Ciencia recreativa

La inconsistencia dinámica explicada a mis lectores II: resolviendo el problema

8 Nov, 2011 -

En el post anterior he abordado la crítica de que en la realidad el gobierno no es un señor feudal que busca maximizar su propio bienestar, sino que típicamente se preocupa por sus ciudadanos. Aquí quiero abordar la otra crítica que yo haría que es que en la realidad, naturalmente, no observamos problemas tan gordos como el de nuestro señor feudal que vive un periodo. Es decir ¿Qué mecanismos limitan la inconsistencia temporal?

Lo primero que me gustaría observar es que la inconsistencia dinámica no es un problema exclusivo del Estado. Si habéis leído atentos, seguro que podéis pensar en miles de ejemplos parecidos en vuestra vida diaria dónde uno no puede llegar a un pacto razonable porque no puede comprometerse a algo. Si la chica que me gusta cree que le voy a ser infiel sistemáticamente, probablemente no querrá salir conmigo aunque a mi me gustaría poder comprometerme a serle fiel; si yo creo que mi jefe no me va a recompensar con un ascenso por quedarme en agosto en la oficina, tal vez prefiera mandar a mi jefe a paseo; si el banco cree que no le voy a devolver el préstamo, probablemente prefiera no prestarme, etc. Lo que es particular del caso de la política económica no es tanto la estructura del problema como el menú de remedios disponibles.

Un primer grupo de remedios para la inconsistencia dinámica es bastante similar para el sector privado y el público y es lo que podemos llamar, grosso modo, “reputación”. Volviendo al caso de nuestro señor feudal, vamos a relajar el supuesto de que solo ocurre una cosecha y vamos a suponer que, al contrario, los siervos y el señor feudal interactúan muchos periodos. En esta situación, el señor preferirá no confiscar la totalidad de la cosecha hoy y de esta forma incentivar que mañana los siervos se esfuercen. Si los siervos lo saben, entonces decidirán esforzarse y tendremos una dinámica virtuosa entre las dos partes donde el señor decide autolimitarse para que los siervos trabajen.

El problema de este tipo de mecanismos es, en primer lugar, que se basan en la creencia común de que, en la mente de los dos agentes, el pasado y el presente son una buena guía para el futuro. Esto es, si las circunstancias se perciben como suficientemente excepcionales en un momento dado –por ejemplo, una crisis económica brutal-, la cooperación puede romperse. En segundo lugar, parten de la idea de que es fácil vigilarse para los dos agentes –si uno de los dos actúa de forma oculta, entonces deja de ser viable.

Un segundo grupo de mecanismos es lo que podemos llamar “atarse al mástil” o “quemar los puentes». Consiste básicamente en reducir las cosas que uno puede hacer ex post. Por ejemplo, si el gobierno pudiera, de alguna forma, restringir sus poderes para cobrar impuestos, entonces su compromiso de no cobrar más allá de un determinado nivel sería creíble.

El tercer grupo de mecanismos no está disponible más que para el sector privado –y en realidad es una subvariedad del anterior. Consiste en lo que podemos llamar “contratos”. Un contrato es un acuerdo que se realiza entre dos partes y donde se encarga a una tercera parte que fuerce su cumplimiento. En las sociedades civilizadas, este papel suele asumirlo el Estado, pero, obviamente, el Estado no puede forzarse a sí mismo en contra de su propio interés- quién nos guarda de los guardianes? Esto es lo que hace particular al Estado: para el Estado es muy difícil asumir compromisos creíbles porque no puede tomar contratos que vayan a ser vigilados por una tercera parte.

Una gran parte de los mecanismos que limitan al el poder del estado son, en realidad, “tecnologías del compromiso”. Tener agencias independientes aisladas de la presión democrática (como jueces que apliquen la ley o bancos centrales que apliquen la política monetaria) que a) tengan los incentivos correctos y b) limiten el poder del estado son una forma de responder a este tipo de problemas. Las limitaciones constitucionales de lo que el gobierno puede hacer (por ejemplo los criterios con los que pueden establecerse los impuestos) encuentran muchas veces su justificación en el problema de inconsistencia temporal. En general, esto y no otra cosa es lo que hay detrás de eso del «Estado de Derecho» con lo que a los juristas les (nos) gusta llenarse la boca.


7 comentarios

  1. […] los dos artículos de Cives sobre inconsistencia temporal no he podido evitar en la crisis de la eurozona. […]

  2. mcplatano dice:

    Las empresas deberían asumir este problema. Todo contratante debe saber que tener un contrato con el Estado tiene cierto riesgo que debe asumir: su compromiso depende del escenario político. Una agencia de evaluación nunca va a poder cambiar este hecho y si pudiera ya no estaríamos hablando de «Estados». La inconsistencia dinámica es parte del negocio.

  3. Ramón M. dice:

    @mcplatano,

    «Las empresas deberían asumir todo este problema (…). La inconsistencia dinámica es parte del negocio». Sin dejar de ser cierto, eso no implica que tenga que ser así necesariamente, o no siempre de la misma forma. Como también señalaba Cives, el Estado dispone de medios para tratar de reducir esas posibilidades de inconsistencia dinámica: por ejemplo, puede fijar por ley el techo máximo del gasto para el próximo ejercicio y prever sanciones en caso de incumplimiento, o puede ceder parte de sus poderes a un organismo independiente en determinadas áreas (véase Bancos Centrales en política monetaria) o incluso, todo sea dicho, puede hacer cosas tales como fijar constitucionalmente un tope para el déficit estructural que puede permitirse el Estado en cada periodo.

    Cualquiera de esas medidas, si se apoyan en la estructura de incentivos adecuadas y se disponen los medios de control y sanción necesarios para que funcione, reducirán la inconsistencia temporal de los Estados y, en consecuencia y por poner un caso, podrán acceder a condiciones más favorables de financiación ante la reducción de la incertidumbre que su actuación lleva aparejada. Nunca viene mal.

  4. mcplatano dice:

    @ Ramón M.
    Ese tipo de medidas, como el techo de techo de déficit se han aprobado en países UE: España http://is.gd/LWV1a7 e ¿Italia?

    Yo, de forma sencilla, creo que es trasladar el problema a un escalón más alto. ¿Qué impide que las propias agencias de calificación tengan su propia inconsistencia dinámica? ¿Agencias de agencias?

  5. Ramón M. dice:

    @mcplatano,

    A día de hoy el déficit italiano no es ningún problema (ronda el 4,6%, compárese con el 9,3% español, el 7,1% francés o el 4,3% alemán, vía Eurostat). Quienes debemos plantearnos ese tipo de restricciones de momento, en todo caso, somos nosotros, no los italianos.

    No obstante, fijar topes en un papel es sólo el primer paso, y también el más superficial, de este tipo de medidas. Como todo, se necesita de organismos que sigan, controlen y en su caso sancionen la acción del gobierno en ese sentido (en esa línea va la propuesta de creación de Consejos Fiscales independientes, al estilo de los Bancos Centrales). Por supuesto, ésto no es (ni puede ser) toda la solución al problema.

    Como dices, en muchos sentidos simplemente lo trasladamos a un nivel más alto; pero por otra parte, no puede negarse que, primero, se identifica el problema, y segundo, se destinan medios para encauzarlo (más efectivos, con poco, que los que existían previamente).

  6. Kantor dice:

    «Consejos Fiscales independientes»

    Que como las igualdades contables en general, es línea oficial de Politikon!!

    O quizá no 🙁

  7. Ramón M. dice:

    @Kantor,

    Para mí desde luego sí 🙂

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