Masturbación intelectual

Notas personales sobre el pasado y presente del sarkozismo

5 Jul, 2012 -

Me ha parecido interesante (no diré que me ha gustado porque no es verdad) esta tribuna que he leído en Le Figaro escrita por la secretaria general de «Jóvenes de la UMP», la sección joven de la UMP (el partido de centro derecha/derechas en Francia).

Una parte de la explicación de por qué me ha parecido interesante es porque la «Generación Sarkozy» de la que habla es algo que yo he conocido muy de cerca. Se trata de esa generación de gente que comenzó a politizarse allá por el año 2003, cuando Sarkozy era ministro de interior y llevaba escrito en la cara «Quiero ser presidente». Un grupo de gente de un entorno conservador de clase media o medial alta -hijos de profesionales liberales, cuadros o altos funcionarios- que había nacido en los años centrales de la década de los ochenta. En los años 2006 y 2007 yo vivía en París en una residencia dónde una parte importante de la gente tenía precisamente ese perfil sociológico. Jóvenes, católicos, la mayor parte de ellos inscritos en alguna «Grande Ecole». Se trataba de un entorno pretenciosamente intelectual que a nivel personal a mí me ha marcado mucho. En las sobremesas, la gente discutía sobre filosofía, historia y política a un nivel impresionantemente elevado para el españolito que yo era, acostumbrado a las divisiones binarias de la asociación de izquierdas de la facultad.

En aquél entorno, yo era prácticamente el único rojo irredento (y en aquella época lo era mucho más prototípicamente que ahora, podéis preguntar a Roger que me sufría en los comentarios de su blog) y para conseguir aguantar las sobremesas y las pausas de estudio que a veces se prolongaban mucho más de lo razonable, hablando sobre metafísica amateur o de la importancia de la modernidad, inevitablemente tuve que empezar a leer libros por mi cuenta.

Coincidió también que en aquellos dos años, Sarkozy se perfiló como el candidato de la UMP. Lo que voy a contar no es tanto «Historia», como memoria, es decir, un conjunto de recuerdos derivados de haber vivido algunas cosas más o menos de cerca Es una historia muy interesante, o al menos lo es para mí, por como llegó a dónde llegó y de qué forma.

Desde hace algunas décadas, un fantasma recorre Francia; es el fantasma del «Declive». Hay toda una tendencia, una literatura más o menos popularizada, que se preocupa por las causas del fin de la hegemonía francesa, tanto a nivel cultural como económico, de definir en qué consiste ser una «potencia mediana» (os juro que la primera vez que oí este término me entró la risa floja) y en general por qué «el sueño francés» parece cada vez más deteriorado. Esta preocupación, tanto para los que defienden la idea de la «decadencia» como para los que se oponen a ella, penetra el conjunto de discusiones intelectuales y política en Francia. Recuerdo como descubrí con diversión la analogías entre los lloriqueos de los franceses y los de los españoles que hablaban del desastre del 98.

Diré, permitiéndome una disgresión, que las historias de Francia y España, aunque supongo que el fenómeno es más amplio y es deformación personal, me han parecido siempre muy parecidas: el Segundo imperio es la Restauración; el Frente Popular es el Front Populaire; Pétain es Franco; las leyes de 1905 y los intentos similares de laicización en España, etc…

Pero volviendo al contexto de Sarkozy, una forma de ver la política francesa en los últimos años ha sido precisamente como un intento de respuesta a esa obsesión por el Declive y como salvar el modelo francés de sociedad. ¿Es compatible SU estado de Bienestar con la globalización? ¿qué papel debe tener el Estado? ¿Qué relación deben tener con Europa y con Estados Unidos?

Sarkozy se presentó con un discurso abiertamente rupturista sobre este tema. La tradición Gaullista en Francia es un animal muy extraño. Se trata de una derecha profundamente republicana, pero dónde el bonapartismo («un hombre, un líder, por encima del Estado y los partidos») pervive con fuerza. De Gaulle formó una coalición dónde había gente abiertamente conservadora pero republicana, hasta intelectuales abiertamente liberal-progresistas como Raymond Aron o directamente gente que en cualquier país Europeo sería de izquierdas. Típicamente, la derecha gaullista ha sido muy poco pro-mercado, mucho más parecida a un partido democrata cristiano como el alemán que al partido conservador inglés. Chirac, aparte de haber cambiado doscientas veces de chaqueta política, se hizo elegir sobre el tema de la «fractura social» cuando se presentó como rival de Balladur. El Chiraquismo era precisamente una forma de entender la derecha como preservar la especificidad francesa, una «globalización con rostro humano», ver en la Unión Europea un sitio desde el que catalizar el poder francés, por un lado, y dar oxígeno y margen de maniobra frente a la globalización.

Otra especificidad la tradición Gaullista es su posición en política internacional. De Gaulle ha sido probablemente el líder europeo (occidental) más antiamericano de la posguerra. Aunque siempre entendió cuál era su lado en la guerra fría, jamás habló una palabra de inglés en público (un idioma que hablaba perfectamente). El Gaullismo ha sido también particularmente antisionista, después de que Israel se alineara con los EUA y Francia quisiera mantener una relación fluida con los países árabes. Chirac, por ejemplo, tuvo una escena épica cuando fue de visita a Israel. Algo curioso es que la izquierda francesa ha estado tradicionalmente bastante nutrida de judíos (DSK o el actual ministro de economía, por ejemplo)

El principal rival político de Sarkozy era Dominique de Villepin, el delfín político de Chirac. Aquél tipo que había escrito varios libros sobre Napoleón, se plantó con su pelazo en la asamblea de Naciones Unidas e hizo un discurso petulante y apasionado contra la guerra de Iraq, que en realidad tenía bastante de discurso de defensa del «multilateralismo à la europea» frente al «unilateralismo à la americana» sea lo que sea que signifiquen esos términos. Villepin era por tanto, en el contexto del debate sobre el declive del que hablaba antes, un defensor del «patriotismo económico», del «modelo francés», de cierta amabilidad y cierta tolerancia hacia las minorías étnicas.

Sarkozy articuló su discurso,  como una ruptura con el chiraquismo de Villepin. La idea de Sarkozy era lo que un amigo francés mío llamaba la «derecha desacomplejada». Un discurso que en su retórica pretendía ser rupturista, modernizador, replantearse las vacas sagradas del modelo social francés ante la evidencia de que -esta expresión la adoran los franceses-  «el ascensor social se ha roto» . En su programa prentendía un innovador en política exterior. No recuerdo ahora mismo cuál fue la postura de Sarko sobre la guerra de Iraq, pero en cualquier caso era alguien que apostaba fuerte por la amistad franco americana, lo que en aquél momento significa la amistad con Georges W. Bush. Al mismo tiempo, Sarkozy capitalizó el descontento creciente que había en Francia con el orden público y la inmigración con su pretendida buena gestión en el ministerio de interior. También le gustaba hablar mucho de los valores tradicionales, de «la familia» «la autoridad», etc. En más de un sentido, esto puede leerse como una reacción a cuando solo unos años antes el Frente Nacional había sacado un 20% de los votos.

Discurso por lo tanto firmemente de derechas, pero pretendidamente renovador; rupturista, pero fuertemente nacionalista. En aquél contexto, la gente que se quedaba solo con la música de lo que contaba, podía ver en él exactamente lo que Francia necesitaba: un hombre fuerte, con ganas de cambiar las cosas, moderno, pero con valores, con las ideas claras, firme en sus convicciones, que no se iba a dejar amedrentar por los sindicatos como Juppé en 1995. Y fue así, como, haciendo oposición a la política de su propio partido, con una promesa de renovación y la inestimable ayuda del PS presentando a la inútil estructural de Segolène Royal -aún recuerdo aquél debate presidencial- Sarkozy llegó a ser presidente.

Como nota al margen diré -y lo tengo escrito por ahí- que a mí es un discurso que jamás me mereció la más mínima credibilidad. Si uno miraba las medidas concretas de Sarkozy, sus ideas eran lo mismo de siempre pero con otra decoración: política industrial, haber salvado a Alstom, política de inmigración poco realista, ideas de reforma del mercado de trabajo totalmente naive. En definitivamente, un conjunto de planteamientos de gaullista viejo que solo podían parecer sensatos cuando uno los comparaba con los de Segolène Royal y que en ningún caso podían ser considerados como liberales ni nada parecido. Yo siempre vi en Sarkozy a un oportunista político, un gigantesco y perfectamente engrasado aparato de marketing político sin ninguna substancia, lo que ocurre cuando uno delega las políticas públicas en expertos en comunicación.

El tiempo pasó y en este caso yo tuve razón. Sarkozy escandalizó a su electorado conservador con su vida privada, resultó ser igual de timorato en su ánimo reformista que sus predecesores. No tenía las ideas claras que pretendía y resultó claro rápidamente que ese intento por maridar dentro de la misma coalición a los votantes del Frente Nacional y a los de centro derecha era básicamente un ejercicio de ingenuidad. La política exterior de Francia fue, salvo algunos matices y fotos con Jorge W. Arbusto, la misma que en las presidencias anteriores -Gadaffi, je t’aime, etc.  Recuerdo ahora mismo una charla con un profesor mío que había sido asesor de Sarkozy dónde manifestaba su desencanto con el fracaso su gestión. Mi principal idea sobre Sarkozy, es decir, que todo ese discurso de modernizador de derechas era una farsa y él un oportunista sin ideas, empezaba a verse confirmada y se vio totalmente ratificada cuando Sarko pasó a la historia de Francia como el segundo presidente que no logró ser reelegido, algo que va mucho más allá de la crisis económica.

Lo que me interesa es, no obstante, lo que quedó o ha quedado de aquellos maravillosos años, que es el tema con el que empezaba este largo post. Lo cierto es que hay un grupo de gente, gente que en no demasiados años ocuparán puestos de responsabilidad razonable, que de alguna forma se creyeron ese discurso, lo que esta chica, Camille Bedin, llama «La generación Sarkozy» ( Es una analogía con la «Generación Mitterrand».). Por eso me refiero a que hay todo  un grupo de gente cuyo bautismo político fue el sarkozismo -igual que yo siempre digo que el de mi generación fue la guerra de Iraq y el antiaznarismo. Por eso, leer el artículo de esta chica es algo interesante. Fijaos en lo que me ha llamado la atención.

  1. El artículo está bien escrito y bien argumentado. Es algo que contrasta con fuerza con casi cualquier cacharro que podáis leer de algún político español, no digamos ya si es joven.
  2. La chica se identifica como, claramente, de «Derechas». En España es algo tabú, salvo en intereconomía. La retórica también es de derechas: las alusiones a los valores del trabajo, la familia, la «autoridad»…
  3. Sin embargo, una parte importante del discurso tiene que ver con la igualdad de oportunidad y la meritocracia. Es cierto que nombra los chivos expiatorios habituales de la derechas («hemos rebajado el nivel»; «la familia se ha debilitado», etc), pero hay un cuestionamiento ideológicamente constructivo del modelo social francés. En España, lo más parecido que hemos visto a esto ha venido de ese gigantesco fraude intelectual que es el «liberalismo» de Jiménez Losantos y Esperanza Aguirre.
  4. Hay una referencia implícita al enorme problema de los insiders, mantenidos a salvo por el Estado y los outsiders y la generación sin esperanza. Es un discurso en España, a pesar de tener un problema mucho más importante a este nivel, está prácticamente ausente tanto a la izquierda como a la derecha.

No quiero elogiar el contenido, ni tampoco quiero plantear que me parezca bien. La estética y la retórica del planteamiento me parecen abominables, muchos pasajes excesivamente cursis y la mayoría de las cosas que sugiere estúpidas. Pero algo que contrasta con lo que tenemos, por ejemplo, en España, es que es un discurso moderno, con ideas detrás, que aborda problemas reales.


11 comentarios

  1. Roger Senserrich dice:

    Estupendo artículo, joder. Nos quejamos de la selección de élites española, pero el Gaullismo realmente ha creado dos pufos consecutivos de consideración.

    (Aunque Chirac, con todo su cinismo, era un político cojonudo, eso sí. El video de Israel es genial)

  2. El antiamericanismo de De Gaulle llegó al extremo de basarse en las simpatías pro-americanas de Raymond Aron para vetar la entrada de éste en el CSIC francés…

  3. dpcereza dice:

    Lo del «sin complejos» de las derechas españolas, y su visibilidad según en qué ámbitos sociales, ya lo analizó Javier Muñoz Soro en
    http://revistas.cepc.gob.es/revistas_sf42.aspx?IDR=9&IDN=647&IDA=26835&strApplicationPath=

  4. Raúl S. dice:

    Recuerdo cuando fue elegido cómo todo se inundó de artículos y post en los que Sarkozy aparecía como «el Reagan francés»/el demonio que iba a desatar el neoliberalismo en Francia/el salvador de la libertad económica (que cada uno tache lo que le toque).

    ¿Cómo tuvo tanto éxito esa imágen?

  5. Zhurrer dice:

    «Yo siempre vi en Sarkozy a un oportunista político, un gigantesco y perfectamente engrasado aparato de marketing político sin ninguna substancia, lo que ocurre cuando uno delega las políticas públicas en expertos en comunicación.»

    Me pregunto en qué país no se ve esto hoy en día.

  6. david.a dice:

    Cabe preguntarse, si el tema de los insiders «es un discurso en España, a pesar de tener un problema mucho más importante a este nivel, está prácticamente ausente tanto a la izquierda como a la derecha» por qué ocurre esto, a qué generación pertenecen los políticos en el poder, qué incentivos existen para que no se quiera ni tocar este tema. Y espero que nadie hable de «evitar un conflicto generacional».

  7. Jorge dice:

    De Gaulle llegó a interrumpir la venta de armas -ay, esos Mirage- a Israel en vísperas de la Guerra de los Seis Días. Pero es que, en lo que toca a antisemitismo, los alemanes sólo son unos alumnos aventajados de franceses, españoles y rusos.

  8. Mohorte dice:

    Estupendo artículo.

    Comparto la preocupación por la ausencia de partidos, sindicatos y grupos mediáticos españoles que se preocupen de verdad por el problema de los insiders/outsiders. Supongo que no lo hacen porque a) no son capaces de verlo b) no lo explotan porque los votantes no están ni remotamente preocupados por ello. Partidos como IU o sindicatos como UGT defienden los intereses de los insiders, al fin y al cabo. Nunca se van a preocupar por una generación menor en número (y menos militante a nivel político).

    • Carmen dice:

      Oye, por favor, tu eres de Mohorte? estoy buscando familiares, mi abuela era de allí
      Contestame si no te importa… muchas gracias

  9. Someone dice:

    Muy buen post, se nota que has pasado bastante tiempo en Francia y has conversado lo suficiente como para conocer políticamente el país.

    Por cierto, creo que lo de Generación MItterrand se merece otro post… con lo de At the heart of the Socialist Party, it was a dual-faceted group of peers composed of «Voltaires», graduates destined to govern from the ENA school; and «Nanterres», militant youths from the social movement. Both walked in the president’s footsteps and continue, even today, to fight over his legacy.

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