Como ya os contaba Jorge hace un rato, estábamos intercambiando emails sobre el tema  de como en la derecha y en la izquierda se selecciona a la gente de forma distinta. Lo que voy a contar en este post son mis prejuicios sobre este tema informados por mi experiencia de haber estado involucrado durante dos años en la más cruel de las fiestas nacionales –las oposiciones-, de que una parte importante de gente a menos de dos grados de separación de mí forma parte de lo que podemos llamar altos cuerpos de funcionarios del Estado (o algo parecido) y también de haber frecuentado ambientes más o menos politizados, sobre todo de izquierdas, durante una buena parte de mi juventud. No está informada, en cambio, por mis -prácticamente nulos- conocimientos académicos sobre el tema, de modo que debe ser tomado “cum grano salis” y, en ningún caso, como algo más que una reflexión personal.

Una parte del fenómeno que describe Jorge, desde mi punto de vista, tiene que ver con que la ideología tiene sesgo según la clase social a la que se pertenece y normalmente la gente de clase alta suele estar mejor formada que la de clase menos alta. Esto implica que, a la hora de reclutar a sus élites, los partidos conservadores tengan un “pool” más amplio de gente sobresaliente entre los que hacerlo.

El acceso a una oposición de la AGE de grupo A está muy lejos de ser algo igualitario en contra de lo que pueda parecer. Prepararla tiene un coste de oportunidad considerable, tanto explícito (pagar a los preparadores, pagar la vivienda si uno lo hace fuera de su casa, etc) como implícito. Una oposición de este tipo suele requerir pasar alrededor de tres años con dedicación exclusiva y sin ninguna garantía de que, estudiando mucho, se vaya a aprobar porque tiene un componente aleatorio muy fuerte (cosas como la puesta en escena a la hora de cantar temas, como cojan al tribunal esa tarde, etc, son aproximadamente un 30% de la nota y la restricción de liquidez y los costes hundidos son demasiado grande como para poderse permitir suficientes intentos y que la ley de los grandes números empiece a jugar).

A este nivel, preparar oposiciones tiene un riesgo -no asegurable- considerable porque, si uno no aprueba, termina con un hueco en su CV de tres años dónde no está muy claro lo que ha hecho. Desde este punto de vista, para un alumno brillante –imaginad que es premio extraordinario de carrera- de clase media-baja, preparar oposiciones es una idea muy mala porque la alternativa en lo privado es sustancialmente mejor. En cambio, para una persona más o menos cubierta del riesgo de fracaso por su red de contactos familiares es algo que se puede permitir. Me gusta ver esto como un caso concreto de la economía del racionamiento de crédito: con mercados de riesgo incompletos e imperfectos, para la selección de los agentes no importa solo la viabilidad de su proyecto, sino también su capacidad para autoasegurarse (y concretamente su riqueza y mecanismos alternativos al mercado que actúan como safety net).

Mi percepción –y esto sí es algo que estoy en condiciones de asegurar con un grado considerable de seguridad- es que los procesos de selección suelen ser considerablemente igualitarios, en el sentido de que no hay “enchufismo”: la gente no aprueba ni suspende por su apellido. La desigualdad viene por otro lado y a un nivel mucho más sutil. Es, sobre todo, una cuestión de apoyo (financiero, logístico –la información, orientación y ayudas informales que uno tiene para preparar oposición (1)- y también moral) familiar, del tipo de entorno al que uno se ha visto expuesto (no es lo mismo ver a todos tus amigos opositando que ver como todos han encontrado trabajo en la construcción y llevan una vida más o menos relajada) o el tipo de modelos que uno ha podido percibir. Estas cosas cuentan, mucho, a la hora de que la gente que accede a determinados cuerpos sea sesgada por su clase social o su entorno familiar –y dado que la clase introduce un sesgo ideológico, el resultado natural es que la gente conservadora está sobrerrepresentada en los altos cuerpos de funcionarios del Estado.

Sin embargo, creo que esta no es, definitivamente, toda la historia. Si las cosas no han cambiado mucho desde que yo dejé la universidad española –una de las mejores cosas que me han ocurrido nunca y que recomiendo a todo el que esté leyendo este texto y se lo pueda permitir, dicho sea de paso- la gente de izquierdas y de derechas elige carreras de forma distinta. Al margen de mi percepción, esto se reflejaba bastante bien en las elecciones al claustro y la junta de facultad: facultades como psicología, filosofía, ciencias de la información o políticas y sociología votaban distinto de las de derecho o empresariales. El hecho de que la gente progresista tienda a estudiar cosas que llevan al paro, al paro encubierto o a puestos «bajos» en la jerarquía social con una probabilidad bastante alta, mientras la gente de derechas estudia carreras con salidas, es algo que sesga aún más la composición de las élites de la sociedad y que tiene consecuencias políticas pesadas.

A nivel de cuerpo de opositores ocurre algo similar: mi percepción es que la gente que prepara oposiciones más “duras”, como Abogado del Estado, Inspector de Hacienda, notarías, judicatura o Técnico Comercial del Estado es, en media, más conservadora que la gente que preparaba otras oposiciones, digamos, más «livianas» -en el sentido de exigentes y que dan o presuponen una menor preparación. Esto, en parte. refleja el sesgo económico que comentaba: preparar una oposición menos exigente es más accesible. Pero creo que en buena medida también es la imagen de cierta preferencia personal, cierto “ethos”, y especialmente, la procedencia de determinadas carreras: la gente de ADE solo puede preparar Hacienda o TECO; la gente de Derecho puede preparar lo que le dé la gana; y la gente que viene de políticas y sociología, en general, termina siempre en TAC y diplomático- pero diplomático es un caso aparte porque los idiomas y la cultura general introducen un sesgo importante.

De esto pretendo sacar dos conclusiones. En primer lugar, arrojar luz sobre algunos problemas de nuestro sistema de oposiciones. Tiene la ventaja de ser objetivo (y esto es importante en un país dónde todo el mundo espera que lo enchufen) y de seleccionar a gente muy buena (no necesariamente a la mejor). Pero tiene el grave problema de ser muy poco igualitario (o al menos mucho menos de lo que puede aparentar) y de echar fuera del sistema a gente muy buena que no está necesariamente dispuesta (por razones totalmente comprensibles) a pasar por la crueldad –en muchos casos innecesaria- que supone una oposición y prefiere irse fuera a hacer un máster o ponerse a trabajar en lo privado. Puedo hablar horas sobre este tema sin llegar a ninguna conclusión relevante, así que lo dejo aquí.

La segunda conclusión es, sobre todo, una llamada a las armas. En los partidos de izquierdas tenemos a demasiada gente en puestos altos poco formada o formada en carreras que tienen poco que ver con la economía o la gestión, pública o privada. No me malinterpretéis, no tengo nada en contra de la gente que se ha doctorado, digamos, en la Complutense en los desafíos del multiculturalismo para la teoría política contemporánea, ha estudiado periodismo o una diplomatura en trabajo social. Lo único que intento señalar es que estas son formaciones que no habilitan -no generan valor añadido- para dirigir una empresa o una dirección general. En cambio, haber hecho la especialidad en contabilidad de ADE y haber sacado inspector de hacienda sí y, personalmente, creo que en el estado actual de cosas, la gente con el segundo perfil le hace mucha más falta a las filas de la izquierda que la primera.

Curiosamente, este tema –el de la llamada a las armas- es una de las dos o tres cosas en las que Alberto Garzón y yo estamos vagamente -solo vagamente, ¿eh?- de acuerdo con esa frase que le gusta citar de Joan Robinson.

(1) Addendum:  Dejadme aclarar este punto con un ejemplo. Cuando yo empecé a preparar la oposición tuve la suerte de que gracias a mi entorno (conocidos, familia, amigos), pude contactar con gente que la había preparado antes o la había aprobado. Esto me dio una cantidad importante de feedback en términos de experiencia ajena y me ahorró unos cuantos errores que la gente suele cometer (como saber elegir academia y preparador, elegir los libros apropiados, etc). Es posible que me ahorrara cerca de tres meses de preparación gracias a esto. Nada de todo esto era contrario a las normas, ni ilegal, no tuve acceso a «información privilegiada», nadie me sopló las preguntas del examen ni nada parecido, ni tampoco me eximió de pasar unas doce horas diarias estudiando. Sin embargo, en ausencia de este apoyo, tendría que haber pasado un proceso más o menos largo de descubrir todo esto por mí mismo mediante prueba y error, algo que obviamente me habría lastrado.


23 comentarios

  1. Adrián dice:

    Este es una cosa que ya apuntó Felipe González en cierta ocasión. Mientras el PSOE ganaba elecciones tras otra de forma aplastante, los poderes conservadores se dedicaron a enviar sus bisoños (educados en colegios católicos) a las altas capas del Estado. De ahí que la judicatura (por ejemplo) tenga un sesgo conservador.

    • Thobicus dice:

      Volvemos otra vez a hablr del sesgo de la judicatura. Reconozco que es casi ya una cruzada personal, pero de nuevo pondremos las famosas encuestas que demiestran que ese sesgo no es verdad:

      http://www.poderjudicial.es/stfls/cgpj/AN%C3%81LISIS%20DE%20LA%20ACTIVIDAD%20JUDICIAL/ESTUDIOS%20Y%20ENCUESTAS/ESTUDIOS/FICHERO/LIBRO%2025%20A%C3%91OS_4_5_6_1.0.0.pdf

      Advierto de que es un PDF

      De paso: Esto que es así para la Judicatura no veo por qué no ha de cumplirse para otros cuerpos del Estado. No creo que los altos cuerpos del Estado tengan un sesgo conservador, ni que lo tengan progresista.

      • Cabalús dice:

        Excelente post. Este es uno de los problemas que las izquierdas de este país todavía no han entendido. Especialmente, el impacto que tiene de cara a la disponibilidad de elites formadas en el funcionamiento del sector público que nutran los gobiernos. Desafortunadamente, carecemos de evidencia empírica, pero el proceso parece bastante claro.

        ¿Es una casualidad que éste sea un tema escasamente tratado por la literatura académica en España? Esto no es muy complicado de entender, porque los estudios de Administración Pública en la Ciencia Política española son muy pobres. Tema para otro día.

      • cives dice:

        ¿En qué página?

      • cives dice:

        Lo único que he encontrado en el pdf son unas encuestas de finales de los ochenta y noventa (en plena hegemonía del felipismo) que encuentran que los jueces se «autoidentifican» como ligeramente progresistas y que la gente no los percibe de otra forma.

        Admito que es algo mejor que mi impresión subjetiva, que es lo único que estoy en condiciones de ofrecer, pero no mucho mejor. Me refiero a que unas encuestas sobre la autopercepción ideológica de un grupo de gente hace veinte años no me parece demasiado sólido como evidencia de como piensa o actúa esa gente hoy.

        • Thobicus dice:

          La página, como creo que has hallado, es la 101. Los sistemas de autoposicionamiento ideológico son generalmente admitidos como elementos fiables en la estadística política para medir ideologías.

          «Esa gente», si acaso, debería ser en el momento actual más progresista de lo que era en ese momento: porque en 1990, una parte muy sustancial de la Carrera Judicial había ingresado en ella estando Franco en el poder. Y no hablemos ya de 1984…

          Lo que demuestra la encuesta, como señala el texto, es que no hay diferencias ideológicas significativas entre la Carrera Judicial (y, según mi tesis, en el resto de Carreras y Cuerpos al servicio del Estado) y la población general. Y creo que, de momento, hay elementos objetivos que pueden apuntar en ese sentido.

          Adicionalmente, el acceso a la Carrera Judicial, en los últimos años (los últimos 20 años, más o menos) se produce fundamentalmente desde las clases medias, sobre todo desde el personal funcionario y asalariado. En la última promoción, el 44% de quienes accedieron afirmó que ninguno de sus padres tenía estudios superiores.

          Por ultimo, creo que es sumamente perjudicial reiterar el tópico del conservadurismo en el personal de élite al servicio del Estado. Porque conduce a que todas sus decisiones sean inmediatamente sospechosas de sesgo ideológico, cuando eso es profundamente injusto, y perjudicial para la democracia.

          • Cives dice:

            «Los sistemas de autoposicionamiento ideológico son generalmente admitidos»

            Me parece bien, pero supongo que dependerá lo que quieres medir. Si te interesa explicar el comportamiento, la autopercepción es algo bastante incompleto.

            «porque en 1990, una parte muy sustancial de la Carrera Judicial había ingresado en ella estando Franco en el poder. Y no hablemos ya de 1984…»

            y eso puede significar muchas cosas. Por ejemplo, que «de izquierdas» supusiera algo distinto en aquella época; que de cara al público uno no quisiera ser sospechoso de ser parte del antiguo establishment,… No sé, repito que unas encuestas basadas en como se autoposiciona la gente me parecen bastante endebles. Entre tanto, espero a ser convencido la próxima vez.

    • Abel dice:

      Probablmente esos mismos sesgos son los que operan para impedir que científicos, ingenieros o ejecutivos de éxito copen los altos puestos del poder político.

      http://www.youtube.com/watch?v=SSJFbOfA4SE&feature=related

  2. Bartolo dice:

    «…dejé la universidad española –una de las mejores cosas que me han ocurrido nunca y que recomiendo a todo el que esté leyendo este texto y se lo pueda permitir, dicho sea de paso-…»

    ¿Qué es lo que recomiendas, estudiar una carrera o acabarla cuanto antes?

    • Cives dice:

      Por este orden, empezar a estudiar la carrera fuera; estudiar una carrera que te permita irte fuera; terminar la carrera cuanto antes con buenas notas y aprender idiomas para poder coger una beca e irte a hacer un posgrado fuera; terminar la carrera e irte fuera a buscar trabajo.

  3. Colbert dice:

    «el resultado natural es que la gente conservadora está sobrerrepresentada en los altos cuerpos de funcionarios del Estado.»

    Un problema es que la financiación de la oposición es enteramente privada, todos los costes los soporta el opositor (más bien sus padres). Para el Estado es un chollo porque le sale gratis, pero lleva a lo que tu dices. Quizá se debería estudiar establecer una especie de «Escuela Nacional de la Administración» que fuera gratuita para personas de rentas bajas, o mediante becas…

      • Colbert dice:

        Obviamente no se trata de hacer un calco del sistema francés, pero en todo caso sí me parece más meritocrático -con sus defectos- que el modelo español. Para empezar allí al menos reconocen oficialmente el problema y tratan de mejorar la institución, ¿pero el gobierno español reconoce siquiera que exista problema alguno con el modelo de oposiciones?

    • Álvaro dice:

      Bueno, en este sentido en España no tenemos un École Nationale d’Administration, pero sí puedo decir que la Escuela Diplomática ofrece un Máster sobre Relaciones Internacionales que sirve como preparación a la carrera diplomática, al coincidir el temario de éste con el de la oposición.

      A este Máster puede acceder cualquier persona que tenga una nota media en el expediente de la licenciactura o grado de más de un 7 sobre 10, siempre y cuando supere la prueba de acceso al propio Máster.
      Aquí la situación económica del aspirante no juega un papel tan determinante como puede ocurrir a la hora de preparar otras oposiciones, ya que el Máster es gratuito y además se puede solicitar una beca cuya cuantía varía según convocatoria, pero que anda por unos 1200€/mes.

      Problema concreto en este caso: una vez acabes el Máster lo más probable es que necesites algún año más de preparación por tu cuenta, y los profesores particulares para una oposición como la de carrera diplomática no son precisamente de los más asequibles.

      Quizás se podría introducir un sistema similar a éste, aunque al no existir «Escuelas Nacionales» de otros campos como el derecho o la economía, se podría hacer creando posgrados gratuitos coincidentes con el temario de las distintas oposiciones, en convenio con ciertas Universidades públicas, a los que accediese un número limitado de alumnos (limitado por una nota media de expediente alta), y estuviese además becado si el alumno reuniese una las de condiciones de renta exigidas.

      • cives dice:

        «Escuela Diplomática ofrece un Máster sobre Relaciones Internacionales que sirve como preparación a la carrera diplomática,»

        Igual las cosas han cambiado, pero mi experiencia es que preparar, lo que se dice preparar, no prepara y necesitas bastante más de un año de preparación por tu cuenta.

  4. amalricnem dice:

    sin palabras…
    Una maravilla de post

  5. zhurrer dice:

    De este tema puedo hablar largo y tendido, quizás mañana.

  6. Gorgias Marat dice:

    Lo mismo podríamos hablar de las grandes del Ibex y las Big Four, y el sesgo ideológico que hay. En cierto modo es un peligro al que se enfrenta el centro izquierda.

  7. Juan Pelota dice:

    Es que en España está todo totalmente politizado, desde el fútbol a la universidad, pasando por el bar (hay bares de izdas y bares de derechas, así como bares nacionalistas). Me acuerdo en mis tiempos de universidad (yo no fui jamás, pero mis amigos, todos, y yo con ellos de apoyo a ver si pillaba cacho), si te ibas a humanidades veías chándals y rastas, y alucinaba en derecho o empresa/económicas, donde la gran mayoría iba de traje y corbata el primer día, y las chicas pintadas como pu(er)tas. Huelga decir que el grado de petardeo de alguien que el primer día de carrera va a clase como debiera ir vestido el último -en todo caso- es supremo, y lo peor de todo es que gente como ésa es la que acaba en oposiciones de importancia, o en política. Y eso es lo peor, que el petardeo, la arrogancia, la prepotencia o la inadecuación manifiesta, como son ‘cosas personales’, no incapacitan a nadie para desarrollar ningún cargo público, cuando en mi opinión, deberían, ya que por definición, un funcionario público, y más cuanto más alto sea, no puede ni debe ser arrogante, ni prepotente, ni un petardo, va contra la propia definición del término.

  8. César Martínez dice:

    Léete estos artículos con análisis estadísticos serios relativos a las oposiciones españolas, a ver si sigues pensando lo mismo:

    http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3136874 (especialmente a partir de la página 46)

    http://www.fedea.net/meritocracia/pdf/talento-esfuerzo-movilidad.pdf (el artículo: altos funcionarios, una nobleza de estado)

    Hay un fuerte sesgo hacia el nepotismo en las oposiciones más difíciles, y eso que:

    1) Únicamente es posible analizar el nepotismo a favor de personas con apellidos poco frecuentes (si el nepotismo beneficia a una persona con apellidos relativamente corrientes escapa a cualquier posible análisis estadístico)

    2) Los miembros de los cuerpos que ofrecen las plazas nunca representan más de la mitad de la composición de los tribunales (no quiero ni imaginarme lo que pasaría si representaran un porcentaje más alto)

    En fin, esto es España y así son las oposiciones aquí

  9. Vellana dice:

    Una vez leídos:
    «Sin embargo, es importante resaltar que esta evidencia debe ser considerada
    con cautela.»

  10. cives dice:

    Hola César

    Los dos artículos son interesantes, pero sigo pensando que el canal del «nepotismo» tiene (en mi opinión) un impacto menor (seguramente no nulo) que el otro que describo (el del entorno o a lo que uno se ha visto expuesto) es mucho más importante. Mira lo que dicen los autores en el informe de FEDEA:

    «la precisión de la estimación es relativamente baja y el resultado sólo es marginalmente significativo desde un punto de vista estadístico, por lo que debe ser interpretado con cautela. Además, es importante tener en cuenta que si bien el éxito de los parientes por encima de lo que predicen sus puntuaciones en las pruebas de tipo test es consistente con la existencia de nepotismo, también es consistente con la posibilidad de que los parientes preparen relativamente mejor los ejercicios orales que los ejercicios tipo test»

    No quiero hacer un casus belli de esto (es un tema sobre el que busco ser convencido) pero creo que es plausible pensar que los orales (por ejemplo, en el caso de diplomático es palpable) o los exámenes que hay que defender dependan más del entorno social o la cultura general de cada cuál. También son los exámenes más «específicos», en el sentido de más distintos de la formación previa que suele tener la gente (aprobar un test es relativamente más sencillo para alguien que ha salido de la facultad que aprobar un oral), así que también son los más dependientes de los recursos distintos del tiempo que uno haya podido invertir en ellos (redes familiares, preparadores, etc). Aún así, acepto que es posible que hubiera subestimado este aspecto.

  11. malamente dice:

    Perdona pero yo no me he aclarado si al final sacaste la oposición. ¿A que Cuerpo?

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