americanadas & Política

Mr. Senserrich goes to Washington (II)

10 Mar, 2011 - - @egocrata

Primera parte aquí.

Tras salir (tarde) de la reunión con Jim Himes, salimos corriendo hacia nuestra siguiente reunión. Esta vez nos tocaba Chris Murphy, el joven representante del noroeste de Connecticut (37 años), que tiene fama de ser un poco más moderado que el resto de la delegación del estado. Es también uno de los demócratas que se presenta a las primarias para substituir a Joe Lieberman el año que viene (el hombre se jubila), así que lleva unas cuantas semanas atrayendo bastante atención.

Eso lo notamos de inmediato al entrar en su oficina. Si Himes parecía el Corte Inglés días antes de Navidad, la de Murphy era el metro de Tokio. Un montón de grupos no del todo identificables, más veteranos de guerra (están en todas partes), más profesores de educación infantil, alguien de la asociación de cajas de ahorros y nuestro pequeño grupito, todos cruzándose en la minúscula recepción. El equipo de Murphy, como todo el mundo en el Congreso, era amable y profesional, metiendo gente en salitas y sacándolas rápido y sin aspavientos. Eso no evitó que nuestro encuentro con uno de los asesores fuera, literalmente, en el sofá de la recepción, donde estuvimos hablando unos buenos veinte minutos.

La conversación en sí no fue complicada. Murphy será moderado para Connecticut, pero eso le coloca en el ala izquierda del partido de todos modos, así que nos garantizaron todo lo que les pedimos. Lo más interesante fueron los comentarios acerca de los nuevos representantes republicanos – más concretamente, los 87 autoproclamados Tea Partiers salidos de las últimas elecciones. Nos dijeron, de forma educada, que están locos y no tienen la más mínima intención de pactar nada – y que los líderes del partido conservador, de hecho no saben realmente qué hacer con ellos. Boehner ha sido realmente bastante incompetente manteniendo un procedimiento legislativo vagamente racional; llegar a un acuerdo va a ser muy complicado.

Nos quedaba una visita, la más esperada. La más importante: Joe Lieberman. De acuerdo, no es demasiado importante (Lieberman tiene sus manías, pero en temas de ayudas a los más pobres es bastante fiable), pero para mí sí lo era. El año pasado, el Senador nos envío una becaria a hablar con nosotros, garantía que lo que dijimos no llegó a ningún sitio. Algo especialmente ridículo ya que mi mujer ha hablado con Lieberman en persona dos veces; una de ellas en las primarias del 2006, cuando se sentó a comer con ellos haciendo campaña en un restaurante. Mi mujer ha tenido más acceso al Senador que yo, vamos.

Este año tuvimos más suerte. Aunque no vimos al senador (eso casi nunca sucede), nos reunimos con dos (¡dos!) miembros de su equipo, que fueron muy, muy receptivos. Tanto, de hecho, que uno de ellos nos explicó sus experiencias trabajando con niños pobres cuando era profesor de primaria en Torrington. No sé qué votará Lieberman, pero su equipo realmente nos dedicó mucho rato, recogiendo datos, estudios y cifras con entusiasmo. Siempre que vas a una reunión así llevas en mente un buen montón de estadísticas y carpetas llenas de papeles, resúmenes e informes, y los sacamos todos. Aprenderme de memoría las cifras de pobreza y problemas para comprar comida de cada distrito del estado me sirvió de algo, vamos.

Mi día acabó aquí, ya que debía ir a coger el tren de vuelta a New Haven. La visita fue, como cada vez que he ido a Washington, realmente fascinante – ver el proceso en directo es siempre sorprendente, por mucho que hayas leído sobre ello en los libros. Este año se notó el aumento de la crispación en el Congreso; había mucha más gente que el año pasado, y todo parecía ir más rápido, con más nervios. El personal de todos los congresistas fue siempre amable, a pesar de que pareciera que no habían dormido demasiado.

Algo que me chocó un poco, por cierto, fue cómo en un par de ocasiones nos preguntaban explicaciones detalladas sobre cómo funcioban algunos de los programas federales que defendíamos. No eran cosas demasiado pequeñas, por cierto; SNAP cuesta más de 40.000 millones de dólares al año, a fin de cuentas. De igual modo, nos preguntaron dos veces si sabíamos (nosotros, los pelagatos de visita) cuándo iba el Senado a votar un ley o si una cosa entraba en un comité u otro. Esto, por desgracia, no es signo que estemos gobernados por idiotas (aunque lo estamos), sino de algo más simple: los legisladores tienen equipos muy pequeños, y el gobierno federal es enorme, inabarcable para siete u ocho legisladores. Lo raro es que alguien se aclare, la verdad; cuando te toca entrar en detalle sobre temas bastante oscuros de un programa concreto en tu estado, casi te dan lástima. Este es uno de los motivos por los que creo que la disciplina de voto no es una idea absurda – un partido establecido tendrá siempre más capacidad de
análisis (o más especialistas) que una pequeña horda de legisladores con demasiado trabajo. Y creedme, trabajan a destajo. Esas oficinas son un no parar.

Una nota final: cuando un político se va, la gente se olvida de él rápido. El año pasado, la oficina de Joe Lieberman fue, de lejos, la que más tráfico tenía. Los senadores son más poderosos que los representantes, y eso se nota por lo que respecta a lobistas. Este año, ahora que ha dicho que lo deja el 2012, su oficina estaba muy tranquila, sin prisas ni colas. Todo el mundo sabe estos días que el hombre ya no está actuando mirando a las encuestas, así que el hombre hará lo que le place y punto, sin mucho más que decir. No es extraño que no tuviéramos becarios. A fin de cuentas, el senador no tiene quien lo escriba.


Sin comentarios

  1. oalfonso dice:

    Me estoy acordando de cuando a Lisa le dan un premio y los Simpsons van a Washington.

  2. Alatriste dice:

    Roger, no dejes de contarnos tus experiencias con el sistema americano. Unas veces dan envidia, otras lo contrario, pero siempre resultan fascinantes.

    Ah, y no me resisto a comentarte la última locura de Antonio García Trevijano, porque va sobre el tema de la disciplina de voto…

    1. La disciplina de voto, según él, es solo otra forma de llamar al mandato imperativo.

    2. La Constitución prohíbe el mandato imperativo.

    3. Conclusión: todas las leyes de la monarquía son nulas (si, ya sé que la constitución es de diciembre de 1978, y que la misma Constitución es una ley de la monarquía, pero no creerás que esos pequeños detalles detendrían a un paladín en busca de la Jerusalén terrena, versión tricolor)

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