María Ángeles López de Celis ha sido secretaria en la Moncloa durante más de treinta años, y ahora se ha jubilado. Tras ver a todos los presidentes del periodo democrático de cerca, la buena mujer ha escrito un libro explicando en detalle todo lo que ha visto y oído; un retrato íntimo de los hombres más poderosos de España.

Vaya por delante que me muero de ganas de leerlo, ya que me también me chiflan estas cosas, pero creo que un funcionario público nunca debería escribir un libro así; de hecho, creo que es básicamente inaceptable.

Esta buena señora no es un cargo político. No es alguien que hemos escogido que estuviera en Moncloa, y no es alguien que ninguno de los presidentes del gobierno decidiera nombrar como asesor. López de Celis es una funcionaria, una burócrata, una de las piezas ciegas, sordas, mudas y completamente imparciales que mueven la maquinaria del estado. Su trabajo en Moncloa le ponía en contacto con el centro de poder de España, pero no es una cronista o una reportera tomando notas – es sólo una empleada pública, trabajando al servicio del gobierno de turno, y que debe seguir órdenes sin rechistar.

Un presidente del gobierno, un ministro, debe poder confiar en sus funcionarios. Los burócratas deben ser imparciales, neutros y completamente apartados del debate público, de la escena política; ellos no explican políticas, no toman decisiones y no interpretan hechos al electorado. Sólo obedecen órdenes y ejecutan políticas públicas, y lo hacen sin rechistar (ya sé, en teoría – he visto Yes Minister).  Si un funcionario quiere escribir sus memorias, debe hacerlo cuando todos los políticos para los que ha trabajado están muertos y enterrados, para no interferir en algo que no forma parte de su trabajo; cualquier otra cosa es meterse donde no le llaman.

Eso no quiere decir, por supuesto, que no vaya a leer el libro, claro. Pero es algo que no deberíamos ver hasta dentro de veinte años.


6 comentarios

  1. Miquel dice:

    No estoy de acuerdo con este artículo de opinión. El libro, del cual he leído un extenso fragmento, no muestra informaciones secretas ni realiza comentarios que puedan interferir en ninguna acción política, en mi opinión es una imagen de la realidad que no conocemos de nuestros políticos. los acerca más al pueblo ya que ellos se han empeñado en alejarse tanto de nosotros.

  2. ShAkEr dice:

    Pues se me ocurren 2 posibles opciones:

    1) Lees el libro dentro de 20 años (¿es seguro que dentro de 20 años todos los expresidentes estarán muertos y enterrados? ¿incluso Aznar? ¿me lo prometes?)

    2) Te encargas tú mismo de eliminar los impedimentos y te aseguras de que todos los presidentes estén muertos, si uno quiere conseguir una cosa nada mejor que hacerlo uno mismo.

  3. Marc Fargas dice:

    El Link a el libro (o lo que supongo que es el link a el libro) está roto.

  4. Carlos dice:

    ¡¡Eres un weberiano, hombre ya!!

  5. Yo estoy totalmente de acuerdo con el artículo.

    Un funcionario es como una herramienta de todos, y las herramientas no opinan.

    Cuando lo hacen se desacreditan como tales.

  6. Armida dice:

    Estoy de acuerdo en que un funcionario no debe airear los trapos -sucios o limpios- de su diario quehacer. Ahora bien, discrepo en lo de su carácter de muda herramienta. Por lo general, el funcionario debe explicar, muy pacienzudamente, al político que esto o lo otro no se puede hacer, por contravenir leyes o reglamentos. Y de ahí la saña acostumbrada del político hacia el funcionario honrado. La saña o el apartamiento, porque otro gallo nos cantara si se hubiera dejado trabajar a los funcionarios de Hacienda en la persecución del fraude, que no está en la masa de asalariados -al menos, significativamente-, como todo el mundo sabe.

Comments are closed.