A estas alturas supongo que será bien conocido que Barack Obama ha nominado a Sonia Sotomayor para ocupar la plaza vacante en el Tribunal Supremo. Para los que estáis viendo esto desde casa, preparaos para contemplar uno de los espectáculos más deprimentes de la política americana: una confirmación judicial.

El Supremo de Estados Unidos es un tribunal con un poder enorme, ya que es el intérprete definitivo de la constitucionalidad de las leyes. Lo que hace las nominaciones un circo, sin embargo, es una reliquia institucional específica del sistema americano: los jueces ocupan puestos vitalicios. Un presidente tiene la oportunidad de afectar cómo se aplicaran las leyes durante décadas según a quién elija, y la mayoría aprovechan esta oportunidad para nominar a gente relativamente joven.

Para que un juez sea confirmado el Senado tiene que aprobar su nominación. Como todo en el Senado estos días, en teoría basta una mayoría simple, a la práctica el presidente mejor piense en tener los 60 votos necesarios para romper un filibusterismo. Dado que la nueva juez estará interpretando leyes durante décadas, los grupos de interés conservadores harán lo imposible para bloquear una nominación de alguien que no les guste.

Siendo esto Estados Unidos, es de esperar que haya grupos de interés que viven de esto -literalmente. Hay una industria millonaria de think tanks, grupos ciudadanos, gente con demasiado tiempo libre y asociaciones religiosas variadas que se pasan la vida vigilando potenciales candidatos al Supremo (y otros tribunales federales vitalicios) y lanzándose a acusarles de ser gente horrible en cuanto son nominados.  Eso significa campañas de movilización (tengo un montón de correos electrónicos ya en mi buzón pro-Sotomayor), esparcimiento de rumores descarados, gente rebuscando en el pasado del nominado y sacando cosas fuera de contexto con entusiasmo, y muchísimo dinero gastado en publicidad, con millonarias campañas en televisión y radio.

Como toda industria, lo que les preocupa más que nada en el mundo es su propia supervivencia… y eso significa que los grupos de presión realmente no están para detalles como si lo que dicen es cierto o no. Lo que quieren es fondos y una voz potente, y para atraer fondos y hacer muchísimo ruido, lo que tienen que hacer es decir burradas, como más exageradas y absurdas mejor.El histerismo es básicamente cosa del partido de la oposición, así que estos días les toca a los conservadores acusar a Sotomayor de burradas – si escucháis que es racista (sí, es puertoriqueña – no preguntéis), una extremista progre, enana intelectual, la latina de cuota (¡si fuera blanca, no la hubieran escogido!), una papista radical (es católica) o abortista comeniños, no le hagáis demasiado caso. Al fin y al cabo, un grupo de presión tiene que ganarse la vida de algún modo.

Lo más divertido es que los senadores republicanos son perfectamente conscientes que Sotomayor acabará en el Supremo. El dicho es que «las elecciones tienen consecuencias»; si el presidente no nombra a alguien que es obviamente un psicópata enloquecido o idiota terminal, la minoría tiende a protestar y mostrar indignación, pero nunca suficiente como para bloquear la nominación. Los senadores más conservadores (y los que no lo son, pero temen una primaria) votarán en contra, pero sin hacer el suficiente ruido para bloquear la nominación.

Esa es la teoría, y lo que todo el mundo espera. Sotomayor es básicamente una moderada. Si los republicanos se ponen muy duros, corren el riesgo de cruzar la línea que separa «crítica honesta» de «racismo mal disimulado» a ojos de algunos votantes – y si algo no pueden permitirse estos días, es perder el voto latino para siempre.

Sin embargo, gente como Rush Limbaugh, Mark Levin, Sean Hannity o Michael Savage (el colectivo de histéricos radiofónicos conservadores local) no van a tener estos remilgos. Para hacer las cosas más divertidas, las bases conservadores prestan mucha atención a lo que dicen, así que tienen mucha influencia en el partido. Si dicen bobadas vagamente racistas, muchos senadores estarán en la poco envidiable situación de tener que explicar si defienden lo que dicen estos «intelectuales» (y quedar como un cretino) o criticarles (haciendo que los militantes les coman vivos). Es la política del sopapo, otra vez; Obama parece tener un talento especial en meter a sus oponentes en estos callejones.

Los republicanos tienen todos los incentivos del mundo para sacarse esta nominación de encima rápido y guardar sus cartuchos para otro día. Veremos si evitan ser arrollados (otra vez) por sus propias bases.


3 comentarios

  1. […] comentaba el otro día, y es cierto: las confirmaciones judiciales son un espectáculo lamentable. Útiles de vez en […]

  2. […] comentaba el otro día, y es cierto: las confirmaciones judiciales son un espectáculo lamentable. Útiles de vez en […]

  3. […] estrategia la vemos en dos puntos específicos. Por un lado, tenemos el descarado peloteo hacia los latinos con la nominación de Sotomayor – al que muchos conservadores han respondido con […]

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