Las victorias políticas tienen a menudo propiedades milagrosas. Hace un mes, la mediocracia en Estados Unidos sólo sabía hablar del fracaso y catástrofe inminente de la joven administración Obama. La reforma de la sanidad iba camino del desastre, los demócratas estaban divididos y los votantes estaban visiblemente decepcionados con la inoperancia de Washington.

Entonces llegó la semana de los milagros para los demócratas: aprobaron la sanidad, las enmiendas fueron aprobadas rápidamente, reformaron el sistema de préstamos educativos, Obama firmó un tratado de reducción de armas nucleares, visitó Afganistán y las encuestas empezaron a mejorar, poco a poco. Los comentaristas y todólogos de turno ya no hablan sobre el potencial desastre en las legislativas en noviembre y la genial oposición republicana; ahora el discurso se centra en cómo los demócratas perderán menos escaños de lo que dice todo el mundo, como la economía está mejorando poco a poco, la retórica peligrosa y el obstruccionismo desatado de la oposición y cómo los demócratas están pasando reformas como nadie.

Por descontado, ni Obama era un desastre hace un mes, ni el partido demócrata es una audaz máquina de aprobar legislación ahora. Aun así, la Casa Blanca parece estar más que dispuesta a intentar aprovechar el viento en sus velas, y se han lanzado a intentar mover dos reformas que están encalladas (como no) en el Senado.

Cambio climático: aún con vida

La Cámara de Representantes aprobó una ley sobre cambio climático el año pasado. La reforma era bastante moderada, utilizando un sistema de permisos de emisiones y mercados parecido al Europeo. Es una idea básicamente conservadora, que ha funcionado relativamente bien. Como de costumbre, la cámara baja envío el texto al Senado, y parece que iba a morir ahí, ignorado en un cajón, víctima de negociaciones interminables.

Para sorpresa de muchos, sin embargo, la ley parece que no acaba de morir. De hecho, aún con un nombre distinto, parece gozar de buena salud, en buena medida porque una par de senadores republicanos están trabajando en ello con cierta energía. Por un lado tenemos a Lindsey Graham, un tipo bastante peculiar que se está llevando una de sopapos increíble en medios conservadores por ir por el mundo diciendo que el cambio climático es algo real y que es necesario aprobar una reforma sobre el tema. Graham está trabajando con John Kerry y Joe Lieberman (que es muy bueno en temas de medio ambiente – cosas de la vida) en una reforma que aún siendo menos ambiciosa que la de la Cámara de Representantes, no deja de ser bastante decente. No sólo eso: la ley parece ir haciendo camino en el Senado, con un probabilidad pequeña pero no despreciable de ser aprobada.

El otro republicano con ganas de hacer algo es Susan Collins, senadora por Maine. Collins ha puesto sobre la mesa una ley mucho más ambiciosa junto con Maria Cantwell, una colega demócrata, que va más allá de la propuesta de Graham, Lieberman y Kerry. En vez de crear un sistema de permisos y excepciones rebuscado y complejo, la propuesta de Collins es simple: los permisos se subastan todos, sin excepción, y el dinero obtenido se destina automáticamente a una rebaja de impuestos, con la mayoría del dinero dirigida a los que menos tienen. En cierto sentido, es una ley ideal, sencilla, clara y elegante – y probablemente demasiado ambiciosa para ser aprobada. Collins, sin embargo, puede que esté dispuesta a apoyar la otra ley si incluye un mecanismo parecido, aunque menos ambicioso – y haciendo posible la aprobación de la ley.

¿Quiere decir esto que veremos una ley en este sentido? A ser sincero, probablemente no – le doy un 20% de probabilidades de tener algo, siendo optimista. El electorado americano tiene poco interés (y esta bien poco convencido) en esta clase de cosas; en cuanto la ley salga a la luz, el furor mediático de la derecha acabará con el proyecto, víctima de demócratas haciendo su álegre danza del pánico. La sanidad era una prioridad absoluta para el partido – en esto, sin embargo, sí estarán divididos, y no creo que aguanten diez minutos.

Aun así, quien sabe. Tampoco daba un duro por la sanidad en enero. Collins, Graham y algunos republicanos parecen estar genuinamente interesados en hacer algo. Esta vez, sin embargo, los demócratas no tienen los mismos incentivos. Y el Senado no es, ni de lejos, tan disciplinado como la Cámara de Representantes.

La reforma financiera:

Aquí es donde nos divertiremos los próximos meses. Primero, porque comparado con la reforma de la sanidad nadie está realmente seguro sobre qué reforma tenemos que aprobar. Al hablar de sanidad tenemos un montón de modelos donde comparar, y sabemos qué resultados dan y cómo funcionan; Obama ha escogido copiar a Suiza y Holanda, que no está del todo mal. En la reforma de la regulación financiera, no estamos seguros sobre cómo narices funciona el sistema actual, así que el debate sobre medidas será interesante (¿un ejemplo?: leed aquí,  aquí, aquí, aquí, aquí aquí). De momento la propuesta concreta de Chris Dodd se centra en dar más información a los reguladores, creando un mecanismo para desmontar los chiringuitos financieros que se hundan. Prometo hablar más sobre las medidas y problemas en concreto según avance el debate, si todo va bien.

Más allá de las medidas, la batalla política sobre la reforma promete ser épica. Hace una temporada comentaba que la Casa Blanca se muere de ganas de liarse a tortas con los bancos y sus aliados republicanos – y tras aprobar la sanidad, ahora están aún más entusiasmados. Aunque la mayoría de conservadores parece estar con ganas de apuntarse a la juerga y defender los banqueros a capa y espada (gracias a una gigantesca campaña de los sospechosos habituales inventándose que «regular» es «dar dinero a los banqueros»), lo cierto es que están en una situación complicada. Si se oponen a la reforma y la bloquean en el Senado, los demócrata se pondrán las botas diciendo que son «amigos de los banqueros». Si algunos desertan y votan a favor, los demócratas se pondrán otra medalla, esta vez por pegarle una paliza a Wall Street con una gloriosa
reforma bipartidista.

Mi intuición es que los demócratas van a conseguir sacar adelante una ley; defender banqueros es demasiado arriesgado, y hay algunos republicanos que parecen estar dispuestos a colaborar. La pregunta será, en este caso, si la ley es lo suficiente estricta, o lo que sale del Senado es un colador lleno de agujeros – Wall Street quizás no pueda bloquear la ley, pero trabajarán duro para que el texto final sea tan inofensivo como sea posible.

A todo esto, nota al margen: si echáis un vistazo a los enlaces de arriba, veréis que no soy el único que cree que la regulación garrula es buena idea. Y ya que estamos, ¿alguien toma notas por España sobre eso de «las victorias legislativas cambian el debate político»? Pues eso.


4 comentarios

  1. Marc Fargas dice:

    Prometo hablar más sobre las medidas y problemas en concreto según avance el debate, si todo va bien.

    Curioso este «si todo va bien», no parece que te refieras al debate en si… m..

    Sobre la regulación financiera, ¿tiene sentido regular los mercados financieros de EE.UU. sin hacerlo al mismo tiempo en Gran Bretaña, Japón, Alemaña …?

    Así sin pensarlo mucho diría que si regulas EE.UU. poniéndoles palos a los banqueros (esos que «mueven» el dinero de los que tienen dinero) se irán a mover el dinero a otro país.

    Y si te vas a mover el dinero a otro país por un lado te ahorrarás esos problemas tan majos de los productos financieros que nadie entiende, pero también te quedarás sin inversión privada…

    La regulación financiera ha de llevarse a cabo en todos los grandes mercados/paises al mismo tiempo sino se puede dar eso de las «fugas de capitales»… Vamos, digo yo.

  2. m. mortera dice:

    ¿cual es tu opinion sobre la reforma a la inmigracion?

  3. Roger Senserrich dice:

    Es un tema raro – es un problema relativamente sencillo con una solución en que todos se pueden poner de acuerdo. La propuesta de Bush hace unos años era muy buena en este aspecto, y tenía un apoyo decente, con todos los expertos más o menos aprobándola. El problema es que un sector importante de la derecha radical e izquierda sindical se ponen histéricos cada vez que sale el tema, y no se llega a ninguna parte.

    Es el clásico tema que los que están a favor de la reforma razonable son mayoritarios, pero no lo ven como algo prioritario, y los que están en contra son pocos, pero se vuelven locos y torpedean reformas haciendo que todo el mundo retroceda.

Comments are closed.