Con lo mal que está el mundo y en vista que nadie me hace puñetero caso (quiero partidos de fútbol en abierto, leches), he decido hacer lo que hacían los clásicos: coger los bártulos, hacer maletas, enviar todo a paseo y alejarme del mundanal ruido.
Vamos, que me voy de vacaciones. A París, para ser más concreto, que hace siglos que no voy por ahí.
No os dejo solos, por eso. Por descontado, está Cives, mi compañero de bitácora, que emergerá de vez en cuando por estos lares. También tenéis Inteligencia Colectiva, el tugurio colectivo de Politkon, donde hay siempre buenas (¡y breves!) entradas. El resto de autores de Politikon siguen activos; Kantor recién sacó un artículo fantásico sobre Libia, igual que Jorge Galindo, y Jorge San Miguel se preguntaba hace nada por qué votamos, así que tambien tocamos temas ligeros.
Así que nada, estáis bien servidos. Espero que el mundo me dé una semanita de calma, y así me puedo alejar de los teclado en paz. Hasta el mes que viene.
¿París? Pásatelo bien, Roger.
He estado allí tres veces, y cada vez me ha gustado más que la anterior. La primera me pareció una ciudad como cualquier otra, la segunda descubrí por pura casualidad (un error en la reserva de hotel) la vida de un barrio «normal», lejos del centro, con vecinos llevando la baguette bajo el brazo, su mercado semanal, etc. y me encantó, y la tercera ya fue volver con toda la intención de disfrutar la ciudad.
Y ahora que pienso, de la última hace tanto tiempo que aún no usábamos euros…