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Obama, el Congreso y el votante mediano

23 Ene, 2013 - - @egocrata

La noticia más importante en la política americana estos días no era el discurso inaugural de Obama iniciando su segundo mandato. No eran las galas, los bailes o el plan de control de armas del Presidente. No es la retórica de Obama, ni el giro a la izquierda, ni su nueva estrategia negociadora. Por una vez, es una cuestión puramente procedimental.

Empezaremos por una idea muy sencilla: el votante mediano. Cuando hay una votación de cualquier tipo, el tipo que está justo en medio de la distribución de la población es siempre el elector decisivo, ya que es quien determina quien tiene mayoría. Es el más uno en la mitad más uno; la persona que decide la votación. La idea es antigua (Hotelling, si mal no recuerdo, tiene la primera versión en los treinta), pero su popularización en la Ciencia Política no llega hasta la post-guerra, de mano de Anthony Downs; es la base de gran parte de estudios de comportamiento electoral, y el modelo implícito en casi todas las discusiones de competición partidista. Cambiando ligeramente las premisas del modelo (permitiendo abstención, información limitada, reputación, etc) uno puede explicar una cantidad considerable de escenarios.

El teorema del votante mediano, por descontado, no se limita a elecciones generales. El votante más importante en el Congreso de los Estados Unidos es también aquel que está justo en la mediana de la distribución ideológica de la cámara; el representante o senador mediano es aquel que está justo en la frontera ideológica que permita formar mayorías para aprobar leyes. Echando un vistazo a la composición de las dos cámaras, los demócratas tienen una mayoría confortable en el Senado, mientras que los republicanos tiene una estrecha ventaja en la Cámara de Representantes. Esto quiere decir que el senador medio en la cámara alta debería ser un demócrata moderado (Mark Webb, de Virginia – recordad que los empates los rompe el vicepresidente, así que el mediano es el cincuenta), mientras que en la cámara baja sería un republicano de un distrito relativamente liberal (Spencer Bachus, en el último Congreso). Dado que los centristas demócrata son en el fondo bastante conservadores y que Obama es en el fondo un moderado,  el acuerdo entre estos tres políticos no debería ser complicado, creando una coalición de gobierno manejable.

Cualquiera que haya seguido la política americana estos últimos años, sin embargo, sabe que el Congreso ha sido cualquier cosa menos manejable. Aunque en teoría el votante decisivo en las dos cámaras es relativamente moderado, aprobar legislación fue un suplicio en la primera mitad del mandato de Obama, y prácticamente imposible durante la segunda. El motivo principal son dos normas procedimentales que cambian la geometría del voto en el legislativo: la regla Hastert y el filibusterismo.

El filibusterismo es un extraña norma legislativa en el Senado que dice que una ley, nombramiento o enmienda puede ser debatida de forma indefinida siempre que haya al menos un senador que tenga algo que decir. En tiempos pasados, el legislador con reparos debía realmente alzarse y hablar ante la cámara durante horas para retrasar la votación. Desde principios de los noventa, basta con que diga que quiere debatir para posponer la votación. La única forma de evitar que alguien bloquee una ley es si el resto de la cámara vota para cerrar el debate – y el pequeño problema es que aunque las leyes se aprueban por mayoría (51 votos), levantar un filibusterismo requiere 60 votos. Esto quiere decir que aunque los republicanos tenga 45 senadores, el votante decisivo no es un demócrata moderado, si no el quinto republicano menos conservador (probablemente Dick Lugar o Lisa Murkowski). El centro de gravedad de la cámara, por tanto, deja de estar en la mayoría, y pasa a estar en una Senadora por Alaska, bastante a la derecha del Presidente.

La regla Hastert es menos conocida, pero es igual o más importante. Los republicanos tradicionalmente han gestionado sus mayorías en la Cámara de Representantes bajo el principio que cualquier ley debe pasar por un proceso de doble votación. Primero, una votación interna privada dentro de las filas del GOP. Segundo, la legislación pasa al plenario, con el partido votando en bloque lo que se haya decidido en la votación interna. Traducido a efectos prácticos, cualquier propuesta legal que pasa por la cámara baja tiene que ser capaz de atraer el apoyo de la mitad más uno de los miembros del partido republicano antes de poder prosperar. Esto quiere decir que el votante mediano real no es un legislador cerca del centro de la distribución del hemiciclo, sino alguien en el centro del partido conservador. Para que os hagáis una idea, ese tipo está sólo ligeramente a la izquierda de Michelle Bachmann.

La historia más importante en la política americana esta semana es la posibilidad real que estas dos normas legislativas (ambas recientes; nada de esto está en la constitución) parecen tocar a su fin. En el Senado los demócratas finalmente han llegado a la conclusión que tener que aprobar absolutamente cualquier chorrada por supermayoría es absurdo, y han decidido impulsar un cambio de las reglas de la cámara. Gracias a una curiosa excepción legal, durante el primer día de la legislatura el Senado aprueba su reglamento por mayoría simple y sin debate. Gracias a una regla aún más extraña, Harry Reid ha mantenido al Senado en sesión de forma teóricamente ininterrumpida desde principios de enero, así que llevan tres semanas en el primer día de legislatura y están intentando consensuar los cambios. Aunque la reforma propuesta es limitada (se basa en un tecnicismo sobre quórums), es un primer paso para arreglar el problema.

En la Cámara de Representantes, el partido republicano ha empezado a darse cuenta que la regla Hastert es casi insostenible. El GOP en los últimos años se ha vuelto muy, muy conservador; para que una ley haga felices a una mayoría del caucus tiene que ser bastante cavernícola, por pura aritmética. En un partido donde la mayoría de sus miembros parecen creer sinceramente que subir el techo de la deuda es comunismo o algo peor, los líderes del partido se dan cuenta que no pueden llegar a acuerdos creíbles con la Casa Blanca, ya que no pueden conseguir mayorías dentro de su grupo parlamentario. El resultado estas últimas semanas es que John Boehner, en dos votaciones cruciales (fiscal cliff y Sandy), se ha visto forzado a llevar al pleno legislación que es rechazada por la mayoría de su propio partido, pero que salen aprobadas gracias a votos demócratas. Si el GOP no puede aplicar la regla Hastert, el votante medio efectivo de la cámara deja de ser un chiflado de Arkansas y pasa a ser un republicano centrista en un distrito vulnerable. De repente, aprobar legislación pasa a ser mucho más sencillo.

¿Debemos esperar un Congreso mucho más efectivo y mayor producción legislativa si las dos reglas legislativas caen? Probablemente sí, aunque no tendría especial mérito – el Congreso saliente ha sido, de muy lejos, uno de los más patéticamente improductivos de la historia del país. Es probable que la regla Hastert se debilite, pero no desaparezca del todo, ya que eso representaría prácticamente una escisión dentro del GOP. El filibusterismo seguirá ahí, aunque será más difícil invocarlo. Pero poco que cambien estas normas, el funcionamiento del sistema mejorará de forma considerable. No me aventuraré a decir que Obama va a tenerlo fácil o que esas leyes imposibles ahora tienen vía libre, pero ciertamente hay algo más de esperanza.

Una nota final: los periodistas y articulistas a menudo se obsesionan con cuestiones de procedimiento. La ley electoral y sus efectos es, casi siempre, la obsesión principal del politólogo amateur, a pesar que tiene efectos relativamente limitados. En este caso, sin embargo, tenemos un par de procedimientos legislativos increíblemente importantes y a los que nadie les ha prestado puñetera atención. Tiene mérito.


10 comentarios

  1. Elmer dice:

    Interesante.

    Lo que me resulta más fascinante de toda la historia es que alguien se haya entretenido en ordenar ideológicamente los miembros de las cámaras. ¿Esta esa información en algún sitio?

  2. julio estalella dice:

    sobre el filibusterismo senatorial ¿no hay una película de jimmy stweard sobre eso?

  3. PaulJBis dice:

    Esto que está proponiendo Harry Reid, ¿es lo mismo que la «opción nuclear» con la que amenazaban los republicanos en la era Bush, cuando eran los demócratas los que tenían la opción de bloquear mediante filibusterismo el Senado?

    • Roger Senserrich dice:

      Parecido, pero no idéntico. La base constitucional del cambio de reglas es un pelín más sólida (no mucho más) y el nuevo reglamento menos ambicioso, pero la base es parecida.

  4. Enrique dice:

    Eso que dices que nadie le ha prestado atención es lo que aquí en España se ha denominado «disciplina de partido» o «rodillo».

    Esos pasa en una país como USA, aquí pobre del diputado o senador que no vote lo que diga su portavoz. Eso sólo sucede si hay autonomía personal e ideas propias, cosa que aquí en España es machacada sin piedad por los aparatos partidarios.

    Y así nos va.
    Por eso algunos han incluso sostenido tener un congreso sólo con la diputación permanente y voto ponderado: ahorrase espectáculos de hemiciclos vacíos y voto automático. Si hasta en el CGPJ, TS y otros órganos, la cosa se decide más por afinidad que por razón.

  5. Leo dice:

    Bueno, al final parece que la reforma del filibusterismo se ha quedado en papel mojado.

    Ya empiezan los Democratas del congreso a hacerse caquita encima.

    Si es que no aprenden…

  6. […] unos días hablaba sobre cómo los demócratas en el Senado iban camino de reformar el filibuster, la extraña norma […]

  7. […] americanos son, en cierto sentido, coaliciones) se está empezando a fragmentar. El presidente fue capaz de enfrentar la facción moderada del partido contra el ala más psicótica/ autodestructiva en las […]

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