La política hace extraños compañeros de cama. Mientras leía el artículo de Roger hablando de los problemas gemelos de la insolvencia pública y privada me he dado cuenta de que gente con posiciones políticas opuestas defienden argumentos con una estructura muy similar para abordar el problema de la gestión en el ámbito público y privado.
Las sociedades anónimas funcionan según el principio simple de que los propietarios (accionistas) tienen ciertos derechos de control y soportan el riesgo marginal. De esta forma, existen incentivos razonables para controlar a los directivos. Si la empresa se arruina, es expulsada del mercado, los accionistas pierden hasta la chaqueta y eventualmente algo parecido ocurrirá con los acreedores. Todo queda entre gente que asume riesgos de forma más o menos consciente y todo el mundo tiene los incentivos correctos.
Existe mucha gente, normalmente de inclinación «liberal», que sugiere que los bancos deberían funcionar según esta dinámica. Sin embargo hay varias razones por las que un banco no funciona así. Para empezar, la mayor parte del dinero que mueve un banco no es de sus accionistas, sino de sus depositantes: gente de a pie con un nivel de sofisticación financiera muy limitado que no está en condiciones de vigilar a los dirigentes. Además, el sistema financiero funciona de forma que es dado a que existan equilibrios múltiples -debido a la interconexión- de modo que si un banco se va a la ruina afectará a la liquidez del mercado y a todos los demás bancos. Simplificando bastante, estos dos motivos y alguno más hacen que, en la práctica, el riesgo de que un banco quiebre y la gente no recupere su dinero es muy pequeño porque el Estado acudirá al rescate: tanto por razones políticas (no dejar a la gente sin dinero) como por razones de eficiencia (prevenir un pánico bancario que se extienda).
Los dirigentes bancos, en la práctica, son capaces de asumir riesgos que no soportarán ellos mismos, sino que soportarán otros, en última instancia, el Estado y, como cada vez que hay un problema de riesgo que no se puede solucionar con una sanción ex post, la única forma razonable de gestionarlo es con regulación ex ante. Por eso tenemos regulación bancaria: para evitar que los bancos se endeuden en exceso o asuman riesgos estúpidos. ¿Como funciona la regulación bancaria? Pues típicamente -al menos para los bancos grandes- con unos señores con traje (no siempre negro) y protuberantes entradas (sin gafas de sol, sorry) que van a los bancos a ver como se gestiona el riesgo y evaluar los modelos internos de gestión del riesgo de los bancos. Es decir, que los supuestos que están empleando no son fantasiosos, que no se mueven por oportunismo y que la gestión es razonable. Es natural pensar que poner esto en práctica es complicado y que tiene sus límites, pero el principio es la forma más razonable de hacerlo. En contra de lo que se pueda pensar, el sector financiero es casi con total seguridad el más regulado de todos y nadie en su sano juicio sugeriría que esto es un abandono de la economía de mercado.
So far so good, todo el mundo parece estar de acuerdo en esto. Ahora bien, da la sensación de que todo cambia cuando empezamos a hablar de los Estados. En principio, todos pensamos que la democracia funciona suficientemente bien para que los intereses de los votantes y los de los que toman las decisiones estén alineados y las decisiones sean eficientes. O al menos relativamente eficientes. Sin embargo hay muchas analogías entre como funciona la «democracia de los stakeholders» de un banco y como lo hace la de un país. Para empezar, los votantes tienen problemas de información muy similares. Evaluar la sostenibilidad de la senda fiscal de un Estado es algo complicado y que requiere hacer supuestos sobre el crecimiento futuro, la elasticidad de la renta imponible, etc. Asimismo, la fragmentación política hace que los Estados tiendan a sobreendeudarse. La forma más simple de ver esto es pensar en dos partidos que necesitan llegar a un acuerdo sobre le presupuesto y ambos están de acuerdo en que la senda fiscal es insostenible, pero no en qué partida hay que recortar, de forma que hay incentivos para posponer la estabilización indefinidamente con la esperanza de que el otro dé su brazo a torcer. En general, está más o menos bien establecido que los gobiernos tienen un sesgo deficitario. Finalmente, tenemos un problema muy similar de externalidades: los Estados son siempre demasiado grandes para caer; que un Estado quiebre supone que el sistema financiero en su conjunto se irá al garete (en la medida en que la deuda pública están en todos sitios) y sobre todo, en el contexto de la Eurozona, arrastrará con él a otros muchos países.
Todos los aspectos del párrafo anterior sugieren que, en el mundo real dónde los votantes están racionalmente desinformados, las instituciones representativas son vulnerables al bloqueo y a problemas de common pool y los Estados no tienen en cuenta el efecto de sus decisiones sobre otros Estados, un Estado, solo controlado por sus votantes, tendrá problemas de gobernabilidad financiera muy parecidos a los que tiene un banco.
Las analogías no se paran aquí. Cuando yo pienso en un modelo de regulación del deficit público, se trata de crear un cuerpo, similar al de los supervisores bancarios y con un nivel análogo de independencia, que fiscalice las cuentas públicas. En principio, cada organismo público debería tener un modelo que valide sus perspectivas financieras a medio plazo y el papel de un regulador no es necesariamente intrusivo: se trata solo se verificar si ese escenario se apoya o no se apoya en supuestos verosímiles como para que la senda fiscal sea sostenible.
Sin embargo, cuando se propone establecer algo parecido a un mecanismo que limite estos problemas, ya sea a través de una regla de política fiscal o atándonos al mástil de las instituciones internacionales, la misma gente que defiende la regulación bancaria agresiva suele estar totalmente en contra. Los motivos que se suelen alegar es que esto es una restricción inaceptable a la democracia, bien porque los votantes deberían ser suficientemente hábiles para controlar a los políticos, bien por una cuestión de principio. Este tipo de argumentos son sorprendentemente análogos a los que defiende al otro lado del espectro político los «free bankers» para hablar de la intervención del gobierno en el sector financiero. Como decía, son extraños compañeros de cama.
La pregunta tal vez es si podemos tener unión monetaria sin gobierno economico conjunto, y si es aceptable tener un gobierno económico que si bien podría ser elegido de un modo democrático (vía consejo europeo o parlamento) no parece lo suficientemente legitimado (es fácil de criticar).
Pero ese salto, exije (creo) que pasemos de una unión confederal (donde pintan los gobiernos de los países) a una unión federal donde elijamos gobierno de la UE y el parlamento mande más de lo que manda.
Claro que los partidos de gobierno nacionales verían reducido su poder (el PP o el PSOE serían irrelevantes a nivel europeo, los alemanes SPD o CDU presindibles si fuera preciso) y los partidos pequeños desaparecerían en la irrelenvancia local.
UPyD o IU si optan por una unión europea federal se condenan a ser Unió Mallorquina o UPN en el parlamento español.
Creo que es indiferente por lo que opten UPyD o IU, porque obviamente de ellos no depende si se hace o no la unión federal.
Y por cierto, UPyD podría acabar integrándose en algún partido europeo (ahora no lo hace porque el de los Liberal Demócratas incluye a los nacionalistas vascos y catalanes) e IU ya forma parte de uno.
No veo de qué forma se vuelven irrelevantes, incluso aunque sumen pocos diputados a los grupos a que se incorporaran, siguen siendo diputados. Igual que, yo que sé, en el Congreso español los parlamentarios vascos del PP suman poco a su grupo, pero no desaparecen.
Solo quería decir que ningún partido político creo que tenga incentivo en la solución de una unión federal. No era contra ellos especificamente.
Me parece un debate interesante, pero como me parece que se sale del tema del post lo dejo para otro día (que Cives se nos enfada con esas cosas).
Un Estado no es una compañia mercantil.
Una sociedad no es un mercado (ni un conjunto de mercados interrelacionados).
Una persona (ciudadano) no es un accionista.
Partiendo de ahí, lo demás sobra.
La restricción presupuestaria es igual de real para un estado o una sociedad (¿qué es una sociedad?) que para una compañía mercantil.
La arimética tiene esas cosas.
La restricción presupuestaria funciona igual solo en un cierto sentido.
El presupuesto de una empresa mercantil no condiciona más que en un sentido restringido (y voluntario, y provisional) la vida de sus accionistas.
Suele considerarse despectivamente la comparación de la economía de un país con una economía doméstica (hecha por ejemplo por un político en campaña hablando a electores que presume muy ignorantes).
Me pregunto por qué esta comparación es, supuestamente, más realista.
Hola Aloe;
Los dos son organizaciones. Hay al menos dos párrafos del post que se ocupan de establecer paralelismos entre los dos tipos de organizaciones para justificar la comparación. Si vas a hacer una crítica, te rogaría que te centraras en eso.
Ah, bien.
Entonces los hombres de negro del Estado controlan a los bancos, y los hombres de negro de … ¿los bancos? controlan… ¿al Estado?
¿O si no, quienes?
¿La caballería normanda? ¿El papado? ¿El sacro-romano emperador?
Ah, los de otros Estados, que no tienen los mismos problemas. Ampliamos el tablero de juego y los incentivos se vuelven adecuados y la información suficiente. Porque sí.
Creo que sería usted un pésimo analista.
Cuando escribe «(…) la mayor parte del dinero que mueve un banco no es de sus accionistas, sino de sus depositantes» ¿no cree que debería explicar lo que es la creación de crédito -dinero, en definitiva- por apalancamiento bancario más reserva fraccionaria, y que ésto está permitido por las autoridades (públicas) reguladoras?
Porque quizá así podríamos explicar más cosas.
El post ya es bastante largo y el tema no es relevante.
«protuberantes entradas» es una contradictio in terminis.
No tengo a nadie en mente.
Ya hombre, pero invaginantes entradas suena fatal
😀
Prominentes es la palabra que buscais 😉
¿Aprovechamos la próxima reforma de la Constitución para incluir la regulación macroprudencial ?
Para hacer demagogia, este razonamiento de «a más grande menos cachondeo» me recuerda a Bankia. De fondo, el problema de siempre. ¿Quién supervisa al supervisor? ¿Ya se nos ha olvidado la Comisión Santer?
Eso sí, admito que si introducimos la variable de la castuza hispánica, casi mejor disipar nuestra voz patria entre un montón de voces algo menos interesadas.
O eso o declaramos la guerra a Alemania y nos rendimos de inmediato. ¡Lo que íbamos a ahorrar en dietas y reuniones!
¿Y quienes habrán de ser los reguladores del presupuesto?
¿Quizá economistas?
¿De qué escuela?
¿Quién los elegirá?
¿Serán removibles de su cargo?
Entre los bancos y el estado existe una diferencia bastante notable: El banco es un negociete de unos cuantos accionistas y el estado es el instrumento de la soberanía popular.
Es el sistema que usamos para hacer cumplir las leyes (jueces) o la normativa contable (tribunal de cuentas).
El tribunal de cuentas no se exactamente como funciona. Respecto a los jueces, aquellos que pueden llegar a tumbar una ley son elegidos para su puesto por el parlamento, y cada cierto tiempo se van del cargo.
Yo creo que fue una mala idea sacar al banco central del rango de fuego de los ciudadanos y me parece que querer sacar el presupuesto de la discusión política (al menos en su parte de déficit), equivale a convertir el parlamento en un lugar dónde se debate si aborto si o aborto no.
A mí me indigna el déficit democrático de la medicina. ¿Por qué el ciudadano no puede participar en el diagnóstico? ¿Quién elige a los médicos? ¿Cuándo se decidió sacarles del rango de fuego de los ciudadanos?
La actividad de un inspector o un actuario de un banco central tiene una complejidad técnica brutal. Si quieres convertir el Banco de España en un segundo ministerio de economía, apaga y vámonos. Precisamente es así como ha fallado todo.
De ahí que se esté avanzando justamente en el sentido contrario, alejándolo lo máximo posible de los representantes de la soberanía popular… para acercárselo a los representantes de un híbrido de soberanías populares e intereses comitológicos variados.
Lástima que Cives no se haya mojado con lo de la «autoridad independiente». Espero que no haya caído en la fantasía de que se puede crear un poder judicial-económico, con monjes-inspectores que no teman echar su carrera por la borda, y directores generales que no sean nombrados a terna por el poder político.
¿Hay un grupo de médicos que pueden vetar decisiones del parlamento?
Y eso, que fíjese, la medicina si es una ciencia.
La falacia tecnocrática. Otra vez. Jope.
Lo de la falacia tecnocrática ha hecho que me sonría. ¿Para cuándo la falacia democrática? Don’t blame me, I voted for Kodos.
Y para los que lloran por la soberanía, sólo espero que sean coherentes y pidan que el TEDH deje de cagarse en nuestros altos tribunales. Que los poderes españoles dejen de estar atados por esos molestos derechos humanos. ¡Todo sea por la soberanía y sus representantes!
Por cierto, tiremos de clásicos: La soberanía es ilimitada y no está sometida a ninguna norma. ¿No? Luego los representantes de la soberanía popular podrían cambiar cualquier norma, ¿no? Luego si los diputados/senadores fueran representantes de la soberanía popular podrían cambiar la Constitución. ¿No?
Poder constituyente, poder constituido (y poder constituyente-constituido). El verdadero representante de la soberanía sería el poder constituyente, pero el poder constituyente es efímero y sólo puede representar la soberanía de un lapso cortísimo de tiempo. Por su parte, aunque el poder constituido se refresca a menudo, está sometido a importantes límites, con lo que no puede hablarse de soberanía.
En definitiva, que eso de llorar por la soberanía sólo se sostiene si nos ponemos románticos. El concepto soberanía ha desaparecido, lo hemos fragmentado y aglomerado demasiadas veces como para rasgarnos las vestiduras ante el control presupuestario.
PD: Lo que pasa es que queremos fiesta.
In-a-Gadda: Los médicos hacen medicina, pero ni siquiera son buenos organizando sanidad, hospitales, presupuestos y recursos humanos. O si son buenos, no lo son en cuanto médicos.
Por regla general, el sistema sanitario de un país donde este marche más o menos bien no está (o no solo) en sus manos, gremialmente hablando.
Por regla general también, cuando el estilo de prestar servicios médicos depende solo de su cultura gremial, los pacientes reciben un trato condescendiente, no son informados debidamente, no pueden tomar decisiones autónomas sobre su salud y no se les respeta suficientemente. Las cagadas médicas son tapadas y encubiertas, y la adjudicación de recursos es oscura y poco racional.
Y eso, aunque sean buenos médicos, lo cual no tiene que ver.
Y sí, ya sé que usted estaba haciendo una comparación y no hablando en realidad de la medicina. Yo también.
En tres palabras: cajas de ahorros.
Pero para ese control no teniamos ya un cuerpo de interventores?, a que se dedican estos funcionarios? a rellenar crucigramas?.
Esto es como reinventar la rueda cada cuatro días y creerse un tipo genial. No hacen falta más invenciones, sólo hacer funcionar lo que tenemos, es decir, necesitamos menos genialidad y más voluntad. Toma ya jeje
Los interventores no evalúan la sostenibilidad fiscal de presupuesto; evalúan que el presupuesto se ejecute correctamente.
Estoy totalmente a favor de incluir una regla de política fiscal en las leyes (no en la Constitución, por favor). El problema es que no sabemos cuál puede ser esa regla.
No es una decisión técnica, porque no hay nada parecido a un consenso entre los economistas. Incluso si sólo consultamos a gente del máximo prestigio, de Premio Nobel para arriba, unos nos dirán que la economía del Estado es como la de una familia y ningún déficit es aceptable y otros que el déficit no debe tener límites porque es la única manera de salir de la crisis. Hasta el FMI ha pasado de decir que el multiplicador fiscal es 0,5 a decir que puede ser hasta 1,7.
Es que los que le critican tienen razón, la democracia no consiste en eso. Lo que usted propone es poner a unos sabios, podemos decir a los mejores, para que hagan de gobierno en la sombra, o en todo caso para que limiten al gobierno. Esto se llama aristocracia. Sus problemas son los de siempre: Quienes son los mejores? Coinciden los intereses de los mejores con los de la mayoría?
Y luego nos encontramos con que la economía no es una ciencia exacta, como puede ser la física. Que corriente seguirán estos asesores? Quien les escogerá?
Es curioso ver como vuelven los viejos debates de la Grecia clásica. Será que la historia sí tiene algo de circular.