Sistemas Electorales

Duverger, je t´aime (I)

19 Abr, 2012 - - @kanciller

Una cuestión clásica con la que lidiamos los politólogos es el efecto que tienen los sistemas electorales sobre el número de partidos que compiten en unas elecciones. El tema nace de la contribución clásica de Maurice Duverger allá por los años 50 en su libro “Los Partidos Políticos”. Es aquí donde el prolijo politólogo francés enunció su famosa Ley según la cual “Los sistemas mayoritarios uninominales first-past-the-post dan pie a la aparición de sistemas bipartidistas”. Esta ley se complementó con su hipótesis (probabilística) por la cual los sistemas mayoritarios a dos vueltas y los sistemas proporcionales tenderían a generar sistemas multipartidistas. Quiero centrarme en la primera parte, que es la más famosa de lejos.

¿Cuáles son los mecanismos causales que explican que se cumpla la famosa Ley de Duverger? Básicamente se han clasificado en dos distintos, los conocidos como efectos mecánicos y psicológicos del sistema electoral. El efecto mecánico es sencillamente la traslación matemática de los votos en escaños. En un sistema mayoritario simple el principio fundamental es que aquel partido que obtiene un voto más que su rival es el que se hace con el escaño. Por lo tanto, su efecto mecánico es la implicación directa de dejar sin representación a todos los partidos que no hayan cumplido dicho requisito con independencia de cuantos votos obtengan. A raíz de este efecto se derivan los mecanismos psicológicos, los cuales operan a nivel de élites y de votantes. Para explicarlos tomaré un ejemplo sencillo.

Vamos a suponer que sois el líder del Partido Verde en un remoto distrito de Connecticut para las elecciones a la Cámara de Representantes. Tenéis en la mano una encuesta que os indica que seréis la tercera fuerza más votada de ese distrito y que, por lo tanto, no obtendréis representación de ninguna de las maneras. Como líderes del partido os quedan dos opciones racionales posibles. Una es la de no competir en ese distrito para no malgastar recursos y así destinar vuestro – exiguo – presupuesto a otro lugar en el que la carrera sea más ajustada.  La segunda opción es la de intentar formar una coalición con otro partido (Los demócratas, por ejemplo) para intentar así superar a vuestros rivales y ganar el escaño. Es decir, que la existencia de la ley electoral de mayoría simple afecta a la “psicología” de las élites al incentivar la entrada estratégica o la coalición.

Pero también existe un efecto psicológico a nivel de los votantes que opera virtud de la ley electoral. Supongamos que vosotros sois un simpatizante del Partido Verde en este mismo distrito y sabéis que vuestro partido no puede ganar las elecciones. Y supongamos también que vuestra primera preferencia es el partido verde, la segunda el demócrata y la tercera el republicano. En este contexto, con el objeto de maximizar el rendimiento esperado de vuestro sufragio, podríais recurrir al voto estratégico optando por la segunda preferencia intentando así que saliera elegido el candidato viable menos alejado de vuestra preferencias políticas. Como ya habréis intuido esto es algo relativamente común en nuestro país que, aunque se supone que es proporcional, tiene mucho de mayoritario.

Estos mecanismos – mecánico y psicológico a nivel de elites y votantes – se conjurarían para hacer que los sistemas de mayoría simple tendieran al bipartidismo. Pero, un momento… ¿No es cierto que Reino Unido es un sistema de este tipo y tiene muchos partidos en la Cámara de los Comunes? ¿Y qué pasa con Canadá? ¿O India? Parece que algo falla con esta teoría. Riker fue de los primeros en apuntar que la distorsión de los principios duvergerianos se debía a que no se tomaba en cuenta la existencia de diversidad social, étnica, lingüística… territorialmente concentrada en un país, la cual haría factible que surgieran terceros partidos. En otras palabras, estas minorías territoriales generan una oferta de partidos más inelástica a los estímulos de la ley electoral, la cual se presenta al margen de su viabilidad.

Pero además Gary Cox apuntó cual había sido el problema básico de la literatura hasta la fecha: Los politólogos habíamos asumido que el bipartidismo se da a nivel nacional cuando los mecanismos realmente operan a nivel del distrito. Por lo tanto, patada hacia abajo y re-formulación del asunto. El número de partidos tenderá a ser dos en cada distrito, pero esto no supone que necesariamente sean dos a nivel nacional. Puede que en un distrito de Escocia los dos partidos viables sean el SNP y el Labour, en uno de Inglaterra el Labour y los Conservadores… Y así sucesivamente. Por lo tanto nos encontraríamos que pese a haber dos candidatos principales en cada circunscripción, a nivel nacional el parlamento estaría mucho más atomizado.

Cox de dio otra vuelta al asunto cuando presentó la regla M+1. Según esta «regla» el número máximo de partidos viables en un distrito será igual a los escaños en juego más 1, es decir, que serán viables el ganador y el primer perdedor. Y si los distritos uninominales de mayoría simple tiene por magnitud 1, las cuentas salen fácilmente. Otra cuestión es por qué estos partidos locales deciden coordinarse para formar partidos de ámbito nacional, la cual se conecta con la poco conocida y nada sexy nacionalización de los sistemas de partidos, a saber, si los partidos deciden competir en todos los distritos de una elección nacional. Pero dejando este último aspecto de lado, la evidencia disponible señala que la Ley de Duverger sigue funcionando de manera global a nivel del distrito.

De momento dejo aquí la cosa para plantear la cuestión. En la  segunda parte pasaré a señalar que aunque esta teoría ha resultado relativamente práctica, tiene problemas importantes dadas sus asunciones básicas: La existencia de información perfecta, racionalidad instrumental en el corto plazo y la, en general menos tratada, independencia entre arenas electorales. Y las implicaciones no son menores.


2 comentarios

  1. chimoeneas dice:

    Mis respetos por el articulazo: claro y conciso y encima te hace «de pensar».

  2. […] por excelencia, son el mecanismo intermedio que genera representación institucional y tienen importantes efectos sobre elites y votantes. Siendo así, y dado mi especial cariño por el tema, no he podido resistirme a meter cucharada en […]

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