Lo sé, lo sé. Prometí escribir con un poco de detalle sobre qué tenemos que esperar mañana por la noche cuando empiecen a salir los resultados, y Obama -finalmente- gane las elecciones. Newsweek tiene un buen resumen sobre ello; básicamente, si allá las ocho de la noche (cuatro de la mañana en España) Obama ha ganado en Virginia, la cosa se ha acabado. De hecho, si McCain no gana Virginia, Carolina del Norte, Ohio, Florida y Pennsylvania (en términos estadísticos, es como tirar cinco doces seguidos jugando a los dados) está básicamente muerto. La noche puede que sea larga, si los márgenes son estrechos, pero McCain necesita un nivel de infalibilidad tal que hace su victoria casi imposible.
¿Estoy tan tranquilo como parece? No, ni de broma. Hoy en el trabajo era una manojo de nervios, y no era el único. En mi oficina todos son demócratas perdidos, y por mucho que las encuestas dicen que es caso cerrado, aquí nadie dormirá tranquilo hoy. Mañana más de la mitad de americanos (si las encuestas están en lo cierto) andarán mordiéndose las uñas, mirando al vacio, intentando descifrar el vuelo de las aves y mirando al ruido blanco de los televisores buscando una señal.
Hasta cierto punto, es comprensible. Obama es en muchos sentidos un candidato relativamente convencional; es moderado, realista, pragmático y sobrio. No es un progresista a la europea, y no lo será nunca; es una criatura del ala pragmática del partido demócrata que entiende su país y sabe qué puede pedir y que no. Este hecho, sin embargo, no debe hacer olvidar a nadie que a pesar de su moderación, la historia de Obama es de hecho extraordinaria.
Barack Obama es un hombre improbable. Para muchos americanos (estos que estarán mañana aterrados, pidiendo al cielo que su país no meta la pata otra vez) Obama es una confirmación en carne y hueso que Estados Unidos es un país distinto, la encarnación de ese ideal que aspira y que durante ocho años parecía haber olvidado. Esa retórica de nación incluyente, abierta, meritocrática, tolerante será más cierta que nunca mañana, cuando escojan (esperan) un presidente que no sólo es birracial, hijo de inmigrantes y que tiene un nombre extraño, sino que además lo hacen siete años después del 11-S.
¿Es esta promesa cumplida un espejismo? lo es, hasta cierto punto. La movilidad social en Estados Unidos sigue siendo muy, muy baja, y la verdad, un osito de peluche podía ganar este año, con el horrible trabajo que han hecho los republicanos. Aún así, no veremos a alguien con Obama en otro sitio; es algo únicamente americano.
Es difícil decir si Obama será un gran presidente. Es inteligente, no hay duda, y tiene una tranquilidad y un control de si mismo encomiable; también tiene un trabajo difícil. Sin embargo hay algo de su actitud, justo a las puertas de cruzar el umbral de la historia, que hace sospechar grandeza. A saber. Descubriremos la verdad pronto.
Lo cierto es que la historia de Obama, de su campaña, se ha cerrado hoy con una nota triste. Su abuela, la única familia que le quedaba, moría hoy en Hawaii. Obama fue a visitarla hace apenas una semana a sabiendas que le quedaban pocos días. Horas antes de dar el último paso y cruzar la puerta, Barack Obama se queda sólo.
Nos vemos mañana. Buenas noches.
Creo que era el FT el que decía que más vale que nos vayamos haciendo a la idea de que Obama nos va a decepcionar. Es un poc olo que ha dicho supersantiego.
El hombre ha creado tantas expectativas que todo el mundo, con opiniones completamente distintas, cree que es el candidato perfecto y en esa situación es completamente imposible que cumpla las expectativas. La gente espera que devuelva a EUA su papel en el mundo, que solucione el problema de la sanidad, que saque las tropas de Iraq, que solucione la crísis económica, que reduzca los impuestos, que alivie la pobreza… Quiero decir, el carisma no aumenta la recaudación.
Esta decepción, pienso yo, será especialmente fuerte en Europa dónde la gente que lo apoya lo considera el «presidente americano antiamericano».
Análisis certero… Obama pasará a la historia… o como presidente… o como el mito que se quedó a las puertas de la Casa Blanca…
No le van a dejar, pero al menos, tendremos a un idealista al frente del Mundo… lo cual, ya será un cambio per se.
A ver, no es Dios en la tierra, pero no es un político normal. Y en Europa lo adorarán tanto como a Clinton, o más, por poco que haga. Después de los ocho años de Bush, los americanos podrían escoger a cualquier demócrata y el tipo va a parecer Cicerón o Pericles.
Decepcionará a los ilusos que no saben quién es el tipo, pero yo ya estoy preparado :-).