La Ciencia Política, reducida a lo más básico, se centra en responder dos preguntas muy simples. Primero, por qué la gente obedece; qué condiciones son necesarias para que cuando un gobierno aprueba una ley o da una orden, los funcionarios la aplican, la población la sigue y los militares no dan un golpe de estado cuando les miran mal. Segundo, qué tiene que hacer un gobernante para que la gente le crea; cuando el presidente promete que no te va a expropiar, fusilar o devolverte una deuda, qué hace que estos compromisos sean creíbles.

Todos los sistemas de gobierno ahí fuera deben responder, primero de todo, a estas dos preguntas. Tradicionalmente la respuesta a ambas era bastante sencilla («mi tener gran cachiporra, tu obedecer» y «si tu no creer, mi atizar con cachiporra», con ligeras variaciones tecnológicas según época y región), pero según las sociedades humanas crecieron en tamaño y los gobiernos se hicieron más complejos, los arreglos institucionales se hicieron más y más complejos. Las «tecnologías» de gobierno han ido avanzando a trompicones, normalmente asociadas a la velocidad de las comunicaciones y la capacidad de los estados de ejercer la violencia, pero también al desarrollo de cosas como burocracias o códigos legales.

Aunque parezcan problemas muy antiguos y muy básicos, estos dos conceptos tan simples no son en absoluto temas cerrados. Los problemas políticos de la eurozona estos últimos meses, sin ir más lejos, son en parte el resultado de la incapacidad de las instituciones de la UE para responder a estas dos preguntas.

Ayer, sin ir más lejos, Merkel y Sarkozy hablaron largo y tendido sobre credibilidad, de cómo conseguir que los mercados se crean que los estados pueden devolver sus deudas. Para conseguir esta credibilidad, franceses y alemanes tienen que crear una legislación que sea obedecida por el resto de estados de la Unión, algo que consiga que la estabilidad presupuestaria sea respetada. Las instituciones europeas fueron incapaces de conseguir que Portugal y Grecia cumplieran con esta norma (no así España, Italia e Irlanda – el problema de la UE no es fiscal, pero ese es otro tema),  y están creando un elaborado sistema de penalizaciones (una cachiporra, vamos) para que les hagan caso. Las promesas de los estados de bondad fiscal serán creíbles porque el castigo estará ahí, implícito.

El problema central, sin embargo, no es conseguir que los griegos e italianos cumplan la ley (algo que nunca se les ha dado bien hacer), sino convencer al mundo que la promesa de pago que es la deuda pública y el euro es real y no será rota de forma unilateral. En este aspecto los líderes de la eurozona si parecen andar bastante perdidos, como se recoge en una encantadora declaración que de Merkel y Sarkozy ayer, repitiendo un artículo de la reforma constitucional española reciente. Los gobernantes dicen solemnemente que la eurozona (y España, en nuestro caso) nunca dejará de pagar sus deudas al completo, sin quitas ni recortes, y que los estados se impondrán por ley pagarlas antes que cualquier otra cosa.

Felix Salmon reaccionaba diciendo que este era un error espantoso, terrible y brutal, y que es inconcebible que hablemos de castigar a gobiernos irresponsables por deuda excesiva mientras que premiamos a los prestamistas que reparten dinero salvajemente diciendo que no van a tener pérdidas. El riesgo moral va en los dos sentidos; si dejamos que los bancos nunca sufran cuando dan créditos irresponsables, los bancos nunca dejarán de darlos. Los líderes europeos con esta promesa se condenan a vivir esclavizados por eternos rescates financieros.

Suena pausible, pero esta crítica tiene un problema: no es un compromiso creíble. Como dicen por FT Alphaville, un estado es en gran medida algo parecido a Darth Vader en Bespin: puede ir a los bancos y decirles que están cambiando los términos de cualquier acuerdo, y pedir que les dé gracias por no alterarlo aún más a su favor. Un estado es, a todos los efectos, un ente básicamente omnipontente en este aspecto; lo único que le impide romper contratos es la reputación perdida y quedarse sin crédito, no otra cosa*. Por mucho que Grecia, España o Alemania pongan en la constitución que nunca jamás de los jamases van a pegártela, todo el mundo sabe que si el precio de cumplir lo firmado es mayor que el de dejar de pagar te van a dejar con el culo al aire. Un país puede ser irresponsable, pero nunca es masoquista.

Este es el motivo principal porque el acuerdo del lunes tiene bastante de fantasía y lo que digan los estados es básicamente irrelevante en estos momentos. Ningún país de la eurozona está en condiciones de garantizar que esos papelitos con ventanas y puentes van a seguir teniendo valor de aquí seis meses, y menos decirte que te pagarán lo que deben sin rechistar. No es un compromiso creíble: la periferia no crece lo suficiente, Grecia es un manicomio, Alemania depende de sus exportaciones al resto del continente y el resto no puede crecer si los germanos no colaboran en solventar los problemas de balanza de pagos.

El único actor, sin embargo, que sí puede garantizar que todo el mundo pagará lo que debe (aunque sea ligeramente depreciado por inflación) y que el euro seguirá ahí cueste lo que cueste es el único que no ha hablado esta semana: el Banco Central Europeo. El enorme privilegio de crear dinero de la nada y decir que te lo tienes que tragar sí o sí tiene estas cosas, al fin y al cabo. Al menos a corto plazo.

La eurozona, durante los próximos meses, tiene que volver a lo más básico: crear un sistema para que sus miembros obedezcan las reglas, y lo hagan a gusto, y conseguir que las promesas hechas sean creíbles haciendo que las reglas creen una estructura monetaria sostenible. Es un problema político, por encima de todo. Esperemos que lo entiendan.

*: ya sé, ya sé. En los buenos viejos tiempos de imperios coloniales y demás delicias decimónicas, si alguien le pegaba un sablazo a un banco inglés, francés o americano y tenía la desgracia de estar en la costa podía encontrarse con una visita de la Royal Navy o pariente cercano que le ofrecía escoger entre bombardearte la capital hasta dejártela hecho cisco o conseguir que pagaras lo que debías. Goldman Sachs será malvado, pero al menos no tiene cañoneras. Por ahora.


5 comentarios

  1. Manuel dice:

    100% suscrito. Merkel y Sarokozy están tensando la cuerda (cosa que no es mala), pero para mi gusto ya se han pasado. Por ejemplo ¡¡la jubilación en Italia a lo 70 es un auténtico disparate!!, yo creo que será contraproducente a largo plazo porque estar cotizando una burrada de años para que luego te paguen una estancia en una SILLA(que es lo que puedes tener a partir de lo 80 -con mucha suerte-) no es razonable. Cuanto más amplien la edad más gente pensará que cotizar es absurdo y más economía sumergida habrá.

    Puestos a enriquecer a los países periféricos podrían apostar por exigir ciertos niveles de formación de la ciudadanía que será lo que garantizará la productividad el día mañana y por tanto el poder pagar las deudas. Parece más interesante lanzarse a una carrera por ver quien se forma mejor que a ver quien se adapta a vivir con menos, porque posiblemente para eso Grecia,Italia y España (por el tema del arraigo familiar) nos podemos salir por la tangente sin despeirnarnos.

  2. oalfonso dice:

    Y los ciudadanos viven con la creencia de que el dinero depositado en los bancos está seguro, porque lo habrán invertido en sitios seguros.

    Aún sabiendo que puedo parecer un perroflauta, no es nada justo que los bancos no puedan asumir pérdidas por inversiones erróneas.

  3. juan dice:

    A ver… como hablar es casi gratis, yo voy a decir lo siguente, con todo el riesgo que ello implica:
    ¿Es que nadie se ha dado cuenta de que estos anuncios no son a los mercados sino a la opinión pública?
    Al igual que con Irlanda, Merkel (muy a su pesar) y Sarko (muy contento) hacen de marionetas de la banca para decirle al mundo que si algo va mal alguna vez en algún país europeo, [omitido por ellos: «en lugar de rescatar directamente a los bancos, que queda muy feo y los directivos no se pueden embolsar sus bonus»] los bolsillos de todos los demás europeos serán usados para satisfacer a los prestamistas con la excusa de ayudar «al pobre pueblo de XXX», que tiene obligación absoluta de pagar…

    Yo es que lo estoy viendo clarísimo. Después de ver el superchollo de Irlanda, que están cobrando y ningún banquero es criticado, quieren más. Lo quieren todo… como siempre.

    Ya les vale con la refundición del capitalismo…

  4. AlexPic dice:

    A mi ya me perdonareis que sea tan simplista pero estoy tomando unos cursos por correspondencia de como plantar hortalizas de temporada y como construir una cabana de madera con una gillette. Así me preparare para el batacazo de tanta sinrazón. Porque si al final uno puede invertir sin ningún tipo de riesgo ya me dirán para que sirve el tinglado que hemos montado desde el XIX.

  5. […] sin embargo, genera un segundo problema: cómo hacer que esta promesa sea creíble. Los legisladores de un país soberano son esencialmente una especie de semidioses que no responden […]

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