Así calificaba Alfredo Pérez Rubalcaba el comunicado de ETA en el que anunciaba su nueva tregua. Esta frase resume a la perfección cómo los actores sociales y políticos españoles han recibido la noticia. Mucho han cambiado las cosas desde la última tregua de 2006, cuando los partidos estaban divididos y el Gobierno no sabía muy bien cómo actuar. De hecho, entre estos dos episodios media un abismo. ¿De qué se ha rellenado este abismo, y por qué ha tenido lugar este cambio radical?

Podemos pensar en la situación como un juego (no de los de patio de colegio, sino de los de la teoría del comportamiento social). Tenemos un «juego» principal en el que participan dos frentes alineados: los llamaremos «demócratas» e «independentistas vascos radicales». Dentro de cada frente, a su vez, hay sub-actores que juegan sus propios juegos. Así, en el frente «demócratas» están los distintos partidos mayoritarios (principalmente, PP, PSOE, PNV y sus medios de comunicación afines), mientras que en el de «independentistas vascos radicales» tenemos a ETA, a Batasuna, a otras organizaciones satélite. Y, entre dos mares, los «independentistas vascos demócratas» (principalmente, EA y Aralar), que juegan a dos bandas. En 2006, el frente de los «demócratas» no estaba alineado: los sub-juegos o sub-luchas de sus actores estaban en una situación de equilibrio que favorecía la no cooperación. Mientras, al otro lado, los «radicales» sí cooperaban. El tercer frente aún no estaba consolidado, pues Aralar no era una
realidad consolidada y EA estaba junto al PNV.

Sin embargo, en cuatro años, los cambios en el contexto y en las estrategias en los actores ha cambiado radicalmente la situación: el frente demócrata se coordina a la perfección: todos los partidos políticos y la práctica totalidad de medios de comunicación afines se han alineado en la idea de que «es un paso, pero no es suficiente ni es lo que se espera». A esta tesis se han sumado los actores del frente independentista demócrata. Por su parte, el frente independentista radical está deslavazado y descoordinado, y, de hecho, ETA y Batasuna están en una suerte de pugna pseudo-interna por liderar el frente. ¿Cuáles son los factores que han llevado a esta nueva situación? Muchísimos, pero me gustaría destacar algunos.

1. El terrorismo ya no es una fuente de votos para la oposición. Por dos razones: primera, ha dejado de ser una preocupación relevante para los españoles. En el último barómetro del CIS, sólo un 6% lo mencionó como problema, frente al 70% de 2006. Caída, por supuesto, paralela al ascenso de la crisis. Segunda razón, el pacto de Gobierno en Euskadi entre PP y PSE asegura una política antiterrorista coordinada entre los dos grandes partidos.

2. La hegemonía PP-PSE ha facilitado una actitud muy distinta hacia las bases y las organizaciones satélite del frente independentista radical. Sí, es duro pero es así: aún existían ciertas formas de algunos cuadros medios del PNV que hacían concesiones por conveniencia o por costumbre. Esto se arrancó de raíz con el cambio, que a muchos pareció antidemocrático, pero que a mí, la verdad, me pareció fantástico, por aquello de la salubridad democrática.

3. Los radicales antinacionalistas vascos en el frente demócrata han sido desterrados como outsiders de sus principales partidos. Me refiero, claro, a Rosa Díez y a María San Gil. Y Mayor Oreja es, francamente, un chiste con patas al que nadie hace demasiado caso. Incluso Francisco Alcaraz, otrora portavoz indiscutible de las víctimas, está fuera de juego. La desaparición de estas personas del mapa hace más fácil la cooperación con, por ejemplo, el PNV. Quien, a su vez, está en un profundo proceso de reconsideración de posturas, acelerado desde su expulsión del Gobierno.

4. La política de incentivos a presos de ETA que disentían o directamente desertaban de la banda ha sido ejemplar, pese a quien pese (me refiero a ciertas asociaciones de víctimas, claro). Se ha conseguido desmembrar el frente de la organización en las cárceles, primera línea de combate ideológico, con una estrategia basada, por cierto, en teoría de incentivos y de organizaciones básica, que hasta el momento se ha mostrado como ejemplar.

5. La Ley de Partidos no me gusta. No me gusta nada de nada porque apesta a asfixia democrática. Si de mí dependiese, jamás la habría aprobado. Pero, a toro pasado y desde un punto de vista estrictamente instrumental/maquiavélico, ha funcionado. Ha dejado a Batasuna ante una elección clara: si quieres cuotas de poder, has de alejarte de ETA. Y ETA sin Batasuna cerca sólo es un grupo de asesinos radicales descontrolados sin legitimación política alguna, destinados a desaparecer como el GRAPO.

6.Por supuesto, la actitud policial ha seguido eficiente y sin descanso. Dato: entre 1979 y 2007, la «vida media» de un etarra en libertad ha pasado a ser de 51 meses a 26. ETA no es hoy una organización al uso. ETA es un caos microsocial con dos-tres-cuatro autoproclamados líderes con menos de 40 años, que no sabe bien dónde reclutar miembros nuevos cualificados (de los no cualificados hay a patadas, más con el paro actual. No es coñá) y que cada dos años se renueva completamente. Sin una sede, sin unos estatutos firmes ni un registro de miembros, no digamos ya un órgano de decisión colegiada. Y, además, infiltrada hasta límites insospechados. ETA es un gruyere organizacional y estructural. Lo cual es una suerte pero también un peligro (grupúsculos, «ETA auténtica», etcétera).

Todo esto y otras muchas cosas dan como resultado la actual situación: un frente democrático cohesionado y coordinado, que además ha construido un sistema de argumentación que, pese a ser común, permite que cada partido o cada medio ponga su acento donde más lo desee: unos en la importancia del paso, otros en la insuficiencia del mismo, aún otros en la no declaración de una tregua «unilateral». Pero es este un equilibrio bien frágil, que puede romperse muy fácilmente en cuanto el terrorismo gane más relevancia en la agenda mediática. ¿Y cuándo sucederá eso? A partir de ya. ¿El principal caballo de batalla? Batasuna en las elecciones, sin duda alguna. Ese es el único factor que podría suponer una ruptura del frente democrático, su fragmentación en «sí», «no» y «veamos, con matices». Frente que, no lo olvidemos, ahora cuenta con Aralar, EA y ex-miembros de ETA que desean que Batasuna pueda concursar.

Lo curioso es que no creo que a Batasuna le convenga dicha ruptura. A Batasuna le conviene la actual posición moderada (aunque firme) de sus enemigos, porque, dada la actual situación de rechazo social y de falta de comprensión de la acción de ETA por parte de la sociedad vasca, y dada la existencia de la Ley de Partidos, Batasuna necesita que ETA desaparezca, y entrar en democracia con el máximo aval posible. Pasarse al frente independentista democrático.

Pero será difícil, muy, muy difícil. Estén atentos. Durante unos meses, tendremos algo más para alimentar nuestras ansias de actualidad aparte de la situación de la deuda pública y del paro.


2 comentarios

  1. Jorge San Miguel dice:

    Lo cual es una suerte pero también un peligro (grupúsculos, “ETA auténtica”, etcétera).

    Esto no es ninguna broma. Omagh fue obra de un grupo escindido del IRA tan friki y chapucero, que quien alertó de la bomba no sabía dónde la había aparcado realmente el comando, lo que provocó que acercasen a la gente en lugar de alejarla.

  2. RQB dice:

    Muy interesante el post! Una gran reflexión sobre cómo un pacto antinatura PSOE-PP ha llevado aires totalmente necesarios de salubridad democrática (yo tb uso ese concepto al referirme a Euskadi) pero marcando distancias con la (creo yo tb maquiavélica) ley de partidos, que deja sin mucho espacio de retorno a quienes den la espalda al terrorismo.

    Y sí, hay que recordar para que no se olvide, el uso que el PNV ha hecho, desde hace décadas, de ETA y el «problema vasco».
    Felicidades

    RQB

Comments are closed.