Impuestos y fiscalidad

El tamaño del Estado no es (sólo) un problema ideológico

26 Nov, 2011 -

Una de esas discusiones tan populares es la de hablar del tamaño de Estado medido como porcentaje del PIB. En estos casos, algo a lo que se suele recurrir con frecuencia es a comparaciones entre países para sugerir que tal o cual país tiene un sector público demasiado grande o demasiado pequeño. La hipótesis que subyace en este tipo de ejercicios es que, de alguna forma, el Sector público debería ser igual de grande en todos sitios. Inevitablemente, la discusión suele politizarse, argumentando que lo único que el hecho de que dos países tengan dos niveles de gasto distinto implica automáticamente que uno es más justo o está mejor gestionado que otro.

En este post me gustaría plantear un marco para entender el tamaño del Estado desde un punto de vista estrictamente técnico, esto es, haciendo abstracción de consideraciones redistributivas o de justicia social. Veremos que el tamaño óptimo del Estado depende de muchos factores objetivos y que la variación en estos factores puede explicar, al menos en parte, que unos estados sean más grandes que otros o dedican más recursos a unas cosas que a otras. No quiero decir que el tamaño del Estado sea un problema dónde la política no tenga nada que ver, lo único que quiero subrayar es que no es lo único que tiene que ver. Y después de este disclaimer para trolls, vamos con el análisis.

La primera premisa en la que espero nos pongamos de acuerdo es que el Estado es uno de los muchos mecanismos que existen para asignar recursos (producir y distribuir bienes y servicios) y existe en principio una forma de evaluar, de forma independiente de las convicciones morales de cada cual, qué recursos se gestionan mejor dentro del Estado y qué recursos se gestionan mejor con mecanismos alternativos (el mercado fundamentalmente, pero también la familia y otras instituciones intermedias). Dependiendo de la ventaja comparativa del Estado y los otros mecanismos, hay bienes que son privatizables y otros que no. Esto es algo relativamente indiscutido; lo que es discutido y discutible es cuáles de esos bienes corresponden a cada ámbito lo cual es
fundamentalmente un debate de tipo técnico que se puede evaluar de forma objetiva.

Una vez que hemos dividido el conjunto de bienes que se producen dentro de una economía entre bienes gestión pública y bienes de gestión privada, todo lo demás es un ejercicio de libro de micro intermedia: cruzar curvitas de oferta y demanda, agregar consumidores y empresas y sacar cantidades.

Vamos a suponer una economía simplificada  en la que solo se demandan dos bienes de consumo: sanidad (que por hipótesis asumiremos que se produce mejor de forma pública) y patatas (producido de forma privada). Para simplificar, supondremos que todos los ciudadanos son iguales de forma que podemos tratar los gustos de la población como si fueran los del ciudadano medio. En esta economía es muy fácil determinar cuál debería ser el tamaño del Estado: dependerá de qué parte de la renta desee nuestro ciudadano medio gastar en su salud y en su alimentación. Esta es una forma muy sencilla de entender una posible fuente de variación: las necesidades relativas de los ciudadanos entre los bienes de producción pública y privada. Pero también es bastante poco convincente; por eso voy a relajar los supuestos del modelo para entender qué puede explicar estas “necesidades”.

Una primera parte de explicación puede tener que ver con los valores o la cultura de la gente. A mi me parece una explicación un poco torpe, pero uno podría argumentar que en ciertos países existe una cultura más individualista dónde la gente valora menos asegurarse contra el riesgo de ponerse enfermo, así que prefiere gastar menos en sanidad que en patatas. O pensad que el bien producido de forma pública fuera la defensa: un país con ciudadanos “pacifistas” podría querer gastar más en patatas que en tanques. No quiero sugerir nada en concreto, solo plantear que este tipo de cosas pueden tener una importancia; os dejo que penséis ejemplos.

Una segunda parte de la explicación –en mi opinión bastante más convincente- puede tener que ver con factores más objetivos. Por ejemplo, pensad en la localización geográfica o el clima del país. Si nuestros consumidores viven en un país periódicamente sujeto a epidemias, querrán gastar más dinero en sanidad aunque tengan que comprar menos patatas. Un ejemplo más realista es el caso en que el bien público de la defensa: si un país está rodeado de países hostiles que amenazan con invadirlo, es lógico que los ciudadanos prefieran dedicar una parte mayor de su renta a la defensa (es decir, gestionarla de forma pública). Si un país está internamente muy bien comunicado de forma natural (por ejemplo, por río) es posible que necesite invertir menos en carreteras o ferrocarriles y pueda permitirse gastar en patatas. Otro ejemplo es el del paro: si la tasa de paro de un país es relativamente alta de forma estructural, es probable que los ciudadanos estén dispuestos a pagar una cantidad
mayor para asegurarse en caso de perder su empleo.

Un factor explicativo adicional tiene que ver con la demografía del país. La producción de muchos bienes tiene lo que en economía se llama “costes fijos”, es decir, que son independientes de la cantidad producida. Si los costes fijos son altos, entonces los costes medios suelen ser decrecientes y el coste a repartir es menor. Vamos a suponer que la sanidad solo tuviera costes fijos y las patatas solo costes variables y que tenemos dos países, el país A con un solo ciudadano y el país B con dos ciudadanos. Si el ciudadano del país A quisiera tener “algo” de sanidad, tendría que pagar exactamente el doble que cada ciudadano del país B. En estas circunstancias, aunque los ciudadanos del país A y del país B valoren igual la sanidad es posible que simplemente al primero no le salga a cuenta y a los segundo sí. Esto explica que el tamaño del Estado (óptimo) pueda depender de la población. Pero también, y esto es importante, de la estructura de costes: es posible que distintos estados del
mundo tengan burocracias con eficiencia variable, de forma que producir bienes es más o menos costoso según el caso. Cuando la burocracia es relativamente eficiente y barata, sería mejor producir más bienes de forma pública y a la inversa.

Un último factor explicativo que quiero introducir es lo que se suele llamar la “Ley de Wagner” y que tiene que ver con el nivel de desarrollo del país. Antes de nada, pensad en vuestros hábitos de consumo: conforme uno se va haciendo más rico, uno varía la proporción de renta que gasta en distintos bienes. Cuando uno es pobre, gasta casi todo lo que gana en comida y el alquiler; cuando uno se va haciendo más rico típicamente no compra más comida, sino comida de mejor calidad (deja de consumir un producto para pasar a consumir otro) y empieza a irse a la playa en vacaciones. Esto marca una diferencia entre lo que en economía se llaman “bienes de primera necesidad”, cuyo consumo aumenta menos que proporcionalmente con la renta, y bienes de lujo, cuyo consumo aumenta más que proporcionalmente con la renta.

La hipótesis de Wagner fue que existe una mayor proporción de bienes de lujo entre los que se producen de forma pública que entre los que se producen de forma privada- al menos para determinados tramos de desarrollo. Aunque la hipótesis es antigua, Peter Lindert tiene un par de libros más o menos recientes que vienen a sugerir que explica bastante bien la historia. La consecuencia es que la demanda de bienes de tipo público en relación con los bienes de tipo privado es cada vez mayor con la renta de la gente y, por tanto, cuanto más rico es un país, mayor debería ser su sector público. Esto explicaría que, en términos históricos, los Estados no empiezan a crecer como proporción del PIB realmente hasta que alcanzan cierto nivel
de renta per cápita. Esta hipótesis es por supuesto discutible, pero la imagen que hay detrás es la que ponía en el ejemplo idiota de arriba: la gente no empieza a preocuparse por ir al médico y al colegio y por tener calles y carreteras bien asfaltadas hasta que no gana lo suficiente para tener un plato de patatas todos los días en la mesa.

Un aspecto interesante de saber cómo varía la demanda de bienes de tipo público y privado con la renta tiene que ver con los ajustes del gasto durante las recesiones. Cuando la renta del país cae, aunque sea temporalmente, abstrayéndonos de consideraciones redistributivas ¿qué es mejor, reducir el gasto público y los impuestos o aumentarlos? Si pensamos que el ciudadano medio demanda más bienes públicos cuando aumenta su riqueza, entonces la respuesta sería “bajarlos” y al revés si pensamos que demanda menos.

Digo que esto es interesante porque es un caso en el que pensar de forma coherente contradice los prejuicios ideológicos, sean cuales sean; a priori, uno podría pensar que creerse la ley de Wagner nos sitúa en una perspectiva más «intervencionista»; sin embargo, la ley funciona en los dos sentido: aumentar el tamaño del Estado cuando el país crece, disminuirlo cuando cae en recesión; ¡y al revés!: uno no puede sugerir, al mismo tiempo, que ahora que somos más pobres hay que adelgazar (engordar) el Estado y que una economía desarrollada requiere un Estado más pequeño (grande).

Con esta exposición no pretendo ser exhaustivo, sino más bien mostraros una forma de pensar en este tipo de problemas. A la hora de determinar como de grande debe ser el Estado, no existe ninguna presunción de que éste deba ser igual de grande en todos sitios, sino que depende, al menos en parte, de factores externos, como las necesidades del país y lo eficiente que sea el Estado produciendo bienes y servicios públicos. Lo mismo se aplica a la distribución del gasto público entre partidas presupuestarias: hay países que, por razones técnicas, deben gastar relativamente más en defensa que en educación que otros.


11 comentarios

  1. Basilio dice:

    Muy buen artículo, se lee con facilidad a pesar de ser un poco largo.
    Me guardo para leer con un poco más de tiempo el texto de Stiglitz, que a pesar de tener sus añitos, parece bastante interesante. Gracias por enlazarlo.

  2. Unoquepasa dice:

    El problema que pasas por alto es que el Estado posee un poder coercitivo que otros agentes no poseen. Asumes que es un agente en competición con otros cuando en la realidad el Estado no es producto de una decisión «más-o-menos-libre» sino que básicamente cierra el mercado en determinados aspectos.

  3. cives dice:

    «Asumes que es un agente en competición»

    ¿En serio? ¿dónde? ¿Eres consciente de que es un post normativo?

    El razonamiento es este:

    -Premisas:
    a) Una solución eficiente es aquélla que replicaría un proceso de asignación sin fallos de mercado
    b) Como en la realidad hay fallos de mercado, asumimos que hay bienes que deben producirse de forma pública y otros de forma privada

    -Conclusión:
    Para averiguar cuál es el tamaño óptimo del estado, miramos primero qué cantidad respectiva de cada bien deberemos producir/consumir según a) y dado b) dedicamos la cantidad correspondiente de nuestro presupuesto a los bienes de producción pública.

  4. francisco dice:

    Unoquepasa,

    No se que se pretende decir cuando se dice que el estado posee poder coercitivo, pero vamos, hay muchos monopolios (oligopolios o monopolios privados, como les quieras llamar) que poseen un poder bastante coercitivo y no dudan en utilizarlo.

    No me imagino privatizar el ejército, por ejemplo, dudo que haya un sistema de mercado que no lo conduzca a la guerra.

  5. Epicureo dice:

    Desde luego, es un artículo bien pensado y que hace pensar. Siempre y cuando uno tenga bien claro que habla de un modelo teórico hipersimplificado e irreal. En el mundo real me temo que criterios «puramente técnicos» no valen de nada si no se parte de un criterio político (o ético).

    Para empezar, supones que existe una forma de evaluar la eficiencia en la prestación de un servicio «independientemente de las convicciones morales de cada cual». No veo cómo puede ser eso posible en general. Si la eficiencia consiste en conseguir el mejor resultado posible con unos recursos dados, la definición de «mejor» dependerá de los valores a evaluar. La «mejor» educación ¿es la que consigue un mínimo de analfabetos funcionales a los 16 años o un máximo de estudiantes universitarios brillantes? Y así con todo.

    Luego, eliminar del cuadro las consideraciones redistributivas es imposible. No puede darse un papel al Estado en la economía sin partir de una opción redistributiva. Opción que puede ser no redistribuir nada (o redistribuir al revés, de los pobres a los ricos). Y esto es ideológico.

    Las consideraciones técnicas o de eficacia son muy importantes, desde luego, pero son secundarias. Sólo se pueden aplicar después de definir (ideológicamente por supuesto) los objetivos y criterios de evaluación.

  6. Cives dice:

    «Si la eficiencia consiste en conseguir el mejor resultado posible con unos recursos dados»

    Esto es un error de libro de introducción a la economía para la carrera de trabajo social. http://en.wikipedia.org/wiki/Pareto_efficiency

    El tipo de razonamiento que usas es de los que te lleva a decir que el motor de explosión no se puede comparar con la máquina de vapor porque la ERoEI implica criterios éticos subjetivos.

    En economía el concepto de eficiencia a la pareto es muy débil; viene a significar «producir más con menos es mejor» y «Tener más que es mejor que menos», dejando todo lo demás constante. ¿Existen tradoffs entre eficiencia y otros criterios normativos? Claro que sí ¿significa eso que podemos olvidarnos de las discusiones sobre qué es más eficiente? Obviamente no.

    Después de haberme molestado en hacer esto explícito en el segundo párrafo del post, ¿realmente es necesario que me pongas un comentario así?

  7. polkillas dice:

    No suelo comentar, y hoy hago tres en línea…
    Y después de dos comentarios muy críticos, una de alabanza: es un artículo claro y que me ha hecho pensar, sobre todo la parte sobre la Ley de Wagner.
    De todas maneras, al final me parece que la decisión sobre el tamaño del Estado no puede ser científica, sino política, en el sentido de que depende de los ciudadanos y los gobernantes.

  8. Epicureo dice:

    Cives, ya sabía lo que es la eficiencia de Pareto. Un elegante concepto teórico sin ningún uso práctico. En una palabra, bullshit.

    Las reformas del mercado laboral y la negociación colectiva que se avecinan son altamente ineficientes según Pareto, ya que van a perjudicar al menos a algunos trabajadores. Una dictadura totalitaria es un óptimo de Pareto, ya que no puede reformarse sin perjudicar al tirano. Ningún economista está de acuerdo con estas afirmaciones, lo quiere decir que todos pasan de Pareto.

    Si para los economistas eficiencia es «producir más», sin considerar la distribución, están contraviniendo el criterio de Pareto (ya que prefieren una distribución con más pobreza, si es más productiva). O bien están cayendo en la falacia estadística: «si yo me como un pollo y tú ninguno, nos estamos comiendo medio pollo cada uno».

    Lo que dices en el segundo párrafo del artículo y en otros es que existe un criterio objetivo y técnico de optimización para todos y cada uno de los recursos (¡Y sólo uno! ¡Y aceptado por todos!). Yo digo que esto es irreal.

    En el mundo real existen múltiples criterios de optimización, todos objetivos y técnicos para sus defensores, aunque no aceptados por todos; qué criterio o combinación de criterios se adopta es una decisión política (o moral).

    Por supuesto, si dices es que además de la política hay factores objetivos que influyen en el tamaño del Estado, tienes toda la razón. No la tienes cuando intentas llegar a alguna conclusión normativa sólo con estos factores y olvidándote de la política (como ese disparate de la ley de Wagner que ahora no tengo tiempo de comentar). Eso sólo puede hacerse en los países donde todos los habitantes son «homo economicus» exactamente iguales.

  9. ¬a. dice:

    Acabo de ver por primera vez el documental sobre ENRON.
    Sí es un análisis normativo, cives: siempre que determinas la optimalidad de algo posible que depende en elgo de tu discrecionalidad estás haciendo un análisis normativo. No estás describiendo ninguna realidad impepinable, sino el New Deal no sería posible.
    Una de las tentaciones que tengo cuando intento contestar a este tipo de análisis es la de aplicar la de foucault sobre el poder y da producción de subjetividad pero no tiene mucho sentido contestar a un análisis normativo con otro descriptivo. En ciencias sociales acostumbramos a abstraernos de factores concretos, unas veces no demasiado significativos, otras veces deturpadores, para hacer como que aislamos factores y así determinar optimalidades. Existen muchos problemas, como es obvio. Ahora mismo me doy cuenta de dos muy importantes, uno referente a la definición de lo que importa y lo que no. Cuando definimos el solomillo recortamos lo que sobra y nuestro campo de datos se verá afectado por esa definición. Esto puede traer muchos problemas de no hacerse bien dado que relaciones causales que podemos considerar marginales quizás no lo sean tanto; cuando modificas las variables principales seleccionadas no estás teniendo en cuenta el efecto que esto tiene sobra las que has dejado fuera del análisis.
    además existe un problema calificativo: el pan o las aspirinas no son los kilojulios o los milímetros. éste es un punto más importante de lo que pueda parecer, señalado ya por Joan Robinson: que los «bienes» sean bienes, y la «producción» producción. José manuel Naredo también ha escrito alguna cosilla interesante sobre esto.
    Pero no es éste el camino que quiero recorrer hoy, amigos de lo incierto. Cuando realizamos análisis normativos, como este tan típico de la economía burguesa, debemos estudiar también su posibilidad. Es evidente que podemos caracterizar como óptimo un mundo en donde los obreros se sientan realizados como personas, los ejecutivos de los bancos que luego cobran indemnizaciones comprendan en que consiste la misericordia, y el león y el cordero compartan la merienda. Cuando analizamos la optimalidad de la relación entre recursos gestionados por el estado y por la «iniciativa privada» de la forma en que aquí se nos presenta perdemos de vista algunas fuerzas determinantes de dicha relación. pero no sólo eso, también perdemos la perspectiva dado que es posible un estado de gran tamaño al servicio de intereses privados. Es decir, no sólo debemos pensar en las relaciones de poder entre ambas esferas y cómo una puede afectar a la otra sino cuestionarnos también la misma relación de sustitución. No hacerlo es llegar a
    conclusiones normativas inútiles dado que nunca podrán ser realizadas de forma sostenible. Quienes tanto enfatizan la importancia del diseño de contratos e instituciones –tanto para casos como el de ENRON como para productos derivados a ser negociados en bolsa- pierden de vista la dinámica mediante la que esos diseños ven la luz, por no hablar de las prácticas mediante las que se aplican.
    Sólo el Estado Socialista… blablabla.
    maburro.

  10. […] sacó un artículo fantástico sobre este tema en concreto hace unos días; quiero que el candidato en cuestión me diga qué […]

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