historia

Pensar el nacionalismo I. Qué es una nación

24 Sep, 2012 - - @jorgesmiguel

Con la controversia en torno al «pacto fiscal» de lleno en la agenda y el debate soberanista prometiendo convertirse de nuevo en uno de los temas recurrentes del curso político, recupero un proyecto que tenía pendiente hace tiempo: escribir una serie de posts sobre el nacionalismo desde el punto de vista de la historia de las ideologías y la teoría política. Mi objetivo es revisar la bibliografía clásica sobre el nacionalismo y, a partir de ella, proporcionar al lector las herramientas para pensar el fenómeno nacionalista y desbrozar un tanto los discursos tejidos en torno a él. No pretendo en estos posts comentar pormenores de actualidad ni analizar políticas concretas. Algún día quizás ordene mis pensamientos sobre el asunto, venza la infinita pereza que me produce la idea y escriba una valoración personal sobre la cuestión nacionalista en España; pero este no será el lugar, y me gustaría que, de producirse un debate en los comentarios, se ajustase lo más posible a los temas y el espíritu de las entradas.

Nación y nacionalismo forman parte de ese conjunto de conceptos que, a pesar de su constante manoseo, o quizás precisamente por él, parecen borrosos y huidizos cuando tratamos de definirlos. Todos sabemos de qué hablamos cuando pronunciamos esas palabras; y, a la vez, sería difícil alcanzar unas definiciones exhaustivas con las que todos los lectores estuvieran cómodos. Para añadir confusión, el significado de nación y sus derivados ha variado históricamente, de modo que es fácil incurrir en anacronismos.

En origen, la natio se refería a una comunidad unida por una ascendencia común de carácter por lo general mítico; es decir, con vínculos tanto genéticos como, diríamos hoy, étnicos o culturales. Durante la Edad Media, el término recibe usos diversos: una adscripción más o menos vaga de carácter geográfico o lingüístico-cultural -por ejemplo, de los estudiantes en las universidades, como la natio Hispanorum-, e incluso religioso. Es a partir de la fase de formación del Estado moderno cuando el término empieza a adquirir un significado distintivo como categoría política. Si Hobbes se refiere aún a una common-wealth, una comunidad de interés de carácter contractual, Sieyès y la Declaración de derechos del hombre proclaman ya a finales del siglo siguiente la soberanía de la nación como sociedad política de ciudadanos libres e iguales.

El concepto de soberanía nacional es el eslabón que une en la modernidad la nación como entidad cultural o étnica de contornos difusos, una realidad que se entiende como prepolítica o natural, con la nación como proyecto político; un paso conceptual que hoy entendemos como evidente pero que no lo ha sido en términos históricos. Stuart Mill lo expresa de esta manera en Representative Government (1861): «it is in general a necessary condition of free institutions that the boundaries of governments should coincide in the main with those of nationalities».

Es Ernest Renan en su ensayo Qu’est-ce qu’une nation? (1882) quien proporciona el primer retrato clásico de la nación moderna:

Una nación es, pues, una gran solidaridad, constituida por el sentimiento de los sacrificios que se ha hecho y de aquellos que todavía se está dispuesto a hacer. Supone un pasado; sin embargo, se resume en el presente por un hecho tangible: el consentimiento, el deseo claramente expresado de continuar la vida común. La existencia de una nación es (perdonadme esta metáfora) un plebiscito cotidiano, como la existencia del individuo es una afirmación perpetua de vida.

En el texto de Renan están ya casi todos los elementos que volverán a aparecer una y otra vez durante esta serie: el «rostro jánico» del nacionalismo (Anthony D. Smith) como ideología que mira al pasado para proyectarse hacia el futuro; el carácter «espiritual», anímico, imaginario; el nacionalismo étnico (el «culto de los ancestros») y el cívico («una voluntad común en el presente»); la metáfora orgánica de la nación.

Por avanzar alguna definición operativa más, podríamos caracterizar la nación en los términos del citado Smith como una «población humana dada que comparte un territorio histórico, mitos y recuerdos comunes, una cultura pública de masas, una economía unificada y derechos y deberes comunes para todos sus miembros», y que además, como señala Dominique Schnapper, se articula en torno al concepto de «soberanía». Otra definición que ha hecho particular fortuna es la de Benedict Anderson: «una comunidad política imaginada, e imaginada como inherentemente limitada y soberana». Una comunidad «imaginada» en el sentido de que sus miembros se sienten unidos por vínculos que no son directos y reales como en una comunidad original -una tribu o una polis, por ejemplo- sino indirectos y ficticios. Por supuesto, en parte debido a este carácter «imaginario», y porque los elementos que definen una nación son en buena medida endógenos (volveremos sobre esto) es imposible determinar si una sociedad o población constituye una nación de manera objetiva, motivo por el que los argumentos circulares y las discusiones bizantinas sobre casos concretos se repiten, como bien sabemos.

En la próxima entrada de la serie repasaremos las teorías sobre el origen del nacionalismo.


22 comentarios

  1. dpcereza dice:

    Buen post. Sólo me chirría el comentario sobre el trabajo de B. Anderson cuando contrapones «real» y «ficticio». Una comunidad «imaginada» es algo «real», sólo que no basado en conocimiento cara a cara entre sus miembros, sino mediada por una infraestructura comunicacional que sostiene la pertenencia imaginada: escuelas, mapas, relatos, prensa…
    Creo que la dicotomía buena, que usas, es la de directo/indirecto, pero que la real/ficticio oscurece entender las cosas.

    • Jorge San Miguel dice:

      Es «ficticio» en el sentido de que se trata de una «ficción»: yo no tengo relación personal con la mayoría de mis compatriotas, pero pienso y actúo como si así fuera. Pero una ficción no es algo falso -y por eso, a falta de un término mejor, pongo «real» en cursiva. De hecho, la vida política se cimenta sobre ficciones compartidas: el Derecho, las instituciones, el mercado, etc.

  2. José Jarauta dice:

    La nación y su aplicación contemporánea, la nación-estado, es una creación reciente. En tiempos de Imperio Romano no existía, en tiempos del carolingio tampoco, y en tiempos del imperio austro húngaro es lo que termina con él.

    El futuro está abierto.

  3. titus dice:

    Que los vinculos de una nación sean «imaginados», tal y como sostiene Benedict Anderson, no quiere decir que sean «imaginarios» o ficticios. Quiere decir que el partícipe de esa nación debe sobre todo hacerse una imagen mental de su pertenencia a la comunidad. Su experiencia de la nación es siempre mediata o, como bien dices, indirecta.

    Por el contrario, una familia sería el prototipo de comunidad no imaginada (llamemosla «real»), donde los miembros siempre están visibles y son convocables.

    Una tribu, en cambio, no es un buen ejemplo de comunidad no imaginada. Pues sus integrantes son tanto los vivos como los muertos (los ancestros de la tribu, que juegan un papel central en los relatos del grupo) y por tanto también se forman una imagen mental mediatizada (por la autoridad de los relatos y sus interpretes, los brujos).

    • Jorge San Miguel dice:

      Yo creo que sí son «ficticios» en el sentido que le doy más arriba a ficción. Buena puntualización en cualquier caso. De hecho, el tema de los ancestros está apuntado de pasada en el post y volverá en la entrega siguiente de la serie.

  4. sexpolitic dice:

    Creo que la solución no está tanto en lo conceptual como en la construcción social de lo real/realidad.a la cual nos remite el concepto.Con ello me remito al campo teórico-fenomenológico sobre la construcción social de la realidad.(Husserl,Berger y Luckmann,…) y entiendo como «comunidad política imaginada» a aquella que se funda sobre un imaginario identitario (pues sin el concepto de identidad no podríamos entender nunca la existencia de ningún tipo de comunidad) con sus mitos de origen,su historia y símbolos compartidos; comunidad en lo espiritual y sentimental antes que en lo racional, y desde este punto de vista real y ficción son inseparables como las dos caras de una misma moneda.

    Igualmente tampoco creo muy acertada la dicotomía que establece entre directo-indirecto para explicar la diferencia entre comunidades «originales» y las que entiendo se refiere como sociedades complejas. La cuestión de la identidad es esencial para unas y otras y tanto en unas como en otras, como desgraciadamente la historia nos enseña, se ha recurrido a caracteres raciales (genéticos) y no sólo culturales o de otro tipo.
    Otra cuestión esencial es la territorial, pues sin territorio puede haber nación cultural (o nacionalidad) pero no política, pues la nación, a partir de la creación de los estados modernos, se basa en la existencia de una comunidad cultural o étnica que asentándose sobre un territorio delimitado aspira a la formación de un estado propio.o se da a si misma unas instituciones estatales independientes.
    Continuaré

  5. Eduardo dice:

    Yo hubiera empezado por aquí, L.H. Morgan, Ancient society:

    It may be here premised that all forms of government are reducible to two general plans, using the word plan in its scientific sense. In their bases the two are fundamentally distinct. The first, in the order of time, is founded upon persons, and upon relations purely personal, and may be distinguished as a society (societas). The gens is the unit of this organization; giving as the successive stages of integration, in the archaic period, the gens, the phratry, the tribe, and the confederacy of tribes, which constituted a people or nation (populus). At a later period a coalescence of tribes in the same area into a nation took the place of a confederacy of tribes occupying independent areas. Such, through prolonged ages, after the gens appeared, was the substantially universal organization of ancient society; and it remained among the Greeks and Romans after civilization supervened. The second is founded upon territory and upon property, and may be distinguished as a state (civitas). The township or ward, circumscribed by metes and bounds, with the property it contains, is the basis or unit of the latter, and political society is the result. Political society is organized upon territorial areas, and deals with property as well as with persons through territorial relations. The successive stages of integration are the township or ward, which is the unit of organization; the county or province, which is an aggregation of townships or wards; and the national domain or territory, which is an aggregation of counties or provinces; the people of each of which are organized into a body politic. It taxed the Greeks and Romans to the extent of their capacities, after they had gained civilization, to invent the deme or township and the city ward; and thus inaugurate the second great plan of government, which remains among civilized nations to the present hour. In ancient society this territorial plan was unknown. When it came in it fixed the boundary line between ancient and modern society as the distinction will be recognized in these pages.

  6. Eduardo dice:

    «…pues la nación, a partir de la creación de los estados modernos, se basa en la existencia de una comunidad cultural o étnica que asentándose sobre un territorio delimitado aspira a la formación de un estado propio.o se da a si misma unas instituciones estatales independientes.»

    A mi esto me parece un absurdo político paralelo tanto como pueda serlo la partenogénesis en biología. Se pide el principio de que la nación ya está constituída, aunque como «nación cultural», pero esto es precisamente lo que está por demostrar.

    Las naciones no pueden darse «a sí mismas» la independencia. Si Cataluña se independiza no es porque se haya dado a «sí misma» tal cosa, sino porque se la ha arrebatado al conjunto de España, sea a través de vias «democrática» o de otro estilo, y normalmente con la colaboración necesaria de otras potencias internacionales interesadas en que esto suceda.

    • Hejo dice:

      «Las naciones no pueden darse “a sí mismas” la independencia».

      En este caso ¿hay algún país en el mundo entero que pudiera, legítimamente, existir?

      • Eduardo dice:

        Si lo que entiende usted por «legítimamente» es que se dan a sí mismos la existencia, pues entonces claro que no.

      • MuGaR dice:

        La legitimidad siempre depende de terceros (y en cualquier caso se alcanza manteniéndose en el tiempo ya que tarde o temprano se acepta «lo que está ahí»). Vamos que la legitimidad no deja de ser un reconocimiento del poder, cuando este demuestra su validez siendo capaz de sostenerse.

        Lo que Eduardo recalca es algo obvio: en un mundo donde todo el territorio está repartido la aparición de un nuevo Estado se produce en detrimento de otro(s) que antes gobernaba(n) esa parte.

        Aún así creo que no se puede entender el tema de los nacionalismos europeos sin tener en cuenta la lucha entre imperios, ya que el fomento de estas «ideologías» se encuadra en el enfrentamiento que los diversos imperios europeos mantuvieron entre sí, siendo una táctica utilizada para debilitar al enemigo (hay mucho que comentar sobre la creación de Estados en base a supuestas naciones, cuestión que supuso desplazamientos masivos de personas así como depuraciones étnicas, lingüísticas y religiosas: véase el caso del imperio otomano que había gobernado durante siglos sobre pueblos muy variados en raza, lengua y religión).

        Vaya, que el nacionalismo no surge por impulso del espíritu del pueblo que reclama un Estado propio para tener existencia plena.

  7. Hejo dice:

    Excelente post.

    Dada la gran cantidad de ejemplos, es probable que jamás tengamos una definición completamente satisfactoria de nación. Pero ésto no debe impedirnos estudiar la parte más interesante, que es las consecuencias de los nacionalismos.

    Toda comunidad, en cuanto sobrepasa unos pocos miles de individuos, siempre es «imaginada» dado que los individuos no se conocen todos entre sí, y sin embargo «se reconocen entre sí» como pertenecientes y partícipes en algo común. El concepto de Anderson me sorprendió, pero el autor lo argumenta muy bien y además le permite explicar por qué los estados tienen la necesidad de crear naciones, y cómo lo hacen, promoviendo lenguas, mitos, iconos, celebraciones…con el fin de reforzar «la» comunidad imaginada. Lo que demuestra la importancia de la misma a los ojos de los gobernantes.

  8. […] esbozar unas definiciones de nación en la primera entrega de la serie, vamos a entrar en materia echando un vistazo al proceso histórico e ideológico por el que la […]

  9. […] tendencias en el estudio del nacionalismo: la primordialista y la modernista. Primera parte: politikon.es/2012/09/24/pensar-el-nacionalismo-i-que-es-una-nacion/ etiquetas: nacionalismo, origen, causas negativos: 0   usuarios: 1   […]

  10. Eduardo dice:

    Lo que dice Mugar me parece muy pertinente. Por lo mismo, dije en mi primer comentario que sería preciso indagar en los intereses de los agentes políticos internacionales, en el caso de un eventual fraccionamiento de la nación española: «cui bono».

    Es realmente gravísimo que, no ya ideólogos y propagandistas, sino a veces desde la «ciencia política» misma se compre la idea del «espíritu del pueblo» dándose a sí mismo la independencia política. Esto es «creacionismo político», una explicación epistemológicamente tan disparatada como pueda serlo una explicación del origen de un nuevo organismo biológico en términos de vitalismo espiritualista.

    La idea espiritualista sobre el origen de las naciones no es menos ilegítima que la idea espiritualista sobre el origen de las especies.

    • basadonis dice:

      Eduardo,

      ¿Hablas de un posible apoyo del eje franco-alemán o del eje Anglo-americano?

      ¿Puede esto ser cierto? No he visto ninguna información que refleje esta posibilidad.

      • Eduardo dice:

        Yo tampoco he visto ninguna información en los medios, pero no es extraño, porque los llamados «periodistas políticos» casi nunca hacen análisis políticos. No hay más que ver cómo han contado la crisis de la primavera árabe, o lo que pasa ahora en Libia o Siria. Lo cuentan como si todo fuera un problema «ético», «derechos humanos», y tal y cual.

        • MuGaR dice:

          La cuestión se plantea interesante en los siguientes términos: la UE fortalece o debilita la cohesión nacional?

          Por un lado se encuentran los que piensan que la UE es un freno a los secesionistas porque en el hipotético caso de independizarse quedarían fuera de la UE por el veto Español.

          En el otro lado se encuentran los que, con los Estados Unidos de Europa en mente, ven poco relevante que se pertenezca a un Estado u otro ya que lo esencial es ser parte de la UE. Y en este punto no es disparatado pensar que Alemania se va a encontrar más cómoda negociando con Estados pequeños. Y recordemos la postura alemana en la guerra de los balcanes (Para estos y otros temas yo siempre recomiendo una relación más estrecha con Rusia-raro que es uno xD.)

          Parece claro que los secesionistas apuntan en esta segunda dirección («nuestro sitio está en la UE y en el euro») y vistos los precedentes de nuestros socios yo no daría nada por seguro

    • Jorge San Miguel dice:

      Es curioso, porque Ernest Gellner utiliza precisamente el símil creacionismo/evolucionismo para caracterizar el debate entre los enfoques modernistas y primordialistas del nacionalismo:

      http://www2.lse.ac.uk/researchAndExpertise/units/gellner/Warwick2.html

  11. […] una organización basada en un principio más “racional”. Me acordaba también del tema de las comunidades imaginadas  y de como las construcción nacional hace que personas que nunca se han visto se sientan parte de […]

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