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Si alguien quiere entender la política americana, es necesario saber quien es Grover Norquist. Dentro del mundillo de activistas conservadores, Norquist y su grupo, Americans for Tax Reform, son una de las piezas centrales de toda la estructura de mantenimiento de la pureza ideológica y movilización de las bases del partido republicano.
Norquist es, ante todo, un taliban de los impuestos. Los odia, odia profundamente, y detesta a todo político que se atreva a sugerir que subir los impuestos, aunque sea un décima, es necesario. Los odia tanto, de hecho, que allá por 1986, a petición del Santo e Infalible Presidente Ronald Reagan (alabado sea su nombre) creo un documento llamado la taxpayer protection pledge (compromiso de protección del contribuyente) para que lo firmen aquellos políticos que comparten ese mismo credo. Con su firma, los políticos se comprometen a no votar a favor nunca jamás de los jamases una subida de impuestos (*).
Por supuesto, este documento es una de esas cosas que todo político republicano debe firmar si quiere sobrevivir en el partido. Cualquier candidato que se oponga o congresista, gobernador o presidente que vulnere el sagrado pacto será de inmediato salvajemente criticado por Norquist y sus muchachos, y se comerá una primarias como la copa de un pino ante tal herejía. Americans for Tax Reform es uno de los motivos principales que explican la estricta, feroz disciplina del partido republicano estos últimos años, más digna de un partido parlamentario europeo que el tradicional desbarajuste de los partidos americanos, y uno de los principales motivos detrás de la precaria situación fiscal americana.
En el debate sobre el techo de la deuda, el integrismo del partido republicano, oponiéndose ruidosamente a cualquier cosa que suena a aumento de la presión fiscal o eliminación de deducciones, es en gran parte el «mérito» de Grover Norquist. Hoy, sin embargo, alguien se le ha ocurrido presentar al taliban de la política fiscal conservadora si dejar que las rebajas fiscales de la era Bush (que recordad, tenían fecha de caducidad – eran por diez años) expiren sería considerado un subida de impuestos según el documento sagrado de los republicanos.
Para sorpresa de todos, la respuesta ha sido simple: no, no sería una subida de impuestos. El hombre será estricto, pero es un literalista; dejar que un recorte fiscal limitado a diez años desaparezca es hacer cumplir ley fiscal en vigor, no subir impuestos. Como comenta Jonathan Chait, es una salida realmente inesperada, y algo que abre la puerta, contra todo pronóstico, a cuatro billones de dólares de subidas de impuestos por parte de los republicanos sin sufrir la ira del Norquist.
¿Cambia esto las cosas a corto plazo en la negociación del techo de la deuda? Difícil decirlo. Si uno lee lo que dicen los republicanos en la cámara de representantes, diría que no. Las declaraciones públicas, sin embargo, son bastante distintas a lo que se comenta en privado. Lo que parece claro es que el acuerdo es cada vez más necesario, sin embargo; como señalan en Alphaville, hay bastantes observadores (servidor incluído) diciendo que el inacabable debate está haciendo daño a la economía real ya.
(*): San Ronald Reagan, por cierto, hubiera sido apiolado por Norquist y el partido republicano actual. Pero ese es otro tema.
«El hombre será estricto, pero es un literalista»
Me gusta. Esa clase de gente es el esqueleto rígido de la sociedad y el sistema político, sin el cual otros tejidos más blandos y humedos no tienen donde colocarse.
La falta de este tipo de personas hace que Europa sea un continente invertebrado.
«Me gusta. Esa clase de gente es el esqueleto rígido de la sociedad y el sistema político,»
Qué guay, como Girón de Velasco y la Banda de los Cuatro.
[…] sin ir más lejos, cuando todo el mundo sabe (bueno, todo el mundo que lee Politikon) que la cosa viene de bastante más atrás. A decir verdad, todo el artículo es bastante lamentable (¿nihilismo? Eso es patrimonio de los […]