Hemeroteca Politikon - Expectativas racionales

La modelización de la economía española

17 Oct, 2011 -

El 10 de octubre a las 19:00 tuvo lugar en la Fundación Rafael del Pino, en Madrid, la presentación del libro «The Spanish Economy: a General Equilibrium Perspective«, editado por José E. Boscà, Rafael Doménech, Javier Ferri y Juan Varela, y que cuenta con la participación de algunos de los mejores economistas del país. A cargo de esta presentación estuvieron el propio Rafael Doménech, quien a su vez es economista jefe en el Servicio de Estudios de BBVA,  y el todavía Secretario de Estado de Economía, José Manuel Campa. Dado que un servidor asistió a la misma, en esta entrada quisiera intentar transmitiros las ideas más importantes que se transmitieron sobre este libro, su trasfondo y su contribución a la literatura económica española (podéis
encontrar también información sobre la conferencia aquí). En cualquier caso, antes es necesario un poco de historia.

Hasta 2008, las simulaciones macroeconómicas en España se realizaban fundamentalmente en base a un modelo denominado MOISEES (Modelo de Investigación y Simulación de la Economía Española, del que podéis encontrar algo más de información aquí). Se trataba de un pequeño modelo macroeconométrico de 120 variables endógenas cuya finalidad principal era dar apoyo a la elaboración del escenario macroeconómico presupuestario. Como era de esperar, MOISEES primaba la modelización del sector público y las interacciones de la actividad presupuestaria con el conjunto de la economía. No obstante, una de las principales limitaciones de MOISEES era su falta de cohesión. A fin de cuentas, el modelo había sido desarrollado por un buen número de autores diferentes, y en una proporción no desdeñable de sus ecuaciones se abordaban desde una
perspectiva de equilibrio parcial que, aunque comprensiva, dejaba por definición fuera de sí posibles efectos de interacción cuya importancia resultaba imposible de ponderar. A pesar de todo, se trató de una herramienta inestimable para los gestores públicos y los investigadores españoles. De hecho, podéis encontrar sin dificultad bastantes trabajos de economía aplicada basados en este modelo.

Estas limitaciones, unidas a la necesidad de dotar a los modelos de simulación económica con los avances más importantes que iban surgiendo desde el ámbito académico, propiciaron que en 2005 el Ministerio de Economía y Hacienda, en colaboración con la Universitat de València y el patronato de la Fundación Rafael del Pino, financiasen el desarrollo de un nuevo modelo de simulación, que incorporase estos últimos avances y esta vez sí se hiciese desde un equipo de trabajo unido y cohesionado. Después de tres años de trabajo surgió así el modelo REMS (Rational Expetations Model for Spanish Economy). ¿Cuáles son las principales diferencias de este modelo frente a sus predecesores? La primera, y también la más importante, es que se trata de un modelo de equilibrio general. Esto implica, entre otros supuestos, que empresas
y hogares se comportan siempre de forma competitiva, que poseen información perfecta, que no hay externalidades y que como resultado de su interacción la economía converge hacia un equilibrio que, además, es eficiente. Otro  aspecto a destacar es que el modelo está completamente microfundamentado, es decir, el comportamiento que se da a nivel agregado es el resultado de la agregación coherente de todos los comportamientos individuales. Por último, otro supuesto del modelo es que los agentes formulan sus predicciones sobre el devenir de las variables económicas con expectativas racionales, que en términos generales significa que los agentes utilizan de forma eficiente toda la información disponible a la hora de efectuar sus predicciones. Como adelantaba el párrafo anterior, el proyecto finalizó con éxito y fue presentado públicamente en 2008 entre otros por
el todavía Secretario de Estado de Hacienda, Carlos Ocaña.

El libro «The Spanish Economy» es el fruto más reciente de este proyecto, con el que se ha pretendido dar un relieve internacional a esta labor de investigación. Quizás sea por esa razón por la que los promotores escogieron sin pensárselo demasiado una casa editorial inglesa, Palgrave Macmillan. Así, como explicó Rafael Domènech en su relación de capítulos, los dos primeros se centran en presentar y describir formalmente el modelo REMS; el tercer capítulo examina la relación entre crecimiento y desempleo; el cuarto analiza los efectos a corto-largo plazo de la nueva iniciativa de servicios de la Unión Europea; el quinto ofrece una simulación del efecto que tiene sobre los agregados macroeconómicos un aumento permanente de la inversión pública; el sexto termina por concluir que la hipótesis de equivalencia ricardiana se cumple sólo de forma parcial en el caso de la economía española; y el séptimo y
último trata de las diferencias impositivas entre EE.UU. y la UE y las implicaciones que éstas pueden tener con respecto a los niveles de desempleo en ambos casos. Como podéis ver, son muchos los temas tratados, pero son tan sólo ejemplos del potencial que las simulaciones del modelo puede ofrecer tanto a gestores públicos como a investigadores privados.

Completar esta visión sobre las capacidades del modelo REMS, pero también señalar sus limitaciones, fue el cometido de la intervención de José Manuel Campa en la última parte de la conferencia. En primer lugar, Campa destacó la utilidad que poseen este tipo de modelos de simulación, especialmente frente a las posiciones actuales más críticas. No son pocos que han atacado a la profesión económica porque los modelos empleados (particularmente de equilibrio general, hacia los que no han faltado críticas). No obstante, esta es una muestra más del ya antiguo problema entre correlación y causalidad; esto es, que se empleen unos modelos determinados no ha sido la causa de que se desate una crisis económica, más bien, la crisis económica ha tenido lugar al margen (o incluso a pesar) del empleo de estos modelos. No se trata de ninguna excusa, ni tampoco de una justificación que niegue la necesidad de mejoras en nuestra profesión y en las herramientas que construimos y utilizamos, pero
sí puede considerarse una llamada de atención para los que han decidido tomar a los economistas (aunque se añada el adjetivo de «ortodoxos») como cabezas de turco de los males actuales. Pretender juzgar a los economistas porque a nivel académico no hemos avanzado lo suficiente es equivalente a pretender culpar a los médicos porque todavía no han descubierto un remedio efectivo contra el cáncer, por ejemplo. No hace falta demasiada visión para caer en la cuenta de lo absurdo de esta proposición; por tanto, en este tipo de cuestiones, lejos de negar cualquier posibilidad de debate hay que ser, considero, lo más equitativo posible. Del mismo modo, dentro de sus ventajas, cabe destacar que el modelo REMS permite ofrecer un lenguaje común a técnicos e investigadores a la hora de analizar y evaluar el impacto de distintas medidas para el marco de la economía española, no sólo a nivel nacional, sino también internacional, con las ventajas en términos de agilidad y comparación que todo ello ofrece.

A continuación Campa ofreció algunos ejemplos como muestra de la aplicación del modelo REMS para la estimación del impacto y evaluación de las políticas públicas. Como casos destacados, el modelo REMS fue utilizado para medir el efecto que tendría la reciente reforma de las pensiones en la economía española. En este sentido, la simulación tomó en cuenta variables tales como el crecimiento esperado, la renta futura disponible, el crecimiento demográfico, la propensión de los trabajadores a prejubilarse dado el contexto económico, etc. Asimismo, el modelo REMS se utilizó como referencia en la articulación de muchas de las medidas incluidas en el articulado de la Ley de Economía Sostenible. En otro orden, el modelo se ha utilizado para estimar el nivel del déficit estructural español (algo bastante importante dado que la reforma
constitucional hace referencia a él como criterio de demarcación del déficit público máximo para cada año); de hecho, estas estimaciones han permitido concluir que, en los inicios de la crisis, a pesar de que las cuentas públicas presentaban un superávit fiscal cercano al 2%, éste se estaba dando sobre un déficit estructural que se aproximaba al 6%. Se entiende así, en buena medida, el escaso margen de actuación a nivel presupuestario de las cuentas españolas, a pesar de la apariencia que parecían ofrecer unas cifras tan positivas.

Es pronto todavía para valorar las contribuciones potenciales que el modelo REMS puede tener en los ámbitos público y académico; no obstante, su corta trayectoria invita a ser optimistas al respecto. Esperemos que sea así. De momento, lo que sí se puede hacer es transmitiros la recomendación de que leáis el libro que da pie a esta entrada. Yo desde luego tengo intención de hacerlo.


8 comentarios

  1. rafael dice:

    Felicidades por el artículo, muy interesante.
    A mí me inquieta esta parte:
    «A continuación Campa ofreció algunos ejemplos como muestra de la aplicación del modelo REMS para la estimación del impacto y evaluación de las políticas públicas. Como casos destacados, el modelo REMS fue utilizado para medir el efecto que tendría la reciente reforma de las pensiones en la economía española. En este sentido, la simulación tomó en cuenta variables tales como el crecimiento esperado, la renta futura disponible, el crecimiento demográfico, la propensión de los trabajadores a prejubilarse dado el contexto económico, etc».

    Sabemos que distintas corrientes o escuelas en la economía, demasiado expuextas a ser casi «ideologías». Fea cosa, cuando se intenta hablar de ciencia y matemática.
    Lo que me pregunto es con qué perspectiva económica se introducen los inputs en ese modelo. Distintos inputs, con sesgos distintos, llevan a resultados diferentes.
    ¿Se introducen esos inputs para verificar resultados o conclusiones preconcebidas (en plan, «ves, el modelo ha confirmado lo que yo ya pensabe») o se llegan a conclusiones como interpretación científica de los resultados obtenidos por inputs sin sesgo?. ¿Están esos modelos sometidos al criterio de falsación de K. Popper?. ¿Se han tenido en cuenta las críticas de notables economistas como Georgescu-Roegen sobre el riesgo de la matematización de la economía y el empleo abusivo de modelos macroeconómicos?.
    Saludos.

  2. ¬a. dice:

    hola Ramón,
    hablas de los problemas de correlación y causalidad y de los debates generados en torno a las causas de las crisis y de como nosotros, economistas, hemos sido muchas veces objeto de críticas por no preveerla. Yo no soy precisamente «ortodoxo» en mi concepción de la economía, de hecho creo que no poseo un bien tan preciado como sería una visión coerente, ni siquiera creo que pueda decir que haya reflexionado lo suficiente como para dar cuenta de algo aproximado… me gustan las neurociencias y Zizek. Con estos trapos pobres vestimentas podemos componer. La economía de la conducta, que es sobre lo que trabajo (o lo intento), la considero más de lo mismo.
    En el mundo real –cuando asisto a clases y conferencias- se me conoce por la formulación constante de preguntas que intentan incomodar a los economistas «ortodoxos», a veces con éxito. Hay algún muy apreciado compañero de por aquí que es de los de equilibrio general, y cuando lo dice lo hace como con un poco de sentimiento de culpa: «bueno, yo es que soy de equilibrio general». Es especialista en tablas IO.
    Y se me ocurren dos cosas al respecto: lo primero que se me viene a la mente es aquel debate de hace tantos años sobre la posibilidad de planificación económica. Efectivamente una economía planificada es un imposible, pero es curioso que pese a haber ganado el debate, los economistas «ortodoxos» no hayan renunciado a predcir variables y actuar sobre ellas (salvo las excepciones conocidas de aquellos que piensan que si la policía pudiera ser privada, como en el far west, pues mejor que mejor. Me refiero a los austriacos, algunos de ellos simpaticones). De hecho, en el pasado reciente la planificación e intervención en la economía son cada vez mayores (no me refiero al tamaño del Estado). Y lo que me da en pensar es sobre la bondad de aque así sea: estas décadas de vida relativamente decente, aquí en España, serían imposibles sin la planificación y el control para instrumentar las políticas adecuadas. Es cierto que hay mucho en donde hincar el diente, de ponernos críticos, pero este mundo es impensable sin
    estos instrumentos y actuaciones por mucho que se pongan fieros los foucauldianos.
    En segundo lugar, llegada la gozosa hora de ponderme crítico, decir que no creo que sean comparables las profesiones médica y económica. El médico, efectivamente, intenta curar el cancer, y podemos pensar un mundo en el que se logre su erradicación. Respecto del economista… en primer lugar existe el famoso problema de los cisnes negros, y todo ese rollo de la info incompleta y la causalidad, vale… pero mi objeción no va por ahí sino por aspectos normativos.
    qué es lo bueno? en donde reside un mundo de bondad económica? qué enfermedades debemos combatir? Tenemos acaso los hombres –y mujeres- cura? Yo soy un pesimista respecto de optimalidades y eficiencias, no creo que tal cosa exista, por lo que me resulta imposible siempre dar respuesta a ninguna de esas preguntas. Quizás me gustaría algo así como que los economistas estudiamos los sistemas de decisión e intercambio y las problemáticas que presentan, tomando en consideración desde los aspectos neuronales hasta los institucionales, para poder ofrecer a las personas programas de acción posible, arreglos, avisos sobre potenciales consecuencias, etc. Para que ellos decidan, si quieren. O algo así.
    Además me gusta eso de Deirdre McClosky cuando habla de la prudencia como la más grande virtud, pese a que no soy yo muy de economía burguesa. Qué se le va a hacer.

  3. Carlos Jerez dice:

    Tan solo elogiar al departamento de macroeconomía de la Universitat de Valencia, tuve la suerte de tener a un par de los citados como profesores.

  4. Manot dice:

    Muchas gracias por escribir, Ramón. Eres estupendo.

  5. Gorgias Marat dice:

    En mi opinión el modelo es sólo una guía o mapa para poder valorar perspectivas económicas a medio y largo. Evidentemente cada economista tiene sus propios sesgos y prejuicios, y por eso los modelos como este se construyen por varios economistas, aunque se trate luego de dar una cohesión en su conjunto. Dicho modelo se alejará de la realidad en mayor o menor medida, pero la medición de este «alejamiento» permitirá que en futuro se haga un modelo aun más preciso.

    Respecto a las ideologías, no tengo claro que influyan tanto en el modelo. En la macro de verdad, a la hora de establecer modelos se suele usar el consenso mayoritario al momento de su elaboración. Como en cualquier ciencia ese consenso puede cometer errores, pero es el que mejor responde a la evidencia tras someterle a ese criterio de falsabilidad del que habló Popper.

  6. Ramón M. dice:

    @rafael,

    Gracias :). Dices: «Lo que me pregunto es con qué perspectiva económica se introducen los inputs en ese modelo. Distintos inputs, con sesgos distintos, llevan a resultados diferentes». Es cierto que la elección de supuestos no deja de ser (hasta cierto punto) arbitraria, y que en todo modelo, los supuestos son los que en buena medida determinan los resultados. No obstante, considero que eso es un hecho comúnmente reconocido, de ahí que buena parte de las críticas que reciben los modelos se centre en los supuestos que éste emplea; pero esa es una labor que se encuentra lejos de ser extraordinaria (a diferencia de lo que parecerías insinuar, o eso percibo).

    Además, preguntas: «¿Se introducen esos inputs para verificar resultados o conclusiones preconcebidas (en plan, “ves, el modelo ha confirmado lo que yo ya pensabe”) o se llegan a conclusiones como interpretación científica de los resultados obtenidos por inputs sin sesgo?». En principio el cometido de un modelo es construir una herramienta coherente con la que interpretar y sobre la que constratar la evidencia empírica. Como señalaba, los supuestos que se seleccionen y las herramientas analíticas que se utilicen en su elaboración resultan por tanto esenciales.

    Como puedes imaginar, no se trata de una labor unidireccional: un modelo que sea internamente coherente pero se base en supuestos irreales nos dirá poco sobre la realidad; de la misma manera, una conjunto de datos agregados sin orden ni concierto tampoco nos dirá nada sobrea la realidad. En este sentido, como suele decirse, la virtud se encuentra en el justo medio; eso sí, teniendo siempre presente que un modelo es una simplificación de la realidad que utilizamos como herramienta analítica, y nada más. Diría que @Gorgias Marat te responde a la perfección en ese aspecto.

    Por otra parte, qué decir, no es que Popper diga ninguna tontería, pero su epistomología, como tal, está algo desfasada. La falsación es un criterio ampliamente utilizado, pero no es exclusivo. Para críticas, la que más influencia ha tenido en los últimos 30 años en la profesión fue la que hizo Lucas (que aunque sea trivial no deja de ser fundamental, y esa sí que se toma muy en cuenta, de ahí que se microfundamente todo). Sobre metodología de la economía, siempre recomiendo leer entre otros a Mark Blaug. Didáctico, cuanto menos.

  7. Ramón M. dice:

    @¬a,

    Es complicado no estar de acuerdo en la esencia de tu comentario. Ciertamente, las neurociencias (y la economía experimental en general) ofrecen una vía de investigación que, aunque incipiente, puede resultar más que fructífera. No obstante, concibo estos avances no como los pasos hacia un nuevo paradigma económico, sino más bien, como un nuevo método, más efectivo, para contrastar los supuestos de nuestros modelos.

    A fin de cuentas, a día de hoy podemos construir modelos en el que las preferencias sean monótonas y convexas, o si lo preferimos, otros en los que las preferencias muestren «inconsistencia temporal», de forma que, por ejemplo, varíen a medida que nos acercamos a una fecha dada. Estaríamos ante este caso cuando, por ejemplo, fijamos una cita con el dentista porque estamos convencidos de que necesitamos una revisión; sin embargo, cuando llega la fecha de la cita llamamos para cancelarla, de forma que podríamos interpretar que nuestras preferencias «han cambiado» con el tiempo, aunque no de forma arbitraria.

    En este sentido, como decía, la evidencia empírica que se recolecte a través de estas nuevas disciplinas puede aclarar el proceso de selección de supuestos; así, dado el ejemplo que he comentado más arriba, gracias a ellas podemos saber si, de media, es más adecuado modelizar un tipo de preferencias u otro.

    En otro orden, no creo que la analogía entre el médico y el economista sea inadecuada (no sólo por este tipo de razones, claro). Dices: «qué es lo bueno? en donde reside un mundo de bondad económica? qué enfermedades debemos combatir? Tenemos acaso los hombres –y mujeres- cura? Yo soy un pesimista respecto de optimalidades y eficiencias, no creo que tal cosa exista, por lo que me resulta imposible siempre dar respuesta a ninguna de esas preguntas». Es cierto que muchas veces es imposible dar respuestas (nos sucede a todos, no sólo a los economistas). No obstante, es verdad que todos concebimos que el médico, en un escenario futuro posible, sea capaz de hallar una cura efectiva contra el cáncer. A eso podemos llamarlo coloquialmente «progreso» en su disciplina. Sin embargo, miremos hacia atrás. Seguramente habría personas que traerían a colación este mismo ejemplo, pero con otras
    enfermedades, como la tuberculosis o la rubeola, por ejemplo. Pero, ¿cuántos habrían pensado que otra enfermedad, como el SIDA, podría haber hecho su aparición?

    Digo ésto porque quiero remarcar que, aunque la labor del médico pueda avanzar, en el sentido comentado, siempre le quedará «algo por hacer». Suele decirse que «el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, pero también el único que no tropieza tres veces». Aunque pueda pecar de optimista, me gusta pensar que aprendemos de nuestros errores, incluso los económicos. Por eso mismo, trayendo de nuevo la comparación con el médico, me temo que nunca podremos afirmar que no volveremos a caer en crisis económicas (esa tan manida expresión de «esta vez es diferente»); sin embargo, siempre se aprende alguna lección. Piénsese si no en el papel de los Bancos Centrales en todo el mundo tras la Gran Depresión y compárese. Nada que ver, adelanto. Lo mismo puede decirse de la política macroeconómica en general. Sus efectos son debatibles, desde luego, pero en términos generales no puede
    negarse que, primero, los efectos son reales; y segundo (aunque con algo más de reserva, pero no mucha) que son positivos.

    Y por supuesto, nunca estará de más decirlo, no, no tenemos todas las respuestas, ni las tendremos nunca. Esa creo que es la mejor lección que podemos poner en práctica todos, seamos o no economistas. Pero bueno, mientras tanto habrá que intentarlo, ¿no?

  8. Ramón M. dice:

    @Carlos Jerez,

    Pues sí, los investigadores de la Universitat de València se merecen un sonado aplauso, y desde luego en lo que respecta a este proyecto. Espero que la promoción que pueda darles esta entrada sirva (aunque sea un poco) para ese propósito.

    @Manot,

    Muchísimas gracias. Encantado de tenerte por aquí :).

    @Gorgias Marat,

    Como le comentaba a @rafael algo más arriba, no puedo estar más de acuerdo con tu apreciación. Los modelos son herramientas para el análisis, con lo que tienen su utilidad pero también sus limitaciones. Punto. Darle vueltas a ese hecho no deja de ser, muchas veces, una validación (siempre frustrante) de la ley de Godwin de la economía (sustitúyase nazis por metodología, claro).

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