Una de mis maniobras políticas marrulleras preferidas es la táctica del sopapo. El término no es mío, como de costumbre; me parece que el autor original es Josh Marshall, cuando explicaba la campaña de Bush en el 2004 (bitch-slap politics). La idea es acusar a tu oponente de ser un piltrafilla débil e incapaz, utilizando para ello un argumento básicamente estúpido o completamente inventado. Si el rival te contesta, ganas puntos porque está respondiendo a tu acusación, y algo negativo para él entra en el debate. Si ignora los ataques, parece débil e incapaz de defenderse de una acusación absurda.

Los republicanos han sido, tradicionalmente, los maestros en esta clase de operaciones; la campaña de los Swift Boar Veterans en el 2004 fue una demostración de libro del daño que esta táctica puede inflingir. Karl Rove era especialmente malvado, utilizando variantes creativas del estilo de acusar a los demócratas de compartir las ideas de algún activista de izquierdas alocado, metiéndoles en situaciones hilarantes. La administración Obama utilizó esta clase de ataques de vez en cuando con cierto éxito al principio de su mandato, aunque parecen haberlo dejado de lado un poco.

O eso parecía, hasta hoy. El NYT comenta que la Casa Blanca está planteándose proponer un impuesto especial sobre los bancos como respuesta los increíbles salarios que se van a colocar estos días, algo que puede dejar a los republicanos en una situación curiosa. Los conservadores son alérgicos a cualquier subida de impuestos – votan en contra de ellas de forma obsesiva. Una subida fiscal, incluso a los increíblemente odiados banqueros, será a buen seguro un imán de críticas de no pocos sectores de la derecha americana, siguiendo con su alegre retórica que Obama es un criptocomunista que quiere nacionalizar todo.

Si algún republicano o personalidad radiofónica conservadora dice una burrada (o sencillamente sale a defender los pobres banqueros), los demócratas tendrán una oportunidad maravillosa. Podrán preguntar a los conservadores si prefieren pagar el déficit público o ser amigos de los banqueros, por ejemplo. Podrán acusarles de ser amigos de Wall Street. Podrán decir eso que los republicanos son amigos de los poderosos.

Si los conservadores se callan y apoyan la medida, el chollo es aún mayor. Para empezar, podrán decir que los republicanos también quieren subir impuestos, algo que pondrá a un montón de políticos conservadores en problemas en las primarias. Más allá de eso, podrán capitalizar el tremendo rencor del electorado contra Wall Street estos días, quitándose de encima la imagen en parte de ser demasiado amigos de la banca. Si la gente de Goldman Sachs se cabrea y protesta en voz alta (y ya lo están haciendo), el regalo estará completo.

¿Es una táctica infalible? No exactamente. Los republicanos seguramente atacarán la sinceridad de la propuesta, no la propuesta en sí. Los demócratas tendrán que centrar el debate en la idea de forzar a los banqueros a devolver el dinero de los rescates bancarios y no meterse en cuestiones de credibilidad. Por añadido, el partido demócrata realmente tiene muchos amigos de Wall Street en el Congreso; deberán trabajar duro para que no haya una oposición interna que rompa el mensaje.

Aun con estos riesgos, es una iniciativa política ciertamente inteligente en un año electoral. La administración parece estar siguiendo algo que defendían algunos comentaristas de izquierda (Krugman entre ellos) de echar un poco de retórica populista en una cruzada contra los banqueros. En vez de hacerlo al hablar de regulación (la reforma sobre esto avanza en el Senado a buen ritmo, según dicen), Obama ha preferido hacerlo sobre algo más sencillo y directo, hablando de impuestos. Creo que es buena idea; la retórica regulatoria no pareció ayudar a Chris Dodd, al fin y al cabo. Un ataque más directo será más fácil de vender.

Por descontado, queda ver si el impuesto es una buena idea desde el punto de vista de policies, no de politics; es decir, si es una buena medida. Hasta que no sepamos los detalles específicos será difícil decirlo, pero os mantendré informado.

Nota al margen: respeto mucho más a Chris Dodd ahora que ha anunciado que se retira. Su escaño era vulnerable con él como candidato, en gran parte porque realmente era demasiado cercano a los bancos. Renunciar a la reelección abre las puertas al fiscal general de Connecticut, Richard Blumenthal, para que gane de calle y mantenga el sillón en manos demócratas. Esta es la clase de lealtad a un partido (y unas ideas) que debemos exigir en un político.


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