Días extraños en Wall Street. El viernes un tal Bernard Madoff, megainversor legendario y personaje de culto en el mundo de las finanzas, confesaba que acababa de vaporizar sin dejar rastro alguno 50.000 millones de dólares en una pirámide financiera gigantesca.

La gran sorpresa no es que en el mundo veamos estas cosas, o incluso que alguien en Wall Street estuviera forrándose viviendo del cuento. Lo incomprensible es que primero una pirámide financiera (por definición un invento muy inestable) hubiera sobrevivido tantísimo tiempo sin caer, y segundo, el hecho que  haya pillado a tanta gente con importante y tanto fondo de inversión presúntamente megaprofesional en su caida.

La explicación es hasta cierto punto sencilla: reputación. Para que un mercado funcione de forma perfectamente eficiente es necesario que todos los agentes tengan información perfecta: todo el mundo conoce la situación contable de todos los implicados, sus costes, retornos y precios, y actúan en consecuencia.

A la práctica, esto es básicamente imposible, pero los mercados en una economía capitalista tienen la virtud de poder funcionar de forma razonablemente eficiente con información bastante limitada; el mecanismo de precios y un arreglo institucional decente (contratos, seguridad jurídica) bastan para que las cosas cuadren.

Cuando se opera en un mercado está claro que tener información es de gran ayuda, por supuesto, así que cuando algo es valioso es bastante obvio que van a aparecer vendedores. En los mercados financieros en teoría estos son las agencias de calificación (Moody´s, Fitch, etcétera; gente que han hecho un trabajo atroz en esta crisis, por cierto),  entre otros individuos y analistas. Estos tipos te cobran por decirte cosas, así que no siempre vale la pena preguntarles nada. Al fin y al cabo, hay información que todo el mundo sabe,  gente y empresas que todo el mundo conoce bien; tienen una reputación bien establecida. General Electric es solvente y conservadora, General Motors hace malos coches, y Warren Buffet es listo. Su reputación es información gratis que «flota» en los mercados; un atajo que nos permite tomar decisiones sin perder el tiempo.

Todo el mundo sabe que Madoff es un puto genio de las finanzas, ¿no? Todos lo saben.

Bueno, parece que Madoff sabía que todo el mundo sabía eso. Si tengo fama de ser un genio, la gente va a pedirme que invierta su dinero por ellos, ya que oye, soy un genio; no tengo nada que demostrar. Sólo tengo que mantener la impresión que soy, de hecho, un tipo estupendo manejando dinero. Por lo tanto, mientras no tenga nunca, nunca, jamás, jamás, ningua pérdida la ilusión se mantiene. La cuestión es no admitir que de hecho a veces la cosas salen mal.

Madoff probablemente estaba forrándose invirtiendo en buenos mercados una temporada, hasta que un buen día el tipo perdió algo de dinero. Si reconocía eso en público, su reputación se vería mermada; la gente ya no tomaría atajos cognitivos («Madoff es un genio que nunca pierde dinero») y le pediría explicaciones antes de invertir algo. Eso para Madoff implica un coste, y menos clientes potenciales, así que en vez de aceptar que no es infalible, mintió y listos, pasando el dinero que entra como beneficios, y confiando que podrá cuadrar cuentas el próximo ciclo. Esto no pasa, y la pirámide se hace eterna.

Lo más curioso, sin embargo, es que una vez Madoff había establecido como cierto su brillo cegador, parece que nadie en absoluto (o casi nadie) se paró a pensar qué clase de magia hacía el tipo para tener retornos del 10% cada año. De hecho, ni los reguladores federales americanos hicieron preguntas. ¡Madoff era un genio!. Los que conocen los mercados y sospechaban brujería o bien callaban como putas y le daban el dinero igual (muchos probablemente pensando que Madoff debe tener información privilegiada todo el rato) o bien clamaban en el desierto (unos pocos lo hacían) y eran ignorados. Madoff es un genio; es obvio. Tú que sabrás, si el tipo gana más dinero que tú.

El resultado es que todo el mundo ha tomado el mismo atajo cognitivo, y todo el mundo ha perdido la camisa. Incluso gente que en teoría vive de analizar riesgos y simplemente decidió que Madoff era un genio de antemano. ¿Recordáis cuando discutía la hipótesis que Wall Street puede estar lleno de simios escogiendo acciones a base de tirar mierda a una pared y pasar perfectamente desapercibido? Marchando una de confirmaciones empíricas (anecdóticas).

Varios comentarios aparte. El primero, Madoff no era un genio, pero para ser un fraude de este calibre uno los tiene que tener bien puestos. Sí, es un ladrón, un timador, etcétera, pero uno no se revienta 50.000 millones de esta manera sin ser un cínico de cuidado y un auténtico kamikaze. Si vas a quemarte a lo bonzo de forma espledorosa, hazlo a base de vaporizar miliardos. Un fuerte aplauso, aunque sea por estética y esfuerzo.

Segundo, y espero me perdonéis el populismo indignado: ¿Cómo castigamos a este tipo? Ya sé que eso de asaltar el palacio de invierno y deportar a Siberia ha pasado de moda, pero el burgués gordo cabrón de principios del siglo XXI está empezando a pedirlo a gritos. Madoff no es el único; un abogado llamado Marc Dreier ha sido cazado tras pasarse años vendiendo humo por Wall Street estos días. Concretamente, 380 millones en humo; sí, menor, pero igualmente atrevido. Quién sabe cuántos más hay sueltos por ahí.

Tercero, el término en inglés para decir «timador» es confindence man, con man.  Hombre de confianza. De nuevo, hablamos de reputación; los timadores viven de reputación falsa. A veces el idioma explica el concepto directamente.


5 comentarios

  1. Lole dice:

    No sé en USA, pero en España siempre he tenido la impresión de que los delitos de «cuello blanco» están insuficientemente penados. Asímismo les aplicaría la doctrina Parot. Nada de reducción de condena por buena conducta. Si envejecen en prisión, pues que envejezcan. Si les diagnostican una enfermedad crónica o terminal, nada de enviarlos a su casita (o casaza); si acaso, reclusión en un hospital penitenciario con las atenciones médicas que sean precisas.
    Lo que es inaceptable es que algún honorable fresco de estos, limpie los ahorros de varios millones de personas, teniendo digamos unos 55 años, y que a los 8 años un médico «untado» les diagnostique qué sé yo qué dolencia crónica, y lo liberen para que disfrute de sus fondos ocultos en las Caimán los 25 años que a lo mejor le quedan de vida.
    Si robas, te pudres en la sombra, leñe.

  2. citoyen dice:

    Eso es una buena idea: podemos ponerlos vestidos con un tonel en el centro de la plaza del pueblo y subvencionar que la gente les tire huevos. «Si robas, te conviertes en atracción de feria» sería el eslogan.

  3. Jimmy Page dice:

    Tienes razón en lo de los monos y la bolsa, el Santander palma 2000 millones y ayer no perdio valor en bolsa. ¿Sera por que casi todo era dinero ajeno?

  4. Alejandro Guerrero dice:

    Muy buen post. Yo quiero ser Madoff.

  5. Breo dice:

    Antes de nada, discrepo contigo en que para hacer ese fraude hace falta ternerlos bien puestos. Tal y como entiendo el fraude de la pirámide, en el momento de encontrar un 2º inversor ya tienes en la cabeza que vas a hacer una estafa de la que no vas a poder salir. Es decir, si con el dinero del 2º pagas el 10% de intereses del 1º, necesitas 2 «pardillos» más para pagarle al 1º y al 2º. No creo que tuviese un mal mes o una mala temporada, porque mantener beneficios del 10% independientemente de cómo vaya la Bolsa es premeditación. Si ademas eres un tipo «famoso» y con fama (es decir, en el momento en que explote el invento no vas a poder esconderte), entonces lo que eres es un estafador bastante estúpido.

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