Hace unos días, con esto de las primarias de Madrid, me lamentaba de la ingenuidad de algunos antes las viejas verdades de la ley de hierro de la oligarquía. Jorge Galindo, que a veces tiene ramalazos optimistas, lo veía como una especie de reto, un punto de partida para hacer los viejos dinosaurios que nos representan en política organizaciones más transparentes, más abiertas. Su artículo es interesante (leedlo), pero merece algunos apuntes adicionales.

Las democracias parlamentarias tienen muchas virtudes (empezando por el hecho que el gobierno no tiene que perder el tiempo peleándose con el Congreso), pero tiene el pequeño problema que crea todos los incentivos del mundo para crear partidos autistas. En España todas las decisiones políticas relevantes pasan por manos de una sola persona, el Presidente del Gobierno, y este, por su propio interés, valora la disciplina de partido algo serio. Para que un partido sea una «máquina de gobernar» eficiente (y básicamente están diseñados para eso) vamos a acabar teniendo organizaciones poco dadas a preguntar nada a nadie.

Los incentivos, por lo tanto, no están precisamente bien alineados; el problema es cómo ajustarlos. Mi método favorito (y bastante impracticable en España) es el viejo sistema británico: hacer que cada votante tenga «su» diputado, es decir, circunscripciones uninominales a golpe de mayorías simples. Nada de listas kilométricas de candidatos y provincias con catorce diputados anónimos; ahora tendremos un diputado (y un candidato de la oposición) que sabemos que representa nuestro pueblo/comarca/barrio. Más le vale que se patee su distrito y hable con todos, por su propio bien.

En España tenemos el pequeño inconveniente que una ley electoral así sería inconstitucional (artículo 68), pero eso no significa que un partido político no pueda aspirar a comportarse de forma parecida. Para empezar, los diputados no deberían ser gente anónima; los partidos deberían utilizarlos tanto como sea posible. En las provincias pequeñas los diputados locales deberían ser básicamente omnipresentes, dando charlas, conferencias, mesas redondas, foros a todas horas, hablando con alcaldes, asistiendo a plenos municipales, apareciendo en todas las inaguraciones que puedan, revoloteando a todas horas. Los partidos tienen gente en el territorio – es incomprensible que sean básicamente anónimos.

En las provincias grandes esto es un poco más complicado, pero eso no quiere decir que no podamos poner los diputados a trabajar. Podemos repartir el distrito geográficamente, o podemos dar «carteras» a los representantes, haciendo que cada uno se encargue de varios temas en la provincia. El objetivo, en ambos casos, es hacer que los diputados no sean seres anónimos, sino que se conviertan en los ojos y oídos del partido.

Esta clase de arreglos, por descontado, tiene sus problemas. Para empezar, sería necesario reformar el reglamento del Congreso y Senado para dar mayor capacidad de maniobra (y visibilidad) a los diputados individuales. No romperemos la disciplina de partido (los incentivos siguen ahí, al fin y al cabo) pero sí deberíamos abrir canales de comunicación efectivos entre representantes y el ejecutivo.

Segundo, y más obvio, estamos hablando de un arreglo un tanto cosmético, no un cambio organizativo real. Los mecanismos de selección de líderes y candidatos son -me temo- historias bastante más complicadas, y también necesitarían reformas. El primer paso (obvio) sería simplificar, y mucho, la organización interna de los partidos, alineándolas con un cierto esquema de representación.  El problema, de nuevo, es que el sistema de largas listas cerradas complica mucho las cosas, y acaban por centralizar el poder en las elites. Pasar a listas abiertas no cambia realmente nada, como demuestra el (ampliamente ignorado) sistema de votación para el Senado.

Coincido con Jorge en una cosa: los partidos son los que se abrirán a la sociedad, y empezará desde sus dirigentes. Como todo, sólo lo harán cuando esto les dé réditos electorales – y sospecho que el partido que lo haga primero (y se lo tome en serio) tendrá una enorme ventaja.

Por cierto, detalle: no he hablado de internet en absoluto. Sé que es útil, y sé que tiene que formar parte de cualquier campaña en este sentido, pero es una herramienta más. Una cuenta de twitter y un bitácora no es «abrir el partido»; es simplemente un medio de transmitir mensajes. Qué decimos, a quién, y qué hacemos con ello es lo importante; la tecnología viene después. Muchos aguerridos responsables de comunicación dospuntoceristas creen que basta con abrir foros y pedir propuestas, tratando a los votantes como niños que envían una carta a los Reyes Magos. Internet no «abre» el partido – eso lo deben hacer los políticos.  En España esto no lo ha hecho (casi) nadie.


9 comentarios

  1. Marc Fargas dice:

    Tengo curiosidad por el «casi» del final, ¿qué partido consideras que se ha «abierto»?

    Sobre el resto. Dar protagonismo a los diputados tiene un problema: Si la gente «conoce» al diputado y el diputado cambia de parecer (partido) se lleva votos. Muchos más de los que se llevaría ahora.

    Si tú comunicación se basa en grabar a fuego las iniciales de tu partido en la cabeza de la gente en lugar del nombre de *su* diputado te ahorras ese problema.

    Personalmente también me gustaría mucho más un modelo como el que describes, y realmente cualquier partido que quisiera podría hacer, como mínimo, lo de distribuirse el territorio o carteras 🙂

  2. J.E dice:

    Creo, sinceramente, que es imposible abrir los partidos sin un cambio real en la estructura. Al final siempre seguirá siendo más rentable centrar el debate político en una pocas voces, principalmente porque la mayor parte de las veces los que tendrían que presionar para esto (El diputado anónimo) lo prefiere así.

    Por así decirlo, es un equilibrio entre el poder y el capital político. El capital político se desgasta con cada polémica o batalla en la que el político se inmiscuye: Cuando se dice una opinión, siempre se pisa un pie, y es imposible entrar en el debate político sin pisar pies.
    Por lo tanto, el premio debe ser lo suficientemente jugoso y el resultado es este: Pisar pies para el Senado de Estados Unidos vale bastante la pena, pero pisar pies para el Congreso español no, pues el poder detentado por cada diputado español tiende a cero.

    El resultado, al final, es que un diputado español solo pondría la cara si valiera la pena. Y para ello hace falta algún cambio en el sistema donde cada diputado sea capaz de poseer un margen de maniobra que haga atractivo el premio… pero como dice Marc, eso aun no es interesante..

  3. Roger Senserrich dice:

    J.E:

    ¿Quién dice que los diputados tendrían un mensaje distinto? Queremos que lleven el mensaje a las masas y que ejerzan de orejas, pero no les vamos a dejar que hagan cosas raras. La idea es que alguien como yo pueda llamar a la oficina de mí diputado y pedirle, por ejemplo, que pregunte qué narices hace Fomento con el CM.

    Marc:

    CiU pensó en asignar diputados por comarcas, tímidamente – y no llegó a ningún sitio. Hay diputados del PSOE que actúan así un poco, pero no suficiente. El PSOE en Extremadura pensó en hacer cosas así, pero insuficiente… etcétera.

  4. Francisco dice:

    «es el viejo sistema británico: hacer que cada votante tenga “su” diputado, es decir, circunscripciones uninominales a golpe de mayorías simples.»

    De todo lo que le he leído, esta es la afirmación con la que he estado más de acuerdo con usted.

  5. Miguel dice:

    Acabo de toparme con un largo artículo relacionado con éste; aunque no trata exactamente de lo mismo, no puedo resistirme a copiar el enlace, pues el precio a pagar de unos partidos cerrados a la sociedad terminará siendo muy alto.

    http://www.lapaginadefinitiva.com/aboix/?p=288

  6. Marc Fargas dice:

    Habría que distinguir dos partes:

    Diputados geográficos para llevar la voluntad de tú zona al Congreso (ie: modelo EEUU) y Diputados geográficos para llevar el programa de tú partido a la gente.

    La primera parte es la complicada, requiere cambios y mucha voluntad.

    La segunda es bastante más sencilla, y acercaría la política a la ciudadanía. Tiene el problema que comentaba antes pero también tiene la ventaja de que tus diputados conocen a sus electores y tu programa. Esto no es imprescindible que lo hagan diputados, puede hacerlo un grupo de voluntarios, pero si le cuelgas el cartel de «Equipo del Sr. X Diputado de XXX en el Congreso» queda mejor.

    Claro que últimamente parece que «el programa» es lo de menos así que nadie se molestaría mucho en asegurarse de que llegue a la gente… 🙂

    Roger, el caso de CiU y PSOE fracasaron porque aquí no vale, o porque no se esforzaron suficiente?

  7. Yo vivo en una circunscripción uninominal. ¿Diferencias? Ninguna

  8. Tito el Elfo dice:

    Porque lo partidos no se lo toman el serio. Especialmente el PP, que esto de abrir el partido le suena a comunismo….

  9. […] Poner a los candidatos de cada circunscripción en contacto con la ciudadanía. Idea mérito de Senserrich, las cosas como son (aunque seguro que él la ha copiado de alguien más, como por ejemplo el […]

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