Sin categoría

El problema de las cajas de ahorro II

17 Feb, 2011 -

Decíamos ayer que, con algunas matizaciones, un banco es básicamente una empresa capitalista que compite y maximiza beneficios y que sabemos que es una forma relativamente buena de organizar las cosas. Ahora; ¿qué hay de las cajas? La diferencia esencial entre una caja y un banco es que una caja no es una organización con ánimo de lucro en el mismo sentido en el que lo es un banco. La estructura corporativa de una caja suele estar compuesta de forma un tanto barroca por lo que podríamos llamar “representantes de la sociedad civil” que incluyen desde gobernantes locales y autonómicos, hasta miembros de los sindicatos y la patronal. No por tanto junta de accionistas. La idea detrás de este invento es que una caja no busca maximizar su beneficio; por el contrario, intenta autofinanciarse e invertir los beneficios en “obra social”. En otras palabras, una caja es esencialmente una fundación pero con una fuente autónoma de ingresos.

Recordad como funciona una empresa: los ingresos se reparten entre “gastos” y “beneficios”. Aquí, sin embargo, en lugar de tener una junta de accionista que se asegure de que los gastos son mínimos y los beneficios máximos, tenemos un consejo de administración que, en teoría intenta reducir los gastos para tener lo máximo posible para dedicar a “obra social”.

Esto plantea varias preguntas, pero me voy a centrar en dos 1. ¿Con qué criterios de utilidad juzgamos el uso que se le da a los fondos dedicados a “obra social”? Es decir, en qué cuantía y a qué fines concretos debería dedicarse. 2. ¿Sabiendo cuál sería la cuantía ideal de dinero que queremos dedicar a obra social y su composición; cómo de probable es que un consejo estructurado como lo está el de una caja típica lleve a cabo este cometido de forma óptima?

Empezando por la segunda pregunta. Es un tema que se ha tratado bastante en la literatura sobre empresas públicas y es el problemas de las relaciones principal agente con multitarea. Algo que diferencia a la “obra social” de una caja de los beneficios de un banco, es que el segundo es infinitamente más preciso y fácil de evaluar. Yo, como accionista del Santander, decido si meto o saco dinero mirando cuanto valen sus acciones y cuantos beneficios me reparten. Bajo el cartel de “obra social” podemos meter prácticamente cualquier cosa. Para los órganos de gobierno de una caja, es muy difícil controlar a los gerentes y controlarse entre ellos. ¿Qué es mejor, dedicar el dinero a dar becas, a reconstruir una iglesia, a dar un plus a los empleados, a dar préstamos “sociales”, etc…”; es difícil decidir. Por otro lado, la gente que está en el consejo de una caja tiende a ser gente cuyos incentivos son,… bueno, bastante pobres. Mientras que a los gerentes de un banco los accionistas los controlan de forma más o menos
efectiva, el conjunto heterogéneo que gobierna una caja responde, con suerte, ante los votantes y los votantes son muy malos controlando a este tipo de instituciones –les falta información, etc… Los anterior explica con, como en el caso de Cajasur o de muchas otras cajas, estos organismos terminen siendo algo parecido a un cortijo privado.

Respecto a la primera pregunta: ¿cómo asignamos recursos a obra social?. Tenemos que pensar dos cosas a) Qué cantidad de recursos se asignan a obra social. Pensadlo así; es posible que como sociedad queramos tener los recursos entre “obra social” y “otros fines”; es trata de ver en qué medida una caja está en condiciones de hacerlo de forma óptima. b) Qué fines concretos dentro de lo que engloba “obra social” son óptimos. Para pensar en esto vamos a empezar con una equivalencia: un banco y una caja serían idénticos en su resultado si los accionistas del banco dedicaran, de forma privada, la misma cantidad que la caja a obra social y a los mismos fines. En este caso, sería indiferente uno u otro caso. Se trata de ver si los accionistas de un banco dedicarán más o menos cuantía y mejor o peor que la caja.

Uno podría argumentar, primero, que las cajas pueden ser sensibles en su actividad de financiación a determinados proyectos que los bancos no contemplan. Existe cierto apoyo para esta idea en la micro bancaria moderna: los mercados de crédito tienen fallos a porrón y hay mucha gente que no tiene acceso prácticamente al crédito. Las cajas, diríamos, podrían hacer una especie de “banca social”. Esto tiene dos problemas. El primero es que no existe demasiada evidencia –al menos que yo conozca- de que las cajas hagan este tipo de actividad, como actividad principal al menos; no dan “préstamos sociales” no practican el microcrédito. La segunda es un problema de mezclar las churras con las merinas: si queremos una banca social, lo mejor que lo pongamos en el sector público, con el ICO y como parte de las políticas públicas de las que los políticos rinden cuentas en las urnas.

Un segundo argumento a favor de la caja es que, probablemente, puede explotar economías de escala. En otras palabras, la caja simplemente estaría poniendo de acuerdo a los accionistas del banco para actuar de forma colectiva las donaciones; pero al gestionar más dinero de forma conjunta, puede hacer más cosas. Personalmente, creo que este argumento es débil, ya que nada impide al accionista donar su dinero a otra organización dedicada a obra social, de su elección –Greenpeace, Amigos de Israel, etc…

Un tercer argumento sería que es simplemente falso que la gente fuera a decidir dar dinero por su cuenta a obra social. Precisamente, la gracia de una caja es hacer que el dinero salga de algún sitio que de otra forma no saldría. La objeción contra esta idea es que el dinero sí sale de algún sitio. Obviamente, no es gratuito; los que lo pagan son los que ponen los recursos propios del banco, que en el caso de una caja suele ser originariamente el Estado y dado que la caja se autofinancia, los que pagan son en última instancia los clientes, con peores servicios o más caros. Naturalmente, una caja podría dar un mejor servicio a sus clientes u ofrecerles más rentabilidad en lugar de financiar museos o dar becas. Es decir, el dinero sale de algún sitio y hay alguien que paga por eso. ¿En qué medida es legítimo que fuercen a alguien explotando bien el poder de mercado, bien sus sesgos cognitivos a contribuir a una obra social determinada? Un contraargumento podría ser que precisamente la gente elige su caja en
función de la obra social que realiza; pero entonces también podría elegir donar a una ONG de su elección. Es decir; o la gente es inteligente y puede elegir la ONG a la que quiere donar y la caja en la que desea dejar sus ahorros, o no puede hacer ninguna de las dos cosas; pero en ambos casos es redundante. En definitiva, personalmente pienso que la mayoría de las justificaciones que están detrás de tener cajas, tal y como están ahora planteadas, son, por regla general, una mala idea.


Sin comentarios

  1. Renaissance dice:

    Estas totalmente equivocado. No sé porqué piensas que una caja debe de tener peores y más caros servicios, simplemente por tener obra social.

    En primer lugar, no es cierto que los servicios de las cajas sean más caros. La realidad es que cobran menos comisiones y el servicio, siendo sinceros, es idéntico. Las cajas tienen mayores costes operativos, pero es porque tienen una red de oficinas y empleados más grande, cosa que nada tiene que ver con la obra social.

    En segundo lugar, el balance de una caja es idéntico al de un banco. La diferencia crucial es que el banco puede decidir qué hace con esos beneficios, si enviarlos a reservas, invertirlos o remunerar a los accionistas. Generalmente predomina la última circunstancia. Las cajas pueden decidir de forma muy limitada, la ley les obliga al menos a destinar a reservas la mitad de su beneficio, lo que resta va a obra social, si es que resta algo. Los hechos prueban que los dividendos de los bancos S.A. son mucho mayores que el volumen de la obra social. Ergo no se sostiene por ningún lado que la obra social limite a la caja en nada.

    Por último, es mezquino menospreciar la obra social porque «ese dinero ha salido de sus clientes», pues hombre, también el dinero que se embolsa Emilio botín en dividendos han salido de sus clientes. Júzguese la moralidad de uno y de otro. Muchos clientes tienen sus dineros en cajas (yo), por la obra social, y si la caja en la que estoy se bancariza pues me voy a otra que no lo haga.

  2. Roger Senserrich dice:

    Encuentro enternecedor que tomes tus decisiones financieras de ese modo, pero tenemos bastante evidencia que la obra social de las cajas no es especialmente social. Más bien tienden a financiar elefantes blancos, vamos.

  3. Demócrito dice:

    La discusión, creo, no debe versar sobre si la obra social es bonita o fea, o si yo guardo mis ahorros ahí como parte de mi programa de bondad universal. La cuestión es si las cajas son una organización tan eficiente como los bancos a la hora de realizar su trabajo: intermediación financiera.

    Ciertamente, sufren de ciertas deficiencias, ya descritas, como la información asimétrica o el riesgo moral. Pero lo cierto es que los bancos también lo sufren, y esta crisis es un ejemplo evidente de ello. Ahora el asunto es saber el grado en que estas deficiencias reducen la eficacia de ambas organizaciones . Afirmar que existe mayor riesgo moral porque el agente no mete sus cuartos en el asunto no es suficiente: hacen falta datos que respalden el modelo.

  4. Renaissance dice:

    Del primer al último euro de la obra social va a financiar «elefantes blancos», lo hemos visto, hay pruebas de ello. Estaba ciego como un topo, hasta que leí este post.

    Hay muchas cosas que pueden enternecer nuestro corazoncito, como por ejemplo, postular que los accionistas harán generosas donaciones caritativas con sus dividendos. Hay gente que tiene una fe en la humanidad digna de Zapatero en sus tiempos dorados.

Comments are closed.