La evolución de la internet política en Estados Unidos es, en cierto modo, la historia de una decepción. En los primeros años de la blogosfera (dos o tres años que empezara a escribir por aquí) se escuchaban muchas voces diciendo que la comunicación política, tal como la conocemos, iba a cambiar para siempre. Los partidos, los medios de comunicación convencionales, los políticos, todos iban a perder el control del debate político, con los ciudadanos tomando posesión de la agenda a golpe de la gloriosa anarquía de la red.
El problema es que esto no ha acabado de suceder del todo. Más bien al contrario, de hecho – no ha sucedido en absoluto. El otro día hablaba sobre como las voces más importantes de la blogosfera o bien habían sido abducidas por los medios clásicos, o bien se habían acabado consolidando en tres o cuatro páginas dominantes. Contro todo pronóstico, las dos voces más dominantes marcando la agenda hoy son básicamente los medios más antiguos: un artículo en un periódico (básicamente, el New York Times), o un programa de radio (sea NPR, Rush, Hannity, Beck o alguien por el estilo), cosa que tiene bemoles.
El activismo digital ha seguido un camino parecido en cuanto decepcionante, pero si ha traído algunos cambios relevantes. El primero, y más claro, es obvio: los costes de diseminar información, compartir consignas y ponerse en contacto con militantes han caído en picado. El coste ponerse en contacto con 100.000 personas al mes es básicamente trivial, así que llevar tu mensaje a las masas es mucho más sencillo que hace quince años. El segundo cambio es que el acceso a la arena pública es completamente libre; si tienes algo que decir, vociferar como un poseso ya no es cosa de irte a Speaker´s Corner a pegar gritos – ahora, todo el planeta puede escucharte. Aunque no te presten atención.
El pequeño problema viene de algo que cualquier organizador un poco veterano no dudará en recordarte: hablando de activismo, el gran cuello de botella nunca ha sido el factor coste, sino el factor tiempo. Movilizar requiere, ante todo, capital humano – activistas hablando con gente, militantes construyendo una reputación de solidez en tu organización, líderes que poco a poco se ganan el respeto de voluntarios o donantes. Es algo que requiere un esfuerzo considerable, con muchas horas de trabajo y dedicación. El tiempo dedicado a llenar sobres, poner sellos, convocar reuniones y llamar a voluntarios es de hecho una fracción del total – internet ha reducido parte de este coste, pero la verdad nunca fue un coste central.
A efectos prácticos, internet realmente no ha cambiado el activismo demasiado. Las herramientas que utilizamos son bastante distintas y eficientes, pero para hacer algo bien en la red uno necesita unos recursos y organización parecidos, y una cantidad de horas de trabajo bastante comparable. Estando como están los juguetes a disposición de todo el mundo, los actores que antes tenían capacidad de dominar el debate siguen teniendo capacidad de dominar el debate ahora, básicamente porque pueden dedicar más horas/hombre al montar campañas. Los saraos estarán disfrazados con más o menos talento detrás de la careta de movimiento «espontáneo» innovador, pero el dinero y los organizadores profesionales vienen del mismo sitio.
La campaña de Obama es un ejemplo claro, aunque parezca contraintuitivo. Aunque se preocuparon muy mucho de parecer un movimiento de masas espontáneo con cientos de miles de voluntarios, lo cierto es que gran parte del secreto consistía en los 650 millones de dólares que tenían de presupuesto. Es cierto que internet hizo recaudar todo ese dinero algo mucho más sencillo, pero la inversión inicial para montar el sistema fue más que considerable. Y por descontado, Obama era demócrata, no un outsider llegado de un tercer partido. Las redes viejas seguían ahí, esperando ser utilizadas.
Internet realmente tiene un efecto multiplicador considerable, pero para llegar lejos el secreto sigue siendo el mismo, y se llama personal y presupuesto. A medio plazo, los actores de la vieja guardia, los que se abrieron paso en el debate tradicional merced de cientos de miles de miembros, grandes presupuestos y amigos poderosos, acaban por darse cuenta que es necesario explotar la red para no perder su ventaja – y cuando entran, acaban dominando del mismo modo que antes, en gran parte porque tienen más tiempo para ello.
Internet, aparte de los actores, también ha cambiado otra cosa: la política de comunicación de los actores. Pero eso es para la próxima entrega.
Lo de siempre… Al final todo es una cuestión de tiempo y dinero…
Joder interesante entrada.
Certo, interesante. Certo que internet ten un efecto multiplicador, un efecto que pode xurdir de cada individuo eliminando o monopolía que antes tiña os antigos medios de comunicación, especialmente os impresos. Saúdos!
Tampoco olvidemos el leñazo de Antanas Mockus, que basó su campaña, casi exclusivamente en Internet y redes sociales.
Si y no, Roger. Hay costes pero son menores a los costes de campaña tradicional, si tenemos en cuenta el nivel de difusión y movilización que se consigue o se podría conseguir.
Carlos, Mockus es ejemplo de que las redes pueden funcionar. Subió 25 puntos en las encuestas con una campaña basada en entornos digitales. El problema fue, básicamente, que el público que le hizo caso (joven) era el más abstencionista o directamente no podía votar, y que en entornos rurales o desfavorecidos, con menor penetración de banda ancha, bajó muchos enteros.
Las redes no son suficientes pero pueden cambiar el partido. De eso no hay duda.
Tú lo has dicho, Edgar: en las encuestas. En el caso de Mockus se vio como Internet a veces sólo vale para inflar demasiado ciertos globos. Me niego a pensar que los responsables de campaña de Mockus no supieran la clase de público que les leía.
[…] semana pasada hablábamos sobre cómo el activismo digital se parecía cada vez más al viejo y aburrido ejercicio de relaciones públicas en el mundo analógico. También repasábamos […]
[…] esto necesita tiempo, coordinación estratégica y un ingente trabajo de edición y reedición de los mensajes hasta […]
[…] tan fácil y barato organizarse. La cosa sigue exigiendo poner un montón de horas (nada es gratis, etcétera), pero realmente vivimos en un mundo donde estas cosas son factibles fuera de las universidades. […]
[…] En internet quien hace ruido son las gente con pasta y estudios, igual que en el mundo real. La paradoja del activismo digital ataca de nuevo, […]