Como estaba previsto, Mitt Romney ha ganado las primarias en New Hampshire con facilidad. Un 38% de los votos es un resultado notable, especialmente cuando el segundo, Ron Paul, ha sacado un respetable 23% de los votos. Romney era el ganador esperado; como ex-gobernador de la vecina Massachusetts, partía con una ventaja incuestionable.

Lo más importante, sin embargo, no es la magnitud de su victoria de hoy, sino la inoperancia de todos sus rivales potenciales en las urnas. Tanto Ron Paul como John Huntsman son inviables; el primero es inaceptable para la mayoría del partido (¿pacifista? ¿patrón oro?), el segundo no tiene organización fuera de New Hampshire. Los candidatos que sí podían hacer daño a Romney a largo plazo eran los conservadores puros, Santorum, Perry y Gingrich, y los tres se han estrellado hoy.

El gobernador de Texas ha hecho poco menos que el ridículo, con un 1% del voto (nota: en Nueva Inglaterra Texas es cordialmente detestada), mientras que Santorum y Newt están en una patética pelea por el cuarto puesto, con un 10%. Lo más divertido (y patético) es que tanto Perry como Gingrich se han pasado estos días atacando a Romney desde la izquierda. Romney tiene la enorme suerte de tener enemigos no ya torpes, sino directamente tontos.

¿Qué quiere decir esto? Dejando de lado minorías libertarias (y New Hampshire es un estado peculiar en este aspecto), el resto del GOP parece resignarse a escoger a Romney. Ninguno de las alternativas viables son capaces de consolidar ninguna clase de apoyo relevante. No sólo eso, sino que todos siguen tozudamente en campaña sin retirarse, evitando que emerja nadie con capacidad de hacer sombra al favorito.

El resultado es otro paso para Romney hacia la nominación, y una oportunidad de oro en Carolina del Sur. En un estado conservador donde el relativamente moderado Romney podría tener problemas ante uno o dos candidatos, el ex-gobernador de Massachusetts verá como sus rivales tienen que perder el tiempo atizándose entre ellos. Mitt no ha sido criticado seriamente por nadie hasta New Hampshire, y ahora puede que sea ya demasiado tarde.

Un par de notas finales. El discurso de victoria de Mitt Romney ha sido uno de elecciones generales, no de primarias. No diría que dan esto por ganado (no son tontos) pero está claro que ya están pensando en noviembre y no van a perder el tiempo con Gingrich, Santorum y demás. El trabajo sucio, si fuera necesario, lo harán grupos externos. También ha sido, todo hay que decirlo, un tostón lleno de tópicos y medias verdades, una especie de lista de la compra de bobadas republicanas recientes (propuesta estrella: eliminar regulaciones, reducir gasto, bajar impuestos). Lejísimos de ese discurso de Obama (tras perder en el estado) el 2008, y una muestra que Romney será cualquier cosa menos creativo en las generales.

Segundo, en un partido en que todo el mundo se ha echado al monte, parece que van a acabar nominando el candidato en teoría más moderado. La pesadilla del 2008, cuando los conservadores del GOP dividieron su voto entre varios candidatos dejando la puerta abierta a McCain. Parecen Izquierda Unida.