En el debate político español dos clases de temas distintos. Por una lado tenemos los debates económicos, al que nadie le presta puñetera atención. La conversación acostumbra a ser gobierno propone, PP dice que es mala idea, IU dice que es neoliberalismo y nacionalistas dicen que es centralista, y poco más que hablar. No importa que hables de liberalización del mercado eléctrico o del horario de las farmacias, los periodistas y opinadores se aburren rápido, así que hablan sobre lo bien que duerme Zapatero o cómo José Blanco es tan sexy cuando se pone en plan decisivo.

La segunda clase de temas son los que están relacionados con la moral y moralina. Son cosas más o menos importantes, pero que normalmente afectan a un porcentaje ínfimo de la población. Inevitablemente son historias humanas, y casi siempre afectan a la Iglesia o algún personaje famoso. El debate, en estos casos, es cualquier cosa menos técnico, y se centra siempre en las connotaciones morales y los grandes, grandísimos conceptos que rigen la sociedad humana, aplicados a temas tan concretos como sea posible: ¿estamos a favor de la cadena perpétua para los tres tipos que cometen un crimen depravado al año? ¿tiene derechos el feto antes de los tres meses o empieza a tenerlos después? ¿qué define la identidad española? ¿sueñan los catalanes con ovejas con  las quatre barres?

A los periodistas, no hace falta decirlo, les chiflan estos temas, ya que tienen dos características cruciales: primero, no hace falta tener idea de nada para montar un argumento perrofláutico con grandes conceptos sobre la materia, y segundo, pueden poner cara de guardianes del debate social y ponerse medallas de estar llevando a cabo una tarea importante y madura de canalizar el sentimiento del pueblo, su verdadera vocación.

De vez en cuando la clase política les da a los periodistas un regalo en la forma del debate más perroflauta posible – un debate que incluye una combinación de temas profundos en los que realmente pueden ser creativos e ir más allá. Algo que mezcla, por ejemplo, el derecho a la vida, libertades individuales, la sagrada imagen que tiene España de si misma y el eterno separatismo comunista y traidor vascongado y/o catalán. Ayer el Parlament creo uno de estos monstruos, un imán casi perfecto de perroflautismo hispánico: prohibió los toros.

A decir verdad, la decisión me parece bien, aunque me importa más bien poco. Los toros no me gustan demasiado (básicamente porque la idea de tener que llevar amigos americanos a una corrida me da una grima tremenda), pero es un tema tan menor, y en algo que algunos adoran con tanta devoción, que si no se hubieran prohibido no me hubiera importado. En Cataluña quizás hubo tradición hace años, pero siendo como es la región más hippieprogre de España es bastante normal y esperable que o desaparecieran por sí solos (sólo queda una plaza activa, y no va casi nadie) o que los políticos se pusieran la medalla diez minutos antes. La importancia real de los toros en Cataluña es marginalmente mayor a la del número de visitas que recibe el museo de Mossen Cinto Verdaguer – era algo inevitable.

Por descontado, los medios de comunicación españoles no son de la misma opinión, y menos en un tema que permite tan altos vueltos de perroflautismo. Los todólogos no sólo pueden emitir juicios morales y hablar de la patria española y sus enemigos separatistas, sino que encima pueden citar a Picasso y Hemingway y parecer unos intelectuales de calado y presencia. El país entero está reaccionando a la noticia con entusiasmo, en una alegre carrera hacia la mayor profundidad ostentórea posible, sea proclamando los derechos del toro y el progreso inevitable de la ilustración citando pinturas de Goya, o clamando que hemos matado al arte, la tradición, el fantasma de Felipe II y España. Todo por algo que no tenía apenas público en Cataluña, y que seguirá siendo perfectamente legal en el resto del país, donde los toros (recordemos) tienen cada vez menos aficionados.

En fin, todo sea por mantener nuestro gran aprecio a hablar del tema más irrelevante posible. País.

Nota al margen: lo realmente interesante y que deberíamos repasar en detalle es la movilización ciudadana en sí, y cómo los organizadores han conseguido que los partidos abrieran la disciplina de voto. Como comentaba Edgar Rovira en Twitter, no sé si es debido a una estrategia brillante o es que el tema se prestaba a ello especialmente, pero valdría la pena mirarlo con cierta calma. Me sabe mal no haberlo seguido con más atención, la verdad.


21 comentarios

  1. alberto.djusto dice:

    Eh, está bien pero hubiera agradecido que aprovecharas el post para dar tu opinión sobre un par de temas, los que básicamente se están debatiendo, a saber:
    -¿existe algún teórico del Derecho serio que justifique los derechos de los animales?
    -¿cúanto le importaban a los parlamentarios que votaron a favor de la prohibición esos supuestos derechos animalescos y cuánto la connotación españolista del espectáculo?

  2. Pilcrow dice:

    A los que votaron a favor de la prohibición les importaba más clavarle la banderilla a España en toda la Castilla que el deber de los animalicos a defender el honor de su muerte y no irse de este mundo como una res cualquiera.

    A los que votaron en contra les importaba mucho más su derecho a hacer público su gusto por la tortura animal que el derecho del torero a ir vestido como un mamarracho, ya que el descuartizar gatitos en la cocina no les permite desarrollar su sentido artístico.

    El post va precisamente de como temas como el de los toros dirigen un debate político superficial y obsesionado con lo accesorio, no sobre si los hipócritas políticos catalanes son hipócritas por mirar a su base electoral antes de a sus convicciones morales.

    Como indica Roger de lo que pides ya hay a carretadas en el discurso general y se trata de dar vueltas sobre lo mismo.

  3. Adrián dice:

    «¿sueñan los catalanes con ovejas con las quatre barres?»
    Y que se regocije Dick en su tumba 🙂

    alberto.djusto, en realidad Roger ha discutido esos dos temas con, a mi juicio, la mejor respuesta posible: son irrelevantes. En cuanto a la primera, los derechos son derechos desde el momento en que nos ponemos de acuerdo en que lo sean. Lo que se hable sobre antes de ese momento es humo – y seguro que César Calderón tiene una opinión muy formada sobre el humo.

    En cuanto a la segunda, constantemente se aprueban cosas por intereses tangenciales y se rechazan propuestas por culpa de políticos estúpidos y obstruccionistas (especialmente en EEUU, pero espera a ver los presupuestos del año que viene en España). No es nuevo, ni es una traición, ni va a llegar el milenarismo. Es… política 🙂 , y de nuevo irrelevante.

  4. rafa dice:

    Alberto, los animales no tienen derechos pero los humanos sí tienen OBLIGACIONES en el trato que tienen hacia los animales, entre ellas la de sólo matarlos o causarles daño por fines alimentarios o científicos y causándoles el menor posible. Al menos ese es el consenso en las grandes democracias occidentales. Organizar espectáculos donde se cobra entrada en torno a la tortura y muerte de un animal está prohibido en la mayor parte de democracias occidentales, por algo será.

  5. alberto.djusto dice:

    Adrián, seré yo que soy raro pero no creo que se le deba pasar ni una a los políticos como creo haces tú defendiendo que es irrelevante lo que han decidido. Para mí no lo es y me duele que los ciudadanos le quiten hierro a cómo los políticos juegan con nuestras vidas.

  6. Melni-bone dice:

    Hola Roger.

    Los has clavao, tío.

    La insoportable levedad del ser español.

    Como si no hubieras muchas más cosas que importan en nuestro país.

    Pero nuestro maravillosos nuevos amos tocandosela a dos manos. O, como dices tú, perroflautas chupándose los pijos unos a otros.

    Saludos desde el Sur del Sur.

    Elric

  7. Braar dice:

    Tal vez son este tipo de temas en los que los todólogos pueden ponerse a hablar por todos lados los que más fácilmente pueden portar iniciativas legislativas ciudadanas. De hecho, la noticia para mí es más bien esa, empezar recogiendo firmas en una calle cualquiera con un boli bic y acabar con una ley en el Parlament.

  8. Alatriste dice:

    Creo que los partidos han abierto la disciplina porque el tema se prestaba a ello. Quedaría muy mal imponer un ‘no’ a una iniciativa legislativa popular, pero imponer un ‘sí’ molestaría a una minoría vocal pro-taurina y no ganaría ni un voto, porque los impulsores de la medida en su gran mayoría van a seguir votando lo que siempre votan… Así que mejor escurrir el bulto dando libertad de voto, y arda Troya.

    Personalmente la prohibición no me parece demasiado relevante. Hubiera votado ‘si’ en caso de que me hubieran preguntado pero el tema no me quita el sueño. En cualquier caso me parece que lo que se suele llamar la «fiesta» está en decadencia terminal, y no seré yo quien derrame una lágrima.

  9. Bidatzi dice:

    Estoy totalmente de acuerdo con tu post. En todo.

    Así que venga, vamos a ponernos técnicos un día de estos a hablar de asuntos importantes. Uno de esos de «el gobierno propone». ¿Charlamos sobre la «política» (es un decir) energética de los últimos, digamos, 15 años? Cuando se nos pasen las fiebres estatutarias, taurinas y taxonómicas (que si no es crisis, que si tú eres un neocón, que si Europa te tutela, que si se vende Navarra…) igual acabamos notando que lo que se ha hecho en materia energética en los últimos 5 años es un daño al país que vamos a arrastrar durante décadas fruto de una falta de seriedad, un maniqueismo y una corrupción que sí debería llevarnos a la calle, a las iniciativas populares y… hasta a postear lo que pensamos 🙂

  10. alci dice:

    En realidad, ¿no es una perversión de la iniciativa popular y de toda la idea de democracia representativa el que se dé libertad de voto? Por un lado es muy democrático que esta iniciativa llegue al parlamento, pero luego lo que ocurra allí es una lotería; no se basa en las preferencias que los ciudadanos han podido elegir al seleccionar a sus representates organizados en partidos políticos, sino que todo ha dependido de los gustos particulares de un colectivo de señores. Es como si la votación la hubiéramos organizado en mi comunidad de vecinos o en mi equipo de fútbol: a unos les gustan los toros y a otros no, pero en ningún caso es representativo de los votos de los ciudadanos.

    Me remito a las discusiones clásicas sobre la propiedad del escaño, y aunque otras democracias aceptan la escasa disciplina interna de los partidos (EEUU), creo que aquí produce un efecto bastante raro, que no se ha comentado mucho en términos politológicos por el ruido que Roger comenta se ha generado alrededor.

  11. Franktastic dice:

    Opino igual: cuando no es el campeonato del mundo es la última carrera de Alonso, o la prohibición de las corridas de toros en Cataluña, el caso es que cada vez más siento que esta raza hispana, la nuestra, vive en las nubes. Así nos va

    Saludos y admiración hasta el tuétano.

  12. Adrián dice:

    alberto.djusto: «me duele que los ciudadanos le quiten hierro a cómo los políticos juegan con nuestras vidas»

    No, no te confundas. Esto viene de una iniciativa popular: son los ciudadanos los que están jugando con las vidas de otros ciudadanos, metiendo a los políticos de por medio. Eso, para bien o para mal, es la democracia (y es la razón por la que no me parece demasiada buena idea que la democracia sea totalmente representativa de los deseos populares).

  13. Hejo dice:

    No lo entiendo.

    Para una vez que se toma una decisión siguiendo un proceso democrático impecable -o casi-,veo montones de quejas.

    Unos ciudadanos se organizan, recogen y presentan 180.000 firmas. Un parlamento las recoge e invita a expertos designados por uno y otro bando para que les expongan sus puntos de vista. Los principales partidos -ojalá hubieran sido todos- dan libertad de voto a sus parlamentarios. El parlamento debate el tema, vota y aprueba la ley que pedían estos ciudadanos movilizados.

    Si a alguien se le ocurre una forma mejor de aprobar una ley, que por favor la exponga.

    Que el tema es un perrofláutico. Pues vale, pero había un mínimo de 180.000 personas para las que el tema era lo bastante importante como para firmar a su favor. Y por más perrofláutico que sea, si el Parlament hubiera ignorado la petición de tantos ciudadanos, habría hecho un flaco favor a la democracia. O sea, que el Parlament hizo lo correcto.

    Y si el resultado de la votación no gusta, pues nada nos impide a los ciudadanos recoger firmas para presentar una nueva ILP en sentido contrario. Que la democracia es ésto.

    De ahí mi perplejidad: ¿Por qué tantas quejas? ¿ O es que acaso me estoy perdiendo algo?

  14. Isaac dice:

    Brillante, si mal no recuerdo no es la primera vez que se denuncia tal primacía de lo accesorio sobre lo principal en la agenda de debate, española o americana que para el caso es lo mismo, ¿estamos ante un problema de la democracia de masas?

    Pd: En cuanto a la polémica de si los animales tienen derechos; creo que fue Aurelio Arteta quien en su día ya sentencio que los que tienen derechos son los Humanos defensores de los animales, cuya sensibilidad es el bien jurídico protegido, al igual que al protegerse los símbolos religiosos no se esta protegiendo un pedazo de madera sino la sensibilidad de los creyentes. Cosa distinta es que tales sentimientos deban ser protegidos.

  15. Planckaert dice:

    ¿Y por qué es un debate irrelevante? Me refiero al debate parlamentario, claro está, no al aquelarre de citas de Hemingway y el «serompeEspaña» posterior.
    ¿Acaso no es la esencia misma de la democracia que una iniciativa popular se discuta en un Parlamento? ¿Acaso nos pregunta alguien cuando se conceden cientos de millones en subvenciones a un «arte» arcaico y moribundo? ¿Se discute en algún parlamento? Pues ya está. Y si a los taurinos les molesta, pues ya saben: que reúnan firmas y presenten una proposición al parlamento. El procedimiento está escrito.
    Bien está que debatamos sobre el modelo energético, la reforma laboral o cualquier otro tema en el que nos juguemos el futuro y la habichuelas, pero no veo que hay de malo en dedicar un ratito a acabar con este resto del neolítico.
    Por cierto, soy de Madrid y ojalá se prohibieran los toros también aquí. Pero eso, obviamente, no sucederá.

  16. Alatriste dice:

    Hombre, alci, aunque sea una iniciativa popular, es una iniciativa popular respaldada por las firmas de una minoría bastante pequeña de los ciudadanos, que los catalanes son siete millones y supongo que al menos cuatro y medio tendrán edad para votar.

    No me parece correcto afirmar – si eso es lo que quieres decir, que no estoy del todo seguro – que un parlamento debería sentirse automaticamente obligado a obedecer las indicaciones de una iniciativa así. Si que debe tomarlas muy en serio e investigar el tema, pero no es un mandato popular.

  17. Fritz dice:

    Pa´l facebuque!

  18. Ian Curtis dice:

    Lo «ostentóreo» de verdad ha sido tu uso de la palabra «ostentóreo». Mis ojos han sufrido.

  19. Jose María dice:

    Me van ustedes a perdonar, pero el debate no tenía nada de «irrelevante», que se producía en la misma semana que se aprobaba la ley de veguerías. A ver si en época de crisis nos vamos a poner a discutir sobre el tamaño o la utilidad de las administraciones.

    Pan y circo, aunque el circo sea el Parlamento.

  20. alci dice:

    Alatriste (si aún lo ves), a lo que me refería es más bien a que este tipo de iniciativa popular debería culminar en un referendum (quizá tras el paso por el parlamento para elaborar un texto y que el referendum sea para decidir sobre él).
    Lo que me chirría un poco es que a los diputados se supone que los elegimos porque conocemos sus opiniones políticas y cómo pueden pensar y reaccionar ante ciertos temas… pero no ante este caso que, en principio, se basa en el gusto personal (aunque sabemos que hay factores nacionalistas implicados). Si tu partido vota algo que no te gusta, ajo y agua, ya lo sabes para la próxima vez, pero al dar la libertad de voto se convierte en una lotería.
    No lo tengo muy claro, y hay mucha tinta escrita al respecto por los teóricos de la democracia representativa, pero es que aunque formalmente quizá no sea muy diferente de otros asuntos cotidianos (los diputados votan de cosas sobre las que no tienen ni idea) me parece que en este caso salta más a la vista que el voto se basa en los prejuicios de cada parlamentario individual, sin seguir ningún corte político.

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