El sonoro, soberbio petardazo que ha pegado el sistema de cajas de ahorros de nuestro país debería ser una señal bastante clara que los políticos, en general, son unos banqueros espantosos. Eso no ha impedido que un buen puñado de comentaristas de izquierda haya sacado como conclusión principal a esta crisis que la banca privada es el origen de todos los males, la especulación financiera ha destruído el mundo y lo mejor que podemos hacer, si queremos evitar problemas, es crear un sistema de banca pública enorme que nos salve a todos.
Para empezar, no voy a negar que la banca privada (y la espantosa regulación en algunos países) tienen mucho que ver con el origen de la crisis. Wall Street en los años pre-crisis era un casino lleno de cleptómanos jugando con dinero ajeno, y la banca francesa y alemana se pasaron toda la década sin ver un crédito que no se atrevieran a conceder. Ser una entidad financiera privada no ofrece ninguna garantía que no vayas a saltar por los aires. Lo que debemos recordar, sin embargo, es que darle a los políticos el control de los bancos es una idea mucho peor.
Primero, es muy arriesgado darle a alguien que vive para ganar elecciones una máquina de imprimir dinero. Es ridículamente fácil para un político con ganas de hacer amigos utilizar acceso a crédito fácil para o bien construir elefantes blancos a su mayor gloria o para regar de dinero a grupos de interés, amigos, clientes y familiares para ganar popularidad. Si nuestro amado líder depende de los bancos, siempre habrá alguien que acabará por darse cuenta que estás pidiendo dinero para bobadas y te empezará a subir los tipos de interés. Si tienes una caja de ahorros amiga, sin embargo, te estás dando dinero a tí mismo. Es una receta estupenda para acabar con un enorme agujero.
Segundo, controlar una caja de ahorros es realmente complicado para los votantes. La contabilidad de una entidad financiera es algo rematadamente complicado de entender, incluso para reguladores con años de experiencia en la materia. Esperar que los ciudadanos de Valencia o Madrid se den cuenta que ese chiringuito que tanto se anuncia en la tele está metiendo dinero en burradas y dando créditos irrecuperables es francamente indefendible. Sólo vemos el fracaso de una caja de ahorros cuando esta implosiona; creer que por el mero hecho de tener políticos al mando, sea directa o indirectamente, tendremos un sistema financiero más estable es ser muy ingenuo.
Todo esto me lleva al tercer punto, la dificultad de crear instituciones independientes. La única manera que una banca pública no tenga la desagradable costumbre de convertirse en un foco de corrupción y/o una bomba de relojería es aislarla de los políticos tanto como sea posible. Esto no es algo fuera del alcance de un diseño institucional más o menos inspirado (veáse La Caixa, notoriamente despolitizada), pero es rematadamente difícil mantenerlo con vida a veces. Cuando los legisladores aprueban una ley estableciendo que no van a hacer algo («no politizaremos eso») lo único que les separa de hacer exactamente lo que prometieron olvidar son ellos mismos. Un Dios omnipotente no puede crear una piedra que él no pueda levantar; los políticos están a un par de votaciones de cargarse esa independencia que habían prometido. Esta clase de promesas puede ser creíble a veces en materias muy visibles o en temas que los votantes se toman muy en serio, pero en algo tan opaco como las cajas romper la promesa es uan tentación muy, muy fuerte.
Aún así, supongamos que los políticos se portan bien, crean una institución bien regulada, completamente independiente y que nadie se atreve a politizar. ¿Cuál es el resultado? Bueno, tienes un banco público con el que no puedes hacer políticas públicas. Una caja de ahorro bien organizada no seguiría las órdenes de nadie; simplemente se dedicaría a dar créditos sólidos, seguros y solventes y redistribuir beneficios vía obra social. En el lado de crédito, un banco público bien regulado es básicamente idéntico a un banco privado bien regulado; no se meterá en líos. En el lado de la obra social, tienes una entidad autista que no responde ante nadie montando una especie de estado de bienestar paralelo, sin ninguna solución de continuidad. Eso en el mejor de los casos, por supuesto; la caja en cuestión le van temas de prestigio lo que tendrás será un banco extraño construyendo museos a mayor gloria de su propio nombre, y encima sin pagarte impuestos. Si queremos tener una institución que se dedique a construir museos, residencias de ancianos, centros sociales y conservar monumentos históricos, más vale que lo haga el estado directamente.
Para terminar, la banca pública tiene por su propia naturaleza una garantía implícita de todos los contribuyentes. Si un banquero regional valenciano se la pega con su bonita caja pública, habrá rescate, y será con dinero de todos. Este un problema parecido al que hemos visto con no poca banca privada, por supuesto; los bancos deben ser regulados precisamente porque no podemos dejar que quiebren sin causar una cantidad tremenda de daños colaterales. Regulamos a los bancos porque no están apostando con su dinero, sino con la garantía implícita del estado. En el caso de las cajas de ahorros, sin embargo, tienes al político jugando en los dos lados de la mesa. Estás pidiendo al regulador que se vigile a si mismo, prometiendo que no va a utilizar el artilugio que vigila para perpetuarse en el cargo. Puede que con líderes sólidos y gente de talla moral incuestionable el sistema funcione unos años, pero queremos un sistema financiero a prueba de cretinos. Este no lo es.
¿Puede funcionar la banca pública? En ocasiones sí lo hace. El problema es que cuando creas una caja de ahorros lo suficiente independiente, sólida y aburrida como para que funcione bien, lo que te acaba quedando se parece horrores a un banco con tendencia a construir óperas y teatros gafosos. Cuando no lo haces, estás dando gasolina a alguien ligeramente aficionado al fuego, en el mejor de los casos.
Ah, y por cierto, las cooperativas de crédito no son banca pública. Es banca privada con un montón de accionistas, digamos, pero no es de lo que estamos hablando. Esto va de banca propiedad del estado.
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Muy correcto. Pero el problema de las puertas giratorias es que giran en los dos sentidos. A ver, voy a extractar algunas cosas de la experiencia. El primer día como representante político en la Asamblea General de una caja, te dice el que hace de banquero (lleva una enorme B de banquero en la americana): vosotros no deberíais meteros en cuestiones técnicas (como gestionamos el banco) sino en la obra social. Seis años después, uno se tira de los pelos por haber apoyado todas aquellas emisiones de deuda por asentimiento, con el argumento de que «esto es muy complejo para vosotros».
Por si eso fuera poco, uno ve como esa misma persona se quita la B de banquero y se pone una enorme P de político, sin solución de continuidad. Diréis: eso pasa por tener instituciones en las que conviven: el roce hace el cariño; lo mejor es que cada uno viva por separado. Pero lo cierto es que sabes perfectamente que todo el tiempo ha estado metiendose en política, solo que ahora ha salido del armario (o mejor, se ha cambiado de armario). Y también sabes que esto es así con las cajas y con los bancos, porque el problema está más arriba: incompatibilidades.
De suerte que cuando estás en un descanso de las asambleas, no tienes la sensación de que hay un conjunto de banqueros y políticos, sino las fuerzas vivas locales con americanas intercambiables. La obra social puede ser beneficencia o puede ser «obras de sociedad», puede ser una forma de revertir los beneficios a la sociedad o bien una forma de repartir dividendos en especie. Todo depende de una serie de personajes que siempre están ahí y que siempre han estado. El diseño institucional debe ser muy inteligente para puentear todo eso. Nadie ha podido salvar a las cajas de los propios cajeros.
¿Por qué los políticos son malos banqueros?
Porque están a sueldo de otros banqueros. Las cajas se han hundido a mayor gloria del BBVA y el Santander.
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Lo siento, pero lo único que veo en este artículo es el sesgo del autor hacia lo privado. Tras un exhaustivo razonamiento en el que todos podemos ver cómo la banca pública y la privada «bien gestionadas» han de ofrecer resultados similares, se aboga por la opción privada («regulada») básicamente porque sí. Podemos darle la vuelta al problema como un calcetín: una regulación realmente efectiva contra los males demostrados de la banca privada la transformaría en algo asombrosamente similar a una buena banca pública… y un muy mal negocio que nadie querría emprender. Resultado: hemos puesto en marcha el ventilador del techo a toda potencia y hemos lanzado cubos de excrementos hacia arriba. Banca pública no porque los políticos tienen sed de poder. Banca privada no porque los banqueros son codiciosos. Lo que nos lleva exactamente… ¿Dónde?
A igualdad de maldades, yo abogo por la pública. Con un buen diseño institucional, regulación simple y estricta, potente control de incompatibilidades, funcionarios en vez de políticos, comisiones de control en el Parlamento, obra social bajo control independiente. Si lo público está prohibido por la religión de alguien, me sirven entidades sin ánimo de lucro o cooperativas de crédito. Son solo ideas, pero a mí no me quita nadie la idea de que dedicando los dividendos a la sociedad en vez de a pagar amarres de yates el resultado tiene que ser –siquiera marginalmente– mejor.
¿A caso el sistema de cajas tienía algo que ver con la banca pública que se estan proponiendo? Que yo sepa las entidades que estaban metidas en las cajas también incluían cámaras de comercio, iglesia, sindicatos etc etc… Y quien las controlaba era gente que se hacían pasar por profesionales en el tema y no por políticos. Vamos, que las cajas nacieron como fundaciones privadas sin ánimo de lucro para fomentar la actividad económica local y sr han ido a la mierda entre otras cosas porque nuestro modelo económico de ladrillo que financiaban ha explotado.
¿Que eran un nido de intereses de diferentes colectivos buscando dinero gratis y subvenciones? Por supuesto.
Yo trabajo en una entidad con origenes muy similares creada por empresarios del textil, presuntamente si ánimo de lucro y para servir a la sociedad. Y por lo que me cuentan todo los días es al igual que eran las cajas un chiringuito donde se enriquecen los mismos de siempre, se estafa al estado, los políticos se enmarronan y se favorecen empresas privadas con dinero público. Vamos, un hospital Catalan de gestión privadae esos de los que tanto les gusta enorgullecerse a CIU y PSC. Si le hubiesen dejado invertir en ladrillo también habría quebrado XD.
De hecho durante la era keynesiana (desde la SGM hasta principios de los 80) el Estado fue un estupendo banquero. Los bancos y cajas publicos funcionarion muy bien mientras hacian lo que debe hacer un banco de depositos. Cuando desaparecio la diferencia entre los bancos de depositos y los de inversion, desregulandose las operaciones financieras, automaticamente todo el sistema financiero se convirtio en un mal banquero.
Hay que recordar una y mil veces que ha sido la banca privada y la iniciativa financiera privada las que han causado esta brutal crisis y que la crisis fiscal publica se debe a que se está cargado sobre el erario publico – previa y despiadadamente erosionado y en progreso – toda esa basura privada.
Una parte de la historia con las cajas es precisamente lo que comentas sobre lo del regulador y el gestor de la caja.
En España, las cajas eran territorio político de las autonomías. Eran una forma de dar puestines a la gente, de hacer «obra social» y en general una fuente de recursos políticos. Que el regulador quisiera meterle mano a una caja era problemático, precisamente, porque se suponía que eran territorio autonómico.
Veo que mucha gente no acaba de entender el argumento central. Si creas un banco público despolitizado de veras, el resultado es algo que no se comporta como una entidad pública, ya que no tiene ningún control democrático. La única diferencia es que se dedicará a hacer «obra social» sin accountability que valga, a menudo para mayor gloria de sí mismos.
El estado hace obra social mejor que nadie (por algo tenemos estado de bienestar, y no seguro médico de empresa, en casi todo el mundo), así que ¿para qué externalizar parte de él en una caja autista?
Si el problema de las cajas es, entre otras cosas, que los controles democráticos y su calidad brillaban por su ausencia. XD
Roger, muy clarito
Efectivamente, la banca pública-política es una idea espantosa
Y la privada es un animal útil, pero peligroso. Salvo que desarrolles una regulación adecuada y sistemas de control rigurosos. Y no siempre es el caso (Ya se ocupan los lobbies y los revolving doors). Ya hemos visto esta gran recesión
Al fin y al cabo, casi todas las acciones de los individuos responden a los incentivos. Los tienen los banqueros, los políticos y el resto de los humanos
El reto es diseñar instituciones que dificulten los desmanes. La democracia -en su versión actual, al menos- es un sistema con grandes limitaciones
Habrá que pensar en reformas y como llevarlas a cabo antes de que el edificio se desmorone
Suerte
«y la banca francesa y alemana se pasaron toda la década sin ver un crédito que no se atrevieran a conceder» Esto no lo entiendo Roger, ambas bancas, la francesa y la alemana, se hincharon a inflar de créditos a los países del sur en el mercado interbancario. Pero no sé si te referías a esto.
Por otro lado, creo que es interesantes comentar que el origen de Bankia fue la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid. Los Montes de Piedad, eran algo muy alejado de un banco, de hecho «otorgaban préstamos prendarios sin interés para satisfacer necesidades más elementales. Inicialmente, tanto las cantidades prestadas como los gastos de administración se nutren de limosnas y donativos que los monjes lograban de algunas personas pudientes».
Solo cuando se cambió su regulación tratando de que se imitaran a los bancos privados, dejaron de cumplir con esta labor social original (que serían como una versión antigua de Kiva, o crowdfunding) y empezaron a degenerar.
Por último, me llama la atención que apuntes y con razón, el vínculo político en las cajas, y lo apuntes la «crony capitalism» que hay entre los consejos de dirección, consejeros y político-consejeros que hay en muchos bancos privados. Si en el primero caso, los políticos hacen que las cajas vayan mal, en el segundo son los banqueros los que obligan a que se hagan MUY MALAS POLÍTICAS. Como se ha podido ver últimamente.
Dejarle un banco a un político es, en cierto modo, dejarle un bidón de gasolina a un pirómano, ya que financiará proyectos no rentables. Si no le das la oportunidad de que lo controle, se acaba el problema, pero ¿cómo haces para que una gestión privada no hunda su banco? A ver si me explico. Los gestores pueden estar incentivados a arriesgar demasiado ya que, si el banco quiebra, el fondo de garantía de depósitos responde. Y al final vuelves a tener el mismo problema. ¿Cómo lo solucionarías entonces?
¿Vía judicial?¿Es muy estrafalario que a un directivo se le pueda procesar por negligencia o incluso estafa?
Quizás ese es un buen incentivo. Haz lo que quieras, pero como hundas los ahorros de esta gente que sepas que tienes que prepararte para un buen pleito.
O quizá estoy diciendo una idiotez.
[…] legisladores los que pueden derribar esos límites. Como repito a menudo, los políticos simplemente son malos banqueros; como más lejos los tengamos de una entidad de crédito, […]