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Al hablar de inminente apocalipsis financiero al que se encamina Estados Unidos con el techo de la deuda, este fin de semana nos ha traido dos noticias, una buena y una mala. La buena, y que vale la pena dar primero, es que algunos líderes republicanos están diciendo que si las negociaciones fracasan el límite de la deuda será aumentado. Mitch McConnell, el líder del GOP en el Senado, tiene menos peso que John Boehner, pero oir en su boca que hay un plan B supone un cierto alivio.
La mala noticia, sin embargo, es que a pesar que parece que los políticos americanos tienen menos ganas de darle al botón de autodestrucción estos días, los temas que dominan el debate siguen siendo monumentalmente estúpidos. Toda la clase política americana (empezando por el Presidente – vuelvo a él en un momento) parece obcecada en querer recortar déficit público y reducir gasto a todo trapo, en un momento en que la austeridad en los presupuestos públicos está haciendo un daño atroz a la economía.
Empecemos por lo básico, el mercado laboral. En los últimos dieciseis meses, el mercado laboral americana ha creado dos millones de puestos de trabajo en el sector privado, y ha destruido medio millón de puestos trabajo en el sector público. En un país con una población creciente (y cada vez más niños), la nómina de funcionarios americanos tiene este aspecto:
Tras el salto durante el 2010 debido al censo (algo que sucede cada década, y fuera del control de Obama), las administraciones públicas americana han destruido puestos de trabajo sin descanso, especialmente a nivel local y estatal. Todos esos mandatos constitucionales a no poder tener déficit se han traducido en unos recortes de gasto bestiales y despidos de cientos de miles de empleados, especialmente profesores, policías y bomberos. Que los municipios tengan las competencias de educación es una mala idea, ciertamente.
El estímulo fiscal del 2009-2010 era, en gran medida, una reducción de impuestos (casi la mitad del paquete) con una serie de medidas de apoyo fiscal a los estados. Los dos años anteriores, el gobierno federal americano cubrión parte de las facturas del resto de administraciones. Ahora que ha dejado de hacerlo, y el estímulo (un paquete relativamente modesto de dos años) se ha acabado, las administraciones públicas están echando el freno brutalmente. Dentro de toda esta locura, el gobierno federal sigue pudiéndose endeudar por cuatro perras (un 3% a 10 años es básicamente dinero gratis), pero tiene a toda la clase política paseándose por el presupuesto, hacha en mano, muerta de ganas de hacer la política fiscal aún más contractiva. Y siguen diciendo que los tipos de interés están subiendo, por cierto, aunque sea una completa tontería.
Lo más preocupante, sin embargo, es que los políticos republicanos ni siquiera se toman en serio su propio discurso. Cuando la Casa Blanca les dejó escoger entre recortar cuatro billones de gasto en diez años en un paquete con algunas subidas de impuestos o recortar dos y no aumentar ingresos públicos, Boehner ha escogido lo segundo. Los demócratas (y Obama) siguen actuando bajo la pretensión que los conservadores quieren reducir el déficit. Lo único que intentan, sin embargo, es hacer que los ricos paguen tan pocos impuestos como sea posible, y punto; toda esta pataleta del déficit es la vieja lucha de clases de siempre.
Aunque Estados Unidos evite el apocalípsis financiero de un impago de deuda, la clase política americana sigue trabajando duro para que el paciente no salga del hospital. La política fiscal americana (y la excepcional timidez de la Reserva Federal, que ha decidido abandonar cualquier atisbo de estimulo monetario adicional) está saboteando la recuperación activamente. Un país que tiene la suerte de tener moneda propia, mercados eficientes y no depende de nadie para establecer su política económica se está comportando como debería portarse Grecia. Mientras tanto en Europa hemos tenido media clase política actuando como si estar en el euro significara ser Estados Unidos.
Es para echarse a llorar.
Nota final sobre Obama: no sé qué narices pretende aceptando políticas públicas que empeoran la economía y su posibilidades de reelección. No sé si está siendo práctico, si es una concesión cínica para parecer moderado o si es realmente así de centrista relamido. De todos modos, se equivoca. Sus dos primeros años fueron notables, pero parece que la derrota en las legislativas le ha dejado atontado.
[…] Los recortes fiscales en Estados Unidos: si no es la posibilidad de impago, la absurdamente contractiva política fiscal va a reducir la demanda agregada quieras que no, y con ellos las ventas. Es para ser […]
Por lo visto, es un centrista relamido con mucha oratoria y bastante inteligencia. Así le da mil patadas a sus oponentes republicanos.