ingenieros de almas

Celda 211 y la gestión de la Cultura

19 Ene, 2011 -

El otro día vi Celda 211 (¿me habré equivocado en el número?). La película me pareció muy interesante, no solo por ser entretenida y estar relativamente bien hecha, sino también porque el tema que trata me interesa, sé realmente poco de él y lo trata con una perspectiva interesante.

Al margen de que el guión me recordó muchos paralelismos con La Roca (el formato fortaleza sitiada con rehenes, el asunto de seguridad nacional, el asalto chapucero de las fuerzas especiales y la idea gilipollas de “más vale maña que fuerza”, la caracterización de varios personajes –el líder de los malos guiado por motivos nobles, el negociador inútil, la mujer embarazada del protagonista que se ve envuelto en la trama sin comerlo ni beberlo y sin embargo consigue sobreponerse y que quiere mucho a su mujer,…) lo que me gustó de Celda fue que, aunque cae en alguna medida en la toma de partido, lo hace de forma moderada y no se convierte claramente en un cuadro con una delimitación clara entre, los buenos y los malos, blanco y el negro, víctimas y culpables, etc… Aunque los funcionarios de prisiones y el Ministerio (ese ente anónimo con tintes orwellianos) reciben su parte de palos, mi impresión era que el retrato que hace la película permite empatizar con ambos lados y entender su posición. La película
parece poner la maldad y las consecuencias morales más sobre los hombros de los hombres que sobre los de las instituciones.

El caso es que la impresión que me dejó fue, efectivamente, la de ser un retrato razonablemente realista del mundo penitenciario. Lo que me da vueltas en la cabeza desde entonces es como de razonable es esta impresión.

Me guste o no, debido a mi falta de información sobre el tema, Celda 211 va a ser para mí algo muy influyente a la hora de figurarme como funciona una cárcel por dentro. Sin embargo, mis opiniones basadas en esta percepción se basan en… bueno, en cosas muy poco científicas: mis prejuicios de científico social de cómo reaccionan los seres humanos en uno u otro contexto, un par de cosillas sueltas que he leído y sobre todo las imágenes de una película.

Una de las razones por las que hace cosa de cuatro o cinco años decidí dejar de leer ficción y empezar a leer Historia es porque mi sensación era que las narrativas de los libros de ficción tendían a deformar mi percepción de la realidad. Naturalmente, un novelista –y especialmente su comunidad epistémica- se rige –o al menos debería regirse- por criterios distintos a los del investigador social. No hay ninguna razón por la que una novela deba ser un retrato realista –“accurate” como se dice en inglés- del mundo; una buena novela puede prestarse a la fantasía, a la denuncia y a la toma de partido, a las “necesidades del guión”. Sin embargo, mi sensación es que cuando uno deja que su cosmovisión estética se haga a la forma de las novelas de Tom Clancy, Ayn Randt o la serie de Star Trek y las canciones de John Lennon, es probable que tienda a tener problemas (o al menos sesgos relativamente pronunciados) a la hora de hablar de política internacional, de impuestos o de I+D.

Y este es el tema que quería tratar en este post. La percepción individual de la realidad está muy influenciada en los campos en los que uno no es especialista o aficionado, por la imagen que proyectan de ella medios que en general son solo considerados una forma inocua de entretenimiento. Ésta impacta sobre muchos aspectos sociales, empezando con la forma en que se enfocan la mayoría de los debates públicos. Que se retrate a los funcionarios de prisiones (o a los brokers de bolsa, o a los políticos, etc…) como verdugos o como individuos con los que es factible empatizar, es algo que, a menudo de forma inconsciente, sesga la percepción que se tiene de los presos y de las prisiones –y por tanto los debates que se tengan sobre esa política pública en particular. Asimismo, esta percepción tiende a estar “socialmente construida”, como dicen los sociólogos, o dicho en lenguaje económico, tener fuertes externalidades de red: es una consecuencia directa de estar expuesto a los mismos debates, los mismos medios, y
las mismas fuentes de información y de nuestra tendencia evolutiva a conformarnos o reaccionar a las creencias de nuestro grupo social. Por último, el retrato que se haga o la impresión que se deje no es necesariamente “realista”, sino que puede obedecer a criterios distintos –artísticos, comerciales o del tipo que sean.

Luego ya tenemos todas las piezas del argumento. En una sociedad democrática –dónde las decisiones se toman bajo el peso de la opinión pública-la información que adquiere cada ciudadano produce externalidades sobre los demás, en la medida en que difundiéndola y votando influencia la toma de decisiones. Sin embargo, más allá de la propia educación cívica, los ciudadanos tienen pocos incentivos para adquirir esa información y actuar de forma responsable. Esto implica que la mayoría de sociedades democráticas dependan de una regulación de la producción, adquisición y gestión de información mediante mecanismos e instituciones más o menos centralizados: reglas deontológicas, educación, prohibición de las falsedades, instituciones informales que estigmaticen la falsedad, o formas más o menos veladas de censura (apología del terrorismo y otras formas de restricciones a la libertad de expresión) etc…

Sin embargo, una buena parte de esta información no es un conocimiento declarativo, consciente, sino que está formado por imaginarios y narrativas compartidas como las que producen la cultura, y estos imaginarios no se forman, como decía, de acuerdo con los criterios que a priori serían deseables. Es decir, tenemos un “fallo de mercado” y un papel potencial para el sector público: para que incentive aquéllos productos culturales que produzcan retratos realistas e informados de la sociedad y que contribuyan a informar un debate público fructífero, en detrimento de aquéllos que no lo hagan.

Un papel solamente potencial, porque obviamente habría que resolver el problema de quién determina qué productos culturales producen retratos realistas y con qué criterio. No obstante, dado que nuestra industria cultural está ya ampliamente subvencionada y protegida basándose en criterios igualmente vagos y arbitrarios (qué es la cultura y la Cultura, etc…), la toma en cuenta de un criterio adicional no puede ser algo negativo.


Sin comentarios

  1. […] Celda 211 y la gestión de la Cultura politikon.es/materiasgrises/2011/01/19/celda-211-y-la-ges…  por Javert hace 3 segundos […]

  2. […] This post was mentioned on Twitter by Francisco Manuel, Politikon.es. Politikon.es said: En el blog: Celda 211 y la gestión de la Cultura http://bit.ly/hYOUEA […]

  3. perico dice:

    Para una versión cultural “comme il faut” de la democracia social europea, sin copias ni tachuelas, sin ningún yanqui que se le suba a la parra, ¿porqué no te ventilas el Postwar de Tony Judt en un párrafo?

    A lo Citoyen con Polanyi.

    Así nos darás una cierta medida de catadura moral o publicista.

    ¿Te parece?

    De una forma inocua de entretenimiento, of course,…

  4. Alberto MdH dice:

    No tengo yo muy claro ese tema entre ficción y ensayo. A fin de cuentas, si uno deja que su cosmovisión estética se haga a la forma de ATTAC y rebelion.org o de libertaddigital e intereconomía también es probable que tienda a tener problemas (o al menos sesgos relativamente pronunciados) a la hora de hablar de política internacional, de impuestos o de I+D. (¡Ah! ¡La maravilla del copy/paste!)

    El problema de las cosmovisiones es que, normalmente, uno siempre busca reforzar la suya y para ello busca medios de información que le digan lo que quiere oír, con lo que, de paso, termina por añadirle lo que esas fuentes dicen sobre otros temas sobre los que no tiene una idea predefinida. Eso hace que a los medios les interese más reforzarse ideológicamente que hacer periodismos y han evolucionado a una combinación de recortes de agencia y columnas de opinión. En gran parte eso mismo sucede con los historiadores españoles posteriores a la guerra civil, que se han ido politizando más y más de forma que tienden a escribir «para su público» y a valorar todo el pasado en función de sus tendencias políticas (No es casualidad que la historia reciente de España la hayan terminado escribiendo ingleses) Otro ejemplo de sesgo no novelesco (aunque si de novelista) sería este.

    El problema ya era serio antes, pero, como los medios eran costosos de mantener, era necesario dirigirse a una gran audiencia y ello obligaba a pasar de los pirados más obvios (Nazis y Stalinistas, por ejemplo) pero con la «Cola larga» de internet y la proliferación de medios se han ido creando nichos cada vez más «especializados» y la autoselección de la información conduce a sesgos cada vez mayores (Cualquier pirado puede encontrar una web que le reafirme en que las vacunas provocan autismo o que el sol gira alrededor de la tierra)

    De todas formas, no tengo claro la forma de solucionar el problema, esa tendencia es un rasgo natural de la gente (y nos afecta a todos), las políticas de incentivos han producido resultados mediocres en otras áreas y los casos que mencionas son ejemplo de ello. Lo que mejor se podría hacer es combatir los incentivos que favorecen los sesgos, principalmente los «fondos de reptiles». Habría que regular (y limitar) estrictamente la publicidad institucional y las subvenciones a medios de comunicación, teniendo claro que eso llevaría a muchos periodistas al paro.

  5. Alnair dice:

    Que la literatura – u otro arte – de ficción puede ser tanto un medio de alienación como de racionalización de la realidad ya lo describe magistralmente El Quijote. De ahí gran parte de su grandeza.

    Que el poder, democrático o no, influya en la producción artistica para que muestre «su realidad» es un hecho repetido en la história. Y no dudeis que sigue produciendose con más o menos intensidad o descaro.

    Corresponde a la sociedad civil – o sea, cada uno de nosotros – el papel de promocionar y divulgar aquellas producciones artisticas que enriquecen a los individuos y a la sociedad, y condenar y repudiar aquellos que los envilecen.

  6. Valeriano dice:

    Por eso los regímenes autoritarios utilizan la censura en peliculas, canciones o novelas.

  7. Alberto MdH dice:

    ¡Uuuupppppssss!

    Me confundí con el enlace da las vacunas, en realidad quería meter este.

  8. […] cita sacada de este post de Citoyen me ha hecho dar vueltas a algo que tenía aparcado hace tiempo. Acierta al decir que los productos […]

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