Las encuestas de los últimos días están siendo muy, muy favorables para Obama. El Presidente va líder en todas las encuestas nacionales, y lo hace con una ventaja mayor que antes de las convenciones. En los estados marginales (los «battleground states» donde se deciden las elecciones) sus cifras son aún mejores; Ohio, probablemente el estado más importante en estos comicios, parece estar casi fuera del alcance de Mitt Romney en los últimos sondeos. Sin Ohio, el camino de Mitt hasta la Casa Blanca pasa de difícil a casi imposible; Obama empezó el año como un modesto favorito para ganar las elecciones, pero parece que la reelección está cada vez más cerca.

¿Qué está sucediendo? Bueno, parece que ese horrendo, espantoso video que salió a la luz la semana pasada (el «47%») ha hecho muchísimo más daño de lo que todo el mundo esperaba. Mi primera reacción sería que la grabación no iba a mover demasiado las encuestas;  aquellos que ya eran de la opinión que Romney era un cínico elitista verían esa idea reforzada, y sus simpatizantes se encogerían de hombros y le darían la razón por defecto. La mayoría de indecisos, suponía, no le prestarían demasiada atención. Una semana más tarde y tras un bombardeo continuo de análisis, debate y comentario en todos los medios, cientos de chistes a costa de Romney en todos los programas de humor y ver el video esencialmente en todas partes catorce millones de veces, el efecto ha sido este:

El gráfico es de la encuesta diaria de Gallup, un sondeo que este año parece tener un sesgo pro-republicano de un par de puntos (es decir, su estimación es siempre ligeramente más favorable a Romney que la media). En el gráfico vemos el empate técnico pre-convenciones, el tremendo salto de Obama tras la convención demócrata, un retorno a la media de «empate técnico» (esencialmente Obama +2,5 en el resto de sondeos) y… el video. El tracker de Gallup se basa en entrevistas realizadas los últimos siete días; la pifia de Romney salió a la luz hace una semana. No son gran amigo de sacar grandes conclusiones de una única encuesta, pero no se me ocurre otro motivo por el que el bueno de Mitt esté estrellándose en todos los sondeos esta semana.

No sé si la gente de la campaña de Obama son genios del mal o tienen una potra inmensa, pero lo cierto es que la obsesión por Bain Capital y los impuestos de Romney resultó ser una apuesta acertada. Los demócratas se pasaron todo el mes de julio atizando al candidato republicano sobre sus años como supervillano de Wall Street y reclamando que mostrara sus impuestos al mundo. Los ataques no eran excesivamente sustantivos, pero consiguieron poner de los nervios al GOP y colocar la idea que Mitt era un ricachón insensible en la agenda. Las declaraciones en el malvado video secreto por si solas hubieran hecho daño, pero el trabajo previo para preparar el terreno han amplificado su efecto enormemente: lo que era una sospecha («Romney parece ocultar algo») ahora tiene su confirmación. Ahora se lo están comiendo vivo.

La campaña de Mitt Romney parece haberse dado cuenta que están metidos en un problema grave, y llevan varios días haciendo todo lo que se les ocurre para tapar la vía de agua. A finales de la semana pasada intentaron promocionar un video de Obama de hace catorce años en que hablaba de redistribución de forma totalmente inofensiva, pero la cosa se quedó sin ganas casi de inmediato. Romney, tras aparecer en una entrevista en Univisión con aspecto de Oompa Loompa (no es broma), se ha pasado el fin de semana diciendo que va a gobernar para el 100% y que se refería a hacer que la gente no dependa del gobierno, no que odiara a los pobres. Su último anuncio televisivo tiene un tono completamente distinto a todo lo visto en la campaña hasta ahora, aunque sigue pareciendo un robot cuando dice que los pobres le importan mucho. Y en un signo de desesperación casi total y absoluta, hoy en una entrevista Romney ha defendido con orgullo el mayor logro de sus años como gobernador: el sistema de sanidad universal en Massachusetts. No sé si recordaréis la de galletas que le cayeron desde la derecha la última vez que insinuó algo parecido, pero el tipo necesita demostrar que se preocupa por los problemas de los seres humanos tan desesperadamente que ya está de vuelta de todo.

La blogosfera conservadora, mientras tanto, ha decidido que todas esas encuestas diciendo que Obama está ganando está completamente equivocadas, y que todo es parte de la vasta conspiración de los malvados medios liberales que viven para ayudar a Obama. Tienen incluso una página donde republican encuestas eliminando sesgos cuya contemplación basta para dar a cualquiera que sepa algo de demoscopia un ataque de histeria.

¿La verdad? Aunque creo que la posición de Obama ha mejorado en las últimas 2-3 semanas, creo que es aún un poco prematuro decir que Romney tiene la campaña perdida o que el video de marras será su sentencia de muerte.  Aunque todos los sondeos tienen sus sesgos (Nate Silver, como de costumbre, tiene un análisis excelente sobre el tema – nótese como Rasmussen es ridículamente republicana, por cierto) y que es bastante probable que el salto casi unánime en dirección a Obama señala que los votantes se han movido en esa dirección, es perfectamente posible que el «47%» tenga un efecto temporal y desaparezca con el tiempo. El problema para Romney, sin embargo, es que el tiempo se le está acabando, y cada semana perdida en errores no forzados es una semana en que no está ganando terreno a Obama – especialmente ahora, cuando la campaña empieza a andar justita de dinero. Es infinitamente más difícil recortar tres puntos en las encuestas a un mes de las elecciones que a seis meses de estas, y Mitt ahora mismo creo que firmaría estar a esa distancia de aquí dos semanas viendo la tendencia estos días.

A Romney le quedan dos opciones. La primera, un desastre completamente imprevisto que haga saltar la campaña por los aires; una quiebra griega que desate un pánico financiero, unos datos de paro increíblemente malos, un ataque fallido de Israel a Irán o algo de este estilo. Confiar en un Deus Ex Machina no es exactamente un «plan» de victoria electoral, pero nunca se sabe. La segunda, una actuación realmente excepcional en los debates acompañada de algún error catastrófico del presidente. El problema es que la evidencia empírica señala (en contra de lo que creía, por cierto) que los debates nunca mueven las encuestas demasiado, así que salvo que viéramos un momento Rick Perry no parece ser un buen plan.

La más triste y cruel de las ironías, por cierto, es que a estas alturas lo que diga y proponga Romney es bastante irrelevante. El tipo ha cambiado tantas veces de opinión sobre tantos temas durante toda la campaña que nadie va a tomarse lo que dice en serio. Sobre sanidad sólo esta semana ha dicho una cosa y su contraria cuatro veces. Así no hay quien convenza a nadie.

Bola extra: Mitt Romney intenta enfervorizar a las masas en un mitin – y fracasa estrepitosamente. Cielos.