Si algo he aprendido del inacabable debate legislativo de los últimos catorce meses en Estados Unidos (no salgáis corriendo, este artículo no va sobre la reforma de la sanidad. Bueno, no demasiado) es que las mayorías cualificadas son una idea profundamente estúpida.

Todos conocemos la explicación clásica para exigir supermayorías. Si el partido gobernante no puede aprobar un nombramiento, cambiar una ley o cambiar la composición de un tribunal por sí solo, se verá obligado a buscar un acuerdo con los partidos de la oposición. Si el listón a superar es lo suficiente alto, no sólo tendrá que pactar, sino que lo tendrá que hacer con su eterno rival y posible alternativa de gobierno, obligándole a poner cara de estadista y tomar una opción moderada, obviamente superior.

Ojalá las cosas fueran así de sencillas y los políticos se dedicaran a buscar el bien común con ese altruismo y pasión por el projimo.  El problema, sin embargo, es que las cosas no funcionan de este modo. Para empezar, las políticas públicas quizás no sean un juego de suma cero, pero las elecciones sí lo son – lo que pierde el gobierno lo gana la oposición, y viceversa. Cualquier clase de consenso o pacto suena muy bien en teoría, pero si un político tiene algo que perder (o nada que ganar) entrando en uno, ya puedes atarlo a la silla delante de la ley, que no firmará nada.

Pongámonos en la piel de un líder de la oposición cualquiera que se enfrenta a una renovación de un tribunal. Si estamos en esa situación, es probable que nuestras preferencias sean las siguientes, en este orden:

  1. El tribunal es renovado con un candidato que me gusta, con el gobierno haciendo lo que digo.
  2. El tribunal no es renovado en absoluto, y le meto el dedo en el ojo al gobierno con ello.
  3. El tribunal es renovado con un candidato que no me gusta, y me trago los mocos.

Ahora imaginemos dos escenarios, uno con mayoría cualifida, y otro con mayoría simple. En el primero, el gobierno necesita mis votos para aprobar un candidato; en el segundo, mi voto es irrelevante.

En una votación por mayoría cualificada, el partido de la oposición puede influir en la decisión final del gobierno. Para empezar, la opción «3» no existe; ningún líder opositor con dos dedos de frente dejará que el partido en el poder haga lo que le plazca. La negociación será siempre entre dar un juez que sea del agrado de la minoría, o no conseguir absolutamente nada. ¿Cuál es la postura más racional para un líder opositor?

En casi todos los casos, será «2». Como el gobierno no puede imponer a nadie, el vociferante crítico de turno podrá pedir sus sueños más húmedos de exceso judicial al gobierno, a sabiendas que si dicen que sí, gana él, si dicen que no, pierde el presidente. Un sillón vacio es mejor que un sillón con alguien que no te gusta, así que nunca vas a enviar a nadie remotamente hostil a tu causa. El ejecutivo no puede decir que va a tragarse cualquier sapo, así que rechazará casi todas las opciones, creando un bloqueo constante.

¿Qué sucede si tenemos un sistema de mayoría simple? En este caso dependerá de la voluntad del gobierno. En la mayoría de democracias occidentales, los periodistas y todólogos tienen una absurda, enfermiza obsesión por el consenso. A la prensa le chiflan los pactos de estado. Le encantan. Se mueren de ganas de ver uno. Un gobierno que anda nominando jueces tendrá, más o menos, el siguiente esquema mental:

  1. Escojo a un candidato que me gusta, y lo hago con consenso.
  2. Escojo a un candidato que me gusta, y lo hago a saco, en solitario.
  3. Escojo un candidato que no me gusta, por consenso.

Las preferencias son bastante obvias – el líder de la oposición las conoce. La minoría tiene dos opciones: pegarle una bofetada al gobierno y forzarle que se coman «2», o intentar que llegar a un acuerdo, aunque sea menor. Saben que el gobierno no quiere actuar en solitario, así que ¿por qué no pedir un poco de moderación? Digamos que podrían ofrecer su apoyo a cambio de conseguir un candidato un pelín más tolerable; en vez de tener al Cardenal Rouco en el Constitucional, quizás aceptaríamos tener a Federico Trillo, que es menos carca. El partido mayoritario sigue nombrando a alguien que les gusta (por algo ganaron las elecciones), pero el partido de la oposición tiene cierto incentivo a hablar con ellos.

En contra de lo que se dice a menudo, si queremos consensos entre los grandes partidos queremos tener una mayoría simple en los libros, no una mayoría cualificada. La minoría, en casi todos los casos, prefiere que el gobierno no haga nada a ver un presidente glorioso firmando leyes de sanidad nombrando jueces de su cuerda – y como el obstruccionismo no sólo bloquea nombramientos que no quieren, sino que encima puede darles votos («¡el gobierno es incapaz de hacer nada y no quiere pactar!«), procederán a ponerle palos en la rueda con entusiasmo. Si el presidente puede en cambio amenazar con levantarse de la mesa y llevarse el Scategories, la oposición estará dispuesta a aceptar unos cuantos cambios que mejoren la ley antes de quedarse con nada.

Lo que me lleva a lo de siempre: ¿Por qué Zapatero insiste en buscarse actores con  veto imaginarios? Esperemos que el realismo y audacia de los sindicatos (y no, yo tampoco acabo de creerme que haya escrito esto) le saquen del letargo.

Una nota final, por cierto: algunas reformas deben requerir una mayoría cualificada. Grandes reformas constitucionales, derechos fundamentales, etcétera sí necesitan de esta protección. Pero ese es otro tema.

De acuerdo, el artículo sí tiene que ver con la sanidad americana – y parte de este magnífico artículo de David Frum, republicano, antiguo escritor de discursos de la administración Bush y muy crítico con la obcecación de su partido a bloquear todo. Aunque tiene razón sobre el resultado final (la ley es una derrota de un movimiento conservador sin ideas), no la tiene sobre el proceso en sí. Como señala Jonathan Chait, el obstruccionismo era una estrategia racional, nacida, eso sí, de subestimar la obcecación, capacidad de liderazgo y potra (porque tuvieron potra) de Obama, Pelosi y Reid. Ezra Klein también habla en este sentido.

¿Han hecho caso los conservadores a Frum? Ni de coña. De hecho, lo han expulsado a patadas del club, no sea que su moderación derrotismo sea contagioso. De derrota en derrota hacia la victoria final, que dicen.


10 comentarios

  1. Carlos Jerez dice:

    Como dices en tu antepenúltimo párrafo algunas reformas si que necesitan mayorías cualificadas. Es importante saber que cuanto más definen las reglas más básicas del juego, como una constitución, mas consenso se necesita.

    Los consensos los ha estado buscando Zapatero desde que es líder de la oposición, y desde el primero, ese pacto antinacionalista de finales del 2000 en el que casi comparaban nacionalismo con terrorismo (y ese que no me gusta nada el nacionalismo, de ningún tipo), casi todos los acuerdos han sido malos.

    Es difícil saber si Zapatero tiene esta actitud porque creo que de los pactos sale algo mejor, o porque le sirve para descargar la responsabilidad de un pacto que desea.

    En cuanto a la reforma laboral esta claro que se alinea con los sindicatos, muy inmovilistas, pero como sabe que algo hace falta hacer al respecto, busca que estos consigan un pacto con la patronal, sin nunca imponer ninguna medida que no quieran los sindicatos, lo que desequilibra la balanza dificultando llegar a acuerdos, ya que si lo ofrecido por los sindicatos no aporta nada a los empresarios, estos se esperarán a que gobierne el PP, dejando al PSOE como incapaz de tomar medidas.

  2. Jordi dice:

    No acabo de entender muy bien porque la oposicion no tiene incentivos para pactar en una mayoria cualificada y el gobierno si los tiene en una mayoria simple. Lo unico que cambia en cada caso es quien tiene la sarten por el mango, pero la pasion por el consenso de la prensa no cambia. Es decir, que el consenso queda igual de bien por parte de la oposicion en una mayoria cualificada que por parte del gobierno en una simple. No veo la diferencia y, desde luego, no tengo nada claro que los incentivos de pacto para el gobierno de turno en una mayoria simple sean tan grandes. Eso depende del caracter del lider de turno.

    Para mi, lo que pides es que el mango de la sarten este siempre en la mano del gobierno, que para algo gano las elecciones. Incluso aunque las ganen con 51-49, cosa que me parece un poco delicada…

    Pregunta final: para que cosas se necesita una mayoria cualificada? Para reformar la sanidad de todo un pais, por ejemplo? 🙂

  3. Roger Senserrich dice:

    No exactamente – la oposicion si tiene incentivos a pactar en mayoria simple. El gobierno tambien los tiene, pero tiene una amenaza creible si la oposicion se pone burra – es por eso la minoria estara mas dispuesta a tragar migajas que a poner palos en la rueda, porque saben que si no son buenos no les daran nada.

    Con mayorias cualificadas, la oposicion sabe que el gobierno no puede levantarse de la mesa – asi que prefieren pedir la luna y acusar al gobierno de inoperante, con el presidente teniendo que escoger entre nombrar lunaticos o hacer el ridiculo.

    Y si, quiero un sistema en que el gobierno mande, y la oposicion de sugerencias. Para algo tenemos eso de democracia, gobierno de la mayoria, etcetera 🙂

    (perdon falta de acentos – teclado gringo)

  4. Jordi dice:

    Ese deseo es compartido tambien por los que prefieren el sistema mayorias cualificadas. Vamos, digo yo que pocos defienden que el pais lo gobierne la oposicion. El equilibrio que hay que buscar es cuan proporcional es el poder asignado con respecto a los resultados electorales, por aquello de la representatividad. La mayoria cualificada supone que el poder absoluto solo se gana con grandes mayorias de votos. Cuando se gana por poco, toca arremangarse y ponerse de acuerdo con la oposicion. A lo mejor el problema esta en llamarle oposicion cuando los resultados son cercanos, pero no vamos a entrar en filosofia.

    Confieso que no tengo muy claro que sistema es mas adecuado, pero no puedo evitar preguntarme que dirias si el sistema de mayoria simple fuera vigente con Sarah Palin en la Casa Blanca y John Boehner al frente de la Camara de Representantes. Supongo que la respuesta es que encantado de la vida…

  5. Roger Senserrich dice:

    Pues no, seguiria prefiriendo mayoria simple. Si han ganado, han ganado. Mal que me pese.

  6. citoyen dice:

    Has visto el precioso articulo de Carlos Mendo en el pais de hoy? http://www.elpais.com/articulo/internacional/Democracia/partitocracia/elpepiint/20100326elpepiint_6/Tes

    En serio, este proamericanismo ingenuo me hace sentir chomskiano por momentos

  7. citoyen dice:

    Dicho esto, tu argumento es de un ad hoc que asusta. Asumes que la opinion publica castigara a un gobierno que haga el troll sin querer negociar nada con la oposicion cuando el sistema es de mayoria simple; pero al contrario, no sancionan a una oposicion troll por no colaborar con el gobierno mayoritario y culparan al gobierno. No me parece demasiado coherente, la verdad.

    Lo cierto es que podemos esperar que un politico/partido con una actitud troll- que sera un resultado de las preferencias de su electorado potencial o de su organizacion interna- no tenga demasiada consideracion por el consenso, en la oposicion o en el gobierno, de forma indistinta. Si es asi, el juego «Hawk-Dove» (el halcon rechaza pactar cuando esta en el gobierno y hay mayoria simple y cuando esta en la oposicion y hay mayoria cualificada) es el mismo con los dos casos con un resultado de neutralidad a lo largo del ciclo politico.

  8. Roger Senserrich dice:

    La cuestión es, la oposición gana si el gobierno no hace nada – los medios echan la culpa al gobierno, no a la oposición. Es muy difícil hacer llegar un mensaje de obstruccionismo de la oposición después de haber ganado las elecciones.

    No es cuestión de ser un político troll – es el hecho que la oposición tiene todos los incentivos del mundo para torpedear pactos. Le da votos.

  9. […] cargarse la legislación si no le dan regalitos. Gran parte del problema se deriva del Senado y su absurdas reglas supermayoritarias, así como la escasa disciplina interna del partido demócrata. Aprobar leyes no es demasiado […]

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