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El PSOE escoge a su líder (I): hablando de reglas

28 Nov, 2011 - - @egocrata

El PSOE busca líder. No hay nada como dos derrotas electorales monumentales para despertar un partido adormecido de su imposible letargo, así que en febrero los socialistas se encerrarán todos en un palacio de congresos e intentarán sacarse de la chistera un nuevo jefe de filas.

Es un proceso complicado, farragoso, confuso y muy, muy importante: no olvidemos que el jefe de filas del PSOE sería de facto el próximo presidente del gobierno si Mariano Rajoy lo hace horriblemente mal. Los votantes escogen quién gana las elecciones, pero son los partidos quien hacen la mayor parte del trabajo. Aquellos que piden más democracia harían muy bien participando en la vida de un partido político, en vez de lloriquear demasiado.

Es difícil tratar un tema como una sucesión en un partido político. Estamos hablando de organizaciones opacas, mal estudiadas, confusas y con una irritante tradición en tener unos estatutos increíblemente detallados a los que nadie les presta demasiada atención. El PSOE, a fin de cuentas, sólo ha cambiado de líder cuatro veces en los últimos treinta años (de González a Almunia, de Almunia a Borrell, de Borrell a Almunia y de Almunia a Zapatero),  siempre utilizando un mecanismo institucional completamente distinto en ese proceso. Entender cómo demonios toman decisiones no es precisamente sencillo.

No que el PSOE sea una rareza en este aspecto, por cierto. La mayoría de partidos políticos europeos tienen la malsana costumbre de escoger a sus líderes con algo parecido a una selección aleatoria de métodos organizativos. Hay tres sistemas básicos más o menos establecidos, todos con un montón de variaciones que hace muy difícil compararlos. Por añadido, la estructura institucional a menudo no se corresponde con el proceso real de selección, así que generalizar es complicado.

El más simple, y que en España hemos visto un par de veces, es el dedazo o «círculo mágico». Los popes del partido se reunen a puerta cerrada, hablan con quien tienen que hablar, y al cabo de unos días alguien recibe el sillón. Hay veces que el círculo es pequeño, con el líder actual nombrando un sucesor; otras es un pequeño grupo de élites y notables que «cuentan» pero que no tienen por qué tener poder orgánico. Es un proceso claro, rápido y no demasiado doloroso, y gloriosamente oligárquico. Si las élites hacen bien su trabajo (o el partido tiene un sistema establecido decente para escogerlas) puede ser muy eficaz. El partido conservador británico había sido, durante mucho tiempo, un ejemplo perfecto de este método, y les funcionó muy bien durante años.

En el otro extremo de participación tenemos el fetiche favorito de la verdadera izquierda, las primarias. Es un sistema claro, simple y sencillo: votan todos los militantes y santas pascuas .También es un sistema que vemos muy poco a menudo en democracias parlamentarias, en no poca medida porque no funciona demasiado bien. Motivos hay varios, pero gran parte del problema se deriva del hecho que en las democracias parlamentarias mandan los partidos, no los candidatos, así que tener un sistema que genera líderes pero no bases de poder asociadas es una combinación incómoda. En España lo vimos cláramente durante la corta era Borrell, pero esa clase de problemas no son demasiado anormales.

Las primarias son, además, increíblemente divisivas y muy, muy visibles para el electorado, que acostumbra a penalizar a los partidos con problemas internos. De cara a las generales, un candidato nacido en unas primarias parte con desventaja. Por no hablar del problema añadido que los militantes no tienen por qué ser demasiado buenos escogiendo candidatos viables, estando como están a la izquierda (o la derecha) de los votante en general. Hay una corta y gloriosa tradición de partidos metiéndose en primarias sólo para escoger al candidato más extremista posible, que después marchará con entusiasmo hacia una horrible derrota en las generales.

El método más habitual, y el que veremos en el PSOE, es una sistema mixto: las élites del partido escogen al nuevo líder, pero el proceso de selección es abierto, competitivo y con participación de la militancia. El ejemplo clásico (y muy elegante) era el de los laboristas británicos pre-Thatcher, con los diputados en Westminster siendo los únicos con derecho a voto, y el candidato emergiendo necesariamente entre los MPs. En un sistema con circunscripciones uninominales, los MPs tenían un contacto considerable con sus militantes, así que la voz de las bases era escuchada. Siendo como eran políticos profesionales, sin embargo, los parlamentarios tienen poderosos incentivos para apostar por candidatos viables en las generales, no caprichos ideológicos, generando un cierto equilibrio entre ambos objetivos.

Esa, claro está, es la teoría. En la práctica, los sistemas mixtos tienen sus problemas, a menudo derivados de la composición exacta de quién escoge al jefe del partido. Si las élites del partido tienen una alegre tendencia al desfalco, la corrupción y otros desatinos parecidos, por ejemplo, es relativamente difícil imaginar que puedan escoger a alguien bueno. Si los notables regionales tienen una larga y gloriosa tradición de perder en sus territorios una y otra vez, siendo incapaces de ver eso como un problema (hola, PSM. Hola, PSPV), el proceso de selección del nuevo líder será más bien torpe. Y si los cuadros del partido son poco representativos, apáticos o poco dados a tomarse esto de gobernar en serio, viviendo obcecados con personalismos y demás, el proceso será básicamente inútil.

El PSOE en febrero utilizará un sistema hibrido, no púramente elitista pero tampoco completamente abierto. En este caso, los militantes escogerán delegados que asistirán al congreso, y serán estos delegados los que escogerán un nuevo líder. A efectos prácticos serán las habitualmente letárgicas agrupaciones locales del PSOE las que escojan delegados para su congreso provincial, que a su vez filtrarán al regional, que a su vez escogerán quién va a Sevilla a soltar mandobles reflexionar sobre el futuro del partido.

Cualquiera que se haya pasado alguna vez por una agrupación del PSOE sabe que de la teoría a la práctica hay un buen trecho, y estoy bastante seguro que este congreso no será una excepción. El único cambio, si acaso, será que en este Congreso no habrá prácticamente ninguna federación del PSOE o agrupación regional que controle una cantidad de poder político decente, con la excepción de los andaluces, así que los notables que acostrumbran a controlar el proceso están casi todos sin cargos relevantes. Eso no es obstáculo para ver agrupaciones caciquiles de vez en cuando (hay gente que es capaz de justificar seguir perdiendo eternamente), pero los militantes de base es probable que tengan más peso que en otras ocasiones.

Sobre cómo será el proceso, cómo debería ser, candidatos y demás, hablaremos mañana. No hace falta decirlo, tengo la horrible sensación que el PSOE corre el riesgo de volver a dejar las cosas a medio hacer, sin haber entendido en absoluto el origen de sus problemas.

Pista: el problema no es quién manda. Es para qué.  Mañana más.


8 comentarios

  1. […] "CRITEO-300×250", 300, 250); 1 meneos ¿Cómo escogen los partidos europeos a sus jefes de filas? politikon.es/materiasgrises/2011/11/28/el-psoe-escoge-a-s…  por Libey hace […]

  2. Ehm, no. Borrell nunca fue elegido líder (o secretario general) del PSOE, sino candidato a la Presidencia del Gobierno, una forma poco sutil de decirle a Joaquín Almunia que como organizador político estaba bien, pero como de líder de masas era poco menos que discutible. Borrell ganó, pero Almunia siguió siendo secretario general: lo que permitió que cuando la candidatura de Borrell explotó pirotécnicamente, no se tuviese que convocar otro largo y doloroso proceso de primarias.

  3. alter_ego dice:

    Nada bueno puede salir de este proceso si los actuales responsables e impulsores del mismo se muestran convencidos de que la debacle del PSOE ha sido culpa exclusivamente de la crisis y de algunos «errores de gestión y comunicación». Es la misma historia de siempre. Si no sale alguien verdaderamente consciente de por qué 4 millones de votantes han decidido que no merece la pena votarles aunque el PP arrase podemos despedirnos de que este partido tenga remedio.

  4. Manuel dice:

    Las solución para que el PSOE gane dentro de 4 años (olvídandose de la coherencia) es evidente, derechizarse. Partimos de la idea que el PP lo tiene que hacer muy mal para no seguir gobernando, por lo cual yo dejaría al electorado de ultra-izquierda que siga haciéndose sus pajas mentales (alguno reflexionará) e intentaría recuperar voto de centro-derecha, el interés está en saber que ideas debe tomar y más a sabiendas que (supuestamente) Rajoy va a abordar todas las reformas esas tan famosas. Lo más interesante, vistos los resultados, es MODERAR el discurso pero sin proponer nada nuevo. El debate ideológico debería quedar de puertas adentro del partido.

  5. Carlos dice:

    Los del PSRM no salimos ni como ejemplo de lo que no hay que hacer (al lado del PSPV y PSM). Menudo bajonazo u.u

  6. J.E dice:

    Mis condolencias al compañero del PSRM. Piensa que, bueno, al menos has vivido para ver a España ganar el Mundial… XDDDDD

  7. […] hablaba, de forma un poco general, sobre cómo los partidos políticos europeos escogen a sus líderes, y por qué el rematadamente confuso sistema que ha decidido utilizar el PSOE no es nada fuera de […]

  8. Carlos dice:

    Pues ni eso, porque no me gusta el fútbol xD Aunque el baloncesto sí, y esa alegría sí me la he llevado varias veces :p

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