arbolitos y animalitos & ingeniería institucional

Regulando las hamburguesas como cigarrillos

17 Jul, 2009 - - @egocrata

Leyendo un poco más sobre comidas y alimentos mutantes, he recordado una de esas viejas verdades que no debemos olvidar nunca: somos simios. Una pila de monos. Un poco más limpios, más refinados y con pantalones de diseño, pero simios al fin y al cabo; y nuestra racionalidad no anda demasiado lejos.

Cuando hablamos de política alimentaria, de comida, nuestro reflejo primario no es «cielos santo, esto tiene un montón de grasas y derivados de maiz extraños»; es «Chita gusta vaca deliciosa». Nuestro cerebro no está diseñado de origen para intentar comer bien; la circuitería primigenia que dirige nuestros impulsos alimentarios busca sobrevivir como pueda, anticipando la terrorífica escasez ocasional del cazador / recolector. Cuando vemos una pila de dulces y grasas cargados de calorías hasta los topes, el simio que llevamos dentro tiene como principal prioridad acumular todo lo que pueda, no pensar en infartos de miocardio.

En cierto sentido cuando regulamos comida no podemos pensar en ella como lápices – debemos pensar en algo más parecido a una droga. Sin llegar a los extremos adictivos de según qué productos, como consumidores no somos demasiado racionales al pensar en qué debemos comer. Cierto, una giga-hamburguesa no es algo completamente inútil (no sólo te mata, también te da energía) pero su canto de sirena está muy por encima de lo que debería estar – y tendemos a infravalorar lo peligrosa que es a largo plazo de forma constistente. Y sí, nos nublan la vista – si os ofrezco un delicioso Huesitos (cómo los echo de menos en abstracto) seguramente diréis que no os apetece, pero si os pongo uno en la mano y mientras yo disfruto de uno, es muy probable que os lo comáis. Es un puro ejemplo de racionalidad limitada.

Obviamente, la racionalidad no desaparece del todo; tenemos hambre, pero no tenemos síndrome de abstinencia. Los mecanismos que hacen que alguien vuelva al redil de la comida (relativamente) sana son bastante simples. Un ejemplo sencillo: dar el número de calorías de los platos en los restaurantes. Parece mentira, pero tiene un efecto real más que notable.

Aparte de eso, por descontado poner etiquetas claras y legibles por humanos en la comida que compramos ayuda; no sería mala idea ir más allá, creando un sello oficial de comida sana / no radioactiva o regulando cláramente que es «light» u «orgánico». Y si me dejan, ya que estamos, un impuesto en alimentos profundamente chorras, como la Coca-Cola (soy adicto, pero dioses, es tonto beber agua con azucar de este modo) o los malvados tigretones y panteras rosas.

¿Suena irrelevante? Es mucho menos tonto de lo que parece. Mirad las cifras en los enlaces de arriba y los efectos en la obsidad de la población. Es una regulación con coste prácticamente cero (¡poner carteles en McRata!) y una mejora de salud clara.


10 comentarios

  1. citoyen dice:

    Tienes una vena de sovietismo alimentario últimamente que me preocupa hasta a mí

  2. bsanchez dice:

    Tiene razón citoyen. El mundo tiene más de 6.000 millones de personas y hay que alimentarlas a todas. Si quieres tus tomates sabrosos y tu comida orgánica pues paga más por tu lujo, como hacen millones de personas. Pero si hay muchos más millones de personas que necesitan calorías baratas porque no tienen recursos o porque son adictas, quién eres tú o el estado para decirles que no, que eso es porquería?

    Africa no produce suficiente comida para alimentarse a pesar de tener tierra arable, agua y agricultores en abundancia porque los europeos les hemos contagiado nuestra obsesión regulatoria contra los transgénicos.

  3. Alatriste dice:

    Eh, eh, ehhhh… parad el carro, Citoyen, bsanchez.

    Actuando como «sabueso de Darwin» de nuestro anfitrión, me parece que el glorioso camarada Stalin [media audiencia se pone en pie, la otra media suelta pedorretas] no se habría limitado a poner el número de calorías en los menús de restaurante… es más, yo diría que el mismísimo Adam Smith [se invierten los papeles, con gran ruido de sillas e intenso pedorreteo] habría respaldado de corazón que se proporcione información veraz y objetiva al consumidor.

    Y por más que leo, no veo por ninguna parte los términos «barato» o «transgénico» en la argumentación de Roger, seguramente porque el jarabe de maíz no tiene nada de barato (está cargado obscenamente de subvenciones), porque los trasngénicos estavez no salen a bailar, y porque los McBurger con queso y bacon no son los que van a salvar a Africa del hambre. Este es un post nitidamente dedicado a los países ricos, con sus problemas de obesidad, diabetes, infarto…

  4. bsanchez dice:

    Alatriste,

    Lo siento. Es que leí anoche su post sobre los tomates (ahí sí se hablaba de transgénicos – y por cierto uno de los tags de esta entrada es la comida mutante) y también estaba reaccionando al comentario del «impuesto a alimentos chorras». El título de la entrada también sugiere impuestos y encarecimiento de las hamburguesas.

    Pero tienes razón, a lo mejor estoy siendo un poco injusto con nuestro anfitrión montándome mi propia película en base a dos anotaciones diferentes.

  5. Roger Senserrich dice:

    Maximizar la información del consumidor es Soviet? joer, cómo está el patio.

  6. Roger Senserrich dice:

    Oh, y África no tiene problemaas de exceso de comida grasienta 🙂

  7. Rosa Sogues Edo dice:

    Socorro….vamos la FAMILY SENSERRICH 10 dias EE.UU.
    sobreviviremos ?

  8. citoyen dice:

    No hombre, yo me refería más al tono estilo Upton Sinclair de los posts que a las medidas concretas o el entusiasmo por los instrumentos de varianza varios.

  9. judas dice:

    Oye, no me toques el Triple Wopper que la tenemos. Yo sinceramente prefiero no saber nada de su composición, con notar su peso ya me vale.

  10. […] post Regulando las hamburguesas como cigarrillos es bueno (como todo lo que escribe Egocrata), pero estos dos párrafos en particular han […]

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