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La transparencia no sirve de nada

12 Feb, 2013 - - @egocrata

Es una petición recurrente. Ante cada escándalo de corrupción, ejemplo de despilfarro en cuentas públicas o pavorosa demostración de favoritismo, arbitrariedad y pelotazo en la política española los medios españoles en bloque (y media blogosfera) se desgañita pidiendo la mítica Ley de Transparencia. Lo proponía El País ayer en su (ingenuo) decálogo de reformas que necesita España, y lo pide todo el mundo cada vez que algo se rompe.

Un pequeño secreto: las leyes de transparencia, por sí solas, no sirven absolutamente para nada.

Dejadme empezar por un pequeño ejemplo (que mencionamos en la tertulia, por cierto) de un país con excelentes leyes sobre transparencia, Estados Unidos. Resulta que en este país hay algunos estados con un cierto legado de corrupción. Illinois, sin ir más lejos, ha metido en la cárcel a la mitad de sus gobernadores en los últimos 40 años; otros estados, como Connecticut, tienen una gloriosa tradición de meter alcaldes y gobernadores en la cárcel por motivos bien variopintos, a pesar de tener todas las cuentas públicas y dinero en campañas electorales bien públicos y transparentes.

¿Por qué sucede esto? Dos motivos muy simples. Primero, aunque las cuentas de todas las administraciones públicas son fácilmente accesibles y sorprendentemente fáciles de leer (es mucho más fácil leer información sobre las cuentas estatales o federales americanas que presupuestos españoles), la inmensa mayoría de votantes y medios de comunicación no les presta demasiada atención. Hay una pequeña horda de ONGs, lobistas, periodistas y frikis que se dedican repasar presupuestos como tanto detalle como sea humanamente posible (me dedico a ello, vamos), pero las cuentas públicas son esencialmente inabarcables. Incluso un estado relativamente pequeño como Connecticut tiene un presupuesto anual de 20.000 millones de dólares; aún sabiendo donde mirar, encontrar basura es rematadamente difícil. La corrupción política, en este sentido, es algo parecido a eso de si una árbol cayendo en un bosque sin que nadie lo oiga; conseguir que haga ruido no es exactamente fácil.

Más allá de la dificultad de encontrar corrupción (o la relativa facilidad de esconderla a plena luz del día), el hecho que incluso en lugares donde políticos corruptos han sido repetidamente enchironados sus sucesores sigan cometiendo fechorías debería dar que pensar. Un político que llega a un cargo substituyendo alguien condenado por corrupción tiene ante sí una señal clara que la deshonestidad es perseguida y los crímenes se pagan. Aun así vemos a menudo vemos tipos que no llevan diez minutos en la oficina y ya están llamando a los amigotes.

El motivo, como en casi todo en esta vida, es que la corrupción no es sólo el resultado de la debilidad moral de unas pocas manzanas podridas. A menudo es, lisa y llanamente, una simple cuestión de incentivos; cometer actos ilegales es una decisión racional. Supongamos, por ejemplo, un gobernador que necesita la colaboración de sindicatos y trabajadores de la construcción para ganar elecciones, o que depende de las donaciones de un determinado grupo de interés para poder financiar su campaña. El gobernador sabe que si rechaza participar en contratos amañados en un proyecto de construcción más o menos irrelevante la probabilidad de aprobar medidas legislativas que sí le preocupan se reduce dramáticamente. Los políticos son seres esencialmente vanidosos que quieren tener logros y hazañas en su historial;  es relativamente fácil imaginarse a un alcalde racionalizando la decisión («ayudar a un amigo no hace daño a nadie») y entrando en el juego.

Un equivalente español más cercano sería el insidioso triángulo entre cajas de ahorros, políticos municipales e inmobiliarias. El político utiliza las cajas para ayudar al empresario de la construcción que está haciendo un gran proyecto urbanístico que va a cambiar el pueblo. El empresario a su vez dona dinero al partido del alcalde, le da regalos y demás, mientras la caja de ahorros da préstamos blandos a todo el mundo, porque oye, todos vamos con buenas intenciones. Si el político, en plena burbuja inmobiliaria, tuviera la peregrina idea de plantarse, el empresario se quejaría amargamente, veríamos tránsfugas muy decepcionados con eso que la caja de ahorros no les da hipotecas y un empresario quejándose que el alcalde no le deja crear puestos de trabajo en el pueblo. La decisión más racional, para alguien que aprecia su supervivencia política, es tragar con lo que viene.

La cuestión principal no es tanto que los votantes puedan leer o no sobre las cuentas de los partidos o contratos públicos. Los votantes, por un lado, no están para leer presupuestos en un día bueno, y son capaces de aplaudir con las orejas al adalid del desarrollismo burbujil en un día malo. Los políticos, mientras tanto, pueden vivir en un mundo de luz y taquígrafos y seguir decidiendo actuar de forma ilegal porque tienen todos los incentivos para ello.

Si queremos reducir los casos de corrupción (no eliminarlos; incluso los alemanes tienen sus cretinos), por tanto, no podemos limitarnos a aprobar una ley de transparencia y confiar en que algún periodista con demasiado tiempo libre encuentre números erróneos en una contabilidad mal ofuscada. Lo que debemos hacer, primero de todo, es asegurar que las instituciones no crean incentivos a los políticos para corromperse. Si queremos evitar que un gobernador dé contratos ilegales a sus amiguetes, lo que debemos hacer es quitar ese poder de manos del gobernador, creando instituciones fuera de su control para llevar ese proceso. Si no queremos que los alcaldes usen las cajas de ahorros como una máquina de imprimir dinero, debemos quitarnos de la cabeza eso que la banca pública es una gran idea, primero, y quitarles cualquier discrecionalidad en políticas de urbanismo inmediatamente después.

Sí, una ley de transparencia es necesaria. Pero no podemos quedarnos ahí.


41 comentarios

  1. heathcliff dice:

    La transparencia, como primera provisión, es una traba para la corrupción. Así que, insuficiente y todo, bienvenida sea.

    Por otro lado, cuando se habla de corrupción no sólo hay que tener en cuenta los incentivos de los políticos, sino también los de los votantes. En un buen montón de casos, son los votantes los que, en temas públicos, sólo están interesados en aquello de «qué hay de lo mío», despreciando cualquier otra consideración. Desestructuración social, sí.

    Un buen ejemplo de esto pueden ser las centrales nucleares o las minas de carbón a cielo abierto.

    Si os dais una vuelta pro Garoña, o por cualquier pueblo de mi tierra con una mina a cielo abierto y preguntáis en referéndum si quieren que siga abierta, el resultado será apabullantemente positivo. El medio ambiente, los residuos eternos y la destrucción del entrono se la trae al fresco a todo el mundo mientras se cree trabajo y se pueda vivir de él. Contra la central o la mina votarían solamente un puñado de héroes, casi todos ellos funcionarios, a los que ni les va ni les viene el asunto en la nómina de fin de mes.

    Con semejante cuerpo electoral (al que intento describir, pero no juzgar), ¿qué político va a decir que es una locura que el AVE tenga una estación en su pueblo?

    Lo linchan, vaya…

  2. Jesús dice:

    Hay muchas cosas que estuvieron a la vista de todos durante el boom y nadie quiso ver: la relación cajas-políticos, las recalificaciones obscenas, los megaproyectos que sólo beneficiaban a los constructores, etc.

    No hacía falta una ley de transparencia para ver que hay había algo que olía muy mal y prácticamente todo el mundo sabía que los políticos se lo estaban llevando crudo, sin embargo, a nadie pareció importarle.

  3. Luisa dice:

    La banca pública sí es una gran idea. No lo es que sea gestionada, en última instancia por políticos; pero es factible,e incluso deseable.

  4. Luís Pérez dice:

    Es evidente que una ley de transparencia es solo una de las teclas a tocar. Yo también suscribo que es prácticamente imposible que los ciudadanos puedan entender todos los matices importantes que hay tras la documentación escrita en torno a cada decisión. Pero es una medida más que hay que incluir en el catálogo contra la corrupción.

    La cuestión que yo veo más complicada es cualquier tipo de medidas de que hablemos tienen que ser impulsadas por los propios partidos que están bajo sospecha, y estos son juez y parte. Desde luego lo mejor sería que se pusieran de acuerdo en impulsar la renovación de nuestro sistema democrático, aunque ello les recorte gran parte de sus poderes actuales. Es dudoso que lo hagan, al menos en la medida en que se necesita.

    El problema es que esto ya no resiste dos escándalos más y en cualquier momento se puede desencadenar una dinámica de «hasta aquí hemos llegado» y un empecemos de nuevo. En ese supuesto, nos encontraríamos con riesgos importantes a los que solo cabría hacer frente con una sociedad civil hiperactiva y organizada.

    Este artículo es interesante:
    http://www.otraspoliticas.com/politica/el-tsunami-de-la-corrupcion-%c2%bfa-donde-nos-lleva

  5. Caballero dice:

    Desafortunado título, refutado en su última línea.

  6. navarta dice:

    Hasta ahora no tenía noticias de la supresión en España del cuerpo de funcionarios del Estado denominadao Secretarios-Interventores e Interventores, debo haberme perdido algo.
    Porque si existen, no entiendo a que viene eso de pedir nuevos organismos adjudicatarios de contratos, no está estos funcionarios en cada Ayuntamiento, Diputación, Mancomunidad y Comunidad Autónoma para garantizar la legalidad de los procedimientos.
    Si no se ha llevado ante la justicia a más gestores políticos será porque esos funcionarios no han hecho bien su labor, como tampoco otros cuerpos: Inspectores del Banco de EspAña, el Tribunal de Cuentas, etc…
    En definitiva, mecanismos hay para luchar contra la corrupción, no hay que crear un nuevo cuerpo funcionarial de gestion de contrataciones con las AA PP, sólo hay que asegurarse de que esos funcionarios que ya existen cumplan con su labor y tengan incentivos para ello, y sobre todo, que no tengan tantas ambiciones políticas que es lo que les pierde a la mayoría.

    • Kontroller dice:

      Efectivamente, los funcionarios de habilitación estatal (secretarios e interventores-tesoreros de administración local) no han sido suprimidos. Ahora bien, discrepo con la deducción de que si no se han llevado ante la justicia a más gestores políticos sea debido a que estos funcionarios no hayan hecho bien su trabajo. La labor de los interventores de administración local se reduce con la legislación vigente a emitir un informe de fiscalización que carece de cualquier trascendencia. Lo que hay que cambiar es la legislación vigente para asegurar la independencia de estos funcionarios (muy complicada, en tanto que sus retribuciones dependen del Ayuntamiento al que controlan), así como que se cubran las vacantes actualmente existentes (la mayoría de Ayuntamientos designan como secretario o interventor a un funcionario propio, al encontrarse el puesto vacante por falta de habilitados).

      Lo de las ambiciones políticas de estos habilitados me rechina bastante. No creo que sea cierto en general, aunque no dudo que pueda haber casos particulares, pero lo cierto es que la identificación política de un secretario o interventor le puede causar muchísimos problemas en el caso de que cambie el signo político del Ayuntamiento.

    • Tineo dice:

      Yo creo que Roger piensa que los interventores de ahora no ejercen de ello.
      Veáse:
      http://www.diariodesevilla.es/article/andalucia/1405203/ex/interventor/acusa/grinan/cebar/la/corrupcion/los/ere.html
      Para ello sería deseable un interventor exterior (europeo, lógicamente.)

    • J.E dice:

      A poco que busques, hay casos de interventores y otros órganos de fiscalización que han emitido informes negativos hasta que se les ha cansado el brazo y nadie les hace ni puñetero caso. Solo tendrían utilidad si fueran capaces de entorpecer/sancionar de manera efectiva, con los problemas que a su vez trae.

      En realidad, va en la línea de Roger: aunque el interventor salga gritando del Ayuntamiento horrorizado, mientras no exista sanción electoral y/o legal, no pasa nada.

      • navarta dice:

        Y yo me pregunto, esos funcionarios que son testigos de la comisión de delitos, ¿no pueden acudir a la justicia?, es más, ¿no sería esa su obligación como funcionarios públios cuya labor esencial es ser garnates de la legalidad y asesorar para su cumplimienmto?.

        Va a resultar que uno de los cuerpos de élite de la administración, a juzgar por las pruebas necesarias para la entrada en dichos cuerpos, los interventores, secretarios, inspectores y algunos más. No son más que meros invitados a la mesa de los políticos y que no tienen ningún arma para luchar por el cumplimiento de la Ley, si es así, no entiendo mucho cual es la labor de los susodichos funcionarios.

        Parce ser que en este país todo el mundo pasaba por allí, pero nadie vió nada.

  7. Marc dice:

    Cuando España tenga algo parecido a esto:

    http://data.gov.uk/

    o

    http://www.data.gov/

    o (no tan molon)

    http://data.govt.nz/

    Entonces dejaré de pedir transparencia. Lo más parecido a esto lo tiene Euskadi con Irekia: http://www.irekia.euskadi.net/es

  8. manuel dice:

    Tú mismo lo dices: «ha metido en la cárcel a la mitad de sus gobernadores en los últimos 40 años». Esto en España no sucede… La información no fluye y no es transparente.

    La corrupción es inherente al hombre, los españoles no somos más corruptos: son las instituciones, organismos, ONG, ciudadanos frikis, etc. los que tienen la posibilidad de desactivar estas actitudes corruptas. Sin la transparencia como primer paso, esto será imposible.

    Entiendo tu manera de pensar a contracorriente de la opinión general (a mi también me gusta provocar al personal), pero me imagino que ya sabes que España es de los pocos países europeos que no tiene una ley de transperencia seria donde el silencio administrativo no esté admitido.

    Un saludo
    Manuel

  9. Juan de Juan dice:

    Factor común que la idea motora del artículo me parece brillante y su desarrollo adecuado, hay alguna cosa que comentar.

    Creo que alguna cosa que insinúas en el texto, y que Heatcliff desarrolla en su primer comentario, merece más desarrollo. La corrupción, a mi modo de ver, nace de tres fuentes:

    1) La primera, obvia, es la proclividad a corromperse o la aceptación de la corrupción como hecho compatible con la ética de quien la comete. O sea: la corrupción es cosa de ladrones. Un personaje tan poco simpático para mí para Buenaventura Durruti, el día que se murió, llevaba un papel en el bolsillo en el que había anotado que le debía al sindicato unas perras que había cogido para no sé qué gasto. Durruti tenía pistola y una columna entera de milicianos, así pues podía tomar por la fuerza lo que quisiera. Pero cuando alguien, incluso un atracador de bancos como él, es honrado, lo es. Y el que no lo es, no lo es.

    2) La segunda es que exista la oportunidad de corromperse porque al corrupto se le den las herramientas para ello. Creo estar de acuerdo con tu tesis, porque creo que lo que en el fondo defiendes en el artículo es que el origen de la corrupción no es tanto que los planes generales de ordenación urbana sean opacos (que son transparentísimos); sino que sean, es decir, que las autoridades locales tengan el poder concedido por la ley para decir dónde se puede levantar una casa y dónde no.

    3) La tercera gran fuente de corrupción, y es adonde yo quería llegar, es el electorado. El gran problema de la democracia parlamentaria obrante en el mundo occidental desde hace cosa de cien años (bastantes más en algunos casos, como USA) es que sus políticos, en un total alarde de irresponsabilidad moral, generan constantemente la impresión de que son posible los mundos «todos ganan». Al fin y al cabo, lo que hace un político en campaña es: prometer a los padres que sus hijos van a tener una educación de puta madre; a los maestros que van a tener unos sueldos de puta madre; a los ciudadanos que se les va a recoger la basura cada cinco minutos; a los basureros que van a poder descansar cada media hora; a los rojos que va a cortarle las alas a los poderes financieros; a los mercados que va a domeñar la inflación, el paro y el gasto excesivo; a los que van en los trenes que van a llegar a su hora; a los maquinistas que les va a pagar más (aunque lleguen tarde)…

    El problema es que la persona que tome opciones en el momento de ofertar nunca llega a gobernar. Nunca llega a gobernar, porque no le votan lo suficiente. Los votantes, en su mayoría, votan programas políticos propendentes a la corrupción, porque prometen tantas cosas que no se pueden financiar sino mediante mecanismos corruptos o seudocorruptos. La famosa promessa de Churchill, blood, toil, sweat ant tears, nunca ganará unas elecciones, porque el votante no quiere que le digan la verdad; quiere que le vendan una mentira, todo lo más una verdad tuneada.

    Éste es, para mí, el centro del argumento de que la eficacia de la transparencia es relativa. La transparencia es abono que se posa sobre un suelo infértil, que son los votantes. El votante dice que quiere transparencia pero, en realidad, a lo que es sensible es a las promesas. Esto es algo que, por cierto, está admirablemente tratado en las diversas temporadas de The Wire.

    Por último, una cosa que no dices en el artículo (creo que lo insinúas) y que al menos yo pienso mucho es que la transparencia puede ser, en realidad, una estrategia de opacidad. Toma el caso Wikileaks, por ejemplo. A mí no me parece nada descabellado pensar que el propio Gobierno USA esté detrás de las filtraciones. O sea: yo tengo, digamos, 4.000 papeles muy comprometedores, y carezco de seguridad sobre ellos; cualquier día me los pueden filtrar. ¿Cómo lo evito? Fácil: los filtro yo mismo… junto con otros 500.000 papeles. ¿Qué puede hacer un periódico con medio millón de papeles? Lo que hizo El País: coger siete u ocho cositas de ésas que a la gente le gusta leer, del tipo «Thatcher calificó una vez a Reagan de «gorila escrofuloso», según un informe secreto de la embajada británica en Rabat», el personal se empalma, los periodistas tienen la sensación de que le han levantado las faldas al Poder; y el Poder sigue ahí, tan pancho, y descojonado de la risa.

    • Aloe dice:

      no es tanto que los planes generales de ordenación urbana sean opacos (que son transparentísimos)

      O es un chiste o lo que entendemos distintas personas por «transparencia» no es ni parecido de unas a otras.

      Una cosa que sí es cierta es que para que haya ciudadanía se necesitan ciudadanos. Y para ser ciudadanos hay que haberse educado como tales, ser hijo (quizá incluso nieto) de ciudadanos, y tener el orgullo de ser ciudadano y considerarse el igual de los poderosos, los gobernantes y los caciques.
      Ningún país con siglos de malos gobiernos, y con veinte generaciones de súbditos detrás, que esperan las cosas del favor arbitrario del cacique y confían la supervivencia al pasar desapercibido, tiene en sus filas muchos ciudadanos.

      La tragedia es que, con esos mimbres, los políticos no mejoran porque nadie se lo exige, y los grupos que tienen el poder no lo ven más limitado, porque no hay quien se lo limite.
      Es un círculo vicioso, porque esos políticos y esos poderosos deciden qué instituciones tenemos y cómo van a funcionar, y no tienen lógicamente ningun interés en permitir instituciones que promuevan la ciudadanía y permitan su ejercicio efectivo.

      Pero nada es irremediable para siempre. Si mucha gente empieza a exigir más transparencia, quizá es que hay ya algunos ciudadanos a pesar de las dificultades, y puede llegar a haber más.

  10. carlos dice:

    Después de leer el artículo la impresión que me queda es que la transparencia no es suficiente para evitar la corrupción. De ahí a que no sirva para nada hay un trecho. Creo que es un mínimo que se debería cumplir de cara a la sociedad.

  11. No entiendo lo siguiente:

    «Lo que debemos hacer, primero de todo, es asegurar que las instituciones no crean incentivos a los políticos para corromperse.»

    Es decir. Leyes e instituciones absolutamente neutras. La pregunta es muy sencilla: ¿Qué debe liberalizarse? Respuesta: todo lo que sea posible.

    ¿Y con lo que no puedas? ¿Instituciones neutras? Es decir, que cambiamos a una figura que debe ser neutral pero con incentivos para la corrupción (el alcalde de turno) por una agencia neutral. En cuyo caso, vas a las personas responsables de la agencia, le sobornas y asunto arreglado.

    Por ejemplo, el suelo. Soy un simpático constructor preocupado por el derecho al acceso a la vivienda, y tú el alcalde. Tú eres una persona honesta, y has decidido quitarte el marrón de encima y decir que venda suelo público una agencia. Creo que es bastante obvio que se puede comprar a la agencia. Incluso en el caso de que se tratase de una agencia estatal. Es decir, cambias solamente la persona a la que corromper.

    Otro ejemplo: Servidorquiere obtener subvenciones de la Junta de la Comunidad X para que esta me pague el desempleo a los trabajadores porque, si no puedo, tengo que cerrar. Pero como esto es como es, para obtener los requisitos jurídicos y que se apruebe, tengo que seguir los procedimientos establecidos. Los legales, y los paralelos. Y no solo es en los paralelos cuando aparece la corrupción, también en los legales en términos de tiempo. ¿Se puede sobornar a la entidad de la gestora independiente (una gestora estatal, funcionarios por oposiciones y demás)? ¿Tú qué crees?

    Es decir, la capacidad humana ha demostrado ser eficiente para conseguir corromperse. Y estamos hablando de subsidios por desempleo.

    Si fuéramos serios y aplicásemos tus criterios lo más honestamente (que creo que es lo que hay que hacer), podríamos cargarnos la mitad del Estado del Bienestar sólo bajo la excusa de eliminar la corrupción.

    ¿Está la gente por aquí dispuesta? ¿No?

    Pues eso.

  12. Perplejo dice:

    En muchos de los artículos y comentarios que aquí se escriben echo en falta la contundencia en un planteamiento de fondo: que un sistema democrático, un «gobierno del pueblo», no puede ser esencialmente honesto, etc., si la mayoría de ese «pueblo» no lo es.

    Claro que una ley de transparencia, un sistema electoral más equitativo, etc., son buenas bases para alcanzar un sistema más probo. Claro que una ley por sí misma no garantiza nada: ha de estar integrada en un sistema coherente. Ahora bien, la acentuación de la cultura y de los valores democráticos no es consecuencia de la implantación de esos sistemas: la cultura y los valores democráticos es la causa de que se establezcan tales normas. La cultura democrática no se impone por decreto. No hace falta comprobarlo en las «guerras democratizadoras»; ya decía el viejo Horacio aquello de «Leges sine moribus, vanae» («Las leyes que no se apoyan en costumbres son inútiles»). Tratar de imponer una democracia desde arriba se parece mucho a edificar un rascacielos sin cimientos.

    A unos políticos corruptos no hay leyes que los frenen (al menos, no lo suficiente). Pero, una vez más, la clave no está en los políticos sino en el grueso de los ciudadanos. Lo explica perfectamente Juan de Juan. El principal déficit de los sistemas democráticos no son las leyes X y Z o su ausencia: es la ausencia de cultura democrática, de profesionalidad y honestidad de representantes y representados.

    Los políticos tienen como objetivo prioritario llegar al poder y mantenerse ahí. Para ello, como bien dice Juan, se convierten en campeones mundiales de promesas disparatadas y en virtuosos de rampante cinismo. Pero, ¿qué se puede hacer contra eso cuando la mayoría del electorado incentiva ese tipo de conducta? ¿Quién va a asumir seriamente la «regeneración democrática» cuando una parte enorme del electorado vuelve a entregar su voto a políticos no ya incompetentes sino manifiesta y reiteradamente corruptos? El político profesional y honesto tiene tantas posibilidades de llegar a puestos de responsabilidad en su propio partido como posibilidades de ganar unas elecciones tiene el político que sea sincero con sus posibles votantes y que les conmine a asumir las responsabilidades que como ciudadanos les corresponden.

    Me asombra comprobar hasta qué punto este principio rara vez se convierte en el punto de partida de las reflexiones y propuestas políticas que leo y escucho. La mayoría de los politólogos me recuerda a un cónclave de cirujanos que debatieran hasta la extenuación la conveniencia de pintar de rojo o azul las uñas de una mano gangrenada.

    España (por centrarnos en nuestro país) es el reino del clientelismo, la picaresca y el cortoplacismo. Nuestra ley favorita es la del embudo; nuestros lemas, el «Largo me lo fiais», el «Qué hay de lo mío» y el «Después de mí, el diluvio». La meritocracia nadie la conoce; y quien la conoce la teme y la odia a partes iguales. Parecen tópicos y son sin duda simplificaciones. Pero quien no quiera ver que responden a los hechos es que se empeña en que los hechos no le agüen la fiesta.

    Dicho esto, si alguna solución hay, tiene que ir a la raíz y empezar por la educación. Familiar y estatal. Y luego todo lo que queramos; pero partir de ahí. ¿Dificultades? Una obvia. ¿Quién va a encabezar una regeneración educativa? ¿Los políticos antimeritocráticos? ¿La ciudadanía aborregada? O las élites ponen su empeño en esa (lenta, lentísima) tarea o seguimos debatiendo si el azul o el rojo disimula mejor la gangrena.

    Un saludo cordial.

    P.S. En efecto, The wire enseña más de política que cinco años de carrera (española). Sólo un «pero», relacionado con lo anterior: apenas centra el foco en la responsabilidad política del ciudadano medio. Parece que no es un tema atractivo ni complaciente.

    • J.E dice:

      Una sola crítica (apreciación, diría yo) a la educación como solución a todo esto. Espero que tu referencia a «educación familiar» sea «educación social» o mejor dicho «entorno social»: Vamos, que esto solo cambia el día que el tío más chulo del barrio sea el que haga dos horas a la semana de voluntario en una ONG y más le haya leído la cartilla al concejal de turno. Mientras esa tipologia de persona corresponda más al «pringao-friki» que al de «molón», puedes poner todas las horas de educación para la ciudadanía que quieras, que no va a funcionar.

      • Perplejo dice:

        Hola, J.E.,

        En efecto, con «educación familiar» me refiero a la educación social de la que hablas. Se ha convertido en un tópico aquello de «Para educar a un niño es precisa toda la tribu».

        También tienes razón en eso de la apreciación social: mientras el ciudadano responsable y honrado sea considerado mayorítariamente un «prigao», un inocentón o acusado de «creerse mejor que los demás», es imposible que se extiendan los valores democráticos y se genere una auténtica sociedad civil.

        En resumen: mientras los ciudadanos no asumamos los valores democráticos y cívicos y -esencial- nos comportemos conforme a ellos, nuestra democracia seguirá siendo meramente declarativa. Y seguiremos, faltaría más, culpando de todo a los políticos y a los «poderes fácticos».

        Un saludo cordial.

  13. Carles Sirera dice:

    Este post resume el credo de Politikon:
    «Cometer actos ilegales es una decisión racional».
    Nosotros somos muy racionales: ya estáis avisados.
    «Los votantes, por un lado, no están para leer presupuestos en un día bueno, y son capaces de aplaudir con las orejas al adalid del desarrollismo burbujil en un día malo.»
    Los votantes son idiotas; pero nosotros somos listos, porque sí sabemos leer presupuestos.
    «Lo que debemos hacer, primero de todo, es asegurar que las instituciones no crean incentivos a los políticos para corromperse.»
    Nosotros crearemos y dirigiremos esas instituciones. No tengáis miedo somos racionales y sabemos contar muy bien.
    Es alucinante cómo Roger Senserrich está logrando ser la absoluta antítesis, la imagen en negativo, de alguien como Ada Colau.

    • PaulJBis dice:

      Por favor, la próxima vez que quedes con tus amigos en un bar, pregúntales cuántos de ellos se han leído los presupuestos del ayuntamiento de vuestra ciudad en detalle, y qué opinan de ellos.

      Y por cierto, dime quién sigue ganando elecciones en la C. Valenciana año tras año.

      • Carles Sirera dice:

        Vamos por parte:
        1º: Jamás quedo con mis amigos en un bar. En todo caso, en una cafetería a mediodía.
        2º: Con un amigo audité las cuentas de la Universitat de Valencia, centro en el que trabajo. Con varios compañeros de Joves Investigadors he auditado cuentas de varios centros de investigación y en eso estamos ahora a nivel provincial, precisamente, en Valencia. Todo pro bono.
        3º: A mis estudiantes de Ciencias Políticas del curso pasado les hice auditar varias instituciones valencianas. Los proestablishment, como Politikon, describieron un mundo de rosas del que esperaban pasar a formar parte en breve. Los estudiantes con un mínimo de decencia se quedaron horrizados ante las cifras expuestas.
        4º. El PP gana en Valencia gracias a la falta de transparencia y democracia, no por la democracia. La falta de transparencia y democracia (más la incapacidad del PSPV) ha hecho que todos los elementos críticos de la sociedad civil no hayamos tenido medios ni posibilidad de detener el avance de la corrupción y la mafia popular. Los partidos políticos monopolizan todo el espacio público e instrumentalizan y domestican todas las asociaciones civiles. Es la partidocracia la razón y causa de la corrupción, no la sociedad. La acción colectiva siempre es difícil y si careces de instrumentos de cualquier instrumento institucional, más. Compromís tardó en surgir, entre otras razones, por todas las trabas políticas e institucionales que dificultaban su existencia.
        5º: En la última Junta de vecinos, auditamos a nuestro administrador y hemos logrado una rebaja superior al 33% de sus honoriarios. La democracia funciona, porque los vecinos que teníamos conocimientos y capacidad para controlar al administrador le plantamos cara en vez de soñar con que nos regalase un puesto de asesor. Que los de aquí todavía sueñen con que les caiga alguna subsecretaría de algo explica su línea editorial y pseudo-académica. El resto son sesudas excusas para autojustificarse ante la parroquia y sus consciencias. Cuando los leaders del cotarro logren pillar cacho, me temo que Politikon cierra a las pocas horas.

        • PaulJBis dice:

          En primer lugar, olé por tí y tu sentido cívico. Ahora dime cuántos ciudadanos de los que ves por la calle, con los que hablas a diario, etc. tienen la preparación, el tiempo y las ganas para hacer lo mismo.

          En segundo lugar, respecto al «ad hominem» contra los politikones, no voy a entrar, más que nada porque no les conozco personalmente y hasta me podría creer perfectamente que todo lo que sospechas sea verdad :-). Ellos son capaces de defenderse por sí solos, así que no voy a entrar más en el tema.

          Dejando aparte eso, no veo en el artículo ningún argumento que justifique una reacción tan enfurecida. No está argumentando contra la transparencia, sino que está diciendo simplemente que ésta, por sí misma, no es suficiente (ese título, muy impactante pero poco preciso, ay…). El hecho de que en países con mucha más transparencia que el nuestro (EE.UU.) siga habiendo casos de corrupción debería ser una pista de que hay algo más que falla.

          Por último: creo que las corruptelas del PP valenciano eran sobradamente conocidas cuando se celebraron las penúltimas y últimas elecciones allí. No veo Canal 9, así que no sé cómo (des)informarían allí, pero con el periódico más leído del país dándole cobertura día sí y día también (por no hablar de cadenas de TV y radio), es díficil argumentar que el votante valenciano estuviera deinformado sobre el caso Gurtel… y aun así, ganó quien ganó.

          • Carles Sirera dice:

            Paul,

            Evidentemente nos faltan personas con espíritu cívico. Cada vez que estúpidamente he dado un paso al frente, me he quedado solo y he recibido un par de hostias, he podido comprobarlo. Pero desde hace dos años la actitud está cambiando. La última vez dieron siete personas un paso al frente y, por todas las veces anteriores que me había quedado sólo, levanté también la mano y me impliqué en una causa colectiva cuando no tenía ni tiempo ni ganas. Pero, como mínimo, recibir palos al lado de personas que te dignifican con su amistad produce endorfinas o esa sensación de “intentamos hacer lo correcto” que te reconforta, a pesar que “utilitariamente” sólo has hecho el idiota o el payaso. La gente está aprendiendo: cambian las actitudes y crece el civismo.
            Por otra parte, comentarte que Camps ganó gracias a la estrategia Mourinho: “todos contra nosotros: prietas las filas, hay que resistir a todo trance. No hay espacio para la crítica, para la distancia, para la reflexión: esto es una lucha a muerte entre ellos (el enemigo) y nosotros (los valencianos).” Estos mecanismos de defensa tribales/grupales/nacionalistas son muy efectivos (a Fidel Castro le fueron muy bien) y son difíciles de desactivar si encima los que lo usan, tienen tantos “regalos” que repartir. El problema es que cuando se acaban los regalos y la dinámica de frentes y trincheras se desmoronan. El próximo PASOK será el PP.

        • Juan de Juan dice:

          Es posible, aunque no probable, que mi opinión personal te importe algo.

          Por si es así, te la diré.

          Creo que no menos del 60% de las cosas que dices tienen bastantes probabilidades de ser algo, bastante o totalmente ciertas.

          Pero haces una cosa que me crispa y provoca que tus argumentos se borren de mi mente como en un barrido de disco duro: los juicios de intenciones.

          Algún día, las personas que postean con tu estilo, aquí y en otros sitios (por ejemplo, en mi blog) tendréis que explicarme por qué es necesario hacer juicios de intenciones al criticar a alguien. Da la impresión, por el contenido de tu mensaje, que eres profesor universitario. En el mundo académico, creo yo, hay amplisimos espacios para la crítica. Se puede criticar, del trabajo de alguien: las fuentes, la estructura, las asunciones de partida, el modo de alcanzar las conclusiones, las ausencias bibliográficas, los abusos bibliográficos….

          Existiendo tamaña variedad de recursos, ¿qué necesidad hay de añadir cosas como «seguro que el Profesor Bla escribe lo que escribe porque lo mismo tiene una hermana bollera que quiere ser concejal»?

          En el debate intelectual, lo importante es lo que cada uno escribe. No entiendo por qué los porqués de escribir tal o cual cosa son tan importantes.

        • Shine dice:

          Se llama síndrome del Nada es Gratis, se vive muy bien de profesor pero es llamarnos un político…

    • Roger S. dice:

      Sirera:

      Aprecio las críticas y los comentarios, pero no los ad hominem ni los hombres de paja. Primer aviso. A la siguiente, empiezo a bloquear y cargarme comentarios alegremente.

  14. Perplejo dice:

    Carles,

    No creo que sea intelectualmente fecundo intercambiar juicios de intenciones sobre las pretensiones «politikoneras». Ya sabe: «Por sus actos los conoceréis».

    Me centraré en los argumentos que aporta; argumentos que, a mi entender, justifican lo escrito en mi comentario anterior y las intervenciones de otros lectores. Por partes:

    «El PP gana en Valencia gracias a la falta de transparencia y democracia, no por la democracia.»

    El PP gana en Valencia -como el PSOE en Andalucía, por ejemplo- no gracias a la falta de transparencia y de democracia, sino a pesar de ellas. Puedo equivocarme, pero ni el PP ni el PSOE obligan a la (presunta) sociedad civil a votarlos en masa, elección tras elección. Corríjame si me equivoco.

    «La falta de transparencia y democracia (más la incapacidad del PSPV)…»

    Esto sólo es un apunte: hay más partidos políticos.

    «… ha hecho que todos los elementos críticos de la sociedad civil no hayamos tenido medios ni posibilidad de detener el avance de la corrupción y la mafia popular.»

    Cierto: a la verdadera sociedad civil le ha sido imposible detener la corrupción y la cultura mafiosa de España; pero no (fundamentalmente) porque PP y PSOE sean muy corruptos, sino porque PP y PSOE (y CIU y…) han sido apoyados de forma absolutamente masiva, desde el comienzo de la democracia. Y lo que te rondaré, morena. Que yo sepa, no han conseguido ese apoyo a punta de pistola. Corríjame si me equivoco.

    «Los partidos políticos monopolizan todo el espacio público e instrumentalizan y domestican todas las asociaciones civiles.»

    Que, encantadas (¡qué dulces prebendas se obtienen a cambio!), se dejan instrumentalizar y domesticar. Se llama clientelismo: y a él no se apuntan las asociaciones o los ciudadanos particulares a punta de pistola. Corríjame si me equivoco.

    «Es la partidocracia la razón y causa de la corrupción, no la sociedad.»

    Al revés: es una sociedad corrupta o aborregada o perezosa o indeferente la que permite la consolidación de un sistema partitocrático. Si a la mayoría de los españoles le preocupara de verdad (no de boquilla, ni en discusiones en la barra del bar para «cargarse de razón») la salud del sistema democrático, si la mayoría de los españoles asumieran que ser ciudadano implica mucho más que echar una papeleta a la urna (apoyando a los partidos partitocráticos, por cierto), el sistema español no sería partitocrático. ¿Que eso supone un trabajo y una implicación constantes y es tan fatigoso que la mayoría no está dispuesta a asumirlo? Entonces la mayoría no quiere ser demócrata. Despidámonos ya del maravilloso mundo de Oz: sostener una democracia es una conquista permanente; ser demócrata supone muchísimo trabajo, implicación y responsabilidad. Corríjame si me equivoco.

    «La acción colectiva siempre es difícil y si careces de instrumentos de cualquier instrumento institucional, más.»

    Obvio. Toda conquista social se logra mediante el esfuerzo e incluso -repugnante concepto- el sacrificio. Nos hemos querido convencer (es tan cómodo) de que los derechos vienen «de serie». ¡Y qué difícil es adquirirlos y mantenerlos! Corríjame si me equivoco.

    «La democracia funciona, porque los vecinos que teníamos conocimientos y capacidad para controlar al administrador le plantamos cara en vez de soñar con que nos regalase un puesto de asesor.»

    Esto sí. Generalizo su idea: la democracia (en general) funciona cuando los ciudadanos son de verdad demócratas. Esto es: individuos que exigen la satisfacción de sus derechos, pero que se hacen responsables de sus deberes como ciudadanos. El principal: sostener día a día la democracia. Labor ímproba; pero inexcusable.

    A ver si salimos de una vez de la «autoculpable minoría de edad» contra la que alertaba el viejo Kant.

    Un saludo cordial.

    • Manel dice:

      Poco que añadir. Solo amén.

    • Carles Sirera dice:

      Perplejo,

      Creo que coincidimos en lo fundamental, ambos somos demócratas, y me alegra ver que en tu pulso literario intentas recuperar la épica emancipadora de la ilustración, que es una de mis actuales obsesiones particulares.
      No obstante, la discrepancia proviene al conceptualizar la “sociedad”, que tú consideras corrupta como un hecho dado y previo a nuestra construcción institucional.
      En primer lugar, señalar que, incluso la sociedad valenciana, no es mayoritariamente corrupta. Es mayoritariamente apática. Ese es el problema. Por otra parte, nos enfrentamos a la paradoja del free-rider y, como ya sabes, el republicanismo cívico implica sacrificio individual en pos de un bien colectivo. Jugamos con desventaja (por eso es necesario recuperar la épica: que la gente íntegra y entregada sea valorada por muchos como pringados es un problema grave), y, evidentemente, cuánta más fuerza tenga el discurso libre hedonista e individualista, más egoísta y cínica será la sociedad. ¿Esto qué significa? Que para implicar a las personas en los asuntos colectivos habrá que distribuir más recompensas individuales hasta que el sistema colapse por el nivel de corrupción y clientelismo alcanzado.
      ¿Qué ha pasado en Valencia? Un largo proceso de deslizamiento moral: corrupción y brutalización de la ciudadanía tras lustros de compadreo, amiguismo y hedonismo santificado con los mantras habituales de “tú lo vales”, “tú te lo has ganado”, “piensa sólo en ti”. Con los añadidos de: “al que levante la cabeza, palo”, “tú no te metas, que a ti no te importa”, “no te metas, que terminarás mal”… y todos estos incentivos perversos han sido impulsados por nuestros partidos políticos y la administración. Hemos fracasado absolutamente y no supimos o pudimos pararlo; pero tampoco es fácil.

      • J.E dice:

        El resumen es que Perplejo piensa que una sociedad apática creó la partitocracia y que Sirera piensa que la partitocracia creó una sociedad apática. Asumiré esta terminología, aunque no me termine de gustar.

        Mi opinión, aún siendo difícil en ciencias sociales diferenciar entre las causas y las consecuencias, es que coincido con Perplejo: en una sociedad activa la partitocracia tal como la entendemos no habría sobrevivido; en cambio, aún si no hubiéramos tenido partitocracia, una sociedad apática habría terminado por crear ese u otro sistema aberrante parecido.

        Por supuesto que se podrán identificar mecanismos de la partitocracia que incentivaron la apatía, pero ello es compatible como un mecanismo de la partitocracia *a posteriori* cuando sus beneficiarios identificaron que para ellos era la mejor situación. Repito: aun en este momento, la partitocracia no hubiera podido desarrollar esos mecanismos si la sociedad fuera refractaria a ellos. Solo pudieron germinar en un caldo de cultivo apropiado.

      • Perplejo dice:

        Carles,

        1) No considero que la sociedad sea corrupta. Considero que buena parte de los ciudadanos que la constituyen se rigen a menudo por valores corruptos o se dejan llevar por la apatía o la comodidad o el egoísmo o el aborregamiento. Eso es lo que explica que tengamos las instituciones que tenemos y que estemos representados por los políticos que nos representan. De forma bastante ajustada, son como somos.

        2) Como es obvio, las instituciones fomentan unas conductas e incluso unos valores determinados; pero, como bien dice J.E. en el comentario de abajo, lo primario es la sociedad, no las instituciones. Es impensable que unas instituciones corruptas y deshonestas puedan sostenerse en una sociedad incorruptible y honestísima. Y viceversa.

        3) Sí estoy de acuerdo en que hay que recuperar una «épica» cívica. Aunque yo prefiero hablar -como Javier Gomá- de una ejemplaridad pública. Si de verdad queremos una regeneración cívica y democrática, me temo que no va a quedar más remedio que los verdaderos ciudadanos se impliquen seriamente para que las cosas cambien. Una labor lenta y dura que debe combinar la claridad y profundidad de pensamiento, una conducta personal intachable, el compromiso social y pedagógico y una defensa personal y social de la meritocracia. En suma: excelencia y ejemplaridad.

        El cambio, si viene, vendrá poco a poco y desde abajo; pretender que venga desde arriba es, una vez más, edificar rascacielos sin cimientos.

        Un cordial saludo.

        • Carles Sirera dice:

          Perplejo,
          El cambio vendrá de la sociedad. Eso no lo dudo, entre otras cosas, porque los políticos no son como nuestra sociedad. Ser político en España significa pasar por un proceso de selección negativa: en los partidos políticos «dominantes» está lo peor de la sociedad, porque expulsan a los más honestos e íntegros o estos abandonan agotados.
          El problema de nuestra sociedad es que se entendió que el compromiso cívico sólo podía ser mediante los partidos políticos. Este defecto de origen es institucional y tiene su origen en la transición política. Se puede querer culpar una «turba» abstracta, voluble y egoísta, pero el problema está en la escuela del elite settlement, la teoría de la modernización y otras perlas varias de la politología que redujeron el ciudadano a la categoría de consumidor utilitarista delimitado a una esfera privada que sólo debe cruzarse cada cuatro años o, a ser posible, menos.

  15. Joshua dice:

    Me gustaría comentar un par de cosas:
    La transparencia incluye que las cuentas se presenten en un formato accesible y fácilmente auditable (eso va en el lote). Todos los que nos hemos acercado a datos públicos hemos sufrido los efectos de un «aluvión» de información dispersa que es casi peor que la ausencia de ella. No sé si será paranoia, pero cuando consultas datos internacionales a veces bastan dos clicks para tener una idea de lo que hay mientras que aquí te puede costar dos meses y un par de cajas de ansiolíticos reunir la información que parece que ha sido dispersada por un ventilador.
    Eso que dices de «confiar en que algún periodista con demasiado tiempo libre encuentre números erróneos en una contabilidad mal ofuscada». Bueno, eso parece presuponer que los periodistas tienen que hacerlo en su tiempo libre…, pero entonces ¿qué hacen en su tiempo de trabajo? ¿transmitir ruedas de prensa sin preguntas? ¿contar el frío que hace en invierno y el calor que hace en verano? ¿cacarear las consignas que les pasan desde los partidos políticos por la mañana en el «frame» del día? Yo diría que lo que hay que confiar es en que dediquen su trabajo a lo que debería ser. Así no tendríamos tanto trabajo los frikis y las ONG que lo hacemos por amor al arte. Dicho esto, parece que últimamente están empezando a funcionar, aunque sólo sea porque la inmundicia es tal que ya se sale por los bordes de los «frames».

  16. Pel1cano dice:

    Creo que la transparencia es un incentivo contra la corrupción bastante eficaz: los corruptos tienen una tendencia a meter menos la mano en la caja cuando piensan que se les puede pillar que cuando saben que nadie se va a enterar. Saludos.

  17. Aloe dice:

    Una entrada en sí misma contradictoria y mal argumentada.

    Ninguna ley de ninguna clase es suficiente en si misma para evitar la corrupción. NInguna medida aislada ni institución aislada es en si misma suficiente ni siquiera para contenerla.

    El maximalismo de decir que, por eso, la transparencia no sirve para nada no se deduce lógicamente de lo anterior.
    Lo mismo podríamos decir que la medicina no sirve para nada, porque al cabo somos mortales, y hemos de morir. Así que hala, a morir como moscas a los dos años, que total qué más da… mientras la medicina no nos ofrezca la inmortalidad, no sirve para nada…

    Más llamativo aún es que si el ejemplo de que «no sirve para nada» es señalar los lugares en donde ha ayudado a enviar a la cárcel a un montón de políticos con poder, ya no falta nada por leer en argumentos absurdos.

    Hay gente que, cuando no se habla, ni se publica, ni se denuncia… acerca de la corrupción, piensa que no existe. Y si se persiguen algunos casos, se denuncian y se habla de ellos, entonces aparentemente se cae dle guindo y empieza a opinar que la corrupción está, ahora y no antes, empezando a invadirnos.
    Así que lo bueno para que no haya corrupciones es que no se sepa de ningún caso t no se envíe a nadie a la cárcel: cuando se envía a políticos a la cárcel, es que la corrupción es más alta… Los niños de diez años razonan mejor, francamente.

    Ver ese punto de vista naif (o peor, derivado de prejuicios ideológicos) elevado a argumento de una entrada con pretensiones teóricas, es bastante asombroso, y casi tanto desalentador.

    ¿Habŕia, dado el panorama que nos pinta, más o menos corrupción en los estados señalados de USA, si las leyes al respecto fueran como las de aquí?
    ¿Debemos aspirar a la corrupción cero, y en tanto no consigamos la varita mágica que nos la dé, renunciar a cualquier medida que la haga menos impune o más difícil, siquiera sea en parte?
    ¿Independientemente del asunto de la corrupción, que las administraciones y las instituciones politicas tengan que dar publicidad a todas sus cuentas, acuerdos y resoluciones a los ciudadanos sería malo o inútil? ¿También para ayudarnos a defendernos de la desidia, los actos arbitrarios, los retrasos, o para juzgar la competencia o incmpetencia de nuestros cargos públicos?
    ¿Exactamente, en qué cree que consiste la democracia? ¿En votar a los galgos o a los podencos cada cuatro años y permanecer en la oscuridad, la docilidad y la ignorancia el resto del tiempo?

  18. pau dice:

    Un título bastante desafortunado, por no decir algo peor. Podría haber puesto lo que sigue del artículo, que con solo la transparencia no basta. Sin embargo, es el medio para conseguir lo que sí basta.

    «Primero, aunque las cuentas de todas las administraciones públicas son fácilmente accesibles y sorprendentemente fáciles de leer (es mucho más fácil leer información sobre las cuentas estatales o federales americanas que presupuestos españoles), la inmensa mayoría de votantes y medios de comunicación no les presta demasiada atención. Hay una pequeña horda de ONGs, lobistas, periodistas y frikis que se dedican repasar presupuestos como tanto detalle como sea humanamente posible (me dedico a ello, vamos), pero las cuentas públicas son esencialmente inabarcables.»
    Con los emdios adecuados es lo más fácil del mundo, solo se necesita voluntad y un sistema, hoy en día al alcance de cualquiera que quiera aprender. Por otro lado también es fácil hacerlas accesibles para la mayoría, la actual, no la anclada en el pasado con libro de registro, anteojos y manguito de contable, eso sí, adaptado a un sistema informático atrasado.
    Y, por supuesto, los países con menos corrupción son precisamente los más transparentes y, sobre todo, con la democracia más directa y un sistema electoral más igualitario.

  19. Ghalis dice:

    La clave de todo está en la calidad del sujeto; en una vida dedicada a servir, y no a servirse. En la virtud y la verdad, y no en la inmoralidad y la mentira (El Estado y el capital representan e impulsan esto último). Todos tenemos pulsiones oscuras, pero se trata de luchar contra ellas, y no de alimentarlas. Y la mejor manera de empezar a tomar conciencia de todo ello es NO DELEGANDO en nadie nuestras responsabilidades, en tanto que humanos y miembros de una sociedad. Cuando delegamos en alguien (en castas de expertos, en el Estado, en el capital) concedemos poder a la persona en la que hemos delegado… y, por ende, estamos alimentando el lado oscuro de esa persona y también el nuestro (porque, repito, todos lo tenemos). A la otra persona le alimentamos su pulsión tiránica, y a nosotros mismos la pulsión hedonista e irresponsable, nos convertimos en sumisos y serviles, en esclavos. Con esto no hay término medio, siempre ha sido, es y será así. No hay tirano sin esclavo. Tirano y esclavo son la misma cosa, y contra ellos lucha la otra pulsión básica humana, la de ser LIBRES. Son dos pulsiones contra una, por eso suelen ganar las primeras. De ahí que la única posibilidad de derrotarlas sea la lucha sin fin contra ellas, la cual debe empezar en el interior de cada uno. Esa es la transparencia que hace falta, y ninguna otra.

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