea un sesgo mío, que vivo en el norte, pero creo que tiene más apoyo ese tipo de sistema que, por ejemplo, el federalismo. De ahí que el libro que origina este debate haya despertado tanto interés…
Ah ¿Luego vamos a ser tan federales como en Alemania? ¿Luego vamos a tener elecciones por el sistema aleman ?
O, como de costumbre ¿Vamos a pellizcar un poquito de aqui y un poquito a alla – pero el poquito que nos convenga- a la hora de argumentar?
[…] ha dado origen a lo que ya casi podemos llamar un subgénero: la aplicación de la fórmula de las “elites extractivas” como clave de interpretación de las más diversas realidades patrias. Pero el libro ha suscitado […]