El Rey Abdulá II, en una lectura bastante lógica y correcta (estratégicamente hablando) de la situación, ha visto que las protestas que ya se estaban produciendo en su país desde hacía unos días podían fácilmente convertirse en revueltas que podían llegar a pedir su dimisión, siguiendo la bola de nieve de expectativas que se ha venido formando en el mundo árabe. ¿Y qué ha hecho? Adelantarse a estos acontecimientos, cediendo a aquellas presiones a las que podía ceder sin poner su régimen en peligro (de hecho, para él este es un movimiento bastante usual), cambiando su Gobierno entero, pidiendo al Primer Ministro gabinete que tome «medidas rápidas y claras para reformas
políticas globales».

Es decir: ha intentado desactivar de antemano las peticiones de cambio que esperaba que fuesen creciendo entre su población, posicionándose él mismo como el precursor de dicho cambio. En realidad, pensándolo fríamente y aplicando un poquito de teoría de juegos, no le quedaba otra opción, y es una jugada inteligente mientras las protestas no le tengan a él como foco. Puesto que no le tienen, a priori cabría pensar que tras esta crisis de Gobierno provocada, las cosa se calmará en Jordania. Pero entre las reclamaciones de los manifestantes ya han comenzado a aparecer las ideas de nuevo Parlamento y de «elecciones libres». Así que veremos si este movimiento es suficiente o no para colmar expectativas.