Ciencia recreativa

El preocupante ataque de los óptimos de segundo orden

31 Oct, 2012 -

Publica hoy Pepe un segundo artículo sobre (p)redistribución de la renta dónde viene a plantear que, bajo ciertas circunstancias, utilizar mecanismos de intervención en los mercados que reduzcan la eficiencia puede justificarse como medida redistributiva. Os copio los párrafos relevantes

La primera, porque buena parte de los aumentos en las desigualdades que observamos en la actualidad no tienen que ver con el funcionamiento “normal” de los mercados, que retribuyen a los actores económicos en función de sus aportaciones al proceso productivo, sino que se derivan de la capacidad de estos actores de extraer “rentas”. Este es uno de los argumentos centrales del último libro de Stiglitz: dado que buena parte de los mercados “realmente existentes” no son competitivos y el fenómeno de extracción de rentas es masivo, hay un margen considerable para reformar los mercados de tal forma que se reduzcan las desigualdades sin dañar la economía en su conjunto.

Y en segundo lugar, porque reducir las desigualdades con medidas “predistributivas” puede ser económicamente ineficiente, pero es políticamente mucho más factible que hacerlo mediante medidas redistributivas. No sé muy bien cuáles son las razones de fondo por las cuales esto es así, pero parece evidente, por ejemplo, que algunas formas de predistribuir (limitar salarios de los ejecutivos, fijar precios, regular mercados) es mucho más popular que extraer impuestos y aumentar el gasto público, es decir, que redistribuir. Si no todas las formas de reducir las desigualdades son políticamente viables, igual tendremos que estar dispuestos a pagar el precio de hacerlo de una manera relativamente ineficiente.

Lo que Pepe está explicando de forma accesible es que no vivimos en el mundo idílico del segundo teorema del bienestar. El segundo teorema del bienestar explica que, bajo ciertas condiciones, la equidad y la eficiencia son problemas separados. ¿Por qué? La intuición que hay detrás del teorema es que se pueden usar instrumentos distintos. Por un lado, el Estado utiliza unos instrumentos para mejorar la eficiencia de los mercados (regulación, impuestos pigouvianos, etc) y por otro, cambia la distribución a priori de los recursos con otros. En otras palabras: es mejor dejar al mercado, a través de mecanismos de intercambio voluntario, que asigne recursos y al Estado que redistribuya renta si las situaciones de partida son malas.

So far so good, pero el problema es que estas circunstancias se dan con muy poca frecuencia en la vida real. Esto es así por varias razones. La primera es que cualquier mecanismo de redistribución tiene un efecto sobre la eficiencia (no hay «impuestos de suma fija» que no afecten a los incentivos). Otra, es que en la práctica no es posible, como plantea Pepe, llegar a asignaciones eficientes, así que solo se pueden lograr asignaciones ineficientes. El tercero y relativamente importante, es el que también apunta Pepe de que un esquema tiene que ser sostenible políticamente. En la práctica, esto significa que la idea de que distribución y eficiencia se pueden separar merece unas cuantas atenuaciones. Es decir, como no vivimos en el mundo de los óptimos de primer orden (first best) uno tiene que conformarse con los óptimos de segundo orden (second best). Dani Rodrik tiene la idea de que los economistas nos dividimos alrededor de este eje. Todo esto es algo con lo que, en general y a falta de planteamientos más concretos, es difícil estar en desacuerdo. Existen sin embargo varias notas de prudencia que creo que son importantes.

La primera tiene que ver con la idea de que como de todas formas todo tiene consecuencias redistributivas y sobre la eficiencia, esto abre mucho más la mano de las cosas que deberían ser aceptables. Esta es una idea que se ha criticado de forma bastante seria; pero mi argumento básico es que el papel de los economistas no consiste en decir lo que hay que hacer, sino en señalar a) Cuál es el coste de tomar un camino concreto y b) Si existe un camino alternativo que plantee un menor coste. En otras palabras, que en la práctica el mundo esté lleno de fallos de mercado no significa a) ni que cualquier intervención dirigida a mejorar la equidad vaya a hacerse sin un coste de eficiencia ni b) Que entre dos medidas dirigidas a la consecución de un objetivo de equidad dado, no exista una menos gravosa. En otras palabras, estamos un poco al principio de la historia.

El segundo punto es el que me resulta personalmente más inquietante.  Es razonable plantear que una medida, para ser factible, debe reunir suficiente apoyo. Sin embargo, eso no debe ocultar dos aspectos. El primero es que legitimar una medida ineficiente de redistribuir no debe ocultar que es esa medida es precisamente ineficiente. Pienso que es la responsabilidad de la gente que nos dedicamos a las ciencias sociales subrayar ese aspecto, por una cuestión de honestidad intelectual y responsabilidad social, para intentar influir sobre la opinión pública. Entiendo que desde el punto de vista de alguien que esté formulando el programa de su partido esta posición pueda ser inviable , pero la de un opinador o de un «intelectual» debe ser la de denunciar ese doble discurso y no legitimarlo. El segundo problema, en mi opinión, es que estos problemas de inviabilidad política no están exógenamente determinados. Como explicaba en el último post -o como el propio Pepe explica en su artículo sobre dualidad-, el hecho de implantar regulaciones que creen rentistas hace que esos rentistas pasen a apoyar esa regulación. En otras palabras, la implantación de una política crea su propio apoyo. A la inversa, tiene sentido pensar que superar escollos políticos que hagan inviable una política ex ante puede hacerla sostenible ex post porque la gente tiene un sesgo pro statu quo considerable.

Me gustaría terminar con una reflexión más general. Abba Lerner dijo en cierta ocasión -cito de memoria- algo así como «una transacción económica es un problema político resuelto. La economía se ha convertido en la reina de las ciencias sociales eligiendo como su reino el de los problemas políticos resueltos«. Esto puede leerse como una crítica al hecho de que los economistas hagamos abstracción de los problemas de viabilidad política de las ideas que sugerimos. Sin embargo, el peligro de incorporar variables políticas en el análisis es que, cuando uno lo endogeiniza todo, casi por definición, lo único posible es lo que ya existe y la capacidad para prescribir o iluminar problemas-la utilidad social- de las ciencias sociales se ve reducida casi a cero.


9 comentarios

  1. Penny dice:

    Resaltaría que el segundo teorema del bienestar supone que las empresas son precio aceptantes. Vamos, que hay competencia perfecta en los mercados de productos. Y ya Adam Smith nos advertía:

    People of the same trade seldom meet together, even for merriment and diversion, but the conversation ends in a conspiracy against the public, or in some contrivance to raise prices

    • cives dice:

      Eso, y que los mercados son completos y doscientasmil cosas más que no se cumplen.

      Pero la para interesante es la «insight» de la separabilidad: en principio, si hay una forma de hacer la tarta más grande, puedes compensar a los perdedores (Kaldor-Hicks) y separar la distribución de la eficiencia.

      • Joshua dice:

        … Y de eso hemos vivido hasta ahora: de Kaldor-Hicks y de la frase de Kennedy sobre que cuando la marea sube, todos los barcos salen a flote. Pero estamos en un momento marea baja, y la marea alta ni está ni se la espera.
        Yo no comparto tu temor (ni el que se desprende de la frase de Lerner) sobre reabrir los «conflictos resueltos» por las transacciones de mercado. Claro que eso supone aumentar el número de variables endógenas, pero no hasta el infinito.
        A mi esa frase de Lerner siempre me pareció un poco cínica, ya que da por sentado de que todas las transacciones que se realizan ya han resuelto el problema de forma correcta, y eso es lo que acertadamente critica Pepe en su artículo. Esa actitud de los economistas transpira en muchos de los defensores del statu quo, y cuando entran en un problema de asignación nuevo van y dicen: «esto el mercado lo arreglaba en dos patadas» . Lo que no dicen es que ese mercado que va a entrar a arreglarlo es el mismo mercado subóptimo que había «resuelto» el problema anterior.
        Me encanta el candor con el que ves a los economistas como almas puras que defienden la verdad de la eficiencia frente a los intereses del statu quo. A mí la frase de Lerner me recuerda a aquella otra frase de cierto dictador que nos es muy cercano: «haga como yo, no se meta en política»

  2. ¿Desde cuando el Capitalismo no ha sido rentista?
    Por otra parte, yo no me olvidaría de que garantizar la equidad también aumenta la eficiencia ya que dando igualdad de oportunidades se forman mejores profesionales al no acceder sólo los que pueden costearse esos estudios, se puede aumentar la oferta con la consiguiente caída de precios como esta pasando con los profesionales médicos etc…

    • Epicureo dice:

      Evidente, cuando abandonas dogmas como la perfección de los mercados y la omnipotencia de los incentivos. Las sociedades más igualitarias no son precisamente ineficientes.

  3. Epicureo dice:

    Releyendo este post, me doy cuenta de una cosa: los economistas suelen usar las palabras «eficiente» y «óptimo» como si fueran conceptos absolutos e inequívocos, y no es así.

    La palabra «óptimo» no tiene sentido si no se define previamente qué magnitud es la que se optimiza. Tampoco lo tiene la palabra «eficiencia» si no se definen previamente qué input y qué output se consideran.

    Sin duda, en la vida hay más de una magnitud que se podría optimizar, y más de un input y un output a considerar. ¿Qué optimizamos? ¿El PIB per cápita? ¿El ingreso mediano? ¿El índice de desarrollo humano?

  4. Manu Oquendo dice:

    Hola a todos, hola, Cives.

    Me he quedado con copias de ambos artículos tras leerlos por encima y no voy a comentar sobre el detalle de ambos en este momento.
    Doy por sentado que el análisis y las conclusiones son lógicos en el contexto.

    Me parece que este es uno de los temas más importantes que tenemos entre manos y deberíamos dedicarle tiempo.

    Simplemente quiero ahora apuntar un hecho.

    Si yo perteneciese a la casta que monopoliza el poder mantendría unas reglas de juego o de funcionamiento institucional que me hiciesen imprescindible en ese papel precisamente a través de la redistribución y la seguridad.

    No es sólo el viejo refrán sobre “el que reparte”. La redistribución es, estructuralmente, una necesidad crítica del poder para garantizar su posición. Por consiguiente esta función aumenta sus dimensiones sin cesar.

    Los esquemas que analizan mercados y procesos redistributivos desde la perspectiva de eficiencias parciales (economías de escala o índices de Gini o lo que sea) parecen olvidar una gran parte de sus costes: los del estado «redistribuidor» que se convierte en la Externalidad suprema).

    El hecho es que esta forma de estado en menos de cincuenta años ha pasado de costar menos del 10% por ciento a más del 50% del PIB y sigue creciendo porque no puede parar de hacerlo convirtiendo necesariamente al resto en disminuidos, abúlicos e impotentes. Crowding-out total.

    Lo que me ha parecido interesante de los artículos de José Fdz-Albertos es que se plantea reglas limitadoras de mercados porque son precisamente los mercados –aliados a esta forma de estado sin restricciones y la prevalencia en determinadas actividades de economías de escala «Über Alles»– los que necesariamente generan buena parte de las desigualdades y del DECLIVE.

    Estamos viendo ahora mismo la inmensa desfachatez de una casta de incompetentes que se han cargado cien bancos y cajas y salen ahora a la palestra diciendo que “Quedarán Nueve”.

    ¿Alguien puede imaginar el grado de dominio oligopólico que esto supone?

    ¿Pero de qué mercado hablan los que hablan todavía de mercado? ¿Están de coña?

    Estamos ante uno de los dos o tres asuntos críticos y deberíamos dedicarles tiempo.

    Saludos

    • Epicureo dice:

      Es una manera de decirlo. Otra manera es que para mantenerse en el poder, uno tiene que contar con la aquiescencia de los gobernados, y una buena forma de hacerlo es mejorar sus condiciones de vida. Para lo cual hay que redistribuir mucho, porque el capitalismo es eficaz para crear riqueza, pero muy ineficaz para distribuirla.

      Los enemigos de la redistribución, naturalmente, buscáis trucos retóricos para convencer a la gente de que vivir mejor en realidad es malo para ellos. El truco de que «si sufrís iréis al paraiso» ya se ha agotado. Ahora recurrís al truco de que recibir cosas con poco esfuerzo por tu parte te hace «disminuido, abúlico e impotente». Supongo entonces que tú te calentarás e iluminarás en un fuego hecho frotando dos palos y cazarás tu comida con arcos y flechas, ya que depender de la compañía eléctrica y el supermercado te hace «disminuído, abúlico e impotente».

      En cuanto al coste, me temo que tus números están mal. El gasto público nunca ha bajado del 20 % ni ha subido del 50 % en los últimos 50 años. Además no todo el gasto es redistributivo. El gasto social ha pasado del 10 % del PIB al 25 % solamente (http://www.unizar.es/centros/eues/html/archivos/temporales/26_AIS/AIS_26_02.pdf).

      Y si lo piensas bien, el coste de la redistribución, en realidad, es igual al gasto social del Estado MENOS lo que costarían esos servicios, todos ellos necesarios para el funcionamiento de la sociedad y la economía, si dependieran únicamente de la caridad privada y el esfuerzo individual… y muy probablemente ese coste es negativo.

      En cuanto al problema del oligopolio: bienvenido al capitalismo real. En un mercado libre, todo sector con economías de escala significativas tiende inexorablemente al monopolio o al oligopolio. Las alternativas son: que el Estado implante leyes antimonopolio y cree una competencia ficticia (poco eficaz), o que acepte la realidad del monopolio y lo explote directamente o mediante concesión regulada.

      Pero claro, a tí no te gusta el Estado, y si no te gusta el Mercado tampoco… ¿Qué propones entonces? ¿Vivir como Robinson Crusoe?

      • Manu Oquendo dice:

        Creo, apreciado Epicúreo, que te dejas impresionar por la retórica cuando recurres al uso del término «capitalismo» cuando, quizás, lo que realmente quieres decir son reglas de producción que otorgan prioridad a las economías de escala independientemente de su titularidad pública y privada.

        Hoy no vivimos en un sistema de libre mercado y tampoco en un sistema capitalista privado.

        Los académicos espabilados ya lo reconocen y, por no llamar la atención, describen al sistema como «state capitalism!».

        Es el caso de H. James (Princeton) y también lo fue en el recientemente fallecido Eric Hobsbawm que no se si murió con carné del Partido Comunista o si, antes de morir, se arrepintió para poder ir al cielo..

        En lo referente al tamaño del estado creo que si miras la primera década del siglo XX verás que andaba por entre el 8 y el 10%. A finales de los años 50 ya estaba en los niveles actuales (Europa casi el ya superado 50% y USA y Japón al filo del 40 y poco. Es decir, cincuenta años.

        Fue precisamente por eso que Keynes dijo aquello de que su Teoría General funcionaba pero que no sabía si lo haría en un modelo de estado cuyo coste fuese del orden del 25%. De hecho sus recetas dejaron de funcionar por ese motivo tal como explicó el PM Callagham en el Congreso laborista del 77.

        Last, –but not least–, no se de dónde sacas que no me gusta el estado. Me encanta, creo que es un gran invento, pero en otro nivel más equilibrado y con menos rent seekers y menos free riders colgados de sus tetas. Mira el IBEX 35, quita Zara-Inditex y dime una compañía que no viva de alguna forma de servicio público. ¿Te parece normal?

        El problema es de equilibrio. Algo que también decía Keynes. Equilibrio y atención a la mesura.

        Un saludo

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