Estamos en la cuenta atrás para la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas entre François Hollande y Nicolás Sarkozy, una carrera emocionante para saber si se repetirá el tándem Merkozy o llega el Merkollande, este último (en teoría) para plantear un giro en las políticas comunitarias. El objetivo de esta entrada es repasar la figura del Presidente de Francia para saber en qué medida dispone del poder interno para aplicar su programa político, incluido en el campo de las reformas económicas. La V República francesa es un régimen semi-presidencialista como el de otros tantos países con diseños institucionales mixtos – Finlandia, Islandia, Portugal, Irlanda o Austria, por citar ejemplos cercanos – pero tiene sus peculiaridades. Y para entender como funciona la república hay que recordar que este régimen se adoptó en un país prácticamente al borde de la Guerra Civil y con un General como padre fundador.
¿Un golpe para acabar con la IV República?
La Constitución de la Francia actual fue establecida tras el referéndum de septiembre de 1958 como antítesis clara a la IV República, la cual había estado en vigor desde la liberación de las tropas nazis hasta la fecha. Este último régimen se había caracterizado por adolecer de una inestabilidad crónica en la formación de gobiernos: Hasta 25 gabinetes en los 20 años que duró este periodo. Entretanto, la descolonización no es que fuera precisamente bien. La situación en Argelia estaba cada vez más enquistada – Nota cinematográfica: Ved el clásico “La Batalla de Argel” – y una nueva moción de censura hizo caer el gobierno en 1958, precipitando que el 13 de mayo los militares se sublevaran en Argel. De Gaulle se postuló como candidato a Primer Ministro al día siguiente y el último presidente de la IV República, incapaz de contener el conato de rebelión, terminó claudicando. Las condiciones de De Gaulle son claras: Plenos poderes durante seis meses para redactar una nueva constitución. Para el 2 de junio la Asamblea Nacional ya ha accedido a ello y el General formó un gobierno de concentración para redactar la Constitución. Este turbulento alumbramiento de la V República es una historia más o menos conocida.
Sin embargo, a efectos de los poderes presidenciales, nos interesa mucho más la reforma de la Constitución en 1962. Hasta ese momento el sistema francés podía haber operado como una república parlamentaria. Según la Constitución en su artículo 6 el Presidente sería elegido por un colegio electoral de 80.000 diputados y notables locales en una elección indirecta, algo no muy diferente de otros países. Sin embargo, con la reforma de este artículo en 1962 y el establecimiento de una elección directa, el sistema político francés devino efectivamente en un régimen semi-presidencial. Ese año el General De Gaulle estaba en el cénit de su popularidad: Tras los referéndums de auto-determinación de Argelia y un intento de asesinato contra su persona, el Presidente anunció que quería organizar un referéndum para el 12 de octubre sobre la elección presidencial directa. El Consejo de Estado advirtió que la reforma era inconstitucional – y tenían razón, incluido el convocar el referéndum – y el gobierno cayó al perder una moción de confianza – el único gobierno que ha caído en la V República, por cierto –.
De Gaulle no se arredró y, en lugar de elegir un sustituto decidió disolver la Asamblea Nacional y convocar nuevas legislativas. Solemnemente declaró que se iría a casa si perdía. Se lo jugó todo y la apuesta fue un éxito total: De Gaulle ganó el referéndum con un 62% mientras que los gaullistas ampliaron su mayoría en la Asamblea Nacional. La elección directa del presidente no había estado en vigor en Francia desde la II República – Luis Napoleón Bonaparte fue su primer presidente directo – con lo que se retomó un sistema de dos legitimidades con ecos de Imperio; la legitimidad directa del Presidente de la República y la indirecta del Primer Ministro.
La diarquía: Las atribuciones del Presidente y el Primer Ministro
Cuando se estableció la nueva república la idea era marcar dos ámbitos claros de actuación en este ejecutivo bicéfalo, en esta diarquía. En un principio para el Presidente quedaba el ámbito de lo que se conoce como “alta política”. Exteriores y tratos con potencias extranjeras, política de defensa y la representación del Estado. Por su parte, para el Primer Ministro quedaba la “baja política”, la de ensuciarse las manos con el gobierno diario del país. Con el paso del tiempo la diferencia entre estas dos «políticas» ha ido desdibujándose, no solo porque la política comunitaria haya incidido también en la interior sino también porque, al fin y al cabo, los propios Presidentes se juegan repetir en el cargo con asuntos de gobierno ordinario. Por lo tanto, ambas figuras tienen un interés notable en que la labor gubernamental sea moderadamente exitosa pese a que el Presidente pueda optar por un plano más institucional. En todo caso, la constitución francesa ha dispuesto poderes diferentes para ambas figuras.
En lo que concierne al Presidente, este tiene la potestad de nombrar al primer ministro – aunque necesite la confianza del Parlamento para no caer –, nombra cargos militares y altos funcionarios – tres miembros del Consejo Constitucional entre ellos –, puede disolver la Asamblea Nacional – no más de una vez al año –, puede elevar cuestiones de constitucionalidad a las leyes, obligar a su reconsideración de la Asamblea, arrogarse poderes especiales en caso de crisis y es el responsable de negociar y firmar tratados. Por su parte, la figura del primer ministro decide y dirige la política nacional, es el jefe de las fuerzas armadas, nombra ministros – con aprobación presidencial – , redacta los reglamentos y tiene la iniciativa en los asuntos legislativos, pudiéndose si quiere someterse a una moción de confianza de la Asamblea ya que solo es responsable ante esta. Como se verá ambas figuras tienen espacios delimitados en lo que parece una división del poder bicéfala basada en la especialización.
Sin embargo ambas figuras también tienen materias de autoridad compartidas. Por ejemplo, el primer ministro debe “refrendar” todas las decisiones presidenciales… Al igual que el presidente debe firmar todos los decretos del Consejo de Ministros. Por lo tanto, tan relevante como conocer esta división de tareas es saber qué condiciones políticas permiten que el poder resida en una u otra figura.
Elíseo o Matignon: ¿Dónde reside el poder?
Y la respuesta es un depende de si hay o no congruencia entre el Presidente de la República y el color político de la Asamblea Nacional. Cuando el partido del Presidente tiene mayoría absoluta en la Asamblea Nacional el poder reside en este primero ya que comparte su posición institucional con la de líder del partido. A través de ello puede disciplinar a sus diputados y encargarse de poner al cargo como Primer Ministro a aquellos en los que más confíe. Por ejemplo, así ha sido durante el periodo de la presidencia de De Gaulle –casi toda –, Pompidou o los primeros periodos de Mitterrand y Sarkozy. Sin embargo, la situación cambia cuando se depende de una coalición legislativa en la Asamblea como le pasó a Giscard D´Estaing o a Mitterrand su segundo periodo. Es cierto que el Presidente sigue teniendo amplios poderes pero ya no tiene autonomía total por lo que concierne a la elaboración e implementación de políticas.
La situación es muy diferente cuando esta congruencia política entre el Presidente y la Asamblea no existe –Se ha dado tres veces de 13 legislaturas –. En estas condiciones el poder bascula hacia la figura del Primer Ministro gracias a disponer de una mayoría parlamentaria para impulsar legislación – solo con Jospin fue absoluta – y tener a su alcance todos los recursos de la administración pública. Como he dicho antes, la política interna también interesa a los Presidentes pero ahora el programa electoral que prima es el del partido con mayoría en la Asamblea, que es el que tiene el poder para impulsarlo. En estas situaciones de “cohabitación” se produce una clara división de poderes entre ambas instituciones ejecutivas y el poder que de facto posee el presidente en la política interior se desvanece.
Por lo tanto el funcionamiento de las relaciones entre los dos jefes del ejecutivo se puede ajustar a la idea de una diarquía siempre que se acepte también que hay una jerarquía entre ellos. Y esta jerarquía dependerá de manera crucial de la composición de la Asamblea Nacional.
Conclusión
La V República Francesa nace en un contexto se enorme turbulencias políticas y marcada por la figura del General De Gaulle. Su objetivo era asegurar una mayor estabilidad gubernamental y dar amplios poderes a la figura presidencial, cosa que en gran medida lo consiguió. Eso sí, la República comienza a andar como régimen semi-presidencial a partir de la reforma de 1962, cuando el Presidente pasó a elegirse de manera directa en un sistema de ejecutivo bicéfalo. ¿Cual es la relación de poder en esta bicefalia? Para saber si el Presidente o el Primer ministro es la figura preponderante hay que fijarse en la composición de la Asamblea, ya que el poder del Presidente está condicionado por disponer de una mayoría en la cámara legislativa.
¿Qué nos indica esto sobre las elecciones actuales? Pues básicamente que gane quien gane las Presidenciales habrá recorrido ¾ del camino, pero le faltaría un cuarto crucial; las elecciones legislativas de este junio. Es cierto que la cohabitación tenderá a ser un fenómeno extraño ya que en 2000 se modificó la legislatura presidencial (de 7 a 5 años) para que concurriera con la parlamentaria – si hay mucha distancia entre ambas elecciones se pueden usar como castigo -. Sin embargo es importante que tengamos en mente que la composición de la Asamblea Nacional marcará el verdadero margen de acción que tiene el Presidente para implementar sus políticas económicas, ya sean de ajuste o expansivas. Y para despejar esa incógnita nos queda esperar todavía un mes más.
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Algunas referencias:
Duverger, Maurice (1986), ‘Le Concept de regime semi-presidentiel’, in Maurice Duverger (ed.), Les Regimes semi-presidentiels (Paris: Presses Universitaires de France), 7-17.
Rober, Elgie (1996), ‘The French Presidency—Conceptualizing Presidential Power in the Fifth Republic’, Public Administration, 74 (2): 275-91.
Price, Roger (1998), ‘History of France”, Cambridge: Cambridge University Press.
Hay dos cosas interesantes en esto.
El primero es que la repartición del poder entre el presidente y el primer ministro depende, considerablemente, de la personalidad y el trato que tengan ambos. La quinta república está llena de episodios edípicos donde ha ganado uno u otro. (Pompidou contra De Gaulle después de mayo 68 y la historia de Chaban Delmas es triste a más no poder, pero hay otros ejemplos). Tiene también que ver con esto que en Francia no haya partidos, sino coaliciones de notables, porque los partidos se rompen alegremente.
Y luego la reforma de 2000. Es algo que todavía está por ver porque de momento solo hemos tenido un presidente que haya movido ficha en estas coordenadas (Chirac y Villepin no cuentan, realmente), pero yo pienso que el efecto de condicionar el calendario electoral de la presidencial va a hacer que el presidente le robe cada vez más protagonismo al primer ministro. Ha sido el caso de Sarkozy (aunque Sarkozy es un caso particular porque centró una parte importante de su política a nivel interno) y yo creo que lo seguirá siendo en el futuro.
Lo que apuntas de la relación personal es algo muy interesante pero reconozco que me faltaba «contexto» para atrever a meterme. Está claro que la estructura de los partidos y los personalismos de la política francesa tienen que operar a este nivel pero tampoco altera sustancialmente el que sus fuerzas relativas tienen mucho que ver con la fuerza de su partido/ facción en la Asamblea.
Completamente de acuerdo en la tendencia a una mayor «presidencialización» de Francia.
Solo un comentario: Luis Napoleón fue el primer presidente de la II República Francesa y también el único…
Señalar un par de cosas acerca de la cohabitación. Si bien la acción política interior está controlada por el primer ministro, la figura del Presidente sigue siendo fundamental y básica para el funcionamiento institucional y de cara a la sociedad. De esta manera, en los casos de cohabitación se detectan dos pautas básicas: la resistencia y la sumisión tribunicia. en la primera el Presidente hace gala del contenido de su figura y se niega a sancionar resoluciones ejecutivas (las Ordenances, el equivalente a los decretos ley y decretos) obligando al ejecutivo a realizar leyes, tal y como ocurrió con la política de privatizaciones de Chirac en la primera cohabitación. La segunda figura es menos conflictiva, ya que consiste en meter en agenda problemas o presionar al ejecutivo haciendo de «defensor del pueblo» (recordemos los vídeos de Eva H de Chirac interpelando desde el Eliseo con un Mes chers compatriots…) Su uso ha sido muy variado y ha ido desde acelerar la crisis de las vacas locas hasta la petición de subidas o bajadas de impuestos.
en política exterior no hay discusión posible, dado que el primer conflicto en cohabitación fue el apoyo a un estado palestino por parte de Jospin, lo que fue duramente condenado incluso por su partido al exceder sus funciones.
En cualquier caso, es fundamental destacar que es tanto el dominio del Presidente, que es representativo el hecho de que todos los presidentes que han tenido cohabitación han salido reelegidos… y es que De Gaulle sabía lo que hacía cuando diseño la constitución de la V República
Muchas gracias por el comentario y creo que, en la línea de lo que planteaba Cives arriba, Francia tiene una Presidencia fuerte. y más si, como apuntas, siempre sale triunfante en un eventual conflicto con el Primer Ministro…
Gran post.
Me gustaría resaltar que el sistema de dos vueltas, y aquí (en Francia) me dicen que funciona de la siguiente manera:
1ª vuelta dicen lo que piensan.
2ª vuelta dicen lo que harán.
Por eso creo que todo lo que dicen de 65% de impuestos o «controlar corrientes migratorias de Europa» se va a quedar en agua de borrajas.
75%
A pocas horas de despejar la duda sobre quién será el nuevo Presidente de la República, conviene tomar nota de que la falta de transparencia en relación con las medidas que se van a tomar cuando el tiempo electoral haya pasado es un recurso al que se apuntan todos, Rajoy en España y los dos candidatos en Francia. En este sentido, Hollande no ha hecho gala de un gran sensibilidad democrática. A este respecto, recomiendo un artículo excelente que acabo de leer en el blog http://www.otraspoliticas.com cuyo título, muy expresivo, es: «Elecciones francesas: ¿es Hollande el cambio necesario?». Esperemos que sí lo sea, pero vaya con su transparencia.