Geopolítica & Política & RRII

Réplica de Nacho Carretero sobre Palestina

13 Dic, 2011 - - @jorgesmiguel

Nacho Carretero, autor del artículo sobre Palestina criticado en el último post, me envía una réplica que, de manera excepcional, y dado que he preferido mantener los comentarios cerrados, publico a continuacion. Le agradezco a Nacho el interés, aunque Andrés y yo seguimos pensando que el lugar natural para este debate era la propia revista Jot Down. Por supuesto, la publicacion de este texto no implica ningún juicio por mi parte respecto a su contenido.

Estoy de acuerdo con prácticamente todo lo expuesto en su texto. E interpreto el tono de falta de respeto hacia el mío como una licencia literaria. Así lo tomo.

Estoy de acuerdo, digo, porque  la mayoría de las cosas que usted dice son ciertas. El problema es que las mías también. Reduzco su burlesca crítica, pues, a que me faltó profundizar en algunos puntos para permitir su completa comprensión. En ello ve usted propaganda, oscuras intenciones, dobles raseros y finalmente un ataque despiadado a Israel contra el que “todo vale”. No. No hay nada de eso por más que en este asunto siempre se puede llegar a semejantes conclusiones.

Su texto se pregunta, una vez tras otra, por qué el autor no ha ido más allá, por qué no explica un hecho como que haya un muro, o como que miles de palestinos vean cercenada su vida por el mismo. El caso es que no preguntarse el por qué no convierte al hecho en mentira, ni en manipulación, ni mucho menos, como bien sabe usted que ha estado en Cisjordania, en sensacionalismo. Antes de entrar en el cuerpo a cuerpo manifiesto que lo expuesto es rigurosamente verdad, que son hechos demostrables y palpables y que, aunque a algunos les resulte lacrimógeno, hay unas realidades que tienen lugar cada día en Cisjordania y que hacen sufrir a miles de personas. ¿Qué derivan de otras que antes hacían sufrir a ciudadanos a israelíes? Debatible, pero no por ello son mentiras las expuestas.

Normalmente, cuando se exponen injusticias que derivan de comportamientos occidentales, se tiende a elevarse sobre ellas y preguntarse por qué ocurren, en un intento por excusarlas o minimizarlas. Me parece un buen ejercicio reflexivo, pero no invalidan que estas injusticias estén teniendo lugar. Y que quienes las padecen no son los culpables. En este tema, el del conflicto palestino-israelí, enseguida se tiende a enarbolar una bandera. Es blanco o negro y hay que decantarse y definirse por uno de los dos contendientes. Resulta curioso que en mi ‘Guía para hacer un reportaje en Palestina’ me hayan llegado críticas asegurando que denigro a los palestinos y también que hago lo propio con los israelíes. Hasta he leído comentarios de que el texto está bien, pero que no queda claro de qué lado está el autor. Nadie, de momento, ha visto una crítica al periodismo, conflicto mediante. ¿Propaganda palestina, Andrés? Yo no escribo a sueldo de nadie, salvo de mis convicciones. Es de las pocas cosas que no le admito de
su réplica.

Dicho esto, reconozco que el dejar de profundizar es no permitir la completa comprensión. No era el espíritu del texto, pero tomo su réplica como una oportunidad de hacerlo, para que vea usted que no escribo a sueldo de ninguna propaganda. Es más, mi réplica bien podría finalizar aquí, asegurando: “tiene usted razón en lo que dice, porque añade cosas en su texto que yo no he expresado en el mío, pero créame, no había dobles intenciones en no hacerlo y tampoco ello invalida la verdad de las que sí expongo”. Pero recojo el guante.

Otro motivo por el que sigo adelante (tal vez el principal) es el de que las verdades que usted añade para la completa comprensión de mis puntos son, al fin y al cabo, sus verdades: fieles al discurso oficial israelí cuando se trata de justificar inhumanos comportamientos y esclavas del conceptualismo bajo el que vivimos en Occidente, donde la misma cosa es aceptada o denigrada según se le llame de un modo u otro. Es por ello que sus verdades son debatibles, en una nueva vuelta de rosca y, siguiendo el hilo soltado por usted, le acuso de no profundizar en los puntos que me replica, no ir más allá, sino dejarlo todo en la cuestionable legalidad de Israel y su entramado jurídico que, sobre la mesa, siempre acaba dando la razón al mismo.

Si me critica usted el dejar de contar cosas, yo hago lo propio con su texto, y me dispongo a completarlo. Algo que se aparta del tono de mi Guía original y que abre un nuevo debate, el cual, espero, sea de su agrado en pos del enriquecimiento mutuo.

Dice usted que es difícil hablar de segregación entre árabes y judíos en la zona. Es curioso, a mí me resulta bastante fácil. Es fácil si comenzamos por decir que los niños palestinos que residen en Israel van a unos colegios y los israelíes, a otros. Segregación pura desde la más tierna infancia. Que israelíes y árabes conviven en Israel me parece una palabra exagerada. Sólo hay que darse una vuelta por los barrios árabes (¿segregación de nuevo por barrios?) y otra por el resto. De acuerdo, no nos basemos sólo en la percepción ni en las quejas vecinales de los palestinos. Dice usted que los ciudadanos palestinos tienen los derechos equiparados a los demás ciudadanos. Pero omite (pensaba usted que esto era una práctica exclusiva mía ¿eh?) que eso es una bonita verdad teórica. En la práctica no es así. Resulta que el servicio militar israelí es obligatorio para todos los ciudadanos, excepto para los ciudadanos palestinos, que están exentos por motivos de conflicto identitario o ético. Qué respetuoso Israel.
El problema es que el servicio militar en Israel supone muchos puntos a favor para los ciudadanos a la hora de acceder a puestos de trabajo, becas, ayudas, subvenciones, etc. Hacer el servicio militar es una estrella en el CV que no tienen los palestinos, relegados a los puestos más bajos. ¿Por qué los puestos de trabajo más precarios son para los árabes? ¿Porque son más tontos? Obviamente, no.

Dice usted que el muro no es la frontera. Tampoco lo digo yo. Claro que no lo es. El muro está levantado varios kilómetros dentro de la frontera (de la línea verde trazada por la ONU). Y mire, no seré yo quien le niegue que Israel necesita ese muro para proteger a sus ciudadanos. He estado con familias palestinas ante el muro y mientras oía sus quejas pensaba en las familias israelíes que han perdido a alguien en un autobús que saltaba por los aires. Y pensaba que el perpetrador podría haber pasado precisamente por ese punto, y ahora, por fortuna, no lo hace. Siendo esto verdad, lo es también que el muro humilla, parte y cercena el día a día de miles personas. Y sí, sus muros son heladores. Y sus check points nada tienen que ver con un aeropuerto.

La afirmación de que el Tribunal Supremo Israelí determinó que la valla de separación es legal, retrata la legalidad israelí, siempre en funcionamiento para dar la razón al Estado en todos sus actos, por increíbles que estos sean. De este modo, los desalojos de familias palestinas en Jerusalén Este puede ser crueles pero, qué demonios, lo importante es que son legales, gracias a la ley del ausente y a la invalidación ante un tribunal israelí de cualquier título de propiedad jordano. En todo caso, si al final se inicia el juicio, ¿qué palestino podrá costearlo hasta el final, teniendo en cuenta la complicación jurídica que siempre entrañan las disputas de propiedad? Una vez más Israel tiene la razón por que se la da su legalidad, su verdad. Y por ello queda invalidado el sufrimiento palestino. ¿Cómo que sufren? ¡Si no tienen la razón!

Pero es que la ocupación misma es un entramado legal. La existencia misma de Israel es un entramado jurídico. Fíjese usted si podríamos darle vueltas al asunto de profundizar. Dice Israel que no está ocupando Cisjordania porque resulta que cuando la controló –después de la Guerra de los Seis días que, efectivamente, comenzaron los países árabes contra Israel- aquel suelo no era de nadie. De nadie se refiere a que el pueblo palestino no estaba conformado como Estado y, por tanto, no tenía la propiedad legal de ese suelo, sino que se la disputaba al Estado de Israel. Es decir, Israel afirma que para legitimar la propiedad del suelo, de un terreno, el propietario debe estar conformado como Estado. Me pregunto yo, llegados a este punto, por qué entonces el pueblo judío sí tuvo derecho (y tiene) a reclamar Israel como suyo, si cuando lo hizo no estaba conformado como Estado. Espero que nadie interprete que estoy diciendo que el Estado de Israel no debe existir. No. Lo que digo es que no hay unas reglas escritas
que determinen cuándo un pueblo tiene derecho a un Estado. Es más, no hay unas reglas legales que establezcan qué y quién es un pueblo. Por tanto, recurrir a enrevesados asuntos legales ahora deslegitima cualquier reclamación histórica del pueblo judío, cuya existencia, si nos ponemos exquisitos (no lo haré yo, que sí defiendo su existencia) es tan discutible como la del pueblo palestino. En resumen, de nuevo el conceptualismo como arma de enredo, distracción y falso debate.

Por seguir con los puntos en los que dice usted que no profundizo. Me ha sorprendido especialmente el de Hebrón. Si se trata de acusarnos de falta de profundidad, se lleva usted la palma al dejar de hablar de quiénes son esas “500 almas” que habitan en las colonias del casco antiguo de la ciudad, cómo piensan, cuál es su intención y cómo se comportan. Le cedo a su siguiente réplica el honor de que se lo explique a algún sesudo lector que a estas alturas no se haya agotado de nosotros. Bien sabe que esas 500 almas son uno de los mayores quebraderos de cabeza para la seguridad de Israel al mismo tiempo que son la punta de lanza más odiosamente ideológica que tiene el judaísmo nacionalista más fanático.

He patinado con las zonas y donde dije A quise decir C y viceversa. Espero que en ello no haya visto usted la intención de “engañar” al lector que ha visto en el resto del texto. Aclarado esto, que Nablus esté a cargo de la ANP no significa que en las montañas que rodean a la ciudad no se hallen los controles militares israelíes que la vigilan y la aíslan. Del mismo modo, cuando digo que las carreteras principales que conectan las colonias con Israel están cerradas a los palestinos, me refiero a que no tiene  accesos a pueblos ni aldeas palestinas y, por tanto, son inútiles para sus habitantes. Es decir, están cerradas de toda la vida de dios. De nuevo, realidad contra enredo verbal en pos de justificar lo injustificable.

Asegura usted que miento cuando hablo de intercambio de prisioneros porque de un lado tenemos, dice usted, a un chaval haciendo la mili y del otro a “asesinos confesos, autores de atroces atentados terroristas” detenidos, juzgados y encarcelados. ¿Por quién? ¿En base a qué ley? A las leyes militares israelíes, a sus tribunales y sus medidas unilaterales. No seré yo quien justifique los ataques a civiles israelíes, nada más lejos, y me pongo a la cabeza en el desprecio más absoluto hacia la violencia, pero de nuevo volvemos a los conceptualismos. Esto es ataque militar y esto otro terrorismo. Bombardeo militar a población civil es daño colateral, ataque miliciano es terrorismo. La realidad es que Israel es un Estado violento que gestiona violencia. Es un Estado que ha asesinado selectivamente. Que, una vez más, usted le busque las vueltas y le ponga etiquetas diferenciadores, no hace desaparecer la realidad de la violencia de ambas partes, algo que equipara a sus víctimas y a sus prisioneros, lleven uniforme
o no.

Hay algún punto más que expongo y que padece su ataque, pero creo haber seleccionado los más significativos para no hacer este debate interminable. Y, por supuesto, coincido con usted en el deseo de la paz, cómo no, y anhelo que debates como éste contribuyan a ella a través del conocimiento de la realidad del conflicto.

Nacho Carretero


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