En esta recopilación de ideas que caducaron en 2011 echo en falta una que, aunque sea de rebote, atañe a la profesión periodística y muy particularmente a El País. Me refiero por supuesto a la idea de transparencia pública total que vino a encarnarse en Wikileaks y que el periódico global en español nos vendió a golpe de portada durante varias semanas. Ahora sabemos que el medio era el mensaje y que la relevancia de aquellas «revelaciones» que ocupaban las portadas se ceñía casi exclusivamente al hecho de ocuparlas. Un caso de libro de priming.
Hace unos días, Lluis Bassets reconocía que la cosa no había sido para tanto -manteniendo sin embargo el peso de Wikileaks en la revolución tunecina, como si la corrupción de los regímenes árabes no fuera cosa sabida por todos. Sólo con mucho optimismo hacia la causa de Assange puede defenderse que Wikileaks haya tenido algo más que un papel despreciable en las revoluciones árabes. Y eso por no decir que, al menos a mí, las imágenes de la sodomizacion fake de Gadafi y su ajusticiamiento me recuerdan bastante más a Salustio o a Piazzale Loreto que a una novela de Cory Doctorow.
De modo más general, echo en falta que, en medio de la ya habitual crítica a «expertos» y políticos, los periodistas hagan más autocrítica sobre su papel como guionistas de la conversación pública y sus propias predicciones y análisis fallidos. Hace un año estábamos discutiendo en primera plana sobre cotilleos diplomáticos y Álex de la Iglesia. De lo que discutíamos hace cuatro o cinco mejor no les cuento.
¿Autocrítica? ¿periodistas?
¡¡JAJA!! ¡Qué iluso!
WikiLeaks ha quedado en lo que algunos ya avisamos: una serie de chismorreos de portería sin ningún valor, cuyo único fin era contribuir al engrandecimiento del ya de por sí sobredimensionado ego de Assange.
Si no fuera todo tan pueril y fatuo, se podría acusar a WikiLeaks de poner en riesgo la estabilidad de las rr.ii; pero ni siquiera eso ha conseguido.
La posición de El País, por otro lado, es lógica. WikiLeaks vendía. Aunque eso fuera a cambio de sacrificar prestigio. No es más que un balcance de costes/beneficios.
Personalmente la listita me pareció bastante penosa, y el artículo francamente mal escrito, pero la guinda se la lleva la última de las cinco «ideas en bancarrota» que parece traida por los pelos e incluida solo porque cinco suena mejor que cuatro…
Y esto lo digo porque eso de que los tiranos aprendieron que las bombas atómicas son utilísimas data como máximo de la invasión de Irak y la caida de Saddam Hussein. Es absurdo decir que han tenido que esperar a 2011 y a ver el fin de Gadafi.
Información Bitacoras.com…
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