Ciencia recreativa

Turing, Darwin, el humanismo y la ciencia lúgubre

24 Jun, 2012 -

Ayer Alan Turing, uno de los padres (¿el padre?) de la inteligencia artificial y la computación habría cumplido cien años. Tenemos pendiente que Juan Font nos escriba algo sobre el tema, pero releyendo este artículo que enlazaba ayer en twitter de Dan Dennett, he pensado que tal vez yo podría añadir algo desde el punto de vista de la economía -teniendo en cuenta que sé realmente poco de Alan Turing, espero no meter demasiado la gamba.

Existe una tendencia dentro de las críticas a la economía moderna desde lo que podríamos llamar el «humanismo». La idea básica de esta línea de ataque es que las personas, la mente humana, es muy complicada, demasiado complicada, como para que los torpes modelos que los economistas usamos para pensar en ellas puedan tener algún tipo de relevancia. Es cierto que los economistas solemos pensar en la gente como si eligieran de forma simplificadamente racional entre dos o tres cosas y mantuvieran ese tipo de elecciones a lo largo del tiempo y representamos eso con dos o tres artefactos matemáticos (funciones de utilidad, restricciones presupuestarias, etc); que dentro de esos modelos atribuimos una predecibilidad a las reacciones de los agentes que no parece demasiado realista.

Si usted, querido lector, simpatiza con esta línea de críticas, usted está bien acompañado. Y no tiene por qué orientarse hacia la izquierda o la derecha; tiene dónde elegir. Los economistas heterodoxos de izquierdas, como ilustra el título de este libro, dentro de la línea de crítica cultural al «homo oeconomicus», han sugerido (caricaturizo solo un poco) que la economía moderna eliminaría toda la riqueza que caracteriza a los seres humanos transformándolas en máquinas de consumir. Por la derecha, los austriacos (recuerdo ahora este post que enlazaba mi amigo Raúl hace una temporada) con toda su charla praxeológica sobre el subjetivismo del conocimiento y todo esa historia plantean ideas bastante parecidas. Sin embargo, no es estrictamente necesario meterse en las profundidades underground, gente tan honorable como el premio Nobel Amartya Sen han criticado los supuestos de la teoría de la elección que está detrás de la teoría económica, argumentando que es incompatible con una aprehensión razonable de la naturaleza humana.

Por supuesto, los economistas hemos desarrollado una buena batería de refinamientos, interpretaciones y defensas contra esta forma más o menos tosca de entender las cosas y en vista de las cosas que se leen por ahí, a uno le gustaría que esto se enseñara a un nivel más o menos básico. La línea de defensa básica es que el tipo de simplificaciones que los economistas usamos en nuestros modelos son solo eso, simplificaciones, aproximaciones, un intento de acercarnos a lo que realmente está ocurriendo, manteniendo en mente que lo que está pasando es bastante más complejo. En otras palabras, para entender y describir por qué la demanda de coches Renault baja cuando el precio de los Citroën baja, a veces es suficiente con un gráfico en dos dimensiones y es totalmente superfluo meterse en las profundidades de la mente de cientos de consumidores para entender qué significa exactamente para ellos elegir un Renault o un Citroën. Para entender por qué alguien elige una manzana cuando puede elegir un plátano, nos limitamos a decir que esa persona «prefiere» las manzanas a los plátanos sin realmente bucear cuál es el significado fenomenológico de eso. Esta forma de pensar traza una línea relativamente bien definida entre los científicos sociales que pensamos en la gente predominantemente como entidades sin una fenomenología introspectiva interna (economistas ortodoxos, psicólogos conductistas y cognitivistas, etc) y el resto (humanistas, psicoanalistas y John Searle)

Para la mayoría de los economistas medianamente informados, una interpretación de esto es que estamos haciendo un supuesto falso, una aproximación que es útil; las funciones de utilidad no son personas; los agentes representativos que computamos en los modelos no existen. Y la mayoría del tiempo, de hecho, es suficiente con esto. Sin embargo, la idea que describe Dennett sobre Turing y Darwin en su artículo ayuda a darle un poquito más de enjundia ontológica a esto (negritas en el original):

The Pre-Turing world was one in which computers were people, who had to understand mathematics in order to do their jobs. Turing realized that this was just not necessary: you could take the tasks they performed and squeeze out the last tiny smidgens of understanding, leaving nothing but brute, mechanical actions. In order to be a perfect and beautiful computing machine, it is not requisite to know what arithmetic is.

What Darwin and Turing had both discovered, in their different ways, was the existence of competence without comprehension.

La reacción natural del economista que hay en mí es decir que ¡claro!, ese es exactamente el supuesto que está en el fondo de la filosofía de la teoría de la preferencia revelada: no es estrictamente necesario seguir el mismo camino que los seres humanos para aproximar el comportamiento humano; es suficiente con tener un cacharro -una función de utilidad, un conjunto ordenado de preferencias- que sea una buena representación, una buena simulación; no necesitas meterte en lo que ocurre en la cabeza la gente (lo que no significa que no sea útil hacerlo, claro).

Esta es una tesis que Dennett cuenta cada vez que puede, la idea de «an army of idiots». Los seres humanos podemos ser inteligentes y a la vez estar compuestos por una infinidad de partículas que no son, ninguna de ellas, inteligentes, sino que ejecutan de forma mecánica y algorítmica tareas predeterminadas. Un poco más abajo, Dennett explica que:

Why indulge in this «sorta» talk? Because when we analyze — or synthesize — this stack of ever more competent levels, we need to keep track of two facts about each level: what it is and what it does. What it is can be described in terms of the structural organization of the parts from which it is made — so long as we can assume that the parts function as they are supposed to function. What it does is some (cognitive) function that it (sorta) performs — well enough so that at the next level up, we can make the assumption that we have in our inventory a smarter building block that performs just that function — sorta, good enough to use.

This is the key to breaking the back of the mind-bogglingly complex question of how a mind could ever be composed of material mechanisms. What we might call the sorta operator is, in cognitive science, the parallel of Darwin’s gradualism in evolutionary processes. Before there were bacteria there were sorta bacteria, and before there were mammals there were sorta mammals and before there were dogs there were sorta dogs, and so forth. We need Darwin’s gradualism to explain the huge difference between an ape and an apple, and we need Turing’s gradualism to explain the huge difference between a humanoid robot and hand calculator.

Turing, like Darwin, broke down the mystery of intelligence (or Intelligent Design) into what we might call atomic steps of dumb happenstance, which, when accumulated by the millions, added up to a sort of pseudo-intelligence.

Lo que está diciendo Dennett es que no existe nada parecido a un salto entre la cognición «humana» y la que puede tener un autómata -y una función de utilidad es básicamente eso-,  sino que se trata de un continuo de formas de funcionar. No hay una diferencia «esencial» entre ambos, solo una diferencia muy grande. Como dice justo después

There is no principled line above which true comprehension is to be found — even in our own case. The small child sorta understands her own sentence «Daddy is a doctor,» and I sorta understand «E=mc2.» Some philosophers resist this anti-essentialism: either you believe that snow is white or you don’t; either you are conscious or you aren’t; nothing counts as an approximation of any mental phenomenon — it’s all or nothing. And to such thinkers, the powers of minds are insoluble mysteries because they are «perfect,» and perfectly unlike anything to be found in mere material mechanisms.

Y es aquí dónde los «economistas humanistas» que mencionaba al principio del post se encuentran en la bizarra compañía de animistas, psicoanalistas y teólogos del alma que pretenden que la conducta humana es demasiado compleja como para ser estudiada con la parsimonia del método científico y el observador imparcial.

La relación entre la economía y la inteligencia artificial no es, por cierto, casual. Hace unos años salió un libro polémico -porque decía una cantidad considerable de chorradas- de Philip Mirowski que intentaba poner en perspectiva histórica la relación entre el nacimiento de la economía cuantitativa moderna y la computación. Una buena parte de los padres de la economía -Arrow, Von Neumann, etc- estaban metidos en el programa de investigación operativa, ayudando al gobierno durante la segunda guerra mundial. De forma poco sorprendente, investigando para escribir esta reseña me he encontrado con un artículo del Mises Institute que aplaude con las orejas la «crítica» básica del libro según la cuál los economistas hemos transformado a los humanos en autómatas.

Es posible que esto sea cierto. Sin embargo pienso que esta es la consecuencia de mirar la naturaleza humana de una forma científica y desapasionada. Tarde o temprano, las emociones se enfrían, el misterianismo desaparece, el hechizo se rompe y lo único que queda son un conjunto de trocitos de materia chocándose los unos con los otros y procesos mecánicos.


17 comentarios

  1. Xanflins dice:

    Totalmente de acuerdo. Tengo algnos conocidos que les gusta decir que las ciencias sociales no pueden describir la realidad pues 1) aproximan y 2) no se puede medir sin alterar. Respecto al primer punto, yo siempre recuerdo a la gente que en ciencias naturales una de las teorias mas fiables que tenemos es la termodinamica. Esta funciona solo cuando tienenes al menos millones de particulas. Asi que no es necesario considerar el comportamiento individual para enender el comportamiento colectivo (al menos en muchos casos). Respecto al segundo, siempre recuerdo que no se puede medir sin modificar en ningun caso. Asi que no es una cuestion de si se aproxima o no, sino de si la aproximacion seguida es representativa del sistema estudiado o no (o sea, cuanto erorr has cometido).

  2. Fernando dice:

    ¡Buen post! Me ha dejado pensando bastante rato.

    Dado que probablemente voy a decir alguna tontería en este comentario, voy a empezar disculpándome porque no tengo gran idea de economía. Puede ser que te esté malinterpretando de principio a fin y por eso me disculpo de antemano. ¡No te cortes para corregirme!

    Verás, como psicólogo experimental, mi campo de estudio es la irracionalidad humana. También diseño funciones matemáticas de optimalidad, de racionalidad, que las personas (y otros animales) deberían aproximar. Y compruebo experimentalmente que no es así en muchos casos. No diría en absoluto que las personas seamos racionales al tomar decisiones, al menos las que tienen que ver con razonamiento probabilístico, numérico o causal. Las personas nos conformamos con decisiones «funcionales», no óptimas.

    Por eso estaba pensando que hay una pequeña sobresimplificación en tu planteamiento, al dividir a tus colegas en dos clases. También hay economistas que pretenden abordar el objeto de estudio de manera científica, pero a la vez no parten de la premisa (equivocada, a mi parecer) de que los seres humanos somos racionales.
    Es sólo un pequeño matiz que en absoluto invalida tu postura, porque es un asunto tangencial: estos investigadores, como Dan Ariely, también son científicos, y de hecho se dedican a una actividad que creo que deberíais practicar mucho más a menudo los economistas: la experimentación.

    Si no me estoy equivocando, deduzco de tu post que los economistas seguís mayoritariamente aferrados a la idea de la «racionalidad emergente». Según vosotros, las personas, cuando las observamos al nivel agregado, deberían comportarse de forma racional (aproximando el máximo de una función de optimalidad), independientemente de si al nivel individual saben que son racionales o no. Permíteme disentir sobre esta afirmación, al menos en muchos ámbitos de decisión. No sólo es complicado para el científico escoger y ponderar los parámetros de la función de optimalidad en decisiones políticas, por ejemplo (sentimientos nacionalistas, beneficio económico a corto plazo, a largo plazo, etc.), sino que además es muy fácil caer en el error de definir la función de optimalidad «a posteriori» (i.e., «como las personas eligen esto, es porque es óptimo»). También te aviso de que la irracionalidad no es el azar. La irracionalidad tiene sus leyes y sirven para predecir decisiones. Es exactamente lo que yo investigo. A veces creo que los abanderados de la «racionalidad humana» tienen miedo a soltar esa bandera porque piensan que la alternativa es el azar y la anti-ciencia. ¡Nada más lejos!

    En cualquier caso, la asunción de optimalidad/racionalidad en los grupos de personas es una cuestión empírica: necesitamos experimentos. Y te pregunto ahora desde mi ignorancia y sin segundas intenciones: ¿hacéis los nuevos economistas experimentos? Me alegraría oír que vais en esa dirección.

    Un saludo.

  3. Cives dice:

    «mi campo de estudio es la irracionalidad humana»

    Un problema es como definas la irracionalidad. En la versión débil de la teoría de la preferencia revelada, lo «no racional» es un residuo, es la parte no sistemática del comportamiento. Decir que el comportamiento es irracional es como decir que una variable no se comporta de forma lineal. Leete el post que enlazo http://www.google.es/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=1&sqi=2&ved=0CFUQFjAA&url=http%3A%2F%2Fpolitikon.es%2F2012%2F01%2F06%2Fpaul-samuelson-the-foundations-of-economics-and-the-price-of-everything%2F&ei=h7vmT9ndMumX1AWG2tX5CA&usg=AFQjCNHcmXai1v8rg4n3YbrANIdrM55OQA

    No pienses en la racionalidad como un hecho que puede ser cierto o falso; piensa en ello como una estrategia (un axioma) para investigar la realidad; cuando algo aparece como «irracional» es que no hemos aproximado suficientemente bien las limitaciones (cognitivas, informativas, lo que sea) a las que se enfrenta la gente. A la hora de modelizar algo, siempre tienes un tradeoff entre la riqueza y la manejabilidad del modelo.

    «Por eso estaba pensando que hay una pequeña sobresimplificación en tu planteamiento, al dividir a tus colegas en dos clases.»

    Sí, la hay, pero es un post y tiene ya 1500 palabras 🙂

    Tendría que haber mencionado la fuente principal de este post http://www.amazon.com/Economic-Theory-Cognitive-Science-Microexplanation/dp/0262681684/ref=sr_1_1?ie=UTF8&qid=1340529942&sr=8-1&keywords=cognitive+science+economic+theory

    Si te interesa el tema, es uno de los mejores libros que he leído (hay una reseña mía escrita en un inglés horrible abajo).

    Yo soy bastante entusiaste respecto a la economía experimental, pero pienso en ello más para evaluar políticas públicas que para destilar principios teóricos. Y luego, el problema es que por la ventana de la experimentación tienden a colarse cosas de respetabilidad dudosas (pero eso ya es otra historia: http://else.econ.ucl.ac.uk/papers/uploaded/263.pdf )

    • Fernando dice:

      Es una buena respuesta, gracias 🙂

      Por lo que te he dicho hasta ahora, es obvio que yo no considero a la irracionalidad como un residuo aleatorio, sino como el resultado de reglas que no son las contempladas en una función objetiva. En mi campo de estudio es más fácil definir qué es lo racional que en el tuyo, y es una ventaja para mí. A partir de las desviaciones que las personas cometen con respecto al óptimo racional, puedo ir abriendo una «ventanita» para saber cómo han llegado a esas conclusiones e ir refinando la explicación mecanística, algorítmica, de esos resultados. El contexto en el que trabajáis vosotros, a gran escala, es ciertamente más complejo.

      Por cierto: leeré el trabajo que enlazas al final sobre la fiabilidad de la experimentación en economía. Me tienes en ascuas. Gracias 😉

    • Fernando dice:

      Por cierto, y ahora ya por curiosidad:
      Me gustaría saber qué piensan los expertos en el tema (como tal te considero) de gente como Dan Ariely, que al fin y al cabo hacen una mezcla experimental de psicología y economía. ¿Lo miráis con crítica, con ilusión…? Es difícil evaluar estas cosas para alguien que no domina el tema de estudio (o sea, gente como yo).

      • Cives dice:

        No soy un experto 🙂 He dedicado unos pocos de cientos de horas de mi vida a leer sobre esto porque me interesa el tema.

        Tengo un prior tirando a negativo sobre Ariely, derivado de haber leído un par de articulos divulgativos suyos y haber hojeado su libro. Mi impresión es que dispara un poco contra un hombre de paja en sus críticas.

        Sobre la economía behaviourista hay opiniones para todo. A mí me parece interesante ver a la gente con sesgos cognitivo -yo me paso el día buscándolos. Creo que es importante ser consciente de que existen y de que estás simplificando cuando los sacas del modelo.

        Me gusta la idea de evaluar políticas públicas con experimentos (test clínicos, ese tipo de cosas). Me gusta menos la idea de intentar ver si la gente es o no racional a partir de eso, porque creo (y esto es una opinión personal) que los supuestos son algo que dependen mucho del contexto, es decir, del modelo que estés usando. En un determinado modelo, puede tener sentido pintar a la gente con una determinada tasa de descuento o con un determinado sentido de la cooperación; exportar esas conclusiones sobre el altruismo o la paciencia de la gente fuera del modelo me parece arriesgado. Ken Binmore por ejemplo, tiene una cantidad considerable de críticas hacia las conclusiones (externas) que se sacan de como se comporta la gente en el juego del ultimatum. El tipo viene a decir que si uno le da el suficiente tiempo a la gente para repetir el juego y aprender las reglas, se termina convergiendo a una solución «ortodoxa» en el experimento. Échales un vistazo.

        Tengo entendido que en psicología hay problemas parecidos a la hora de trasladar tratamientos y patologías de una cultura a otra.

  4. Manuel Valadez dice:

    Sigo sin estar de acuerdo. El primer problema es que dicen «no es necesario que sea un modelo exacto, basta con que sea una aproximación razonable», y recuerdo al chiste del físico que quiere calcular el volumen de una vaca suponiendo que es esférica. No creo que las ciencias económicas puedan dar siquiera una aproximación «razonable». Pero incluso si fuera así, tenemos el otro gran problema, y es que estamos hablando de la humanidad, que es un sistema dinámico y que se retroalimenta, dando lugar al famoso efecto mariposa y hace que variando un poco ciertos parámetros, podamos llegar a situaciones radicalmente distintas. El ataque del 11-S no tuvo practicamente ningúna consecuencia en términos monetarios, pero tuvo un efecto increible a escala global.

    Por lo tanto, aunque aceptaramos que usan modelos razonables, me parece bastante errada la idea de que dicho modelos van a funcionar para hacer pronósticos a mediano y largo plazo, y es precisamente de los pronosticos a largo plazo que se cuelgan los economistas para planear el rumbo del mundo y fijar las políticas económicas a nivel nacion. Y así como nadie le haría caso a un servicio meteorológico que hiciera pronósticos para dentro de dos años, yo tampoco apoyo la idea de que se tomen decisiones que afectan a todos haciendo pronósticos económicos igual de cuestionables.

    Finalmente, hay una última objeción que es, como no, filosófica: si los economistas quisieran hacer sus pronósticos en la reclusión de su hogar no habría problema. El problema es que muchos economistas abogan y luchan abiertamente por hacer uso del aparato estatal para poder aplicar las medidas que ellos creen correctas. Eso, como lo ha demostrado la última crisis, es una receta para el desastre.

    Saludos.

  5. Epicureo dice:

    Buen artículo, pero no veo que acabe de funcionar como defensa de los modelos racionalistas-utilitaristas simplificados del comportamiento humano.

    Da la impresión de que plantea la falsa disyuntiva de que es, o «este» modelo, o ningún modelo científico. Como cuando los físicos pensaban que la única visión racional posible del mundo era la newtoniana. Y ya ves.

    No sirve decir que los economistas «saben» que su modelo hipersimplificado es una simple aproximación útil aunque sea falsa. Porque resulta que aquí y ahora mismo se están tomando medidas de ingeniería social basadas en ese modelo, sin ninguna confirmación experimental. Una de dos, o bien los economistas que están en posición de decidir o aconsejar no saben eso, o lo han olvidado, o son criminalmente irresponsables.

    Tampoco diría yo que las tesis de Darwin, Turing y Dennett (qué magnífico trío) sean «exactamente» lo que está en el fondo de la filosofía de los economistas. A mí me parece que son exactamente lo opuesto. Lo que vienen a decir estos señores es que una multiplicidad de agentes «tontos», deterministas, organizados según principios simples, pueden formar un sistema que se comporte de manera compleja e inteligente. Un pequeño vistazo al mundo demuestra que es así.

    Los economistas, en cambio, pretenden que una multiplicidad de agentes conscientes e inteligentes (sort of), generalmente impredecibles, relacionados de maneras complejas, acaban dando lugar a un sistema mucho más simple y predecible que cualquiera de ellos. Más o menos lo mismo que Asimov caricaturizó en su «psicohistoria». Y, aunque sí es cierto que podría establecerse una burda analogía con algunos sistemas físicos (como la relación entre la física cuántica y la macroscópica), basta leer un poco la prensa económica para darse cuenta de que ni siquiera los mercados más aproximadamente «perfectos» se comportan según la teoría.

    Yo soy muy cientifista y estoy convencido de que la naturaleza humana se puede y debe estudiar de forma científica. Por desgracia, para ello haría falta que tanto los psicólogos como los economistas renunciaran a sus prejuicios. No somos seres espirituales casualmente pegados a un envoltorio material, ni tampoco ordenadores hechos de carne. No somos pizarras en blanco infinitamente educables; no somos máquinas de evaluar costes y beneficios; el capitalismo de mercado no tiene por qué ser la organización natural de la sociedad humana.

  6. PaulJBis dice:

    Otro que no tiene ni idea de economía aquí… 😛

    Por lo que yo tengo entendido, la crítica hacia los economistas no es tanto que el «alma humana» sea imposible de reducir a modelos matemáticos, sino que los modelos que usan los economistas parten de supuestos falsos. Toda la idea neoclásica de que los seres humanos eligen de forma racional, maximizando su utilidad… eso es lo que está mal, o al menos incompleto. Y por lo que tengo entendido, el campo de la «Behavioral economics» (Daniel Kahneman y otros), que tanto se ha desarrollado los últimos 30 años, pretende precisamente rellenar ese hueco y usar modelos del comportamiento humano más acordes con cómo nos comportamos en el mundo real.

    En otras palabras, la disyuntiva no es entre «economía o irracionalidad», sino entre un modelo del comportamiento humano (el neoclásico) y otro que tenga más en cuenta todo lo que hemos aprendido de psicología desde el siglo XVIII.

    • Cives dice:

      Estamos en lo mismo de antes; una historia de nombres y como todas las guerras de nombres al final se trata de un problema de territorialidad académica. Mi interpretación de lo que es la economía neoclásica (la del libro de Don Ross que enlazo arriba; o la de Ken Binmore) es perfectamente compatible con integrar argumento «behaviouristas».

      Luego ya que eso sea «útil» es otra cosa, y al final, así es como se progresa en esto. Como digo en el post, a veces con pensar que la gente se compra cosas porque le gusta tenerlas vale y no tienes que pensar en sus limitaciones cognitivas y en la simbología social o interna del acto de consumir. A veces meter esos factores tiene más sentido; los modelos de behavioural finance son moneda común, por ejemplo.

      En general. mi percepción -mi lectura de la historia de la economía- es que la comunidad académica en su conjunto (no hablo de personas individuales), sin ser perfecta, es bastante receptiva a repensar radicalmente cosas cuando ayuda a avanzar. No quiero parecer dogmático. Por ejemplo, tenía bastante esperanza puesta en toda esta historia que hace la gente de Santa Fe con sistemas complejos, caos y toda esa historia, pero aún considerándolo interesante y habiendo aportado ideas, todavía no he visto que hayan respondido a ninguna pregunta crucial o destronado nada.

  7. JLPC dice:

    ¿Recurrir a Turing via Daniel Dennet (yo no tengo tanta confianza como para llamarlo «Dan») para justificar mediante la Inteligencia Artificial las hipótesis básicas de la Teoría Económica? Ingenioso, aunque en mi opinión un poco forzado.

    Hay otra vía más directa que comunica la Economía con los comienzos de la Inteligencia Artificial: la persona de Herbert Simon, otro de sus padres, que fue galardonado con el Nobel de Economía en 1978:

    http://www.nobelprize.org/nobel_prizes/economics/laureates/1978/simon-autobio.html

    Pero Simon decía que los agentes son «satisficientes» más bien que «optimizantes», que la utilidad es vectorial, que la racionalidad de los agentes es limitada (http://en.wikipedia.org/wiki/Bounded_rationality)…

    No sé si estas ideas de Simon serán del agrado del sr. Cives 🙂

    • Cives dice:

      Sí, tendría que haber mencionado a Simon, pero como he dicho, el post ya es lo suficientemente largo. Como anécdota histórica, Simon tiene bastante que ver con que Muth formulara la (heroica) hipótesis de las expectativas racionales.

      Lo de «Satisfizing» tenía algo de sentido hace un par de millones de años cuando no teníamos demasiado claro lo que estábamos haciendo con las funciones de utilidad y NO es necesaraimente incompatible con asumir un comportamiento racional (consistente) en el sentido debil de arriba. La racionalidad limitada tiene aplicaciones, pero es solo una técnica de modelización que pinta agentes tan mecánicos, inanimados y petardos como la racionalidad fuerte. (de hecho, los pinta como elementos mucho más mecánicos y menos sofisticados; con los enfoque evolutivos pasa algo parecido)

      Creo que es frecuente citar a Dennett como Dan Dennett (yo al menos lo he visto citado así unas cuantas veces).

  8. Javier dice:

    Creo que el problema no es que los modelos económicos simplifiquen (los modelos físicos también simplifican —modelar es simplificar), sino que su capacidad predictiva es, descontando tres o siete excepciones, bastante discutible (cosa que no pasa en física). Seguro que hay aspectos de la dinámica económica que son semi-mecánicos, pero tengo la impresión de que, una vez superan cierto nivel de complejidad no demasiado alto, la matemática con la que cuentan los economistas (casi toda bastante primitiva) todavía no es suficiente para atraparlos satisfactoriamente.

    • Fernando dice:

      Sospecho que el problema no es la sofisticación matemática, pues los economistas de hecho manejan herramientas matemáticas ciertamente complejas.
      Más bien pienso que el problema tiene que ver con las asunciones, las premisas de las que parte todo el razonamiento. El modelo se construye en función de estas premisas, que guían la elección de las herramientas matemáticas y los puntos de equilibrio esperados.
      Si las premisas son por algún motivo incorrectas, podemos acabar con modelos matemáticos realmente muy, muy sofisticados… e inútiles. Por el contrario, con otras premisas empíricamente validadas (a través de experimentos), un modelo sencillo, sin gran aparato matemático, puede ofrecer un ajuste más razonable. Y a partir de ahí podemos ir refinando, añadiendo complejidad y llevando al modelo a esa zona gris del equilibrio entre parsimonia y ajuste.

  9. Baus dice:

    Lo que se dice de los austríacos no es del todo cierto: se emplea la praxeología y el método apriorístico-deductivo, sí. Y si los axiomas, hipótesis y razonamiento son correctos, entonces la conclusión forzosamente también. De ahí que se pueda levantar la economía sobre esa base.
    Ahora bien, ¿Es incompatible esto con la modelización? Mises, Rothbard o más actualmente, Huerta de Soto, te dirían que no, que el empirismo en economía es cosa de pérfidos socialistas y que la estadística viene de Estado y es perversa y maligna. (Una actitud graciosa a la par que un tanto sectaria)

    Pero no. Se puede modelar la teoría austriaca. De hecho, en el último Congreso de Economía Austriaca, Hendrik Hagedorn presentó un modelo matemático de las teorías de la Escuela,empleando modelado basado en agentes, con programa de ordenador incluido (papers aún no disponibles públicamente). Varios de los asistentes mostraron ciertamente su disconformidad con hacer ésto. Pero la mayoría de los allí presentes acogieron la propuesta con entusiasmo.

    • Cives dice:

      Yo no estoy criticando a la escuela austriaca en su conjunto -no aquí- estoy señalando una crítica que se hace desde esa perspectiva hace a la economía ortodoxa que es la pretensión de incorporar un conocimiento estrictamente subjetivo, misterioso y no sé qué más en modelos matemáticos y lo que elaboro es una respuesta a esa crítica. Entiendo perfectamente que puede haber puntos de vista alternativos, pero uno de los que se supone que les identifica es, en teoría, ese.

  10. […] de Alan Turing, considerado, sirva el tópico, uno de los padres de la informática. Cives ya escribió hace unos días sobre Turing, referenciando un brillante artículo de Dennet. Lo que pretendemos […]

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