Economía

La isla que honró sus deudas

20 May, 2012 -

El 7 de octubre de 2008, el gobierno islandés comunicó la nacionalización de LandsbankiGlitnir (hoy Íslandsbanki), por aquel entonces segundo y tercer banco del país. Una semana después, el mismo gobierno anunciaba la nacionalización de Kaupthing, la primera entidad islandesa. El sistema financiero islandés se encontraba oficialmente en quiebra. La deuda externa del país ascendía a 50.000 millones de euros. Gran Bretaña y los Países Bajos eran los principales acreedores. Del total de deuda externa, un 80% se encontraba en posesión de los principales bancos del país, sí, esos mismos que habían sido nacionalizados recientemente, por lo que el gobierno islandés, en principio, se encontraba ahora obligado a hacerse cargo de esa deuda.

Con la intención de cumplir sus compromisos, el gobierno islandés solicitó la concesión de un préstamo condicional al FMI por valor de 2.150 millones de euros y poco después se llegó a un primer acuerdo con los acreedores del país: la deuda sería saldada en 15 años a un 5,5%. Sin embargo, el gobierno se encontró con un problema añadido al de la crisis económica. La población islandesa se echó a las calles como señal de protesta. Sencillamente, no querían hacerse cargo de esa deuda que, decían, ‘ellos no habían contraído’. El gobierno decidió convocar un referéndum sobre el pago de la deuda externa que, como era de esperar, fue rechazado por una amplia mayoría del electorado. El gobierno islandés negoció entonces un segundo acuerdo con sus acreedores: el plazo para saldar la deuda se prolongaría hasta 37 años y los intereses se rebajarían hasta el 3%. Tampoco esta propuesta fue bien recibida. Las jornadas de protesta que se sucedieron, y que han venido a conocerse con el llamativo nombre de Revolución islandesa, culminaron con la convocatoria de unas elecciones en abril de 2009 que propiciaron la formación de un nuevo gobierno y en la convocatoria de un segundo referéndum en el que el pago de la deuda externa fue nuevamente rechazado, si bien por un margen algo menor.

El mensaje que se había lanzado era lo suficientemente claro: Islandia no estaba dispuesta a pagar por la ‘deuda de sus bancos’. El país había había decidido que sería preferible enfrentarse a la posibilidad de verse aislado tanto política como financieramente de la comunidad internacional a ver limitada su autonomía. Se trataba de una decisión ‘soberana’, aludían. El desenlace de la crisis financiera todavía está por escribirse, si bien hasta el momento el balance es ambigüo. Por un lado, en 2009 el PIB del país cayó un 6,67%, a la vez que la corona islandesa se depreciaba casi en un 100%. Por otro, el rescate del FMI ha supuesto todo un éxito: al tiempo que las reformas estipuladas como condición del acuerdo se han ido realizando, la economía islandesa se ha estabilizado, el país está haciendo frente a sus pagos con normalidad (incluso con antelación) y de hecho, mucho antes de lo previsto, ha ido reincorporándose al mercado financiero internacional. En todo caso, el contencioso por el pago de la deuda externa sigue pendiente de resolución.

No obstante, en la historia encontramos casos de islas a diferencia de Islandia sí honraron sus deudas. Ese fue el caso de Terranova (Newfoundland). Esta isla situada frente a la costa canadiense se había convertido en un importante caladero (que les pregunten a los balleneros vascos) desde su descubrimiento en 1497. En 1854, el gobierno británico decidió conceder potestad de autogobierno a la entonces colonia, como con anterioridad había sucedido con Canadá, Australia o Nueva Zelanda . Nacía así el Dominio de Terranova. Sus deseos de independencia se confirmaron en 1869, cuando el dominio rechazó formar una confederación con Canadá. Los años que siguieron hasta la entrada en el siglo XX supusieron una época de prosperidad para la isla. Sin embargo, las cosas empezaron a torcerse con motivo de la Primera Guerra Mundial. La isla decidió formar un regimiento propio dentro del ejército británico cuyos efectivos, para su desgracia, fueron prácticamente eliminados en su totalidad por los alemanes en el primer día de la Batalla del Somme. El final de la guerra trajo un revés adicional para la isla: sus aventuras militares habían supuesto un aumento importante de su nivel de deuda. Para colmo, en los años 20 los escándalos de corrupción política se sucedieron, con arresto del primer ministro incluido. Por último, como si no hubiese tenido suficiente, la Gran Depresión afectó de lleno a la economía de la isla, muy dependiente del comercio estadounidense.

A partir de ahí, la situación en Terranova no hizo más que deteriorarse. En 1931, el gobierno del dominio se vio obligado a pedir un préstamo para financiar el servicio de la deuda pública acumulada. Hacia 1933 los precios del pescado, por entonces el principal bien de exportación de la isla, habían caído un 48%. En total, el valor de las exportaciones cayó un 27%. Ante estas circunstancias, el gobierno británico decidió formar una comisión encargada de remitir un informe sobre la viabilidad financiera de la isla. Los resultados apenas tardaron unos pocos meses en llegar. Sus recomendaciones eran demoledoras: la solución más conveniente «dadas las dificultades financieras y la cultura intrínsecamente corrupta de la isla», concluía el informe, era que el gobierno británico suspendiese el autogobierno del dominio y lo reemplazase por una comisión delegada por el gobierno británico, por lo menos hasta que su solvencia financiera pudiese restablecerse. Para hacerse una idea de su gravedad, la comisión estaba sugiriendo clausurar indefinidamente  el parlamento más antiguo del Imperio Británico después del propio Westminster. No obstante, en vista del resultado del informe, el propio parlamento de Terranova aprobó su disolución en 1933. Seguidamente se instauró una ‘dictadura de facto’ en el dominio, con la tarea explícita de garantizar ‘por todos los medios’ el pago de la deuda externa de la isla.

Con el paso del tiempo, y una Segunda Guerra Mundial mediante, la incapacidad evidente de hacer frente al pago de la deuda llevó a optar por una solución tan definitiva como drástica. En 1949, se celebró un segundo referéndum para decidir la incorporación o no de Terranova a la Confederación Canadiense, que asumiría de forma íntegra el pago de su deuda de producirse la unión. Y así, con un respaldo del 52%, Terranova votó a favor de la integración. A día de hoy Terranova, renombrada como Terranova y Labrador (Newfoundland and Labrador), es una provincia canadiense de pleno derecho, aunque conserva ciertos rasgos culturales y distintivos propios. En cierta forma, todavía recuerdan que una vez fueron independientes. Su caso es único en la historia. Se trata de la única nación que ha renunciado voluntariamente a su soberanía con tal de honrar el pago de sus deudas. Podrá argumentarse que no tenían otra alternativa, dada su posición dentro del Imperio Británico. No obstante, no estamos hablando de una sanción al uso, sino de la pérdida de soberanía. Quién sabe, podían haber resistido, o al menos haberlo intentado. Pero Terranova no luchó, ni tampoco opuso resistencia, es más, ni siquiera protestó, al menos formalmente.

Su historia sin embargo traza paralelismos hacia la nuestra época actual, en el que la crisis financiera ha puesto de relieve el conflicto evidente entre la obligación de hacer frente a las deudas que alimentaron una época de crecimiento sin precedentes de la que todos se beneficiaron (los islandeses entre los que más) y la soberanía política de los países. ¿Puede un país, respaldándose en su soberanía, transgredir convenciones que aunque fueron aceptadas y defendidas en otro momento ahora pueden resultar perjudiciales o poco ventajosas? Y al contrario, ¿pueden terceras partes limitar el ejercicio de soberanía de un país o incluso forzarle para que cumpla con sus obligaciones? La respuesta, si es que existe, no parece en absoluto sencilla. Grecia, por ejemplo, emitirá la suya el próximo 17 de junio. Islandia, por su parte, y a pesar de que su historia todavía no ha acabado, también dejó clara su postura. Ninguna de las dos quiere ser Terranova. ¿Y nosotros?


9 comentarios

  1. Carlos_LdG dice:

    Como Terranova. Países a escoger: Alemania, Finlandia o Suecia

  2. Aloe dice:

    Los islandeses pudieron haberse beneficiado (de hecho indirectamente lo hicieron de varias formas, desde luego) pero tenían razón en lo de «esas deudas no las hemos contraído nosotros». Las asumieron debido a la nacionalización, pero la nacionalización no era una obligación legal por su parte.
    ¿Habrían salido ganando los acreedores extranjeros si simplemente los bancos hubieran quebrado, se hubieran liquidado y hubieran repartido los activos según las reglas concursales? No. Por tanto, aunque es lógico que lloren y reclamen, tecnicismos jurídicos aparte, que a saber en qué van a parar, razón no tienen mucha.

    Con las reglas que supuestamente rigen una economía de mercado, eso es lo que debería suceder en todos los casos. Los inversores ganaron mucho especulando, después perdieron mucho especulando… nada nuevo ni nada raro, ni nada que debiera afectar a los demás, en teoría. Todos los días quiebran empresas, y sus inversores pierden todo y sus acreedores buena parte. Y está muy feo que se pretenda que los contribuyentes paguen la cuenta para que los primeros y los segundos recuperen su dinero. Eso se supone…

    Los bancos (y sus acreedores importantes), en la realidad, se benefician del tiesgo sistémico para el sistema financiero de dejarles caer. O, en otras palabras, tienen cogidos a los países por sus partes nobles, y aprietan bien. Peor todavía, eso crea una situación de riesgo moral estratosférico, es decir, que con ese medio de chantaje a su favor, sus incentivos para gestionar con prudencia son escasos cuando no negativos.

    Si los acreedores no se creen lo de la saberanía nacional, y que las reglas jurídicas dependen en el fondo de lo que los Estados legislen y decidan, entonces solo se pueden atener a los hechos y a los mercados: vete a reclamar tu deuda a tu deudor… ah, que tu duedor ya no existe. Pues mala suerte.
    Pero estar al plato y a las tajás, como dicen por la Mancha… es utilizar el riesgo sistémico a tu favor para hacer chantaje. Lo de tener a todo el mundo cogido por los cataplines, vamos.

    • Francisco dice:

      «tienen cogidos a los países por sus partes nobles»

      Y por eso hay organismos especiales vigilando que no quiebren, si están en riesgo se les interviene y son un sector mucho más regulado que los kioskos.

      Otro tema es que a veces se les regule mal o se cometan errores.

      Pero tener un sistema bancario decente es una maravilllosa invención humana. Salvo que prefieras ir a pedirle prestado para comprarte una casa al señor feudal.

      • Aloe dice:

        Sí, evidentemente yo no prefiero tener que ir a pedir prestado al señor feudal, ni al prestamista genovés al 50%.
        Pero el busilis del asunto es eso que dices de

        por eso hay organismos especiales vigilando que no quiebren, si están en riesgo se les interviene y son un sector mucho más regulado que los kioskos.

        Así es como tendría que ser. Pero así es como no es, precisamente.

        Como decía no sé quien «el negocio bancario tendría que ser eminentemente aburrido, previsible y monótono», es decir, estrictamente regulado. Pero entonces ¿donde está la oportunidad de hacer buenos negocios especulando arriesgadamente, bajo el paraguas del sistema bancario y la opacidad de información? Los bancos claro está que no se resignan a ello.

        Los hechos lo demuestran, y no de ahora, sino desde hace unas cuantas crisis financieras, aunque ahora la cosa ha ido mucho más lejos. Pero esa falta no se ha cometido en perjuicio en general de inversores, banca y especuladores, sino a su favor (en el corto plazo, si ahora están todos pillados en su propia estupidez y codicia es otro tema).
        No queda claro por que’tienen que ser los que tienen sus partes nobles pilladas por los bancos los que tienen que pagar todo el coste de la costalada, bajo la excusa de que los reguladores eran muy amigos de los regulados (que son los que vienen ahora a cobrar).
        Aun así, queda claro que lso ciudadanos de Islandia y de cualquier otro sitio, hagan o no frente a las deudas de los bancos, no se van de rositas en ningún caso.

        En España lo que vemos con claridad el último año (aunque algunas personas opinamos lo mismo desde hace bastantes años) es que el banquero central está capturado por los que en teoría tiene que controlar, al gobierno central le pasa un poco de lo mismo (y en lo demás no se entera) y los gobiernos locales hacen de banqueros, con las Cajas llevando su propio riesgo moral maś arriba que nadie.

        Al punto al que llegamos o estamos a punto de llegar, me pregunto si habrá alguna diferencia para el ciudadano con la situación de pedir prestado al señor feudal o al prestamista genovés.

  3. […] "CRITEO-300×250", 300, 250); 1 meneos La isla que honró sus deudas politikon.es/2012/05/20/la-isla-que-honro-sus-deudas/  por fraser hace […]

  4. Pablo dice:

    Disculpa David, pero eso no es honrar tu deuda. Eso es vender el país.

  5. Marc dice:

    No lo tengo muy claro pero, la unión entre Escocia e Inglaterra (1707) no fue también por una crisis de deuda por parte de Escocia (proyecto Darién)?

    • Ramón Mateo dice:

      Es cierto. Después del fiasco que se llevaron los escoceses en su intento de aventura, éstos se encontraron con una deuda pública acumulada de £398.000 de la época. Además, había muchos otros intereses políticos detrás por ambas partes. No obstante, creo que la característica diferencial del caso de Terranova es que, primero, ésta estuvo a punto de entrar en default (bueno, realmente entró, aunque no técnicamente), y segundo, a que sus problemas se debían eminentemente a la ‘deuda externa’ del país (ignoro si la de Escocia también lo sería, lo que he visto hasta ahora parece indicar que era doméstica).

      Con todo, diría que Terranova muestra una situación más parecida a la de la Europa actual. Pero sí, no está de más tener a los escoceses en mente. Gracias por la referencia 🙂

  6. Nick dice:

    Creo que en las pregunas finales que se plantean al final del post se mezclan conceptos que no deberían mezclarse.

    Por un lado se habla de las deudas que contrajo Islandia/Terranova y por otro lado la opción que tanto Islandia como Terranova eligieron al final.

    En el primer caso se puede hablar de Islandia como país, como gobierno, y en última instancia, de sus instituciones económicas, que tomaron una serie de decisiones que llevaron al país a la quiebra. De todos los islandeses, ¿cuántos podrían ser? ¿El tan cacareado 1%? En cambio, a la hora de decidir qué hacer al respecto se vuelve a hablar de «Islandia decidió…» cuando en ese caso era la población islandesa, el 99% restante quien se pronunció. Hablamos de 2 Islandias diferentes.

    No es que Islandia como un todo sea una veleta que va cambiando de rumbo según el viento. Es que Islanda, la nación islandesa y todo lo que ella contiene (desde esos volcanes hasta la última de las niñas de guardería) fue llevado a una situación límite por un grupo ridículamente pequeño de personas. Esa mayoría inocente, ¿tienen que hacerse responsables de las «cagadas» de unos pocos? Pues francamente no lo creo. Islandia como nación no es responsable de lo que 4 energúmenos hagan en su nombre.

    Y ese es el problema del resto de los países. Que deciden 4, deciden mal, la lían parda y luego los platos rotos los pagamos todos los demás. «Democratización de las pérdidas», ah, qué gracioso, para eso sí utilizamos la «democracia», no?

    La responsabilidad de regulación de ese tipo de desmanes efectivamente debería de estar en los gobiernos y en los organismos que alguien en los comentarios más arriba ya han mencionado, pero como también han dicho, lamentablemente o no funcionan o no quieren funcionar. El mirar para otro lado es una costumbre muy arraigada (sean las motivaciones que sean) y los ciudadanos no pueden ser responsables de ese tipo de actitudes cuando en la inmensa mayoría de los casos, viven en la absoluta ignorancia sobre las decisiones y movimientos que se llevan a cabo a esas alturas de la cadena de decisión política y económica.

    El ciudadano vota un gobierno y es por tanto responsable de su comportamiento, pero cuando existe un osbcurantismo patente, una constante violación de los programas electorales y al final, supone una simple patente de corso para hacer y deshacer a su antojo durante 4 años, esa responabilidad desaparece, se diluye. No tienen capacidad de decidir sobre la actuación de su propio país. ¿Es entonces de recibo decir que si no quiere pagar las deudas de quien no le ha informado ni pedido permiso para endeudarse, es cometer un acto de irresponsabilidad nacional o internacional?

    Creo que no sólo no es una irresponsabilidad, sino que es el acto más responsable que pueden tomar los pueblos: retomar las riendas de sus propios destinos.

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