Últimamente circula por foros académicos y periodísticos la idea de que la crisis económica está amenazando seriamente la estabilidad de los países democráticos: Esta crisis estaría haciendo que se desmoronaran los sistemas de partidos tradicionales. Ejemplos no faltan. Los partidos que están en el poder pierden las elecciones estrepitosamente, la competición política se realinea, entran partidos antisistema… Si nos paramos a mirar las últimas elecciones en los países directamente intervenidos – o en riesgo de serlo – la casuística es variada pero parece ir en este sentido. En Irlanda, el Fianna Fáil – el partido que ha gobernado históricamente la isla – se hundió del 41% al 17% de los votos, dejando paso a una coalición entre Fine Gael y Laboristas. En Portugal los socialistas se dejaron 8 puntos a favor de los socialdemócratas. En Italia aún no ha habido elecciones – aunque las encestas apuntan a que el PdL de Berlusconi pasa a tercera fuerza -, en Grecia ya hemos visto el pelo que le ha corrido al PASOK – el amplio sorpasso de SYRIZA y, de rebote, la entrada de Amanecer Dorado-, mientras que en España la historia es de sobra conocida. Entonces ¿Hay motivos para preocuparse? ¿De verdad se desmoronan los sistemas de partidos?
Intentando ser un poco sistemático creo que en todos los casos tenemos, al menos, dos rasgos en común. El primero es que los gobiernos de los respectivos países han perdido las elecciones con un grado de mayor o menor contundencia. Probablemente la diferencia en la caída ha venido modulada por el momento de la elección, el sistema electoral, si eran o no gobiernos de coalición, el sistema de partidos… Pero por otro lado el segundo rasgo fundamental es que estas elecciones han tenido una notable volatilidad electoral: Gran cantidad de votos han cambiado de manos, muchísimos más de lo que viene siendo habitual en Europa Occidental. Desde una perspectiva sistémica, que los gobiernos pierdan elecciones no es algo que preocupe demasiado si adoptamos una definición procedimental de democracia a la Przeworski – está claro que los perdedores no están de acuerdo conmigo -. Sin embargo, en lo que se refiere a la volatilidad, el asunto es mucho más espinoso. Que haya transferencias de votos gobierno-oposición es bueno para garantizar la accountability pero si hay demasiada y los partidos son inestables eso puede comprometer la estabilidad del propio sistema democrático.
Las lecturas que se han hecho desde la ciencia política de la volatilidad ha tendido a estudiarla dentro del mismo paquete y solo recientemente se ha empezado a refinar más la idea hablando de dos tipos diferentes. Una es la llamada volatilidad A (o fuera del equilibrio) y se refiere a aquellos flujos de votos que se producen desde partidos estables dentro del sistema hacia partidos nuevos, o bien partidos que entran y salen del Parlamento. La segunda volatilidad, conocida como volatilidad B (o dentro del equilibrio) se refiere a aquella volatilidad que se produce entre partidos estables dentro del sistema. Hay que señalar aquí un par de cosas. Primero, que esta idea de distinguir entre volatilidades permite capturar aquella que potencialmente puede ser más dañina para la estabilidad (la de partidos que vienen y van) y distinguirla de la centrada en la rendición de cuentas. Y segundo, que esta diferenciación tiene un sesgo a favor de los partidos del statu quo, por lo que la clave está en diferenciar a partir de que momento un partido deja de considerarse nuevo (¿Dos/ Tres legislaturas seguidas en el Parlamento como punto de corte?).
Si se toma esta perspectiva en los casos de España, Portugal e Irlanda parece bastante claro que las elecciones recientes se han basado en volatilidad de tipo B. Los votos han ido de los partidos en el gobierno a los de la oposición al margen de flujos muy pequeños a partidos nuevos y alguno que ha salido. En el caso de Portugal ha habido un cambio de votos total entre partidos dentro de equilibrio y en Irlanda ha sido en gran medida igual (a excepción de algunos pocos a la People before Profit Alliance y la salida de los Verdes, en total un 5% de flujo de votos). Si se mira España en las elecciones de 2011 el panorama es relativamente similar pues la volatilidad hacia los partidos que podrían considerarse como nuevos – Amaiur, FAC, GBai y UPyD – fue en torno a un 7%. Por lo tanto, en estos tres casos de lo que hablamos es de un importante ajuste de cuentas a los gobiernos, pero no de una virtual implosión del sistema de partidos. Desde una perspectiva sistémica podríamos estar relativamente tranquilos si uno la compara la volatilidad externa con la total de las elecciones.
El caso griego es el que se sale completamente de esta serie, por más que quiera generalizarse al resto de países. Jugando en contra de mi propio argumento voy a considerar a SYRIZA como un partido de dentro del sistema. Pues bien, incluso así, en las últimas elecciones sumando Amanecer Dorado, DYMAR e Independientes ANEL arrojan en torno a un 24% de volatilidad, lo que apunta que en este caso el sistema de partidos sí que se esta resquebrajando de una manera clara – contando SYRIZA el flujo subiría otro 10% -. Pensad que cuando hablo de volatilidad estoy considerando sólo los flujos de voto, que es exclusivamente el porcentaje de votos que suben o bajan los partidos respecto de las elecciones anteriores, de ahí que no coincida con el resultado brutos de los partidos si estos no son totalmente nuevos.
Volviendo a la cuestión inicial ¿Se desmorona el sistema de partidos estatal en los países intervenidos o en vías de serlo en la “periferia”? Si se deja al margen Grecia y tomando esta diferenciación entre los dos tipos de volatilidad, mi respuesta sería que no. ¿Podría ocurrir que si la situación económica a la griega se generaliza a estos países pase? No tengo respuesta todavía. Pensad que estoy partiendo de la foto fija disponible. En todo caso algún motivo para la tranquilidad si hay en algunos de los países intervenidos. Por ejemplo, en Portugal las encuestas apuntan a un deterioro ordinario del gobierno y una ligera subida de la oposición, sin sorpresas extremistas en el horizonte. Lo normal en democracia, vamos. Pero en cualquier caso… ¿Qué pasará en Italia? ¿Y qué ocurrirá en países en los que la alternativa política son partidos que ya han gestionado a fondo la crisis, como España e Irlanda? Muchas preguntas en el aire pero parece que nuestros sistemas de partidos están resistiendo. De momento.
Efectivamente tenemos una foto fija y no sabemos que traerá el futuro. Pero hagamos un ejercicio de política-ficción para ver posibilidades.
Si la economía vuelve a crecer y se empieza a ver luz, el PP probablemente sería la primera fuerza durante muchos años, el PSOE el segundo partido y el sistema de partidos seguiría como siempre.
Pero supongamos que la prima de riesgo va a peor, nos rescatan en toda regla, y para las próximas elecciones el PIB es significativamente menor que ahora y el paro ha aumentado. Probablemente el electorado castigaría al PP, y a menos que surja un nuevo partido los votos que huyan del PP caerían, algunos en el PSOE, y muchos más en UPyD que sería el gran beneficiado. Lo más probable sería un cambio desde el bipartidismo hacia una especie de tripartidismo. Lo siento por IU, pero al no estar los socialistas en el poder no les podrían robar demasiados votos.
Muy interesante el post, Le estoy dando vueltas también, de entrada tiendo a pensar que no se resquebraja pero sí que va a llevar a un ajuste obligado entre oferta y demanda (por hablar en términos de moda) entre partidos y votantes. Alertan sobre un resquebraje, pero ¿quién lo alerta? los más antiguos, a los que los tiempos empujan a cambiar,
saludos
Gracias Laura. Está claro que el re-ajuste en la oferta política necesita hacerse a través de la volatilidad fuera del equilibrio, tienes toda la razón. Por eso comentaba lo de que esta definición está sesgada pro statu quo. De hecho, en ciencia política sabemos bastante poco sobre por qué surgen nuevos partidos que son exitosos…
Pablo, muchas gracias por este post tan interesante
Claro, que si queremos ver lo particular de los países rescatados/tomatados también necesitamos conocer qué está pasando en el resto
Seguramente, buena parte del aumento reciente de la volatilidad electoral en gran parte del planeta lo expliquen los acusados cambios en las condiciones macroeconómicas. En los países rescatados se han visto mayores caídas del PIB y aumentos de la tasa de paro en el período previo al rescate. Además, la condicionalidad macroeconómica post-rescate es dolorosa y se nota en las urnas
También habrá cierto efecto humillación para el partido en el gobierno cuando se produce el tomatazo. Pero no está claro si esto genera volatilidad tipo A
¿Alguien se anima a hacer un análisis empírico?
Por cierto, para España, parece que la volatilidad tipo A está aumentando recientemente: La última encuesta de sigma 2 detecta un aumentos importantes de UPYD http://www.electometro.es/2012/06/rubalcaba-recorta-a-10-puntos-su-distancia-con-rajoy-el-mundo/
Gracias Penny. La que argumentas es una muy buena explicación para los cambios brutos en volatilidad. Si el paro es el principal predictor del desempeño electoral de un gobierno… Por aquí podrían ir los tiros. Lo que argumentas del rescate quizá aún sea pronto para verlo, ya que importa no solo el ajuste sino el tempo que sigue.
Lo cierto es que un análisis empírico sería lo deseable si tuviera tiempo para poder ponerme con ello. La hipótesis sería que la volatilidad A, en términos relativos, sería más fuerte en aquellos países que han sido rescatados frente a aquellos en los que no ha habido este shock externo.
Pablo, seguramente lo conoces, pero hay un trabajo reciente de Josep Colomer y Pedro Magalhaes en el que muestran el coste para los incumbents de los aumentos del paro y del menor PIB
Firing the Coach: How Governments Are Losing Elections in Europe http://works.bepress.com/cgi/viewcontent.cgi?article=1045&context=josep_colomer
Sí, lo recuerdo. Lo resumieron en este artículo de «El País». ¡Gracias! http://elpais.com/elpais/2012/05/07/opinion/1336389149_800677.html
En todo caso, la pregunta de investigación es diferente porque ellos se centran en la reelección mientras que lo que comentamos en el post es la volatilidad, que es el agregado partidista. Aún así, una genial base desde la que empezar a pensar en ello.
El sistema de partidos se resquebraja si no gana el PP o el PSOE? Qué cosas. En tal caso habremos de llamarlo el sistema bipartidista.
El sistema de partidos se resquebraja en todas partes cuando los partidos tradicionales, TODOS, pierden votos en favor de partidos nuevos. Por ejemplo, en Grecia los votantes fundamentalmente han pasado a dos formaciones de nuevo cuño, Syriza (2004) y Amanecer Dorado (1993). Y no es que no hubiera alternativas, por ejemplo el Partido Comunista Griego, que no forma parte de Syriza (un punto sobre el que el PCE, perdón, quería decir IU, pasa de puntillas… especialmente sobre el hecho de que si se hubieran coaligado muy probablemente habrían ganado las elecciones, pero igual que aquí el partido comunista no forma parte de ninguna alianza que no domine) y varias formaciones de centro-derecha más o menos veteranas.
El tema es que los partidos antiguos, aunque nunca hayan gobernado el país, lleguen a ser percibidos como parte del stablishment por los votantes descontentos, y rechazados como alternativa.
Los partidos establecidos son previsibles, porque tienen «tradiciones», es decir, posturas definidas desde siempre frente a las cuestiones más importantes. Por ejemplo el electorado puede confiar en la tradición anti-OTAN de Izquierda Unida, o en que tanto IU como el PSOE mantendrán sus tradicionales lazos con los sindicatos, o en que CiU colaborará a la gobernabilidad de España sin entrar en el gobierno, o en que el PP mantendrá su tradicional postura hacia el aborto y sus relaciones con la iglesia, etc, etc. De hecho, en la gran mayoría de las cuestiones no es que sean más o menos previsibles, es que son 100% predecibles.
Los partidos nuevos, en cambio, son imprevisibles porque no tienen esa historia. El electorado no puede saber hasta qué punto una nueva formación de izquierdas sería antieuropea o una nueva formación de derechas antinacionalista, por ejemplo. Los votantes tendrían sus palabras y su programa, pero eso es un pobre substituto de los muchos años de experiencia que tenemos con los partidos establecidos. Eso normalmente es una desventaja electoral, pero en tiempos revueltos se convierte gradualmente en una ventaja.
# El comentario de abajo iba para Periodista en Guada.
De acuerdo en rasgos generales con la reflexión, aunque no considero que el cambio dentro dle equilibrio suponga una desestabilización. Que haya un re-ajuste entre oferta y demanda (fuera del equilibrio) es normal, básicamente porque no estamos en sociedades estáticas. lo relevante quizá sea saber la velocidad y la magnitud de los ajustes. Por ejemplo, si en 1982 UCD revienta eso es un ajuste drástico y puede ser peligroso. Los ejemplos de América Latina o Europa del Este en los 90 valen como alerta.
En todo caso, lo que comentas es muy cierto. Permíteme que lo reformule en estos términos. Se supone que los votantes tienen en cuenta dos elementos de los partidos: El voto prospectivo (lo que harán) y el retrospectivo (lo que han hecho). Los partidos nuevos juegan a la expectativa del voto prospectivo, y su viabilidad es tanto más fuerte cuanto más hundida esté la experiencia previa (y erosionada la credibilidad) de la experiencia pasada. Por eso tiene pleno sentido lo que apuntas, lo que es un excelente marco de análisis para la cuestión. Un saludo
Igual no me he explicado bien. La volatilidad dentro del equilibrio se refiere a los partidos que ya estaban dentro del parlamento mientras que la externa es la que cambia a nuevos partidos y aquellos que van y vienen. Por lo tanto, si todos los votos del PSOE se fueran a IU, por ejemplo, seguiría hablando de volatilidad dentro del equilibrio y el sistema de partidos no se estaría resquebrajando.
En Irlanda, las últimas encuestas dan a entender que el sorpassó de partido Laborista al Fianna Fail ha sido breve y está perdiendo terreno a favor del Sinn Feinn, una laternativa «de izquiedas» con un sabor aptp para los tradicionales votantes nacionalistas.
Con respecto a España la persistencia del equlibrio de los últimos treinta años no me tranquiiza en absoluto.
De hecho, que se resquebraje en serio me parece la primera premisa para que alguna cosa empiece a mejorar en el largo plazo, y el primer y mejor síntoma de que los electores han aprendido algo o están dispuestos a exigir cuentas a las élites gobernantes.
Pero eso se debe a que yo creo que hemos llegado donde hemos llegado debido a la baja calidad de las instituciones y a la poca exigencia de los votantes. Y que eso produce, y es realimentado a su vez por el funcionamiento del sistema de partidos, y de estos mismos. Por mi, que se vayan pegando el trastazo, y cuanto antes. Yo no veo ahora un recambio, pero es que el propio sistema impide que surja. Cuando las grietas sean lo bastante grandes es cuando podrá surgir.
Muy buen artículo. Me parecería interesante, más que hablar de una desestabilización o incluso una ruptura del sistema político sólo en los países intervenidos, también ponerlo en relación con la evolución del sistema de partidos en los países acreedores. Sospecho que nos sorprendería ver enormes parecidos entre ambos grupos de Estados. Es más, creo que cuanto más fuertemente acreedores, mayor desestructuración se está produciendo. Así como los intervenidos castigan a sus votantes por la gestión de la economía, lo mismo está pasando en los países acreedores.
Según los datos de la última encuesta del CIS, PP y PSOE apenas reciben el 60% de los votos, cerca de 15 puntos menos que en las elecciones. El sistema está cambiando y me parece que de forma parecida a lo que ha pasado en Grecia: el partido conservador cae pero se mantiene y en la izquierda el partido grande se hunde y otros (Syriza en Grecia, IU por la izquierda y UPyD por la derecha en España) se benefician.